Capítulo 8

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Las ruedas del auto detienen su movimiento, dejando sin movilidad al coche, tras solo unos instantes del estado estático cuando el humo empieza a salir del motor, elevándose en el aire hasta desaparecer a los pocos centímetros. Ubicados en una carretera completamente vacía, en un entorno lleno de árboles grandes y altos, sin ningún mecánico cerca o algún hogar que lo ayude en su incidente con la Van. Solos, el Señor Lynn con su única hija gótica, Lucy.

—¡Rayos! —exclama el señor con carencia de cabellos en la cabeza, apagando la música de la radio.

El sonido del clip que produce el auto al sacar el seguro, da señal al señor Lynn que puede salir del vehículo y ver el motivo de la descomposición de Vanzilla. Abriendo el capot, el humo comprimido se esparce en una espesa sabana que ciega al hombre por un instante, alejándose del auto mientras tose el humo que entro en sus pulmones. Dejando de ser tan intenso, las líneas grises suben y desaparecen al expandirse en el aire. El padre se acerca para examinar el motor, a simple vista, el señor se da una palmada en el rostro con faceta de arrepentimiento.

—Tuve que aceptar la ayuda de Lana, ella me lo dijo —susurrando para él, sigue mirando el interior de su vehículo antiguo. Sin entender a su exactitud el problema, y no queriendo toquetear el motor no solo por su calor, también para evitar el posible empeoro de la situación.

—¿Qué pasa, papá? —la voz de la pelinegro se asoma por la única ventana que puede bajarse adecuadamente, observando al padre con los ojos tapado por su espesa cabellera, hablando como si de un murmuro escapara de sus labios, pero al ser el único ruido aparte de las aves paradas en las ramas de los arboles, y el constante gruñido ahogado del motor, el volumen de voz no es problema alguno para ser escuchado.

—Nada hija, solo un pequeño… problema —levantando el volumen de su voz, pareciendo un grito que sale por frustración, le miente a su hija. Sin embargo, el no es un experto en esa área, las claras evidencias de eso son los rasgos faciales y la forma de hablar que cambia, teniendo delante suyo un gran problema. Entorpeciendo su claridad al hablar.

—Suspiro.

Los minutos pasaron estando Lynn examinando el interior de auto, dejando escapar algunos quejidos al sentir el calor que emana, teniendo contacto directo en más de una ocasión. En caso de Lucy, se queda en el interior, pataleando en ocasiones la silla delante de ella, incluso rebotando una pequeña pelota de tenis de su hermana, dejando esto último a los segundos, siendo para ella complicado manejar la pelota, provocando que en el último rebote choque contra la ventana de su asiento.

—¡Listo! ¡Vayamos directo al campamento literario!

La exaltación de su padre hace que ella también se sienta feliz al finalizar la espera, retornando su viaje a ese campamento que seguro le sacaría el bloque de escritor que la persigue. Su madre la intentó ayudar con todo, incluso tuvo que realizar ejercicios, sentadillas más que nada, y correr con su hermana deportista acompañada de su hermano Lincoln, siendo el motivo del albino diferente al de Lucy. Lynn lo obligo a sumarse, diciendo que eso levantaría los ánimos del chico, que se había comportado diferente a lo normal, pero esa fue la única vez que Lynn intentó ayudarlo, desapareciendo de una mañana a la otra esa actitud de preocupación con el albino. En las próximas secciones él no apareció, comenzando ahí el comienzo de la distancia entre él y sus hermanas, menos en Lucy. Su relación se fortaleció tan rápido en un corto tiempo. Lucy entendió lo que le sucede a su hermano cuando los ojos de ella, vieron por primera vez los azules ojos enrojecidos, los párpados arrugados y con largos periodos de tiempo al abrir y cerrarlos, evidencia de la falta de sueño al pasar la noche llorando. Ella misma conoce esa sensación, al comenzar y terminar de llorar durante el periodo donde tenía que descansar.

Pasando los minutos, Vanzilla llega a la entrada del campamento con gran dificultad. Parándose a medio recorrido en más de una ocasión, pero a los segundos volvía a la marcha. Lynn tenía miedo de que se haya averiado, y que se queden a kilómetros de distancia del campamento, además de no tener transporte para volver a su casa.

—¡Llegamos! —notifica el padre al estacionar cerca de la puerta del campamento, como cualquier otro campamento de verano, no tiene nada que destaque.

—Parece raro —dirige su mirada por fuera de la ventana, observando los arboles meneando las hojas al ser empujadas por el viento frío. 

—Opino lo mismo hija, pero llegamos y ya pagamos todo lo necesario para que puedas entrar. Además, tu madre dijo que es un buen lugar para ya sabes, dejar ese bloqueo de escritor —se lo había repetido antes que su madre una vez vino al campamento, y que después de la visita pudo salir de su bloqueo. Lucy espera que le pase los mismo, y pueda volver a escribir sus oscuros y amados poemas. Pero, al ver que es un campamento al aire libre, no le agrada la idea de tener que estar bajo el sol, ser picada por bichos y hacer trabajo físico. Si es que habrá, y es muy probable.

Sentada en una banca de madera hecha a mano, con decoraciones de relieves y aberturas, no se siente cómoda. No solo por la incomodidad de su asiento, también el estar recibiendo los rayos solares que pinchan la palidez de Lucy. por fortuna las ráfagas de viento frío combaten el calor que recibe.

Observando las cabañas y sus alrededores. Le parece más un campamento de boys scout de Lana, que uno que trabaje con el tema de la literatura. 

—¿Papá no se habrá confundido de campamento? —hablando a si misma con un bajo volumen, sigue mirando los alrededores. Los grandes y altos árboles, puede que le dé inspiración a la noche, teniendo gran escases de luz lunar al estar cada tronco tan cerca del otro, y con gran volumen en las hojas que cuelgan. Un paraíso que se puede comparar a los escenarios de sus libros de vampiros, cuando persiguen a las víctimas que serán el buffet de ellos.

—Lucy —llama el señor Lynn mientras se acerca a su hija, deteniéndose al lado de ella.

La gótica dirige su mirada a la dirección donde escucha la voz de su padre.  Encontrando con el rostro del señor Lynn alegre, pintada una sonrisa característica de él. Ahora sabe de dónde heredó el optimismo su hermano. Aunque el de Lincoln brinda más alegre y entusiasta. Pero últimamente, esa sonrisa parece haber sido cambiada por perlas grises sin brillo.

«¿Cómo pueden ser tan optimistas en este mundo lleno de oscuridad? Son raros. La bisabuela Harriet seguro pensaría lo mismo» piensa la gótica observando el rostro de su padre, mientras ella no se mueve del banco, aunque estaría más cómoda

—Ya esta todo, Lucy. Debes ir con uno de los encargados para que te muestre tu habitación, y para que te hable de algo importante sobre la seguridad del lugar —explica el mayor, regalando un beso en la mejilla a su hija de piel palida, no tanto como antes al tener que soportar la secciones de su hermana Lynn, obligada a tener que correr unos cortos kilómetros, pero para ella son como caminos infinitos al infierno. Su padre se aleja de ella, dando vuelta para decirle una última cosa antes de irse—. Ya dejé tu maleta en tu cabaña, junto a tu estatura esa de vampiro… ¿Cómo se llama? ¿Charlie? ¿Darwin?

—Edwin, papá. Se llama Edwin —un sonrojo de no tanta relevancia se esparce en sus mejillas. Aunque la pálida piel hace que sea más notorio la sangre en su rostro, bajando su mirada para que sea ocultado por su fleco. Tuvo un duelo consigo misma si traer o dejar en su casa el busto, que para ella es tan apreciado.

Lynn no puede evitar soltar unas carcajadas, nunca convivió tanto con su hija Lucy a comparación de las demás. Incluso él admitió una vez que es una de sus hijas que menos forjó lazos. Aunque con su hijo, su convivencia es casi nula, algo raro al ser el único varón en esa casa gobernada por mujeres. Por lo menos, está haciendo algo que a Lucy parece agradar, y próximamente puede que gane una muestra de afecto de ella, y tengan otro momento entre su hija y él. En el recorrido en la carretera, no hubo tantas oportunidades para hablar, y Lucy no colaboraba a que una conversación pueda construirse.

—Uno de los encargados parecía estar molesto. Le falta un descanso, no quiero saber como es su trabajo —deja salir otra vez de sus labios una risa al contarlo. Intenta romper un poco el hielo al ver como Lucy se queda quieta, sin apartar la mirada del suelo—. Ya me tengo que ir, hija. Pásala bien y deja que vuelva tu inspiración, sé que tu podrás.

—Por eso estoy en este campamento —si no fuese por su bloqueo, no estaría en un lugar tan abierto a la naturaleza que huele a plástico, no puede oler el relajante aroma de la madera. Le parece hermoso cuando la noche llega en un lugar tan abierto, pareciendo salido de los escenarios de sus libros. Pero, en el día es otro asunto, es pintada por personas lo llena de ruidos molestos—. Espero no quemarme. No aguantaría parecer a Lynn o Lana. Perdería mi puesto de doncella de la oscuridad —para Lucy, el único parecido a sus atrayentes criaturas ficticias de la oscuridad, es su piel blanca como las de ellos, y sus colmillos no tan notorios pero afilados.

Dejando de pensar en las posibles consecuencias de su estadía en el campamento, su padre logra llamar su atención al abrazarla de manera repentina, creyendo que ya no estaba ahí. No es común ese contacto con ella. Ni recuerda cuando fue la última vez en recibir cariño de su padre, en cambio de su madre sí, al tener un gusto que las conecta. La literatura.

—Nos vemos —es lo último que escucha de la voz de su padre para después dejar de verlo, cuando arranca la vieja camioneta después de unos gritos del señor, y da comienzo a su regreso a la residencia Loud. Vuelve a soltar otro suspiro. La estadía no era tan extensa, pero siente como el aire incómodo le quiere decir algo. Sus cartas de tarot lo confirmaron al estar en Vanzilla, una tragedia que no pudo calificar qué tan trágica puede ser.

Lucy sigue sentada en esa banca, hasta que uno de los encargado la llama, reuniendo a todos los demás jóvenes. Ninguno de ellos parecen compartir el estilo de la gótica, o con su particular gusto por la oscuridad. Lucy tiene pensado en hacer una amistad para no estar tan solitaria, pero al recibir miradas no tan agradable por su apariencia, pierde las ganas de acercarse a ellos.

Los tres encargados se presentan, dos jóvenes y una mujer, pareciendo que comparten la misma edad, pero no es así, la mujer tiene mayor edad que los otros encargados. Les enumeran las normas, advertencias y los eventos que harán al pasar los días, por desgracia Lucy tendrá que convivir con la naturaleza, siendo la mayoría de actividades en entorno a ella. La mujer parece agradable, mientras que uno de los encargados, no le da confianza en lo más mínimo a Lucy.

—El mortal con desgracia —Lucy identifica al sujeto como el encargado que su padre le había dicho que aparentaba estar molesto por algo, posiblemente por su trabajo o alguna relación. Pero a Lucy eso no le importa, lo que le llama la atención es la mirada que le da. Una fija a la figura de Lucy, con las cejas fruncidas y sin muestra de querer parpadear. ¿Acaso tiene algún problema mental u ocular? ¿Tiene permitido al menos estar cerca de los niño? La mirada le hace acordar a algunos espectadores de los certámenes de Lola. Repugnante en totalidad.

—…Y recuerden, si no estoy yo, pueden ir con Dick o con Peter. Ellos les brindarán ayuda, y no se olviden que nuestro tema principal a tratar es la literatura —la mujer deja que un suspiro escape de su boca. Realmente está cansada, pero quiere mostrarse responsable delante los jóvenes, mostrando más seguridad, se remueve el cabello negro y continua explicando lo siguiente.

Las actividades que realizan son cortas. No tarda mucho en anochecer, llegando el horario para que todos se junten a cenar. La comida no se puede comparar con las de su padre, está condimentada, pero no con tanta precisión como su padre hace para resaltar el sabor sin excederse. Aunque no debe de que quejarse, es mejor la comida del campamento a que alimentarse con la comida enlatada de su tía. Un escalofrío recorre su espalda, pero nadie le presta atención. Siente como si siguiera en casa, invisible, pero esta vez en su totalidad, por lo menos en su hogar algunas de sus hermanas la veían, y Lincoln también.

—Bueno, y por último, Lucy Loud —la gótica da un paso adelante al escuchar que la nombran. El encargado la mira para luego bajar la mirada al papel que sostiene en mano. Él parece no sentirse incómodo por su apariencia, no como la mayoría… y el “mortal con desgracia” que aún sigue acosando con su mirada—. No sabía que serían impar. Bueno, el caso es que si quieres podes compartir una cabaña con dos personas, o estar en una cabaña individual. 

El encargado no esta seguro de lo último, queriendo no mencionar la otra opción que le da a Lucy. Siendo para él algo inseguro no tener compañía si llega a pasar un inconveniente.

—Prefiero estar sola —Peter pierde por un momento el equilibrio al escuchar la voz de Lucy. La profunda y carente de alguna emoción voz lo agarra desprevenido, creyendo que recibiría murmullos al tener una imagen tímida, y por su poca sociabilidad con los demás chicos.

Al lado de Peter, el otro encargado frunce los labios al escuchar a Lucy. Mostrando por primera vez algo que no sea su rostro serio, y su entrecejo fruncido. Lucy capta la expresión de Dick, ese hombre desde le da la sensación de tener que estar lejos de él.

—Está bien… Deja que te lleve a la cabaña donde tu padre dejó tus cosas —al terminar de hablar, su compañero a espalda de Peter hace un chasquido con su lengua, cambiando su rostro a otro con más molestia en sus arrugas comprimidas, dejando de ver a Lucy para mirar los árboles entre las sombras. Peter lo mira, pero no quiso decirle nada, suspirando al sentirse harto de su actitud. Seguro si le decía solo una palabra, empezaría con su escenario tan inmaduro y con un conflicto por cualquier cosa insignificante. Ya paso la semana pasada una discusión así.

«Maldito idiota» piensa Peter al dejar de observar a su compañero, volviendo a dirigir su atención a la gótica—. Sígueme.

—Suspiro.

Deja escapar su frase habitual acompañado de realizar esa misma acción, el único sonido en el comedor donde ya no hay nadie, a excepción de Dick. La oscuridad del lugar le parece excelente, sintiendo los brazos de las sombras que proyectan las ramas abrazando su alma oscura. Una sensación que le exprime toda inspiración, o eso es lo que ella creé.

Lucy llega a la cabaña, transporta todo lo de ella hacia donde debe alojarse, tirándose en la cama maloliente con roturas. Extendiendo los brazos delante de ella, intentado alcanzar el techo, inspecciona si su piel abandono su blanca esencia. Al no ver ningún cambio en su color, deja caer con lentitud los dedos en la frente. Siente como todos los músculos le pide descanso, no solo de las actividades. También de las miradas de los demás jóvenes, y más de aquel sujeto llamado Dick. Si fuese por ella, dejaría caer un hechizo encima de él, pero no cualquiera que le produzca una tragedia cotidiana. Lo dejaría ciego. Los ojos del hombre la hacen sentir vulnerable en todo momento, además de parecerle extraño ¿qué tipo de moda es tener una pupila blanca?

—Los mortales son tan irritante. Solo es cuestión de tiempo para que sea como Edwin —es una fantasía ridícula para algunos, pero para ella, dejar que algún vampiro clave los colmillo en su cuello, es más que un sueño, es una meta que no le importa si debe tomar riesgos. El libro de su bisabuela tiene algunas referencias a que los vampiros son reales. Desde que leyó eso, su entusiasmo y una gran felicidad la invade hasta el momento al ser posible que sea una vampira de verdad.

—¿Mmh?... ¿¡Qué…!? 

Dando la espalda a la puerta, un diminuto pero audible ruido llama la atención de la niña, pero es tarde. Al inclinar el cuerpo, no puede separarse menos de unos centímetros del colchón al sentir como unos músculos la retienen, empujándola para que se quede forzosamente acostada en la cama. Lucy todavía confundida por tan repentina acción de aquel ser desconocido, pero por los gruñidos y la musculatura identifico como un hombre al usurpador. A los instantes de ser retenida en su cama, abre su boca para dar un grito de alerta. Un sabor irritante y caliente le tapo sus labios abiertos con brusquedad, junto a la tela bañada del ardiente liquido, sus orificios nasales también son tapados. El aroma que desprende le provoca sensaciones de querer toser, creando picos en las paredes de la garganta que raspan en cada intento de gritar.

—Lucy… Loud. Hace tiempo no escucho ese apellido.

La gótica abre con mayor fuerza sus parpados debajo de su fleco despeinado, no puede ver con claridad entre toda la oscuridad. La voz del hombre contiene un tono histérico, y con la profundidad de su hablar hace temblar las piernas de la muchacha. ¿Cómo puede tener miedo? Ella misma con su presencia hace gritar a sus hermanos. ¿Acaso sus sustos no hace llegar miedo a los demás? En Halloween hizo sacar gritos incluso a los adultos, entonces, ¿por qué siente temor?

«¿Por qué estoy temblando?»

Al instante de ese pensamiento, la visión de Lucy se vuelve nublada, no solo por las lagrimas acumuladas en sus ojos. Y de un momento a otro, sus brazos y piernas dejan de esforzar para salir de los brazos de ese hombre, aún con sus temblores que no la dejan defenderse con firmeza.

—Eres igual a la puta de tu madre… Pero a la vez tan distinta. No heredaste la hermosura de ella —la voz de Dick la escucha transfigurada, el ruido que provoca apuñalan sus oídos.

La oscuridad que rodea su visión se desvanecía a cada parpadeo, dejando de ser todo negro y lleno de silencio. A cada segundo Lucy logra volver a la normalidad los sentidos, escuchando pasos, sintiendo su cabello golpeando su rostro, notando como alguien la carga como una bolsa de papas. Volviendo a estar conectada con sus sentidos, todo se vuelve claro a medias, sin embargo una molestia al sentir su garganta rasposa provoca que tosiera, sin tener el tiempo para evitarlo.

—Creí que estarías durmiendo por más tiempo —responde Dick con molestia en la voz, jadeando mientras sigue navegando pisando ramas secas.

Sin previo aviso, al terminar su diálogo suelta las rodillas de Lucy, dejando que se golpee contra el suelo y ramas de no tanta robustez, quebrando algunas al impactar. Unos quejidos y murmullos de dolor salen de Lucy, sintiendo gran confusión nuevamente, ¿Dónde termino?

—Aquí está bien —murmura para si mismo, mirando los alrededores. Los árboles no son de gran grosor, pero están más unidos a comparación que de los alrededores del campamento. La oscuridad provoca que las sombras se juntaran, y sea un entorno bastante oscuro y desolado, alejándose de cualquier rastro de luz.

Lucy intenta pararse mientras que aquel hombre sigue divagando, agarrándose de un árbol, hace un gran esfuerzo para arrastrarse y estar al lado del tronco. Las fuerzas y energía de Lucy decaen a bajos niveles, dominando el cansancio que se concentra mayormente en sus piernas. Con esfuerzo pudo plantar sus pies en tierra, cayendo otra vez tras los grandes temblores y la poca sensibilidad.

—¿Mm? —el sujeto da vuelta para ver a la gótica en el suelo, con sus rodillas flexionadas,  sentadas encima de ellas y con sus dos manos en medio, siendo los soportes para no acabar con su rostro al suelo—. Te debiste golpear con fuerza tus rodillas. ¿Sabías que podes lesionarte en esa pose? Si es que, bueno, le pones todo tu peso encima.

Lucy con un leve mareo, levanta la mirada para ver al hombre que prácticamente la secuestro. Siendo inconsciente que su flequillo deja una abertura a uno de sus ojos, exponiendo un brillante y oscuro celeste. Las lágrimas reprimidas hacen aún más reluciente ese brillo, llamando la atención del sujeto que, al mirar su rostro, lo identifica a los segundos. Su corazón late con fuerza, con aún mayor fuerza por el terror, ese rostro que le provoca tanta mala espina.

—¿Dick? —la profunda y escalofriante voz habitual de Lucy, abandona su cuerpo para ser reemplazado, por el tono de una niña de su edad, llena de miedo y presenciado una escena desagradable. La voz de la gótica tiembla en algunas sílabas.

—¿Así que me recuerdas? Creí que te olvidarías de mi nombre. Tu forma de vestir no da mucha confianza de ser sociable —Dick le responde mientras se acerca a la gótica, mirando con el rostro inclinado, enfocando a Lucy con el único ojo que tiene visión. Una bola blanca de diminuto tamaño reemplaza a la pupila negra que cualquier persona tendría. Alrededor de ellos, un aro lo rodea de color castaño.

—¿Por qué?... —hubiese sido inaudible su pregunta, si no fuese por la escases de ruido del entorno. Lucy al no recibir respuesta de Dick, vuelve a preguntar, mientras que su expresión de enojo es visible por la separación de su cabello— ¿Por qué me trajiste acá?

—Tu madre te debió decir. ¿O no, Lucy? —pregunta con rabia en la voz, inclinándose delante de ella, mientras que la gótica intenta alejarse arrastrándose para atrás.

—¿Mi madre qué tiene que ver en esto? —responde casi a gritos al sentirse ofendida al recibir esa respuesta, no por nombrar a su madre, si no por la forma sarcástica de hablar.

La risa de Dick es lo suficiente fuerte para hacer eco, sintiendo como la carcajada es repetida por los árboles su entorno. Los diminutos hombros de Lucy se encojen en su pecho, aún si no lo demostraba a su totalidad, le dio miedo el escuchar como el eco contesta a la risa del encargado.

—Rita… Esa mujer que cargaba tanta hermosura. No solo por su cuerpo, también su sonrisa era hermosa en todo sentido, y no hablemos de sus labios ¡Dios! Eran tan perfectos, una envidia para cualquier hombre —explica Dick exponiendo la pasión en su voz, jugando con sus manos al relatar el recuerdo que tiene de su madre, pero él no es el hombre afortunado, ella ya tiene una pareja, y no solo eso, también tiene hijas—. Pero… ya tiene pareja, y no solo eso ¡también tiene cuatro hijas!... Bueno, cinco contigo —se corrige apuntando a la niña que tiene delante. Le incomoda de cierta forma verla, ante los ojos de Dick no tiene ningún parecido a su madre. Tampoco al padre. Ese hombre le dio una imagen de alguien ridículo y queriendo querer ser gracioso, también de alguien con hambre carnal insaciable. Eso le enerva en la sangre a Dick,

—…ce —la voz de Lucy se pierde y deforma al llegar a los oídos de Dick.

—¿Qué? —confundido, Dick pregunta para que ese murmullo pueda entenderlo.

—Somos once —repite la voz quebrada de la niña, acomodando con una mano el fleco que deja ver su azulado ojo.

La mente de Dick se detiene, todo en el cuerpo de él queda paralizado, ¿acaso le había dicho once hijos? Él también tuvo un tiempo atraído de manera obsesiva por el cuerpo de Rita, pero no a tal límite para tener once hijos.

—¿En serio? —con temblores en los labios, Dick quiere afirmar otra vez lo que dijo la gótica, observando como un águila con el único ojo que puede ver. Lucy solo asiente con lentitud, sintiendo su rostro algo tibio, dando a presentar un sonrojo leve, sin llamar mucho la atención. Como odia ver a las personas cuando dice la cantidad de hermanos que tiene.

Los ojos de Dick se abren con mayor fuerza, aunque solo uno de ellos tiene visión, la expresión de sorpresa no puede ocultarse. No solo se sorprende de la cantidad de hijos, si no también, de estar viva… ¿O acaso murió? Nadie puede aguantar tantas frecuencias de tener hijos. Él al final no se equivoco. Ese Lynn si era un maldito adicto al sexo. ¿Si él la obligaba a tener relaciones? Puede que sea una opción, aunque si era consensuado, ¿por qué Lynn tuvo la fortuna de llevársela a la cama tantas veces? ¿Por qué lo tuvo que elegir a él? Dick sabe que no es el mejor hombre, y solo tiene visión de un ojo, pero aún así la podría ser feliz… ¿O no? ¿Le podía dar felicidad a ella?

—¡Ah! Duele, mierda—un sonoro quejido atrae la atención de Dick, dejando de pensar en sus inseguridades. Sus ojos estan inundados de lágrimas, derramando algunas que caen en las ramas. Mirando adelante suyo, volviendo a la consciencia, observa como Lucy intento pararse con ayuda de unos árboles adelante, apoyando en los troncos. Dick se seca los rastro de lágrimas, arrugando el ceño tras la revelación, gruñendo debajo para dar una embestida hasta el lugar de la pelinegro.

—¡Maldita desgraciada! 

Conducido por el enojo, la tristeza y una gran envidia de la pareja de Rita, no se contiene al chocar a Lucy. Quien al escuchar el grito de Dick, el cuerpo se le paraliza y los temblores provocan que pierda el poco equilibrio que tiene. No cae al suelo por su pérdida de equilibrio, cae por una gran fuerza que le dobla la espalda, estirándose de manera anormal hacia la izquierda, crujiendo todas las vertebras por ro ataque.

El quejido lamentable de la chica se ahoga cuando el aire se escapa de ella. Lucy intenta levantarse, perdiendo en el progreso cuando siente una mano la da vuelta sin cuidado alguno, empeorando el dolor que está surgiendo en su espalda. 

—¡Aaaah! —Lucy experimenta tal dolor dejando escapar un grito de dolor, chocando otra vez con el suelo, para luego sollozar levemente. Toda la espalda empieza a ser clavada por pinchos de dolor, que crece cada vez que intenta respirar de manera correcta, sintiéndolo más agudo y expandiéndose a más zonas de su espalda. Junto a un leve dolor en su frente, que es cegada por la tortura de su espalda.

—¡¿Por qué?! ¡¿Por qué mierda tu padre puede estar con Rita?! ¡¿Por qué mierda se acostó con ella tantas veces?! ¡Dime! 

Los temblores aumentan de intensidad, dejando de ser solo sus piernas y brazos. Todo su cuerpo comienza sufre de leves espasmos. Lucy nunca creyó sentir tanto miedo, ella disfruta ser la persona que influye respeto al igual que temor a demás personas. Pero ahora, solo quiere ser la persona que no está ahí, con un enfermizo hombre enamorado de su madre.

—¡¿Por qué?! ¡¿Quién carajos dijo que yo no podía salir con ella?! ¡¿Por qué no se fijo en mí?! ¡¿Por...?! ¡¿Por qué mierda tienes ese maldito flequillo?! —cuando Lucy creía que todo estaba por calmarse, contemplando como Dick esta apunto de quebrarse en sollozos a unos centímetros de ella, el pecho de Lucy deja de respirar. Una presión aprieta todos sus órganos, dejando a los segundos volver a entrar el aire en sus pulmones, con la dificultad de ser irregulares. El hombre pone fuerza en la rodilla en el pecho de Lucy, limitando el movimiento de la niña.

Dick con el rostro enrojecido, sus ojos con una apariencia de estar por salir de sus cuencas, con cada facciones del rostro arrugadas, lleva su mano a uno de sus bolsillos del pantalón, y con la otra sin medir la fuerza aprieta el cuello de Lucy; un delicado y suave lugar.

Lucy ya no tiembla, no pone resistencia, ni puede respirar con normalidad. Queda paralizada, sin poder hacer nada. Una presión la ha dominado, el temor de su agresor, aunque ella quiera moverse, y lo intenta con toda su determinación, pero esa presión la comprime con mayor precisión.

Hasta que, sus ojos sufren de un tic nervioso, sintiendo las venas de sus párpados palpitar y ganando mayor tamaño. Las lágrimas son las siguiente en molestar su visión, observando todo borroso. Delante de ella, la silueta de Dick encima de su cuerpo, quien tiene una mano levantada y con la otra apretando su cuello, mientras que un destello blanco llama su atención, volviendo a dirigir su mirada al brazo extendido.

La cabeza de Lucy choca con el suelo, el cuero cabelludo comienza a ser una molestia, sumando con la protuberancia en su frente por el golpe. Los ojos de Lucy empieza a ver con dificultades, lanzando quejidos en busca de aire de manera moribunda. Siente como el mundo gira, la distorsión de su visión le da un paraíso lleno de deformidades en las copas de los árboles. Siente como sus pestañas dejan el contacto con el extenso fleco, sus ojos ven mayor claridad a comparación de antes. Pero… aún con mayor precisión en su visión, el mundo se siente ciego.

—¡¿Por qué?! —la exigencia de Dick es gritado a centímetros del rostro que sufre en busca de escapar—. ¡¿Por qué todo tuvo que ser así?!

Los ojos expuestos de Lucy observan el cielo oscuro, dejando caer una lagrima por el ojo marrón, con los cabellos de su fleco más corto ahora, cortado de una manera muy dispareja. Los ojos de Dick dejan que sus lagrimas empiecen a caer, mientras se sujeta los costados de la cabeza con un cuchillo en manos.

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