Capitulo 2

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Antes, fuimos nombrando uno a uno las personas que habían formado parte de mi vida. Y ahora, ante ustedes contaré la mía.

Desde muy joven, recuerdo. Como antes dicho, muchas anécdotas de mi vida. Desde jardín de infantes hasta la actualidad. Sepan perdonarme la nitidez de cada recuerdo, han pasado bastantes años desde entonces. Y puede que incluso muchos de ellos sean casi polvo en mis memorias, haré lo que esté a mi alcance para poder plasmarlas lo más acorde posible que mi memoria me lo permita.

Comencemos con cuando era solo una pequeña ñina.

No recuerdo mucho de ése entonces. Pero sí hay dos cosas muy claras. Amaba jugar, y odiaba al tío Diego.

En el jardín, siempre jugaba muchísimo con los juguetes y me encantaba cuando teníamos música, algo que amaba mucho eran las resbaladillas y la arena. Recuerdo que bromeaba y era muy curiosa, y de vez en cuando hacía preguntas o quería saber como funcionaban las cosas a mi alrededor. No recuerdo haber sido amiga de nadie en ese entonces, pero si recordaba hablar mucho. Aunque ciertamente no era siempre.

En la salida, siempre nos otorgaban una fruta y 1 o 2 sayes de leche para llevar a casa. Yo amaba la fruta, y en ése entonces amaba mucho tomar leche. Más cuando eran hechas en chocolada o postres.

En cambio el tío Diego... Diego es el padrino de uno de mis hermanos, el quinto hermano para ser exactos. Y no sé por qué, pero nunca me agrado en lo absoluto. Ciertamente era un buen hombre y caballeroso, pero nunca me agrado. Siempre que quería saludarme lloraba, y cuando quería saludarme besando mi mano lo odiaba y llorar aún más. Nunca lo comprendí del todo, pero siempre que lo veía me daba mala espina. Como si fuera falso, engatuzador o embaucador. Alguien doble cara y fanfarrón.

Nunca lo pude verificar, los años pasaron y eventualmente dejo de venir, lo último que supe es que se había vuelto a juntar, y vivía con su mujer en el centro de la capital de Buenos Aires.

De pequeña tengo más recuerdos, pero claramente no todos. A una edad temprana, había aprendido a hacer ropa para mis muñecas. Y si bien eran cosillas simples, amaba siempre crear atuendos nuevos para mis muñecas. Algo destacable era que a cada muñeca le sacaba la cabeza, cortaba el pelo y quitaba los dibujos hechos en el rostro. Le quitaba la cabeza a las Muñecas porque quería saber como es que estaban hechas, les cortaba el pelo porque creía que crecía. Y quería ver por dentro como estaba puesto el cabello de las Muñecas, y les quitaba los dibujos que tenia en el rostro porque quería darle nuevos toques de creatividad. Y formar caras nuevas. Obviamente a ojos de otros, simplemente estropeaba las muñeca. Pero ante mis ojos estaba aprendiendo. Algo que será muy crucial es como la curiosidad y mi tan imparable necesidad de aprender invadirá todo mi crecimiento.

Los años pasaron y llegué a primaria, primer grado. Mi padre, cuando éramos niños trabajaba como auxiliar y cocinero en las escuelas. Y siempre llegábamos mucho antes para que mi padre pudiera limpiar las escuelas, recuerdo llegar de noche y correr por los pasillos por todos lados. Amábamos ir por salones en busca de lápices y dibujos que olvidaban los alumnos, también nos quedábamos después de clase. Porque como éramos chicos, y papá todavía no cumplía su hora. Nos quedábamos jugando con mis hermanos en el escenario de la escuela. La escuela era enorme, con un patio del tamaño de la mitad de la escuela, una cocina y dos pisos de salones. Más un patio interior, en donde se encontraba el escenario. Un cuarto de descanso para los porteros, 6 baños. 4 en la planta inferior, y 2 en la superior, una dirección y arriba los perceptores de secundaria.

Recuerdo que teníamos lengua de señas, en la que aprendiamos con la canción de manuelita, la tortuguita que viajaba por el mundo. También, por las tardes teníamos comedor. Donde nos daban ricas comidas, y luego nos hacían dormir en la siguiente hora. No recuerdo con exactitud que materia era, pero eran pasada la tarde. Recuerdo también tener inglés y música. Donde en un momento en hora libre me quede dormida abrazando mi peluche. Una mochila de danonino con sombrero de explorador. Cuando desperté era recreo, y me acuerdo de llevarme bien con todos en ése salón. Incluso con los profesores. Todos me recordaban como la hija de Leo el cocinero, era muy amado por los chicos mi padre.

La cosa comenzó a cambiar cuando me cambie de escuela.

Nos cambiamos de escuela porque eran muchas horas de viaje. Teníamos una hora de ida y una hora de vuelta, más casi hora y algo de esperar el colectivo en la parada. Así que nos cambiaron a la escuela que llegó a marcar mi vida. La 132, una escuela que quedaba a sólo 2 cuadras de casa. Y de la que siempre llegábamos tarde. Cosa que más odiaba en el mundo, llegar tarde.

No es que vaya a amar esa escuela, y sea la razón por la cual odiaba llegar tarde. No, en lo absoluto ¡odiaba rotundamente ir a ése lugar! Pero lo que más odiaba era llegar tarde a todos lados. Me ponía de los nervios, y aún hoy en día odio llegar tarde a todos lados.

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