~ Eira ~

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Por fin, llegó el día. Por fin podría salir de la villa, donde no tenía nada que hacer. Lo único que necesitaba era sobrevivir y... Bueno, domar un dragón. Muy fácil, ¿no?

Uno de los encargados de éstas criaturas me guió hasta el valle donde suelen estar los más mansos. Los que todos suelen montar en sus comienzos. Pero todos son de tan frío corazón, que al encontrar uno más lindo o "asombroso" lo abandonan.

Nunca me había alejado tanto de la villa, ni se me estaba permitido. Siempre hemos vivido bajo las normas, incluso al momento de partir. Pensar que no seré totalmente libre, puesto que tendré que seguir mi camino según se me indique. Todo esto es, según nuestro líder, por nuestra seguridad. Que más allá de lo que conocemos y tenemos permitido, hay criaturas que, si nos las encontramos, serán lo último que veamos.

Igualmente, estas vistas son hermosas. Las verdes montañas, los altos árboles que nos rodeaban, el río que nos acompaña en nuestro andar... Es una buena señal.

El encargado se detuvo frente a unos arbustos, asomándose por sobre ellos. No pude evitar hacer lo mismo. Ya había llegado alguien antes que nosotros, pero con una determinación muy diferente. El chico temblaba frente a un dragón, que se encontraba durmiendo, tratando de acercar su mano al lomo de este. De pronto, la criatura sintió su presencia y volteó a ver a quien perturbaba su sueño. El chico, en un ataque de pánico, saltó sobre su lomo, haciendo al animal lanzar un rugido de enfado. Comenzó a moverse desesperado, buscando librarse, hasta que comenzó a volar.

Los encargados trataban de acercarse cuando ocurrió esto. Pero con el vuelo de la criatura, algunos se quedaron helados, mientras que otros se quitaban sus sombreros y se los ponían en el pecho.

Era su fin.

Muchas personas se habrían arrepentido de esta decisión. Pero el rendirse no está en mis planes. Yo no tengo nada que hacer en esta villa aburrida, ni quiero ser parte de la guerra que se lleva a cabo día tras día, desde hace 10 años. Estos dragones son mi boleto de ida.

Finalmente, el dragón cayó con el chico aún sobre su lomo, chocando contra un árbol. Todos corrieron a su rescate, a pesar de que teníamos más que claro que este fue el último día de su vida.

Mientras todos se alejaban, supe que era mi oportunidad.

Corrí al claro, donde descansaban las hermosas criaturas. Empecé a analizar una por una, buscando por mi futuro compañero y amigo. Hasta que oí unos gritos a lo lejos, unos gritos desesperados. Me encaminé a paso rápido al lugar donde provenía tal agonía, adentrandome en una zona más oscura del bosque. De a poco fui apresurando mi paso, impulsada por ese llamado. Hasta que tuve que frenar en seco, por la inmensa cueva que nacía frente a mi.

Empecé a gritar, esperando una respuesta de quien me llamaba. Y fue justo lo que oí, pero para mi sorpresa, no era concretamente de una persona. Ese grito provenía de un dragón herido, con las patas traseras cubiertas con sangre seca y la cola muy herida.

Aterrorizada por la escena, me quedé petrificada. No quería ni imaginar lo que estaba sufriendo esa pobre criatura, y cuanto tiempo llevará aquí, atrapado. Pensaba en irme a buscar ayuda cuando el ser frente a mi volteó a mirarme. Me quedé mas asombrada de lo que ya estaba. En sus ojos pude notar que el miedo que yo sentía no era nada comparado con el que ésta criatura tenía por morir atrapado. Fue entonces cuando me sentí impulsada a ayudarlo, consolarlo y abrazarlo. Mis piernas comenzaron a moverse solas, bajando de piedra en piedra para poder acercarme al dragón. Y cuando por fin bajé del todo, comencé a acercarme a paso lento, estirando suavemente mi brazo para poder llegar a su cabeza y consolarlo. En el momento en el que hicimos contacto, una luz blanca y cegadora apareció frente a ambos, dividiéndose en cientos de alegres colores. Pero dejé de centrarme en lo que me rodeaba al comenzar a sentir miles de emociones de golpe. Mi pecho ardía, dolía, sentía placer y alegría; todo a la vez. Pasaron unos segundos cuando todo comenzó a desaparecer lentamente.

Dejé mi asombro de lado cuando mi vista regresó a la normalidad, y comenzaron a formularse cientos de preguntas en mi cabeza.

Un gruñido sonó en el lugar, sacándome de mis pensamientos y recordándome que a unos centímetros, se encontraba una criatura en apuros. Fijé rápidamente mi mirada en el lugar en el que se encontraba al hacer contacto. Pero las sorpresas no acababan. En lugar de un dragón moribundo, frente a mi se encontraba un dragón en perfecto estado, el cual parecía estar igual de atónito que yo.

De pronto, y para mejorar nuestro estado mental, pude escuchar una voz no muy lejos de dónde yo me encontraba - ¿Cómo es esto posible?

- ¡¿Hola?! - grité algo asustada, sabiendo que ya me habían encontrado, pero aliviada a la vez porque alguien me explicase lo que ocurría.

- ¿Qué le pasa? - Ahora mismo estoy considerando mi nivel de cordura - ¿Aún no se da cuenta de lo que ha hecho?

- ¡Si hablas de mi, más te vale que me digas ahora mismo lo que he hecho!

- Primero, chica, deja de gritar que estoy a tu lado y vas a dejarme sordo - Volteé rápidamente, hasta que mi mirada se topó con la del dragón. Éste se había acercado más a mí, y me miraba fijamente. Por el susto, grité y caí al suelo - Dios Santo, ¡¿qué fue lo que te he dicho?! - habló de nuevo la persona misteriosa, la cual resultó no ser una persona, sino la criatura con la que presencié aquel espectáculo de luces hace unos segundos.

- ¿A-así es formar un vínculo con un dragón? - le pregunté a la criatura parlante.

- Pues vaya que eres lista, chica. A la hora que te das cuenta.

- Y vaya que tu eres simpático, ¿eh?

- Al parecer la señorita recuperó la dignidad y confianza que tenía - De todos los dragones, ¿me tenía que tocar este?

- ¿Y tú te burlas de mí? Mejor agradeceme por venir a tu rescate. Gracias a mí recuperaste tu cola y sanaron tus heridas - Él sólo gruñó y abrió sus alas - ¡E-eh! ¿Qué crees que haces?

- Pues salir de aquí, cosa que tu también deberías hacer.

- Lo haría si pudiese volar. Pero como ahora somos compañeros, debes ayudarme - dicho esto, salté a su lomo, tratando de sentarme sobre él.

Éste suspiró, frustrado - Supongo que lo menos que puedo hacer es sacarte de aquí - dijo para después saltar y comenzar nuestro vuelo a la salida.

De a poco pude ir viendo con más claridad lo que me rodeaba, hasta que los rayos del sol me cegaron por unos segundos, producto de haber estado encerrada un buen rato en la cueva. El dragón, y mi nuevo compañero se detuvo en la entrada a la cueva. Luego se agachó, haciendo entender que quería que me bajase.

Una idea iluminó mi cabeza, haciendo que una pequeña sonrisa burlona apareciese de a poco en mi cara - Ahora supongo que debo ponerte un nombre...

- No soy mascota de nadie - respondió casi gritándome.

- No estoy diciendo que serás mascota - dije frustrada por su actitud - De ahora en adelante somos compañeros, y si queremos que esto funcione y sea más sencillo necesito una manera de llamarte. A menos que quieres que te diga "dragón".

- De verdad que los humanos son odiosos... - Un impulso por gritarle me invadió en ese momento, pero lo contuve para así dejar que continuase - Está bien, pero no quiero nada como "Pelusa", "Bobo" o cosas por el estilo - Tuve que contener mi risa por tales nombres - ... Son humillantes, y sin mencionar horribles.

- Tranquilo, no soy de esas personas. Además, ni que fueses un perro - De sólo imaginarmelo como perro y su actitud amargada me dan ganas de reír, por lo que no pude evitar soltar una pequeña risa - De hecho, estaba pensando en "Daven".

- Ese está bien.

- ¿Y crees que buscaba tu aprobación? Serás Daven, te gustase o no - Él sólo suspiró y comenzó a avanzar en dirección al valle - Alto ahí.

Deteniéndose, me miró ya cansado - Debemos ir a que finalices tu condenada prueba, ¿no?

¿De verdad este es el dragón que me encontré asustado en la cueva? - No, no iremos. Iremos a nuestro nuevo hogar.

- ¿Y se puede saber dónde es eso?

Acercándome a él, le di unas palmaditas en la cabeza - Pues donde nos lleve el viento, amigo mío - Daven me sonrió y se agachó para que me subiese a su lomo - Pero antes que nada, iremos a por unas provisiones y una montura. Tus escamas me están destrozando la piel, a pesar de estar con ropa.

El viaje a la villa comenzó, y fue más agradable que antes. Ahora parece que nos entendemos un poco mejor, y nos hizo ver que habíamos comenzado con el pie izquierdo. Al parecer nuestras personalidades son bastante similares.

Cuando quedaban algunos metros para entrar a la villa, descendimos y le ordené a Daven que me esperase allí.

Corrí hasta mi casa y saqué todo lo necesario para iniciar en un nuevo hogar. Ropa, comida, herramientas... Ahora lo único que me faltaba era robar esa montura de la herrería. Y para ello, me puse mi capucha y mi bufanda para que así nadie me reconociese al verme o cuando huyese del lugar para siempre.

~°•°•°•°•°•°•°~

— Esta cosa es muy incómoda. — se quejó Daven luego de ponerle su montura.

— Yo también tengo derecho a ir cómoda. — reproché.

Un suspiro fue lo que recibí de su parte, antes de que enganchase a la montura la última bolsa de provisiones que quedaba.

— Perfecto, ¿ahora a dónde vamos? — Éste dragón sí que era pesado con el tema.

— Primero, iremos a hacer una pequeña cosita que he soñado hacer desde pequeña. – Subí a su lomo y partimos en dirección a la muralla, la cual nos separaba de la guerra que "supuestamente" se iba alejando de nosotros.

Partimos a gran velocidad. Al llegar a la muralla, le di la orden a Daven de acercarse al lugar donde el caos se desataba. Pude notar como se formaba una sonrisa traviesa en su rostro. Caímos en picada, hasta llegar al suelo y sobrevolar la escena. Las flechas y rocas lanzadas por las catapultas pasaban a nuestro lado, y los guerreros nos miraban atontados. Volvimos hacia nuestro lado de combate, esquivando flechas. Aumentamos la velocidad hasta llegar a rozar las catapultas, y volvimos a elevarnos hacia el cielo. No pude evitar lanzar un grito de gozo junto a una risa.

— ¡Estás loca! — gritó Daven riendo.

— ¿Pero a qué te estás divirtiendo? — recibí una risa ahogada de su parte. No podía evitar el comportarme así. Ahora mismo me sentía como nunca antes. Me sentía libre. Me sentía viva.

Luego de divertirnos un rato, nos encaminamos a unas montañas que se encontraban al Este de la Villa.

Llevábamos unos 15 minutos de vuelo cuando de pronto una cueva llamó nuestra atención. Su entrada estaba cubierta por enredaderas que nacían de los bordes de ésta, formando un arco perfecto, y algo en su interior brillaba. Algo grande.

Entramos volando, puesto que la entrada era bastante grande como para que Daven pasase. Pero quedamos completamente sorprendidos con lo que nos encontramos.

El interior de la cueva era del tamaño de toda la montaña, y las rocas brillaban por el sol que entraba por algunos orificios en las paredes y techo. Pero lo que más llamaba la atención, lo que hacía de este lugar aún más bello era la estatua de dragón que se ubicaba en el centro de la cueva, y de altura era un poco más de la mitad de la cueva.

— Mira allí abajo. — dijo mi compañero, librándome del hechizo en el que me había puesta la belleza del lugar. El lugar al que me había señalado tenía una roca la cual parecía tener algunos textos escritos — Y en las paredes también, en aquellas extensiones de la cueva. — Volví a mirar dónde decía y, efectivamente habían más rocas con textos en tres extensiones.

— Primero vayamos a la del centro. — le ordené.

Descendimos hasta la roca donde estaban los escritos en letras grandes y llamativas. Estaba pintado con distintos tipos de verdes. La roca decía:

Nuestro Dios de la Vida y la Naturaleza. El mayor Dragón de todos. Cada año reunimos ofrendas las cuales le damos a nuestro Dios para que así nos tenga piedad y nos de un buen año de cosecha. De no ser así, sufriremos la misma tragedia que nuestros antepasados...

— ¿La misma tragedia que nuestros antepasados...? — repetí en voz alta — Esta letra es de mi Villa...

— ¿No sabías de la existencia de tu propio "Dios"? — Daven parecía igual de confundido que yo.

— No. Nunca había oído de este dragón en mi vida. — Sabía que en nuestra Villa ocultaban muchas cosas, ¿pero un Dios? ¿Por qué nos lo querrían ocultar?

— Pues parece que no es el único que tienen. — dijo refiriéndose a las demás rocas.

Volví a subirme a su lomo y ascendimos hacia la siguiente roca. — Pasa por encima de la estatua. Quiero examinarla en el camino. — él asintió y obedeció.

Nos acercamos a su rostro y pude observarle mejor, pero un ruido hizo que nos sobresaltáramos. Una grieta apareció en su hocico y comenzó a expandirse por todo su cuerpo. Finalmente, la estatua comenzó a moverse. Daven aceleró para alejarnos de su hocico, justo a tiempo para que el Dragón no nos comiese. Llegamos a la primera extensión con el corazón en la garganta. En la entrada lo único que se podía ver era su ojo ambarino.

— ¡Perfecto, no tenemos salida! — exclamé frustrada.

— Sabía que alguien se acercaría si se quedaba quieto. — dijo Daven — No ha comido desde hace décadas...

— ¿Los dragones tienen un sexto sentido para ver el hambre de otros dragones?

— Conozco lo que es estar sin comida por mucho tiempo.

— Oh... Bueno, continuemos por acá. — sugerí.

— Espera. Otra escritura.

Efectivamente, me estaba dejando atrás otra escritura más. Me acerqué a ella y pude leer:

Nuestro Dios líder en las Guerras. Él Dragón más fuerte de todos. Quien lideraba a los guerreros y era capaz de enfrentar a un ejército entero. Pero no lo hacia, pues decía que los humanos debían enfrentar sus propias guerras, aunque eso no significaba que no ayudaba en la estrategia.

Un dato curioso es que siempre escapaba a las espaldas de los otros dragones para "jugar" con los bandidos de la zona. Nada le divertía más que torturarlos.

— ¡Yo también quiero hacer eso! — exclamó Daven, sobresaltandome.

— ¿Qué? ¿Eres un niño acaso? — bromeé. De su parte obtuve un gruñido frustrado, mientras que yo no pude evitar reír.

Finalmente, comenzamos a andar por el único camino que nos quedaba si no queríamos ser devorados.

A medida que avanzábamos, las paredes iban tomando un color cada vez más oscuro, hasta que al final se encontraba todo negro. A pesar de eso, lo que se llevaba nuestra atención era lo que parecía ser un portal con colores bastantes cálidos.

— La cosa va mejorando... — dije esbozando una sonrisa cómplice para Daven, el cual la correspondió de inmediato.

Pasamos por el portal, y en un segundo nos encontrábamos en una zona de montañas. Y en el costado de la montaña a nuestro lado, se hallaba una aldea que conectaba con nosotros por medio de un puente. El aire estaba cálido. Demasiado.

— Tengo un mal presentimiento... — susurró mi compañero.

— ¡No seas aguafiestas y vamos! — la emoción era notoria en mi. Nunca pensé estar tan cerca del mundo de los dragones. Esto, definitivamente, es un sueño hecho realidad...

— Perdona, chica, pero yo me quedo aquí. — ... Y un aguafiestas no me lo arruinará. Como era de esperarse, mi cara demostraba total frustración y enojo hacia el dragón frente a mi. — Si me necesitas, no dudes en que iré de inmediato.

Lo único que hallé hacer fue soltar un suspiro. — Está bien, está bien. Pero no vengas llorando a mi si después te pierdes de la diversión.

Después de recibir sus precauciones de típica madre, crucé el puente hasta llegar a la entrada de la aldea pude notar un ambiente que me hizo comprender a Daven. Me cubrí con mi capucha y bufanda y entré decidida a sacar información de este lugar.

Al entrar, me invadió un fuerte escalofrío. El ambiente era bastante monótono, parecía como si todos estuviesen amargados (sin mencionar que por su apariencia, uno podría concluir que son ladrones).

Caminé por las calles, sin mucho cuidado. Y es que la verdad, eso no importaba. Nadie parecía estar interesado en los demás, ni aunque llamase un poquito la atención.

Vaya pueblucho.

Pensaba irme, decepcionada por lo que encontré (o mejor dicho, lo que no encontré) cuando de pronto una construcción llamó mi atención. Una gran estatua de un hombre bastante fornido, sosteniendo una cabeza de dragón en su mano como trofeo.

— Es nuestro salvador y protector. — dijo un hombre a mi lado, haciendo que me sobresaltara. Por lo visto, mi asombro no pasaba desapercibido. — Nos ha salvado de las criaturas del Diablo.

¿Criaturas del Diablo? ¿Así le llaman a los dragones? ¿Les temen? — Sorprendente... — exclamé para esconder lo horrible que me parecía. Quizás qué pensarían si supieran que he formado un lazo con uno.

— ¿No crees que vas demasiado abrigada con este calor del demonio que hace? — me preguntó un joven que se encontraba junto a él.

— ¡Si que lo éstas! — exclamó la que parecía ser la esposa del hombre que me aclaró las dudas. — Ven, deja que yo le encargue de estos trapos.

— N-no, gracias — comencé a retroceder y para mi suerte tropecé con un cubo que estaba perfectamente bien colocado detrás de mi. La señora me tomó de la capucha, haciendo que ésta se rompiese. Ahora tenía mi cara y brazos al descubierto (puesto que se me cayó también la bufanda), cosa que me incomodaba mucho.

— ¡Tiene la marca del Diablo! — oí el grito de una mujer detrás de mi. Volteé y vi que apuntaba a mi espalda. Tratando de ver a que se refería, pude notar levemente que detrás de mi hombro tenía una marca.

La marca del lazo que formé con Daven.

— ¡Guardias, esta chica ha pecado! ¡Ha pactado con el Diablo! — podía oír los gritos por todas partes, mientras más gente se acumulaba a mi alrededor. Rápidamente me levanté y me abrí paso entre la multitud para poder escapar de esta aldea tan extraña.

Comencé a buscar la salida, volviendo a atrás en mis recuerdos y así encontrar el camino que había tomado hasta llegar a dicho lugar. Pero de pronto, unos pasos aparecieron rápidos detrás de mi. Los guardias ya me estaban alcanzando. Silvé fuertemente para así llamar a mi dragón, el cual llegó rápidamente a mi rescate. Me subí en su lomo y partimos en dirección del portal.

— ¡¿Que demonios hiciste como para ponerlos así?! — me gritó Daven, muy enojado.

— ¡Yo no hice nada! ¡Ellos son los locos a los que no les agradan los drago-

Me vi interrumpida por un fuerte grito de lo que parecía ser un ave. Vi a mis espaldas y pude ver a los guardias siguiéndonos a lomos de unos grifos. ¡Unos grifos! Yo había oído que esas criaturas estaban extintas.

Comenzamos a aumentar la velocidad, hasta que unos gritos lograron que mi compañero frenase en seco.

Lo que estaba frente a nosotros era hermoso, a la vez que escalofriante. Un enorme dragón de bellas escamas rubí destrozaba a nuestros perseguidores sin piedad.

— El Dragón de la escritura... — susurré inconscientemente.

Cuando éste acabó su juego, se dirigió hacia nosotros más tranquilo, a mi parecer. Al estar a un par de metros de nosotros, habló: — ¿Una humana con dragón? ¿Acaso "pactaste con el Diablo"? — dicho esto, comenzó a reírse a carcajadas.

— Ni siquiera somos de por aquí. De hecho, venimos del portal de aquella montaña a nuestras espaldas. — dije a la imponente bestia frente a nosotros. Él se paró de reír y nos miró fijamente.

— Siento que lo empeoraste para nosotros... — susurró mi siempre fiel y tierno Daven.

— ¿Entraste a la cueva y activaste los portales? — preguntó bastante asombrado. Ambos asentimos. — ¿S-soy libre? — Un silencio se formó por unos segundos, hasta que el Dios de la Guerra lanzó un fuerte e impotente rugido que demostraba mucho gozo — ¡Soy libre! ¡Muchas gracias, niña! Te debo la vida. Ya me estaba aburriendo de jugar con esos idiotas. — debe referirse a los de aquel pueblo. Al parecer, él les hizo pensar aquello de que los dragones son criaturas del Demonio.

— Yo también estoy aquí — exclamó frustrado mi dragón por su falta de atención.

— Tranquilo, mascotita. Sé que estás aquí. — Y adiós a la paz...

— ¡No soy mascota de nadie! — gritó Daven, apunto de abalanzarse contra él.

— ¿Seguro de lo que vas a hacer? Es un Dios que acaba de destrozar a unos cuantos grifos como si nada. — le advertí, pero sólo recibí un gruñido de su parte.

— Esa chica es muy sabia. — Dijo la bestia roja. — Si yo fuera tú, la escucharía más seguido. — soltó una carcajada, para luego continuar. — Está bien, como dije antes, les ayudaré en todo lo que necesiten.

— En ese caso... ¿Nos podrías acompañar al otro mundo y salvarnos del gigante que trató de devorarnos?

Miró al portal, cambiando su expresión a una más seria. — ¿Ya despertó? Entonces los necesitamos a todos... — Volvió a dirigir su mirada hacía nosotros. — Está bien, pero sólo no lograré nada. Necesitan ir por los dos Dioses restantes. Se encuentran en la cueva por dónde entraron.

— ¡¿Pero como demonios piensas que llegaremos allí si esa cosa está esperando a devorarnos?! — En serio, ¿no puede calmarse un poco este dragón?

— Yo me encargo, perrito impaciente. — Vaya que se llevan bien estos dos...

Cuando por fin todo se logró calmar, los tres nos dirigimos al portal, dispuestos a encontrar a los Dragones restantes.

Avanzamos por la cueva al llegar, y el ojo ambarino seguía buscándonos. Pero al ver a la bestia a nuestro lado, se alejó y lanzó un gran rugido, el cual siguió sonando por toda la cueva hasta después de unos segundos.

— Buena suerte. — nos dijo el Dios antes de salir volando hacia la gran bestia enfurecida.

Sin dudar, me monté nuevamente sobre Daven y nos dirigimos rápidamente a la siguiente extensión, o al menos la más cercana.

A diferencia de la otra, ésta estaba mucho más fría, y las paredes iban tomando colores fríos, generalmente celestes. Más al fondo podía divisar algunos trozos de hielo por el suelo, pero decidí centrarme mejor en la información. Me acerqué al escrito y pude leer:

¡Oh, salve a nuestro Dios Guardián! ¡Quien nos cuida en las guerras y en la enfermedad! ¡Quien, a pesar de su corazón de hielo, protege a cada una de las criaturas que lo rodean y a los habitantes de la villa!

Es más corto que el resto... Pero al menos se ve que será más pacífico. O eso espero.

Seguimos avanzando por la cueva y, efectivamente habían trozos de hielo por doquier, hasta que más adelante nacía de las paredes y el techo. Cada vez hacía más frío, pero mi capucha y bufanda de nuevo aparecían para ayudarme. El portal apareció frente a nosotros, invitándonos a entrar.

Al atravesarlo, nos encontramos frente a otro puente pero con la diferencia de que todo el lugar se encontraba nevado. Al final del puente, de nuevo podíamos divisar otro pueblo.

— ¿Algún otro mal augurio? — pregunté a mi compañero vidente.

— Esta vez no... Pero igualmente tengamos cuidado. — asentí y comencé a andar hacía el puente, pero me vi interrumpida por el asombro de ver a una inmensa y bella criatura de blancas escamas colar hacia nosotros.

— ¿En serio será tan fácil? — susurró Daven.

El bello dragón se puso entre el puente y nosotros, abriendo sus alas. — Lo lamento, pero no puedo permitirles el paso a unos desconocidos.

— ¿Tú eres el Dios Guardián? — pregunté por impulso, sin darme cuenta de mi falta de respeto.

— Veo que han oído de mi. — dijo. — ¿A qué han venido, forasteros?

— Hemos venido por ti. — exclamó Daven.

— ¡Corrección! Venimos por tu ayuda. No tenemos malas intenciones — grité para evitar confusiones por culpa de cierto dragón.

— ¿Para que necesitan mi ayuda?

— Nos la pidió el Dios de la Guerra. El Dios de la Vida ha despertado — respondió Daven.

— ¿D-despertó? — su asombro era muy diferente al del oteo dragón. Este se veía más bien aterrado. — L-lo siento, pero no puedo abandonar este lugar... L-la gente de aquí me necesita y...

No pude evitar interrumpirlo — ¡Pero nosotros también te necesitamos! ¡Esa bestia casi nos devora!

— De verdad que lo siento... — Dicho esto, emprendió vuelo de vuelta al pueblo. Tratamos de seguirlo, pero una especie de escudo apareció frente a nosotros, evitando que pasásemos.

— ¿Y ahora qué? — preguntó Daven, a lo que yo no hallé otra cosa más que levantar mis hombros.

Empecé a buscar al rededor con la mirada, a ver si había una respuesta o una pista que nos ayudase a convencerlo o, también desactivar esa especie de magia impuesta por el dragón. Finalmente, mi vista se topó con un camino de plataformas de madera que rodeaba una montaña y a la vez se encontraba sobre el mar.

Nos dirigimos a esa zona y comenzamos a caminar por esa especie de puente. Debíamos de llevar unos quince minutos cuando el camino se cortó por unas tablas destruidas del suelo, evitando que continuásemos.

Nos encontrábamos dispuestos a volver cuando un llanto llamó nuestra atención. Me asomé por la plataforma y pude ver a un bebé osezno polar, herido, tratando de no ser llevado por la corriente. Le hice una señal a Daven, a lo que el asintió, pero cuando trató de abrir sus alas, éstas seguían pegadas a él.

— Hace mucho frío... No puedo volar — exclamó asustado.

Pensando en una solución, le dije: — Esperame aquí. Yo iré por él. — Dicho esto, comencé a bajar lentamente, mientras me sujetaba de la madera y sus pilares. Cuando llegué cerca de la criatura, traté de tomarlo en brazo
— Tranquilo, pequeño... No tengas más miedo. — Dije inconscientemente, a lo que luego él se acercó a mi, facilitándome el trabajo. Cuando al fin lo tuve en mis brazos, logré volver a subir con ayuda de la cola de Daven.

Volvimos rápidamente por dónde volvimos, ambos a lomos de Daven para llegar antes al pueblo. Al llegar al puente, comenzamos a gritar por ayuda. Luego de unos minutos, unas cuantas personas aparecieron.

— ¡Por favor, ayudenos! — grité desesperada. — Este pequeño tiene su pata rota y una oreja herida. – Ellos se acercaron a nosotros y un hombre tomó al oso y se lo llevó al pueblo. Luego de eso, el Dragón volvió a aparecer.

— Veo que tienen buen corazón... — suspiró y susurró algunas cosas que no pude oír. — Está bien, iré con ustedes.

~•~•~•~•~•~
Y... Sep. Acá termina ;u;
Me gustó mucho el sueño ;u;
Aunque no me gustó ser casi devorada ;n;
Bueno, yo me iré a escribir otras cosillas~

Nos vemos~~

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