Capítulo 3

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Repaso una y otra vez los primeros párrafos escritos en el Word, borrando y escribiendo nuevos. Eh estado así desde hace algunos días. Nada me conforma, de tan solo pensar que debo reescribir doscientas hojas, adaptando la brutalidad y realidad que conllevan. A un cuento de rosas y fantasía tan banales que provocaría náuseas a cualquiera, dan asco.

¿Cuándo fué que me vendí?

En realidad, no lo había hecho. Me habían obligado, se podría decir, que soy la escritora más censurada en la editorial. Cómo si mi trabajo solo debería ser dirigidos para niños de cinco a nueve años, los cuáles, sus padres, mantienen protegidos de manera enfermiza en una cápsula aislada a cualquier contacto realista que pueda contaminarlos.

Vuelvo a borrar completamente lo que llevaba escrito hasta ahora, para terminar cerrándolo y levantándome de mi asiento. Estiro mi espalda, sintiendo los crujidos de mi cuerpo entumecido y salgo al balcón. Ya transcurrieron unas semanas de la llamada de mi jefa anunciando la nueva fecha limite.

Miré la fecha del móvil. Sin poder evitar ver el mensaje que había escrito en borrador, regañandome por mi falta de valentía de enviarlo. Miré la hora en la que la había escrito; dos y veinte de la madrugada. Recuerdo haber ido a un bar y pedir unas cervezas. Un tiempo después, mareada por los principios sintomas alcohólicos. Lo escribí.

Yo no era de beber, apenas me terminaba mi primer vaso, y nunca estuve de acuerdo con beber hasta perder el conocimiento. Odiaba la borrachera, pero más odiaba la imprudencia de tomar por diversión ¿qué tenía de divertido ingerir grandes cantidades de alcohol, y luego, al día siguiente, despertar con una resaca de mil demonios y sin recordar absolutamente nada?

La única droga de la cuál aún ingeniero es la nicotina. Pero incluso así, lo hago con precaución. Y actualmente, la estoy dejando por chicles de menta.

Abro el mensaje, volviendo a leer lo que escribí.

"Hola Glam. Lamento la tardanza de mi respuesta. Sinceramente, yo también los extraño. Y mentiría si dijera no ocupan lugar en mis pensamientos.

A donde vaya, siempre hay algo que me los recuerda. Como el otro día en los barrios de turismo. Donde dos hombres tocaban música libre en las calles. Me recordó a ti y a Chess, cuando eran jóvenes y tocaban de la misma manera.

Los extraño, y mucho. Pero no puedo volver por esas calles... Todavía no estoy lista para volver, y revivir un recuerdo. Del que aún, intento superar."

Chasquee la lengua, dándome asco mi propia cobardía. Si los quisiera, si los extrañaba de verdad no tendría que significar nada. Tomaría el primer autobús, e iría a su puerta.

Pensé en Dee y Heavy, ¿cómo estarán? ¿me recordarán? Acaso Dee... ¿Habra olvidado la promesa que me hizo?

No. No creo que la recuerde, pasaron muchos años. Éramos solo unos niños, no creo que haya tenido relevancia en ese entonces. Fueron solo promesas inocentes...

Si, promesas inocentes.

Yo aún la recuerdo, y conservó el anillo de juguete. Reí al recordar su sonrisa y alegría al escucharme decir que sí. Nos abrazamos, e incluso nuestros padres habían sacado fotos.

Una de ellas, en donde estamos tomados de la mano y felices. Se encuentra en mi mesita de noche, junto a mi cama.

Vuelvo a mirar a la calle; el cielo está nublado, el olor a lluvia y tierra mojada invaden mis sentidos, relajandome y deseando que mojara mi cuerpo. Siempre me gustó la lluvia, pero más me gustaba caminar bajo ella.

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