Capítulo 27

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Capítulo dedicado a daimneris 
¿Cómo es posible que no te haya dedicado un capítulo de esta historia? ¿O sí lo hice? No me acuerdoooooo 😭😭😭. Ni siquiera sé cuáles fueron tus favoritos, para haberte dedicado uno de esos 🤦🏽‍♀️. Eso pasa porque siempre lees antes y armamos desmadre por allá jajajajaja. Muchísimas gracias por lidiar con mis crisis de ansiedad al escribir. De no ser por ti, esta historia no habría llegado hasta aquí. 💜💜💜

          Todo era oscuridad alrededor, el parpadeo de una pequeña bombilla enrejada en una esquina, apenas iluminaba los relieves. El aire olía a humedad y suciedad, y el silencio era sepulcral. Jimin abrió los ojos, orientándose precariamente en el ambiente desconocido. Era una habitación sin ventanas, probablemente subterránea.

          Abrió los ojos hasta el límite, cuando su mente se orientó en lo sucedido antes de perder el conocimiento. Había sido secuestrado y su padre amenazaba la vida de Jungkook. ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Estaba Jeon a salvo?

          —¡¿Hay alguien ahí?! —gritó. Golpeó la puerta metálica que a duras penas encontró al seguir el contorno de la pared—. ¡Jungkook! ¡Llévenme con él! —Nada.

          No hubo ninguna respuesta y eso solo hacía crecer su desesperación.

          —¡Mierda! —Volvió a golpear con fuerza el acero, sus lágrimas picando por salir de sus ojos.

          Un sollozo rompió el silencio, proveniente de la esquina contraria. Entrecerró los ojos y le pareció ver un cuerpo acurrucado contra la pared.

          —¿Hola? —No hubo respuesta—. ¿Quién está ahí?

          Un olor se abrió paso entre la nada. Cerezos y otro toque fresco que no supo identificar, entretejido en el aroma a miedo. Era un omega. ¿Por qué había uno allí? ¿Tenía alguna relación con el problema en que estaban envueltos él y Jungkook?

          —¿Por qué estás aquí? —Se acercó un par de pasos, pero se detuvo en seco al ver a la persona encogerse aún más en su sitio—. No voy a hacerte daño. —Liberó su propio aroma y feromonas calmantes.

          —Alfa... —dijo la voz, apenas un susurro—. ¡¿Dónde está mi alfa?! —Salió a tropezones hasta agarrarse de la ropa de Jimin, implorando respuestas.

          El chico, de quizás su misma edad o un poco menos, estaba casi en los huesos, sucio y andrajoso. A pesar de la suciedad, mostraba lo que parecía ser cabello castaño claro. Sus ojos eran color miel y sus rasgos eran hermosos y delicados. La cicatriz de una marca se mostraba en su cuello. ¿Tenía una pareja? ¿Por qué secuestraron a un omega emparejado? Los omegas reclamados no solían ser usados en la prostitución, según le había explicado Jungkook, a los alfas no les gustaba la «mercancía de segunda mano».

          Era un omega precioso, pero estaba tan demacrado, que hacía a Jimin cuestionarse cuánto tiempo llevaría ahí y el motivo de su encarcelamiento. El olor a miedo, desesperación, tristeza y desolación se hacía cada vez más fuerte. Ya no sabía si el chico lo intentaba sacudir en busca de respuestas, o simplemente buscaba un ancla a la que aferrarse.

          Jimin se sintió sacudido e identificado, sus instintos de protección naturales despertando. ¿Así se vería él cuando Jungkook lo rescató? Si él siendo alfa, sucumbió a la desesperanza y el temor, ¿cómo podría sentirse un omega indefenso? Lo abrazó, con cariño y cuidado, mostrándose como un lugar seguro, al menos por unos segundos, para darle al pequeño lobo lo que necesitaba.

          —Tranquilo, pequeño, estoy aquí. —Le acarició el cabello, manteniendo un pulso constante de feromonas—. ¿Cómo te llamas? —indagó con voz suave.

          —Dan... Soy Kim Dan —contestó entre sollozos rotos.

          —Dan, ¿sabes cuánto tiempo llevas en este lugar?

          —No lo sé. Creo que un par de meses, tal vez más. —Sus miradas se encontraron—. ¿También estás secuestrado? —interrogó extrañado. Era mucho más raro que secuestraran un alfa.

          —Eso parece. ¿Por qué te trajeron aquí?

          —Tampoco sé. Una mañana, después de que Jaekyung se fuera al trabajo, unos clientes entraron a mi floristería y me amenazaron. Me taparon la nariz y la boca con un paño de olor raro. Cuando desperté, ya estaba aquí.

          Jimin se quedó paralizado al escuchar ese nombre. Por supuesto que en sus conversaciones diarias con Jungkook, había salido a colación una que otra vez su compañero temporal, sustituto de Namjoon. Tenía que ser una simple casualidad, no podía haber una sola persona con ese nombre en todo Seúl, ¿cierto?

          —¿J-Jaekyung? —Falló miserablemente en ocultar el reconocimiento en su voz.

          —Joo Jaekyung, mi alfa. —El omega arrugó la nariz al percibir el cambio en el aroma de Jimin, que se amargó irremediablemente—. ¿Lo conoces?

          —Tal vez... ¿A qué se dedica?

          —Es detective de policía.

          —¡Jodida mierda!

          ¿Era Jaekyung el traidor del que sospechaba Jungkook? ¿Era realmente un traidor, o estaba siendo amenazado? Si las aproximaciones de Kim Dan eran correctas, las fechas coincidían, teniendo en cuenta el tiempo desde la asignación de Joo como compañero de Jungkook. Si era alguien tan cercano, por algo había sido tan fácil estar al tanto de sus movimientos y alertar a su padre. ¿Hasta dónde estaba Park Minhyuk metido en todo lo que acontecía en su vida? ¿Alguna vez había estado verdaderamente fuera de su radar?

          —¡¿Por qué hablas así?! —La pregunta defensiva de Dan cortó su hilo de pensamiento—. Es gruñón y tiene mal carácter a veces, pero es un gran alfa y un buen hombre, justo. Solo pierde la cabeza cuando se trata de mí. —Puso sus dedos sobre su marca, las lágrimas regresando, como si su lazo le hubiera estado diciendo lo ocurrido durante su cautiverio.

          —Calma, no llores —consoló—. Sé que hacemos locuras, cuando se trata de las personas que amamos. «Que yo esté aquí es prueba de ello», terminó en un pensamiento.

          Hasta que Dan se tranquilizó, Jimin estuvo liberando feromonas, a la vez que aprovechaba el contacto físico para consolarse a sí mismo. El tiempo seguía pasando y no sabía nada sobre Jungkook. Obviamente, sus captores deseaban que así fuera. Lo más probable era que ni el intercambio de su vida por la de Jungkook siguiera en pie, de seguro nunca fue una posibilidad real y todo fue una trampa. Pero ¿qué más podía hacer? No sería capaz de perdonarse nunca si abandonaba a su alfa a su suerte, a sabiendas de que hubo alguna posibilidad de hacer algo al respecto.

          Tal vez fueron horas, quizás minutos. Cuando la puerta se abrió y un guardia enmascarado y fornido entró, Jimin se sobresaltó en su sitio, poniéndose delante del omega para protegerlo.

          —Park Jimin, vamos.

─━━━⊱✿⊰━━━─

          Jungkook se mantenía colgando de un hilo, entre la lucidez y la inconsciencia. Había despertado atado a una silla, en lo que parecía ser un sótano. El hedor a  Beowulf se filtraba por todos lados, demasiado intenso para ser antiguo, y lo suficientemente cerca, podía escuchar ladridos, gruñidos y aullidos. ¡¿Dónde demonios estaba?!

          El dolor punzante y constante en su hombro izquierdo le impedía incluso pensar. Cuando su verdugo, bajo las órdenes de Park Minhyuk, giró su hombro en un ángulo antinatural y desmontó la articulación de su lugar, pensó que su brazo se había roto en pedazos. Después de eso, cualquier mínimo movimiento era doloroso.

          Las marcas enrojecidas del látigo se repartían en su pecho y abdomen, algunas incluso sangrando. No veía nada de su lado derecho, el ojo demasiado inflamado por los puñetazos. El sabor metálico en su boca, no sabía si era por su labio y sus encías rotos, o porque sus órganos internos estaban sangrando de tantos golpes. Varias de sus costillas, donde un bate de béisbol había impactado un par de veces cuando intentó contraatacar, crepitaban durante los movimientos respiratorios, sin duda fracturadas. Si una nueva sesión de tortura empezaba, ¿sería capaz de resistir?

          El tiempo había transcurrido implacablemente, y ni siquiera sabía si Jimin estaba bien. Después de aquella llamada, no tenía forma de quedarse tranquilo. Conociendo a su alfa como lo hacía, sabía que no se quedaría de brazos cruzados, cedería a las demandas de su padre y sería engañado.

          Cada vez que de su boca había salido la pregunta: ¿dónde está Jimin? Una ráfaga de puñetazos había sido la respuesta.

          Cuando preguntó por qué lo torturaban, si él no tenía ninguna información de interés que pudieran obtener, la respuesta de Park Minhyuk fue: por placer. Porque te metiste en mis planes.

          ¿Qué habría pasado con Joo? No había percibido su aroma desde su llegada. ¡¿Qué más estaba pasando, mientras él estaba atado a una silla en quién sabe dónde?!

          —¿Por qué te has detenido? —dijo Minhyuk, probablemente hablando con el alfa encargado de su tortura. Había salido unos minutos atrás a una llamada telefónica, marcando una pausa en el martirio de Jeon.

          —Señor, no soy un experto en estas cosas. Si sigo, podría matarlo. No sé qué tanto más pueda resistir su cuerpo. Pienso que deberíamos...

          —¡¿Te pago para pensar?! Solo tienes un trabajo, ¡seguir hasta matarlo! Pero, pensándolo bien, tienes razón, todavía no he hecho todo lo que quiero con él, no puede morir hasta entonces.

          Minhyuk se acercó hasta quedar frente al detective, agarró una esponja empapada en agua y se la presionó contra la nariz y la boca. Cuando el aire en sus pulmones comenzó a ser sustituido por agua, Jungkook se agitó en su sitio, forcejeando inútilmente en busca de oxígeno. La acción fue repetida varias veces, hasta que sus labios se volvieron violáceos y la hipoxia dejó obnubilada a su precaria consciencia.

          —Esto es divertido, pero se me salpicó el traje —se quejó, observando con satisfacción cómo Jungkook luchaba por respirar—. Qué patético te ves, detective. Me da pena mirarte. Terminemos con esto, para pasar a la segunda fase. 

          Un fuerte puñetazo en el diagrama, y la consciencia volvió a abandonar a Jeon.

          Cuando los primeros signos de consciencia regresaban a Jungkook, ya no estaba atado en aquella silla. Estaba acostado, su cabeza apoyada en algo duro y tonificado, que no era el suelo, se sentía cálido al tacto. Su hombro también había dejado de doler, ¿alguien lo había llevado de nuevo a su lugar? ¿Qué tan noqueado estuvo como para ni sentir eso? Su cabello estaba siendo acariciado y, cada cierto tiempo, unas gotas de agua caían en su rostro, humedeciéndolo.

          Olía delicioso a su alrededor, a oporto y a lavanda. Se sentía capaz de perderse en esa deliciosa combinación. Si no estuviera lo suficientemente adolorido como para corroborar que lo que le sucedió era real, diría que estaba en el regazo de Jimin. Quizás estaba soñando, su mente exhausta jugándole una broma pesada.

          —Jungkookie, lo siento tanto. Todo es mi culpa. —El sollozo se escuchaba lejano en medio de la nebulosa de su mente.

          Se removió en su sitio, sintiendo el dolor en cada terminación nerviosa lastimada. Su cuerpo debía parecer un saco de boxeo, porque se sentía exactamente como eso. Unos dedos acariciaron su mejilla, y sus ojos se abrieron. Ese no era el toque de un secuestrador. La forma de Jimin se hizo nítida poco a poco en su campo visual, tenía los ojos cerrados, sus líneas de expresión llenas de tensión.

          —No te disculpes, cariño. —Su voz era rasposa y su garganta quemaba—. No tienes la culpa de nada.

          Los ojos de Jimin se abrieron casi de inmediato, solo para llenarse de lágrimas. Se encorvó en su posición y lo abrazó, con cuidado de no lastimar más su maltrecho cuerpo. Jungkook, valiéndose más de su fuerza de voluntad que de su resistencia física, llevó una de sus manos a la mejilla de Jimin, apartando las gotas saladas lo mejor que pudo, solo para que fueran reemplazadas por otras nuevas, cayendo en cascada.

          —Estoy bien —mintió.

          Jimin negó bruscamente.

          —No. No lo estás. Por la Luna, Jungkook, te hicieron tanto daño.

          —No es... gran cosa.

          —Mentir no es bueno, detective Jeon. —Escuchar la voz de Minhyuk, hizo a Jungkook girar su cabeza velozmente, dándose cuenta que no estaban solos—. Me encargué de que presenciara toda tu sesión de patéticos gritos, a través de los videos de las cámaras de seguridad.

          Jeon apretó los dientes, la rabia sin tener por donde escapar de su sistema. Apenas ahora apartaba su mirada de Jimin, percatándose de que no estaba en el mismo lugar de antes. Estaban dentro de una jaula de hierro, de unos seis metros de largo y cuatro de alto, con los barrotes más gruesos que Jungkook hubiera visto jamás. Tanto él como Jimin estaban sin ningún tipo de atadura. No era descabellado, considerando las características de su prisión, pero no dejaba de provocarle un mal presentimiento.

          Con dificultad, el detective se fue incorporando poco a poco, hasta recargarse de los barrotes con la ayuda de Jimin. Lo miró de arriba abajo, parecía ileso. Sin embargo, hasta que no lo escuchara de su propia boca, no estaría tranquilo, el historial entre padre e hijo no se lo permitía.

          —¿Estás bien? ¿Te hicieron daño?

          No se lo perdonaría jamás, si Jimin había sido lastimado por su culpa. No sabía qué tanto de toda esta catástrofe se perdonaría alguna vez. Si hubiera hecho las cosas diferentes. Si no se hubiera dejado llevar por la tranquilidad de su rutina, habría avanzado más con la investigación y quizás este escenario no estaría sucediendo.

          —Estoy bien, no me han hecho nada. —Presionó un beso en sus labios. En las últimas horas había descubierto que ver a Jungkook ser torturado, era tan doloroso como experimentarlo por sí mismo—. No te muevas demasiado, eres tú el que me preocupa.

          —¡Son unas abominaciones! —escupió Minhyuk, sus pasos haciendo eco en la habitación al acercarse a la jaula—. ¡Unos maricas! Ni siquiera sé cómo llamarlos. Sabía que eras un desviado, Jimin, pero apenas ahora me doy cuenta de que es contagioso. ¡Hice bien en intentar arreglarte! Lástima que todo terminara en un fracaso.

          —¿Intentar arreglarme? ¿Así llamas a torturarme y experimentar con mi cuerpo durante años? —Jimin se puso de pie, enfrentándolo, creando una barrera entre su padre y Jungkook.

          —¡Lo hice por tu bien, para volverte normal! —Dio una patada a las rejas—. ¡Eras una existencia antinatural! Como tu padre, debía hacer algo.

          —¡Un padre no hace eso! ¿Era tan difícil quererme? ¿Aceptarme? Ni siquiera fuiste capaz de elogiarme, ni una sola vez, por todo lo que hice para ganar tu aprobación, buscando alguna migaja de tu amor. ¡Nunca fue suficiente! —Su voz se quebró—. ¡Todo siempre se trató de lo que querías que fuera! ¡No era tu maldita rata de laboratorio para que me llenaras de mierda!

          —¡Una vergüenza! ¡Eso es lo que siempre fuiste! ¿Quererte? ¿Aceptarte? No me hagas reír. ¡Me volví la vergüenza de la alta sociedad cuando te presentaste como un jodido recesivo! La estirpe Park ha estado llena de alfas dominantes, por generaciones. ¡Algo tenía que andar mal! ¡Yo no podría haber engendrado una anomalía como tú!

          El aire abandonó los pulmones de Jimin. Jungkook gruñó enojado detrás de él, intentando levantarse, pero le hizo una señal con la mano para que se quedara en su sitio. Todo estaba bajo control. Ahora, al fin, todo estaba donde debía.

          Así que de eso se trataba. Todo había sido inútil, nunca iba a lograr obtener aceptación o cariño de este hombre. Porque odiar a Jimin, era la manera más fácil de no odiarse a sí mismo, por haber sido incapaz de crear una descendencia digna. Él solo era un error, un experimento fallido; tenía que ser reparado, pero no por su bien, sino por el bien del orgullo de Park Minhyuk.

          Por extraño que le pareciera a Jimin, el conocimiento de esa verdad no le provocaba tristeza, en absoluto. Una tranquilidad y paz interior inmensa se expandieron por su ser. Ya no tenía que dudar más, ni buscar respuestas. No era necesario seguir buscando justificaciones para apreciar o respetar a este hombre. Ya no tenía que ser un buen heredero, que actuara como se esperaba de él. No necesitaba seguirse reprochando por desear que Park Minhyuk desapareciera, y que sufriera en el proceso. No debía continuar negándose a sí mismo las ganas insanas de hacerlo sufrir y arrebatarle todo.

          —¡Te odio, Park Minhyuk! Tanto... —gritó, sus manos cerradas a los lados—. Qué no daría por tener tu garganta entre mis colmillos... ¡y desgarrarla hasta que te desangres! —Arremetió contra los barrotes, haciéndolos vibrar con el golpe de sus puños.

          Minhyuk retrocedió un par de pasos, sus ojos conmocionados por la sorpresa. Un destello de orgullo titiló en la mirada de Jimin al lograr esa reacción.

          —¡Engendro malagradecido! ¿Te atreves a regodearte por algo como esto? ¿Crees que es una muestra de dominación? ¡Solo es el zumbar de un mosquito insatisfecho! ¿Quieres ver qué es dominación? Permíteme mostrártelo, de una forma que conoces bien. —Se irguió en toda su altura y cuadró sus hombros—. ¡De rodillas! —La voz de mando retumbó.

          Las rodillas de Jimin se aflojaron y tambalearon, obligándose a cumplir la petición de un alfa superior. La vergüenza tiñó sus mejillas y la impotencia se dibujó en sus facciones. ¿Era así como sería siempre? ¿Su resistencia siempre acabaría siendo inútil? ¡¿Por qué jodidos no podía ser más fuerte?! Se resistió lo más que pudo, pero no tuvo éxito. Nunca podría vencerlo por sí solo. Cerró sus ojos, justo antes de que sus piernas fallaran por completo, no quería ver la expresión triunfal de Park Minhyuk. Sin embargo, antes de que su voluntad se doblegara y sus rodillas cedieran, un brazo musculoso se tensó alrededor de su cintura, impidiéndole caer.

          —Ya no pude aguantarlo más. No estás solo, cariño. —Jungkook lo abrazó y dejó un beso en su sien, antes de centrar toda su atención en el hombre fuera de la jaula—. ¿Quién te crees que eres para dar órdenes a mi alfa? —Sus fosas nasales se dilataron y su expresión se oscureció—. De rodillas —demandó, con voz uniforme, pero implacable.

          Acto seguido, cual si una cadena hubiera tirado de él, Minhyuk calló de rodillas al suelo, exponiendo su cuello en el proceso, temblando en su posición sumisa. Intentó que su lobo se revelara, pero solo hizo la presión más intensa. Jeon lo miró fijamente y lo abrumó con sus feromonas de casta. Los esfínteres del viejo Park fallaron, sus pantalones manchándose de orina. Jamás había sido testigo de tanto poder. ¿Cómo era posible que un alfa así existiera en su misma ciudad, y jamás hubiera escuchado hablar de él?

          —¿C-cómo? —logró preguntar, desconcertado.

          Jungkook pareció entender el significado implícito de la pregunta, respondiendo:

          —Mi autocontrol es mi mayor orgullo.

          Se volteó para abrazar a Jimin, que temblaba entre sus brazos como una hoja sacudida por el viento. Como cautivos, no estaban en posición de una demostración como esa, que probablemente traería represalias. Pero Jungkook no fue capaz de permitir que ese desgraciado volviera a humillar a su alfa de esa manera. Aquella vez en el hospital no pudo hacer nada, en esta ocasión se aseguró de que fuera diferente.

          —Mientras estés conmigo, solo te arrodillarás cuando quieras chuparme la polla. —Le levantó el rostro por la barbilla y clavó sus miradas juntas, para luego susurrarle—: Bien hecho por resistir y no caer. Como recompensa, cuando regresemos a casa, me arrodillaré para ti.

          El sonido de una pistola amartillarse se escuchó detrás de ellos. Jungkook, reconociendo el sonido de inmediato, ocultó a Jimin tras su espalda y se enfrentó de nuevo a Minhyuk, quien, todavía de rodillas y con furia avergonzada, le apuntaba.

          Todo fue demasiado rápido.

          —¡No! —gritó Jimin, en el momento en que su padre tiró del gatillo, el proyectil impactando en el pecho de Jungkook.

          Se puso frente a Jeon, rápidamente, en busca de la hemorragia y los daños, sin pensar en las consecuencias de un segundo disparo. Para su sorpresa, no había herida de bala, en su lugar, un dardo estaba clavado en el pectoral de su pareja. Lo sacó, notando que era algún tipo de jeringa y su contenido había sido inoculado en el músculo de Jungkook.

          —Estoy bien —dijo el detective, antes de que Jimin pudiera formular palabra.

          —¿Qué es esto?

          Una carcajada estalló detrás de ellos.

          —Eso, mi querido Jimin, es una dosis máxima de nuestro Beowulf. —Minhyuk volvió a reír, logrando ahora ponerse de pie, su mirada fija en Jungkook—. ¡Será divertido verte caer en la locura y descuartizar a quien juraste proteger, detective!

¡Holiwis! Hoy hubo de todo un poco jjjj. Nos están amenazando al José Javier, gente 😬. Iba a ser más descriptiva con la tortura de JK, pero me contuve por el bien de todos 😅. Minhyuk probó la humillación por primera vez, pero el precio fue alto. ¿Qué creen que vaya a pasar?

De solo pensar en lo que pasa en el siguiente capítulo y que justo cae 14 de febrero, me siento culpable por ser tan sádica 😅😅😅.

N/A: la voz de mando, en esta historia, implica solo mandatos para demandar sumisión y obediencia, como es el caso de arrodillarse. Sin embargo, no permite controlar las acciones de otra persona y obligarlo a cumplir órdenes complejas en contra de su voluntad.
Hago esta aclaración por si alguien se pregunta por qué si JK puede obligar a Minhyuk a ponerse de rodillas, no puede obligarlo a abrirles las rejas; o suicidarse, en un ejemplo más extremo. No es posible.

Con esta aclaración hecha, terminó mi divagación usual en las notas de autor jjjj.

Chao chan 😘

Hasta la próxima actualización.

Maratón 3/5.

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