𝐒𝐈𝐄𝐓𝐄

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7. EL DESEO DE AUDREY

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         LAS CARCAJADAS después de batalla se convirtieron en risas con ánimo de humillación. Y eso era porque el desdichado Rabadash nos deleitaba con un espectáculo digno de presenciar.

Estaba pendiendo de las murallas del castillo de Anvard, con los pies pataleando violentamente a medio metro del suelo. La cota de malla había quedado enganchada más arriba, de modo que se le subía, ciñéndolo bajo los brazos una barbaridad y le cubría la mitad del rostro. Parecía que intentase ponerse una camisa almidonada demasiado pequeña para él.

Al parecer, al principio de la batalla uno de los gigantes había intentado sin éxito asestar un pisotón a Rabadash con la bota de clavos. No aplastó al príncipe pero uno de los clavos desgarró la cota de malla, y Rabadash se enfrentó a Peter ante las puertas. Cuando Peter lo obligó a retroceder más y más hacia la muralla, él saltó sobre un contrafuerte y permaneció allí descargando golpes sobre su adversario desde lo alto. Sin embargo, al darse cuenta de que aquella posición lo convertía en un flanco para cualquier flecha de los arcos narnianos, decidió volver a saltar al suelo. El muy idiota pensaba que esa caída resultaría espléndida, pero sólo consiguió saltar de lado por la multitud a sus pies.

El desgarrón de la espalda de la cota de malla se enganchó en un saliente de la pared; en un gancho que en el pasado había sostenido un aro al que atar los caballo. Y allí se quedó el príncipe, como una pieza de ropa tendida a secar, mientras que todos nos reíamos de él.

—¡Bájame, Peter! —auallaba Rabadash— ¡Penaba que un Sumo Monarca como tú sería más sensato!

Peter lo miró desde abajo alzando su cabeza hacia el príncipe, y comenzó a reírse de él sin responder a su intento de quedar por encima.

—¡Edmund! —le gritó el príncipe ahora a mi amigo—. ¡Bájame ahora mismo! Bájame y pelea conmigo como un rey contra un hombre; o si eres demasiado cobarde para hacerlo, mátame al instante.

Edmund apretó los dientes y sacó su espada.

—Desde luego —empezó a decir acercándose a él.

—Con el permiso de su majestad —dijo el rey Lune interrumpiéndolo—, no lo hagáis. —Luego se volvió hacia Rabadash y prosiguió—: Alteza real, si hubierais lanzado ese desafío hace una semana, os puedo asegurar que no habría habido nadie en los dominios de los reyes narnianos, desde el Sumo Monarca al ratón parlante más humilde, que lo hubiera rehusado pero al atacar nuestro castillo de Anvard en tiempo de paz sin enviar un desafío previo, habéis demostrado no ser un caballero, sino un traidor, y uno a quien debería azotar el verdugo en lugar de permitírsele cruzar su espada con ninguna persona honorable. Bajado, atadlo y conducidlo adentro hasta que demos a conocer nuestra decisión.

Manos fuertes le arrancaron la espada a Rabadash y lo transportaron al interior del castillo, entre gritos, amenazas, maldiciones e incluso lloros. En Tashbaan siempre todos lo habían tomado en serio.

Peter llegó hasta a mi y me abrazó alzándome sobre sus pies y los dos reímos llenos de felicidad. Después me dejó sobre el suelo y no me soltó, para darme un romántico beso que duró unos segundos.

—Ciertamente —comenzó a decir Edmund mirándonos desde atrás junto con Lucy—, siempre he querido veros juntos. Pero esta escena me acaba de dar ganas de vomitar.

Los tres reímos mirando a Edmund con diversión. Podía ser un gruñón la mayor parte de las veces, pero después sonrió y me dio una palmada en la espalda comentando que estaba contento de que por fin hubiéramos dado el paso.

Peter me miró y besó mi mejilla.

El rey Lune interrumpió el momento mostrando a Shasta y a Corin juntos. Los había visto en batalla pero no me dio tiempo a reaccionar y ayudarlos. Me alegraba verlos sanos y salvos.

—Permaneced aquí juntos, muchachos, y dejad que toda la corte os contemple. Alzad las cabezas. Ahora, caballeros, y reina Lucy y hechicera Audrey, miradlos a los dos. ¿Tiene alguien alguna duda?

Todos los mirábamos con asombro y mis sospechas se hicieron ciertas, comenzamos a aclamar a ambos niños.

Eran gemelos.

[...]

Esa noche todos nos asentamos en nuestras habitaciones en el palacio de Anvard. Me tomé un relajante baño y limpié cualquier rastro de batalla de mi cuerpo. Estaba rendida, y sólo tenía ganas de dormir, pero esa noche había una cena junto con el rey Lune, y sería un acto muy maleducado no asistir cuando se trataba de la Bruja Legítima.

Cuando terminé mi baño, elegí un vestido de los cinco que me dejaron en la cama para poder vestirme esa misma noche. Opté por uno de color blanco por arriba con un degradado que se iba convirtiendo en un bonito verde claro. No era como los vestidos que solía llevar, este tenía un escote que acababa en el pecho con una cinta de color dorado. Las mangas eran tan largas como la falda del vestido abriéndose en campana, y de tela fina. Todo el vestido tenía dibujos hermosos delgados y dorados. Era hermoso.

Me lo puse y me alegré al ver que se ajustaba a mi cuerpo a la perfección.

Más tarde Lucy acudió a mi habitación y me ayudó a peinarme. Ella ya estaba lista y estaba hermosa como siempre.

—Una victoria más para Narnia —comentó sonriente, mientras terminaba de cepillar mis largos cabellos color miel.

Me di la vuelta y me levanté.

—Realmente quiero envejecer como alguien normal, Lu. Ahora que tu hermano no teme a mostrar sus sentimientos necesito que estemos equilibrados. No quiero que él llegue a una edad anciana y yo haya envejecido... ¿qué? ¿Tres años? No quiero tener veinte años físicos y que mi pareja tenga casi ochenta. No podría soportarlo. No lo podría llevar bien si... algún día muere y yo sigo aquí.

—No lo entiendo, Drey, ya te lo dije -Lucy me agarró las manos y me sonrió-. Pero puedo ver que realmente sientes ese amor que jamás he podido conocer, tenéis suerte de teneros el uno al otro y si sabes que serás más feliz en cuanto cumplas ese deseo, espero que lo consigas.

— Para eso necesito a Aslan — comenté dándome la vuelta y mirando hacia la ventana. Escuché cómo Lucy se acercaba a mi y apoyó su barbilla en mi hombro — Él fue quien me dio esto, y también quien puede quitármelo. Si tan solo pudiera comunicarme con él... sé que me comprendería. Aunque puede tomarse como una ofensa mi negación a lo que me dio.

—Hija mía —Lucy y yo soltamos un grito ahogado sobresaltadas por la voz que escuchamos a nuestras espaldas. Mi corazón comenzó a latir con rapidez cuando vi que el mismísimo Aslan estaba frente a nosotras, en mis aposentos del castillo de Archenland.— No me ofendes, pues tus deseos son totalmente humanos y no hieren a nadie. Demuestras con esto que aprecias más tu amor hacia el Sumo Monarca que tu propia vida y eso sólo me hace quererte más, al igual que pasaría con cualquiera de vosotros.

Lucy y yo sonreímos y sin poder evitarlo corrimos a abrazar a Aslan. Él cerró sus ojos con una expresión de calma y amor. Estar junto a él me hacía sentir segura y protegida. Sus palabras me consolaron.

Cuando nos separamos nos miró a cada una.
Nos miraba con orgullo y yo me sentía protegida cada vez que sentía su mirada sobre mi, era muy profunda.

—Audrey, tu destino es uno muy importante y es sumamente importante que te mantengas como estás. Dentro de un tiempo lo comprenderás y vivirás con ello. Me temo que no puedo cumplir tu deseo a pesar de que tus intenciones son totalmente entendibles.

Lo miré decepcionada, pues realmente había conservado la esperanza de que Aslan me concedería mi deseo. Me había imaginado nuestro reencuentro mil veces y en todos ellos yo acababa convenciendo a Aslan en ese momento, pero por alguna razón me quedé sin palabras y no refuté lo que él me decía.

—Eres una mujer ya de corazón —asintió levemente—. Todos los que te conocen lo saben, y acabarás envejeciendo, sólo que al ritmo que necesitas. Me temo que las razones para no hacerte envejecer de manera normal son mucho más grandes que el amor.

Me quedé cabizbaja. Cualquier persona mataría por lo que yo tenía: casi inmortalidad.

Pero era Aslan, y él tenía sus razones. Asentí mientras sentía la mano de Lucy posarse en mi hombro de manera consoladora. Levanté mi cabeza y lo miré suspirando.

— Lo entiendo, espero ser importante para ese acto del que me hablas.

Aslan me miró satisfecho, pues había actuado seguramente de la manera que él esperaba que lo hiciera.

— Te aseguro que lo serás, hija mía. Nos vemos pronto.

Y no sabíamos que ese "pronto" estaba más cerca de lo que pensábamos.

Más tarde ese día nos reuníamos todos para cenar y celebrar la victoria. Fue ahí donde Shasta nos dio una increíble noticia. Se quedaba allí a vivir junto con su padre y su hermano, Corin parecía muy contento.

Me senté entre Edmund y Lucy, y tenía a Peter justo frente a mi. Él aún no sabía nada de mi conversación con Aslan, planeaba contárselo todo nada más terminar de cenar. Sin embargo, mientras todos cenábamos y hablábamos, él comenzó a chocar su pie con el mío y después enredó nuestras piernas por debajo de la mesa. Eso me hizo sonrojar, pues mientras lo hacía me miraba de reojo de una manera que me hacía sentir muy observada pero al provenir de él me hacía sentir mariposas en el estómago.

En un momento dado, el rey Lune dio unos cuantos toques a la copa con su tenedor para ganarse la atención de todos los presentes.

— Quiero comunicaros algo, invitados y aliados — nos dijo con emoción— Quiero presentaros a mi hijo Cor — señaló así a Shasta, que nos miraba con algo de timidez — Es el hermano gemelo de Corin, por lo tanto es mi hijo y también una persona real. Así que ahora es bautizado como el príncipe Cor.

Los nombres de los hermanos en Archenland funcionaban de esa manera, como Dar y Darrin, o Cole y Colin.

Me di cuenta de que Shasta, digo, Cor, tenía una mano vendada. Debía ser por la batalla.

— ¿Y cómo es que recién sabes que tienes otro hijo, rey Lune? — Preguntó Peter dejando su copa en la mesa, aún con su pierna junto a la mía.

— Es una historia bastante larga— repuso el rey Lune, y miró a sus dos hijos con orgullo—. Pero veo rostros con interés, por lo que no me demoraré y os lo contaré: más o menos una semana después del nacimiento de mis dos hijos, mi esposa –que en paz descanse– y yo los llevamos a un anciano centauro sabio de Narnia para que los bendijera. Aquel centauro era un profeta, obviamente, y en cuanto vio a Cor dijo: «Llegará un día en que este niño salvará Archenland del peor peligro que correrá jamás».

»Nosotros nos sentimos muy complacidos ante esa noticia, pero lord Bar, que había sido antes el lord canciller, estaba presente y esa noticia no le agradó tanto. Al parecer había hecho algo malo antes, no me meteré en ese asunto, pues es otra larga historia, y pensó que esa profecía estaba relacionada con él. Él sintió necesario que Cor desapareciera, y lo secuestró. Lo llevó hasta el río Flecha Sinuosa, donde una nave tripulada lo esperaba, y esta zarpó con Cor dentro de ella.

»Cuando yo me enteré, lord Bar ya estaba navegando, aunque llegué a la costa cuando aún su barco estaba a la vista. Embarqué en uno de mis barcos de guerra y lo perseguí magníficamente. Estuvimos en la persecución durante una semana y finalmente se dio una batalla naval que duró casi un día entero. Al final nos apoderamos del barco pero la decepción no fue pequeña cuando nos dimos cuenta de que mi hijo no se encontraba allí.

La historia era tan interesante que todos habíamos dejado de comer y nuestros pensamientos no divagaban. Todos teníamos nuestra mente y concentración al cien por cien en la historia de Cor. Era de lo más sorprendente que todo eso le ocurriera a ese niño y que él no hubiera tenido la menor idea de aquello hasta ese momento.

— Lord Bar murió en la batalla pero uno de sus hombres dijo que el lord comprendió que serían alcanzados y había entregado a Cor a uno de sus caballeros y les hizo marchar en un bote. Éste jamás se encontró y Aslan fue el que ayudó a que éste transporte llegara hasta Arsheesh, el hombre que crió a mi hijo hasta ahora. El caballero que cuido de Cor en el bote se dejó morir de hambre para que mi hijo sobreviviera, por eso quiero brindar por él.

Todos alzamos nuestras copas y gritamos al unísono "¡Por Cor y por el caballero que le salvó!".

Después de la cena, todos se marcharon a sus aposentos y Peter esperó pacientemente a que todos marcharan. Cuando me levanté junto a él, me tendió su mano y yo la agarré para comenzar a andar juntos por los pasillos del castillo.

— Lucy y yo hemos tenido una visita hoy antes de la cena — le dije.

Peter me miró con interés.

—¿Y esa visita era...?

—Aslan.

—Oh, ¿y qué ha pasado?

—Pues —aclaré mi garganta— Aslan. —Peter me miró con interés cuando le nombré, pero seguí andando haciéndole saber que no deberíamos parar— Le he hablado sobre mi deseo de envejecer con normalidad de nuevo, de convertir mi edad a la real que debería tener ahora mismo.

—¿Y qué te ha dicho?

—Tú mismo estás viendo su respuesta, ¿ves algún cambio en mi?

Peter me miró apenado, sabiendo que eso era muy importante para mi, y sabiendo también que estaba la borde de las lágrimas me hizo parar y me abrazó con fuerza.

En cuanto sentí sus fuertes brazos alrededor de mi y escuché sus palabras reconfortantes en dulces susurros me derrumbé. Comencé a sollozar y me aferré con fuerza a él.

Sabía que Aslan tenía algo importante preparado para mi, lo sabía. Y estaba segura de que así sería. Pero eso no quitaba que yo me sintiera desolada, porque para mi no poder tener mi edad real y no poder tener una relación normal con Peter era algo horrible. Era lo peor que me podía pasar. Me sentía como en un amor prohibido cuando no debería serlo.

—Y da igual... —solté un pequeño sollozo— da igual la edad que tenga, porque yo te seguiré queriendo. Pero... pero no puedo evitar pensar que un día tú serás un anciano, y yo... yo seguiré siendo prácticamente una niña. Es algo imposible entre nosotros.

Peter suspiró, sabiendo que yo estaba en lo cierto, pero no podíamos hacer nada al respecto. La decisión de Aslan estaba tomada.

—Escúchame, Sawyer —agarró mi rostro entre sus manos haciendo que mis labios hicieran un morrito y lo miré con ojos tristes y cristalizados—. Eres la mujer a la que quiero, con la que quiero compartir mis momentos buenos y malos. Y puede ser que nuestra edad física sea algo complicado, porque para mi sigo viendo a una niña. Pero tú misma me has demostrado que realmente eres una mujer, que eres esa muchacha de treinta años que ha madurado internamente. Eso para mi es suficiente.

— No me dejes caer nunca.

—Nunca.

—Y si lo hago, estarás ahí para atraparme, ¿verdad?

—Siempre.

Sonreí y sin pensarlo dos veces me alcé en puntillas para darle un tierno beso en los labios. Ambos cerramos nuestros ojos aprovechando el momento. Peter secó algunas de las lágrimas que había en mis mejillas. Nos separamos y juntamos nuestras frentes.

—No te abandonaré—me dijo muy seguro—, no me iré a ninguna parte. No ahora que hemos traspaso esta línea.

Eso esperaba. Eso era lo que más quería en este mundo.

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