Capítulo 3

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Título: Grimorio.

Olor a café recién hecho hace que habrá mis ojos.

Llevo la misma ropa de ayer, los recuerdos me golpean.

Camino hasta la sala en busca de mis abuelos, la casa está impecable, no existe ningún indicio que revele que ayer abuela y yo fuimos atacadas en esta misma habitación, ¿habrá sido todo producto de mi imaginación?, quizás el trago que me ofreció aquel chico en la fiesta contenía alguna droga capaz de hacerme alucinar.

El teléfono suena sobre el sofá, donde mismo lo dejé ayer antes de que entraran los hombres a casa, si es que eso realmente sucedió.

—Hola.

—Hilary, por fin contestas, ¿cómo estás? —habla Anna al otro lado de la línea.

—Bien, te llamo en un rato —Finalizo la llamada.

Me acerco sigilosa a la cocina, curiosa sobre quien se encuentra en esta.

—Buenos días, pequeña —doy un brinco al oír la voz de abuelo—, ¿Cómo has amanecido?, tu abuela me ha contado sobre lo sucedido ayer.

—Bien —Es la única respuesta que se me ocurre, no sé qué le habrá contado abuela, no sé si lo que sucedió ayer es real o se refiere a otro hecho.

—Han entrado a robar. He recogido las cosas que estaban esparcidas por el suelo, suerte y no han armado mucho revuelo, aunque he notado algo raro, no se han llevado nada —Recuerdo cuando ayer Grace le ha preguntado a Coral por algo de unos recuerdos, esto debe ser cosa de ellas, así como lo de no encontrar mucho desorden, o tal vez Grave y Coral fueron fruto de mi imaginación.

—¿Y abuela?

—Esta acostada, hace una hora le dieron el alta y la traje a casa, ve a darte un baño, no querrás que te vea así —Asiento y me retiro de la cocina.

Tomo una ducha retirando el maquillaje corrido por toda mi cara, al ver mis rodillas me percato de que los rasguños que me hizo la caída de la bicicleta ya no se encontraban, ni los de mis manos de tantas veces caer al suelo o ser empujada, mi cuerpo se encontraba en perfecto estado y sin un rasguño después de lo de ayer, siquiera tengo resaca.

Visto algo cómodo y me apresuró a sentarme en la mesa junto a mis abuelos.

—Hilary, debes comer —habla abuelo al notar que no he tocado mi plato.

—Déjala David, apenas debe tener apetito después de lo ocurrido —Me alegro de que no mencionen nada sobre mi llegada a casa de anoche.

—No puedes dejar de alimentarte por culpa de esos mal nacidos, podrías enfermar —sentencia con voz autoritaria, para luego posar sus ojos sobre mí de la dulce manera que siempre hace—, no quiero presionarte o que te sienta mal, sé que esto es demasiado para cualquier persona, pero seria de mucha ayuda si hicieras un retrato hablado de los delincuentes.

—Claro, mañana después de clases pasaré por la estación —respondo sin darle importancia—. ¿Abuela, donde están guardadas las cosas de mis padres?

—En el cobertizo —responde.

—¿Pudiera verlas?

—Claro pequeña, la llave se encuentra en mi cuatro —Me retiro del comedor sin haber probado bocado alguno.

No puedo preguntarle a mamá sobre las brujas o cosas que he vivido anoche porque falleció el mismo día que nací, el parto fue complicado, papá perdió la cabeza y meses después se suicidó.

Mis abuelos paternos, Dorothy y David, se hicieron cargo de mí.

Subo al cobertizo con la llave que me ha facilitado abuela, montones de polvo y cajas me dan la bienvenida.

Tomo asiento en una de las sillas, revisando caja tras caja, puede que en alguna encuentre algo que me ayude a entender que sucede o si he imaginado todo y esto sea una pérdida de tiempo, de cualquier modo, no pierdo nada con echar un vistazo.

Libros, joyas, nada que me dé una pista, aún faltan cajas, montones de cajas.

Cierro los ojos apoyando mis manos en mi sudado rostro, estoy agotada, al abrirlos observo el montón, una de las cajas llama mi atención, decido que será la siguiente.

Dentro de ella hallo algunas fotos de mamá con sus progenitores, un libro llama mi atención en específico .

Su cubierta es de cuero y su apariencia bastante antigua.

Recuerdo los gritos de uno de los hombres: ¿dónde está el libro?

Acerco los dedos a su polvorienta cubierta, mi vista se nubla.

Pestañeo.

De repente me encuentro en otra habitación, no muy amplia, iluminada, una chica albina esta frente a mí .

Viste un vestido blanco, tan pulcro como su piel, la chica me sonríe y extiende su mano en mi dirección, aunque no habla, escucho perfectamente como su voz dice que la tome, eso hago, o al menos lo intento, justo antes que nuestros dedos se rocen todo se disipa.

Pestañeo.

¿Qué ha sido eso?

Desciendo del cobertizo con el libro en mano.

Una vez en el cuarto, limpio su cubierta con un paño, deshaciéndome del polvo que lo cubría, la misma estrella de mi collar se encuentra en su tapa, al abrirlo, no puedo leerlo.

Dentro de este plasmado en sus hojas hay jeroglífico, masajeo mi cien, enciendo mi laptop en busca de alternativas más modernas, Google.

Paso horas encerrada en el cuarto leyendo, ignorando las llamadas de Anna, pero nada, absolutamente ninguno de los artículos que he leído me da las respuestas que necesito.

Solo sé que el libro que se encuentra sobre la cama es un grimorio, si pudiera comprenderlo en él encontraría hechizos.

¿Quizás Grace sepa como leerlo?

Ella pudiera explicarme, si supiera como localiza o donde, o si fuera real.

Entro en la cocina en busca de algo de comer, revisó las llamadas perdidas y mensajes mientras caliento macarrones.

Dorothy y David ya están dormidos, debería hacer lo mismo pronto, mañana es lunes, pero por más que lo intento no puedo.

Tendida sobre la cama el recuerdo de la niña albina regresa, se veía tan serena frente a mí, una paz me inundo al verla, y su voz, nunca antes había escuchado algo tan hermoso, no pude llegar a tocarla, pero me imaginó que su piel sería sedosa, aunque sus ojos fueron los que más llamaron mi atención, algo familiar se escondía tras sus pupilas grises, pero por más que intentaba no podía recordar donde los había visto antes.

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