Capítulo IV: La Puerta

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— ¿Bell? ¡Bell! ¡¿Qué le pasó!? — Los gritos provenientes del gremio de aventureros, más específico de Eina.

— Tuvo una pelea con un minotauro, y después, otro minotauro lo masacró... — Riveria le explicó la situación a Eina.

— ¡¡¡Necesita un médico, no una explicación!!!

Todo el gremio miró a quién había gritado, Aiz Wallenstein, por primera vez ella alzaba la voz, nunca fue de expresiones o de hablar.

— ¿¡Qué esperamos!? ¡Lo tenemos que llevar a la sala médica! — Volvió a gritar Aiz.

— S-sí, por aquí.

Bell estaba siendo cargado por Bete, que miraba la escena sin solo una palabra, se había pasado, era su culpa el estado del chico, por más que estuviese jodido, ahora estaba probablemente muerto, fue su culpa.
¿Por qué lo hizo? Quizás lo quería ver convertiste en un hombre al 100%, siendo que siendo un recién subido a nivel 2, y él era un 6, había abusado de lo que el chico podía rendir al máximo.

Bete solo siguió a Eina sin largar una palabra de su boca, no merecía hablar sobre él, y menos de la situación.

— Es aquí, déjalo en esa cama por favor — Eina había la puerta dejando pasar a Bete, e indicando dónde dejarlo.

— L-lo siento Bell, tome, les dejo las cosas de Bell.

— Gracias... Creo que te confundes, la espada no es de Bell.

— Sí es de él, tiene palabras grabadas, cómo el cuchillo, significa que fue hecha por un Dios, y sólo se iluminan cuando él la toca, significa que es suya.

— P-pero no formaba parte de su equipamiento hasta hoy de mañana...

[...]

— Bell, voy a pasar, ¿ok?

— Está bien Eina, puedes pasar.

— ¿Cómo te encuentras?

— Mejor que ayer, ya me voy acostumbrado a estar en la cama, ¿me recuerdas hace cuánto estoy aquí?

— Estuviste casi 3 meses en coma, y el doctor dijo que estarías en coma por lo menos 4 meses.

— Mucho tiempo... ¿Cómo se encuentra Kami-sama? — Bell se refería a Hestia.

— ¿Hestia-sama...? Verás, se fue de Orario, creo que dijo que se iba ir a Rakia...  Antes de eso vino aquí a quitarte la falna. Perdón Bell, supongo que Hestia-sama perdió el sentido de la razón por todo lo que pasó y Ares se la llevó.

— Ya veo... Eina, necesito tiempo para pensar, gracias por todo.

— Ok Bell, sólo te digo que no intentes levantarte, probablemente no estás listo para eso.

— Ok, Eina.

Eina se retiraba de la habitación, mientras cerraba la puerta, Eina observaba a Bell, el chico tenía la mirada perdida. Cerró la puerta y se retiró, el peliblanco comenzó a llorar, le lloraba a Hestia, por su culpa ella se había ido, y nunca más regresaría.

— D-Diosa, *sniff*... ¿por qué? ...

[...]

— ¿Cómo se encuentra Bell, ya despertó? — La señorita Aiz era la que hacía las preguntas.

— Sí, se encuentra estable, aunque sin falna, Hestia-sama se la sacó, probablemente hubiese tardado menos con esa falna de nivel dos y medio.

— Ya veo...  Lo dejó a su suerte, perdió la fe en Bell.

— Lamentablemente sí señorita Aiz. Lo dejó sin nada de que sostenerse, y aún así logro sobrevivir, me pregunto cuál sería su nivel ahora...

— Yo creo que ya sería 3, se enfrentó a un minotauro de prácticamente nivel 3 — Quien pronunciaba ésto era Riveria.

— ¿Señora Riveria? — Eina se encontraba desconcertada, ¿acaso Bell la conocía? ¿O venía con Aiz?.

— ¿Riveria, qué haces aquí?... — Aiz se encontraba igual de confundida que Eina, no sabía el por qué de que Riveria se encuentre ahí.

— Vine a visitar a Bell, también suponía que Aiz estaría acá — Explicó Riveria.

— Ya veo, bueno, síganme, ya les muestro la habitación donde está Bell.

Eina salió del mostrador para proceder a ir a uno de los pasillos interminables del gremio, un pasillo ancho, con una curva a la derecha, y lleno de puertas de izquierda a derecha.
Eina dijo, la primera al girar a la derecha, allí se encuentra.

— Muchas gracias, ¿no irás también? —Riveria tenía un semblante bastante educado, a la hora de agradecer y preguntar, demostraba esa superioridad en modales que sólo un elfo noble podría poseer.

— Tengo que terminar de firmar y revisar algunos papeles, después de eso iré, no me tardaré mucho, ya vengo — La respuesta de Eina fue concreta, "Aiz tendría que aprender un poco de ella" pensó Riveria.

Aiz se dió media vuelta, yendo a buscar la puerta de la habitación de Bell, el pasillo era largoy bastante ancho, había por lo menos unas 8 puertas, algunas habitaciones con una mesa en medio y dos sofás, otras llenas de papeles o algunas con unas mini oficinas.

Aiz ya había llegado a la puerta de Bell y se encontraba parada en frente de ella, esperando a Riveria.
La elfo apuró el paso, mientras se veía a Aiz mirándola, estaba indecisa sí abrir la puerta o no.

— ¿Vamos? Déjame abrirla por ti — Exclamó Riveria.

— Ok...

— Hola Bell — Riveria entró a la sala, exclamando dichas palabras, Bell observó que seguía con la mano en el pestillo, ¿acaso venía con alguien más? — Vine acompañada, espero no te moleste.
Adelante, vamos pasa.

Bell se sorprendió al ver quién era, ¡Aiz!

— A-iz-san, Rive-ria-san... — A Bell aún le costaba modular y decir las palabras.

— ¿Cómo te encuentras, Bell? — Aiz había preguntado.

— Bien, aún m-me cuesta ha-blar un po-co.

— Ya veo, ¿sigues con los dolores en el cuerpo? ¿Algún dolor muscular fuerte? — Riveria se había metido en la conversación, preguntando el estado de Bell.

— S-sí, es-toy bien, n-no siento nada...

Bell miró la funda de su espada, la observó unos segundos más y giró la cabeza a un ventanal gigante del cuarto, daba vista a cierta parte de la ciudad que no conocía, una pequeña plaza con más verde que gente, raro, se supone que es Orario, ¿no?.

— Gracias por venir aquí, Aiz-san, Riveria-san...

La puerta se había abierto mostrando a una Eina sorprendida, había escuchado a Bell hablando fluidamente sin ningún tipo de traba, cómo el Bell de antes.
— ¡Bell, te extrañé! — Eina saltó a abrazar a Bell, sin duda lo había echado de menos.

Aiz quería hacer lo mismo, pero tenía que guardar la compostura, Riveria pensó en que estaba mejorando mucho más de lo que se había imaginado, sobretodo no necesitaría de su magia de curación, era un gran avance.

[...]

Final del capítulo.

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