Prólogo

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—Las 6 a.m., justo en horario.

Apagando la alarma que se encuentra encima de esa mesa de noche. El joven se levanta, estirando con brusquedad los brazos, un bostezo ruidoso se escapa de los labios. Lincoln, joven con numerosa familia y una cabellera de blanca culpa de albinismo. Al terminar de quitarse gran parte de la somnolencia que arrastra lo arrastra a la tentación de volver a dormir. Camina hacia el guardarropa, sacando prendas del estilo simple que viste. Del mismo mueble pero de diferente sección, saca una toalla blanca.

Estando listo para darse la ducha de cada mañana, sale del cuarto sin incomodidad al estar sin calzado ni medias. Aunque es extraño de él estar despierto tan temprano, se ha vuelto una rutina. Pero algo diferente distingue este Lincoln del habitual, una faceta extraña en él, una mirada ajena, un comportamiento errático, todo entorno a un desánimo descomunal, visto como una depresión común para un joven que esta a poco de entrar a la adolescencia, sin embargo, ese sentimiento en Lincoln se manifestó alrededor de dos semanas, la mirada no ha tenido un brillo desde ahí.

Sin tener ningún apoyo, las hermanas menores y mayores de Lincoln no se percataron del estado de ánimos. Aunque pasen mucho más tiempo con ellas que con él mismo, pareciendo ilógico tal falta de reconocimiento, pero es cierta. Esas semanas la pasó solo, sin ningún tipo de afecto que lo consuele, a excepción de la hermana más perspicaz, Lucy. Muchos creerían que la hermana con mayor conocimiento se daría cuenta, sin embargo, Lisa pierde el concepto social cuando se sumerge en los experimentos que tanto esmero pone.

El albino entra al baño, sin muchos ánimos sintiendo el sueño aún en el cuerpo, esforzándose a poder tener la capacidad de salir de la cama, gastando la energía que apenas tiene al realizar actividades cotidianas que no agotan tanto esfuerzo. Lincoln no desea el día, el ruido lo agota aunque haya vivido y se haya acostumbrado al entorno, sintiendo que no encaja en la energética  y eufórica casa Loud. Piensa cada mañana en abrazar las sabanas y fusionarse con la tela hasta que el sol se esconda y el silencio por fin llegue. Aunque sea una idea tentadora, no puede por las responsabilidades que tiene, y por cuales sus padres le pusieron.

Lincoln al entrar al baño, cuelga la toalla y deja la ropa bien ordenada en arriba de un mueble cerca de la ducha. Mirándose en el espejo, nota la expresión monótona que se esta adueñando en su rostro. Párpados entrecerrados con ojeras poco notorias, pero rojas de la irritación al llorar hace pocas horas en la noche, ardiendo al tocar con las yemas de los dedos. Pero no le importa intentar regular su imagen para que no se note las manchas que deja las noches de insomnio, nadie se preocupa o pregunta. Los ojos de Lincoln se miran en el espejo, el azul brillante que transmitía un brillo que sobrepasaba situaciones agotadoras, quedo reducido a una tonalidad semejante a la profundidad de un lago sin fondo.

Tira última prenda al suelo, mostrando toda su piel en la privacidad del baño. Camina hasta estar delante de la ducha, sintiéndose un poco incómodo por el frío que le contacta por el suelo. Al abrir la llave de agua, el liquido cristalino que calienta el cuerpo de Loud, explora en forma de ríos que bifurcan hasta llegar a los pies. Lleva las manos hasta la cabellera blanca, masajeando los finos cabellos con shampoo en los dedos, aliviando el nudo que se encuentra en la mente del chico, alegrándose sin darse cuenta al sentir las espumas viajar por la espalda, sensación delicada y efímera, como la sonrisa que se dibuja en el rostro.

La sensación tan vivida del agua, provoca que los recuerdos que le infecta la mente volvieran, manifestando el hueco vacío que lo carcome todas las noches. Algunos lazos son tan fuertes que es difícil creer que pueden cortarse, ni el mismo Lincoln puede creer que es el aprendizaje que aprendió hace poco. Pero no fue apropósito esa acción, son sucesos del destino, o como lo llama el Loud; la vida ingrata tuvo otros tipos de conclusiones a sus relaciones.

El agua para de caer, subiendo una sensación de frío que lo saca del viaje a los recuerdos. Lincoln mira la lluvia, preguntándose el por qué paro de caer el agua, aunque al dirigir la mirada a una pequeña ventana del baño, se da cuenta que la posición del Sol ahora está más alto de lo que recordaba. Quedó hipnotizado en los recuerdos. Olvidándose del tiempo y las acciones, confirma la disociación al sentir la piel de las manos arrugadas. Sin más, seca su cuerpo y empieza a ponerse la ropa; apurándose en el proceso cuando el frio es aun más agudo. La frente de Lincoln se arruga, al igual que todo el rostro en una imagen de queja, familiarizado al dolor agudo que atraviesa todo el cráneo.

—¡¿Qué pasa contigo?!

El grito de voz chillona y demandante es fácil de reconocer, Lola es tacleada por el cuerpo de Lincoln al salir del baño, chocando el brazo de la menor. El albino no le interesa lo que le pasa a la niña rubia, la mente no deja que se concentre en el entorno, recordando lo que una vez le dijo a Lucy  al desahogarse.

Las hermanas Loud miraron a su hermano tras la acción bruta que hizo, paradas en una fila delante de la puerta donde Lincoln salió, quien lidera la delantera es Lola. Mientras que algunas fueron a revisarla; aunque fuese un empujón leve, las chicas miran enojadas a la espalda de Lincoln, quien no detiene el andar lento hacia el cuarto que duerme. Si el joven hubiese prestado atención, no garantizaba que haya ido a pedirle perdón a la Loud más caprichosa.

—Ten cuidado bro, pudiste lastimarla —reclama Luna mientras ayuda a levantar a Lola.

—Sí, como que fuiste demasiado rudo Linky —respalda Leni con un tono sumiso, quien la escuchar el escándalo se levantó los antifaces de dormir.

Tales advertencias juntos a insultos continuaron viajando hacia Lincoln, pero no llegan al chico quien sigue alejándose. La víctima del empujón clava la mirada en el hermano. Los ojos de ella se encienden por el enojo, afilando las pupilas ante el deseo de una represalia. No se dejaría humillar o mostrar débil ante la familia. Debe dar miedo al mínimo roce de su cuerpo, y lo de Lincoln no es un suceso que pueda tolerar, menos perdonar.

Las horas pasaron, y con ello, las energías del joven Lincoln. Cumpliendo tantos pedidos de sus hermanas sin tener una segunda opción, arrastrado una tarea tras otra al apenas terminar, la mirada del chico se vuelve más pesada. Lincoln aún con los ideales de querer ser un buen hermano, sin importar que tenga un estado sentimental delicado, sigue ayudando a sus queridas hermanas. Pero eso no significa que al no notar tal falta de reconocimiento sobre su estado de ánimo, tan obvio por sus extintos planes locos, la ausencia de la sonrisa optimista y los más destacado, la falta de egoísmo en las actividades familiares y el silencio que adquirió.  En el interior de Lincoln estan plantadas las raíces de rencor, este sentimiento que se esta acumulando en él al recordar cuando era cuidado por sus hermanas, aunque sea solo un rasguño en su dedo o algo más ridículo. Sin embargo ahora, le trae nostalgia y falta.

La diferencia en Lincoln es tan delator que es imposible no darse cuenta, pero ellas no dijeron nada o mostraron interés en tal cambio, solo una hermana intento ayudarlo.

—Bien, ahora sírveme té, despreciable persona —dentro del cuarto de Lola y Lana, la primera chica nombrada le habla al Lincoln con vestimenta formal al lado de ella, que en cambio de ella está parado.

—Está bien, princesa —responde Lincoln, adoptando una pose inclinada para servir el té en la taza rosa de plástico. El vapor caliente sube, llenando el recipiente con un color ámbar translúcido.

—¡Es reina, maldito ignorante! —el insulto es gritado por Lola, resonando por segunda vez por el eco que provoca la niña.  Un sentimiento de impotencia crece en el pecho, afilando la mirada hacia los ojos opacados de Lincoln, la mano donde tiene la taza recién servida, le arroja el té encima del albino sin ningún tipo de arrepentimiento, escuchando los quejido y ligeros gritos de él. Lincoln arroja la tetera rosa que tiene en manos para intentar sacar el liquido ardiente, antes que siga bajando en zonas más sensibles.

—¡Maldita seas! ¡¿Por qué mierda lo hiciste?! —el grito de Lincoln le desgarra la garganta, cargando en la voz un sentimiento de violencia que se transmite por las venas, aumentando la respiración de Lincoln como si de un ataque primitivo estuviese por realizar.

Sigue con los fallidos intentos de querer retener y retirar el té de la camisa, pero solo provoca quemadura en las manos, sintiendo como si las hubiese dejando 5 segundos en agua a medio hervir. Su pecho agitado por la movilidad desesperada y el dolor del calor que quema la piel debajo de la ropa, aunque quiera quitárselo no podía. Antes de haberse reunido con Lola, había estado con Leni, y ella había ajustado de manera un poco excesiva la vestimenta, culpa de una nueva tendencia de ropa ajustada, como los Jean, pero con otras prendas. Suena algo estúpido, pero Leni se olvidó de cortar las costuras y dejarla como antes.

—¡Eres una perra estúpida! ¡Perra! ¡Perra!

Los gritos de Lincoln siguen insultando a Lola, que no muestra miedo ante la figura de su hermano moviéndose de manera errática en todo su cuarto, los ojos de Lola contemplan sorprendida el cambio del Loud. Ofendida por las palabras, no reacciona al estar indefensa ante los gritos y las bruscas acciones de él, vinculando más de una mirada llena de odio por parte de Lincoln. Con el calor y la irritación que le dan el traje a la piel del albino, además de dolor, el deseo de querer golpear a su hermana crece tanto que los ojos de Lincoln se ciegan. La figura de ser el mejor hermano, desvanece cuando la grieta de la paciencia desborda todo. Ha habido sucesos anteriores que no lo quebraron, su estado de ánimo junto al irritable calor, la agresividad se manifiesta por primera vez físicamente en el detonante, fijando los ojos en el rostro blanco de Lola, admitiendo el temor que tiene en la mirada que corresponde a una niña.

—¡Zorra narcisista!

Fueron las palabras, antes de la bofetada propinada a la niña vestida de princesa. Lola cae de la silla rosa, el suelo le da un segundo golpe más doloroso en la otra mejilla. Las pequeñas y finas manos se juntas en la zona del golpe, bañadas por las lágrimas que Lola no puede evitar soltar, mirando el rostro enfurecido del hermano. No puede retener el llanto del dolor, temiendo lo que es capaz Lincoln ahora.

—¡¿Qué pasa aquí?!

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