Ese señor es malo

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Verónica Rowell

Subimos unas escalera siguiendo a aquel hombre, sin separarnos más de un metro cada uno detrás del otro.

Realmente estábamos asustados, pues nos dio desconfianza ver como el señor cambió su humor tan fácilmente.

—Aquí tienen — abre una habitación y señala dentro—. Toda suya, si se sienten muy apretados déjenle esta habitación a los chicos y las chicas pueden dormir en la siguiente.

—¿No dijo usted que solo tenía una habitación vacía?— cuestiona Daniel.

—Estás en lo cierto, la siguiente habitación me pertenece, pero sin problemas puedo dormir en el sofá ya que soy uno solo.— nos regala una perturbadora sonrisa de oreja a oreja que me produce escalofríos.

—No tenemos ningún inconveniente en alojarnos todos aquí, gracias por su amabilidad.— le correspondo la sonrisa y entro a la habitación.

Observo con el rabillo del ojo al hombre entrar junto a nosotros desvaneciendo su sonrisa, lo cuál provoca que mis pelos se pongan de punta.

—¿No quieren darse un baño?— se pone de rodillas para hablarle a Bela.

Bela niega con la cabeza y su pequeño puño aprieta mi abrigo alejándose de él.

—No gracias, no lo necesitamos.— levanto a Bela con mis brazos del suelo para cargarla y me alejo a paso lento del desconocido.

—En ese caso, me voy, cualquier cosa que necesiten me encontraré vigilando abajo, atento a intrusos indeseados. — sonríe en dirección a mi hermana y a Bela, casi ignorando mi presencia, para luego salir de allí.

—Ese señor es malo.— suelta la pequeña dejando caer su cabeza en mi hombro mientras juega con mi pelo y un adorable puchero se hace en sus labios.

Beso la cabeza de Bela y la bajo de vuelta al suelo para analizar mejor la habitación.

El lugar tenía dos camas individuales bastante amplias, pero no llegaban a ser del tamaño de una matrimonial, con dos almohadas cada una, un cojín de decoración y sábanas. Las paredes estaban pintadas de un naranja color pastel suave que le daba calidez al lugar. Había una sola ventana, una mesita con un florero vacío bajo ella, en la cual se podía ver desde ahí el auto y el camino por el que llegamos aquí. Entre las camas y frente a la mesa de noche había una alfombra bastante hogareña. Otro mueble sin nada más que gavetas, estaba pegado a una de las paredes con un clóset a su lado, también vacío.

Tomé dos almohadas, el cojín y una sábana para acomodar a los chicos encima de la alfombra.

—Aquí pueden dormir ustedes— le lanzo el cojín a Daniel y le doy una mirada a Mike —. Yo dormiré en una cama con Bela, y en la otra dormirá Gaby.

Mi hermana asiente demostrando estar de acuerdo y Bela se pega a mi pierna de vuelta.

—¿Alguien tiene hambre?— les pregunto a todos con una sonrisa. Bela levanta la mano sin que apenas pudiera notarse, mientras que Gabriela hace lo mismo, pero con toda la emoción contraria.

Decidimos esta vez abrir la lonchera de Daniel, la cuál contenía: verduras, frutas, un jugo sin azúcar y un inhalador.
Mike se queda mirando detenidamente las frutas y Daniel suelta una carcajada en burla de ello.

—¿Quieres las frutas, verdad? —Daniel pone su mano en la boca aguantándose otra carcajada—¿De nuevo? Pero que saludable come este chico.

—¡Cállate mocoso!— grita molesto aguantando su propia mano para no golpearlo.

—Chicos, ya el sol se ha escondido— dirijo mi mirada a la ventana—. Será mejor que comamos algo para dormir, ahora.— a la última palabra le hago un tono amenazante, dirigiéndome específicamente a ellos dos para que dejaran de perder el tiempo.

Ya con los alborotadores en calma, les reparto frutas y verduras a todos, incluyendome, dándole el jugo sin azúcar a Daniel, obviamente, ya que sería el único capaz de soportarlo.

***

Está era la primera noche en el apocalipsis, pareciera una noche como cualquier otra. Estoy en la cama junto a Bela quien me está abrazando como osito, no me veo capaz de conciliar el sueño y mirar el techo es mi única opción.

El sonido chirriante de la puerta hace que cierre mis ojos, como esperando que, quien sea que haya entrado, no note que estaba despierta.

Por instinto, entre abro mis ojos despacio y de soslayo observo una silueta a oscuras junto a mi hermana.

El desconocido había entrado de puntas y estaba tomándole fotos a Gabriela mientras dormía.

¿Qué carajos estaba pasando?

Esto es asqueroso.

Sin saber como reaccionar cierro nuevamente mis ojos con brusquedad, ya que su mirada se dirigió a mi dirección, el miedo se apoderaron de mi cuerpo y quedarme quieta fue lo único viable para mí en ese momento.

Si me iba a enfrentar a él, al menos debería tener asegurada una victoria.

Siento su presencia más cerca, no abro los ojos para comprobar, pero podía oír a detalle su respiración.

Un quejido de parte de Bela me hace querer saber qué está pasando y mis parpados se abren a conciencia propia.

Sus manos estaban sobre la pequeña y él notó que lo había comenzado a observar. Una de sus gordas y abominables manos se abalanzó sobre mi boca tapándola y dificultando mi respiración en el momento.

De imprevisto, Mike lo sorprende tomando su pierna haciendo que pierda el equilibrio.

Inmediatamente aprovecho la oportunidad, me siento en la cama, cargo a Bela y voy frente al clóset vacío. No sin antes levantar a mi hermana, pues el señor estaba empezando a golpear a Mike para soltarse y lo único que tenía encima era el celular con el que había tomado las fotos.

Así que Daniel se pone de pie, agarra el búcaro vacío y lo rompe en su cabeza.

Del impacto se cae, dándonos tiempo a todos para recoger la mochila de Mike, poner las loncheras de Bela y Gabriela dentro y colocarnos en la puerta de la habitación. El sonido del búcaro hizo bastante ruido y comenzamos a escuchar mugidos desde fuera.

—Una horda.— Daniel mira anonadado y señala a través de la ventana.

Zombis, por todas partes, en dirección a esta casa. La visión era reducida, dada la oscuridad de la noche, pero se veía perfectamente como montones de ellos se acercaban cada vez más.

El lugar tenía las luces del piso de abajo encendidas, aparte del ruido, puede que eso también llamara la atención de los muertos vivientes.

Entre tantos árboles, a bocas de la noche, hasta una luciérnaga se ha de ver llamativa. Reacciono y los saco de la habitación, cerrando la puerta con rudeza de golpe.

Esta estaba comenzando a verse como una larga noche pesada.

—¡Ustedes! Comprueben si las entradas están cerradas.— les ordeno a Mike y a Daniel, con aún Bela en mis brazos y tomando de la mano a Gaby, para simultáneamente apagar la luz.

—Están cerca.— Mike se asoma por las cortinas luego de hacer lo que le había pedido, el ruido horrísono se estaba haciendo molesto y comenzaba a sentir pánico, mis piernas dieron la primera señal temblando un poco.

Bela quien estaba en mis brazos nota mi inestabilidad y me abraza con fuerza.

Los chicos se acercan a mí esperando que algo saliera de mi boca, otra vez cargando con el peso de todos.

—¿Qué hacemos hermana?— Gabriela aprieta mi mano y Daniel se muerde las uñas.

—Vamos a salir de aquí.

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