Capítulo 2.

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            Primer día devuelta en el instituto. Frente a mí se encontraba el gran edificio de ladrillo rodeado de árboles. Con prisa subo los escalones de la entrada empujando la puerta principal. Los pasillos están llenos de estudiantes reencontrándose con sus amigos y relatando sus vacaciones de invierno. Que tantos lugares visitaron, a cuantas fiestas fueron, con cuantas personas salieron y ese tipo de cosas.

Sosteniendo el café en mi mano me acerco a mi taquilla. A tres pasos se encuentra Erika sacando libros de la suya.

—Al parecer alguien sí llegó temprano —comento con gracia.

Erika resopla levantando par de mechones de su cabello rosado y acomoda sus gafas.

—Llegar tan temprano no estaba entre mis planes. Fui levantada con un cubo de agua fría y arrastrada por la oreja para llegar acá.

Una imagen de la madre de Erika me vino a la cabeza. La tía Erin era estricta, organizada y exigente, su mayor problema era tener una hija todo lo contrario a ella.

—Me puedo imaginar a la tía Erin haciendo eso.

—Y hay que agregar el largo discurso sobre mis calificaciones. —Erika suspira—. Y me da pena con ella porque creo que va a llorar en cuanto las vea.

Le dedico una pequeña sonrisa.

—Eri, relájate, apenas empieza el semestre. Tu problema es que eres perezosa, pero si te esfuerzas lo tienes.

—Agh, lo que sea. —Sacude su cabeza para luego asomarse a ver mi horario de clases—. ¿Qué te toca a primera hora? Siempre se me olvida.

—Geografía, ¿y a ti?

—Algebra. —Esconde su cabeza en el casillero—. ¡Voy a morir!

—No, no lo harás. Vamos. —La arrastro por los pasillos hasta dejarla en la puerta del aula de Algebra. Antes de irme a mi aula me aseguro de que tome asiento porque Erika es experta en escaparse y obtener tarjetas de disciplinas por andar en los pasillos durante horas de clases.

Al ser el primer día, las clases fueron más relajadas. Cada profesor se dedicó a realizar un repaso del programa del semestre pasado y darnos un vistazo del que veríamos en este. Y así de tranquilo transcurre el primer día hasta la hora del receso cuando sigo a la estampida de estudiantes hasta la cafetería.

Paso un largo rato en la fila de comida, no solo porque hay mucha gente, sino que cuando finalmente llego a la parada de frutas tardo mucho en elegir las más frescas de todas hasta elegir una manzana y uvas verdes.

Acomodo mi mochila y camino alrededor de la cafetería buscando la mesa del equipo. Cuando encuentro al gran grupo de chicas riendo y comiendo me siento en la primera silla disponible que es entre medio de Jia y Cynthia que me reciben con una amable sonrisa. Las demás chicas del equipo de animación están hablando de algún programa que vieron en la televisión la noche anterior.

—Yo quiero que gane Mila, es hermosa y sobre todo humilde. Es perfecta para Rory —opina Lisa confundiéndome más sobre el programa del que están hablando.

—¿De qué programa están hablando? —pregunto alzando una ceja.

—Las doce citas —responde Amanda con emoción—. Rory es un millonario soltero que quiere encontrar al amor de su vida así que reúne a veinte chicas las cuales lleva a su gran mansión para luego de doce citas elegir a una. Tipo The Bachelor.

No puedo evitar arrugar mi nariz ante semejante idea. ¿Es que ya no encuentran que inventar en la televisión? ¿Y qué mujer puede prestarse a eso? Sabía que todo era montado, pero aun así lo encontraba estúpido. Yo ni loca me rebajaría a competir por un chico.

—Miren la cara de Aphrodite, luce como si considerara mudarse de planeta. —Beck apunta a mi cara haciendo que las demás chicas se rían con su broma.

—Lo siento, es solo que me parece ridículo.

—Es solo entretenimiento, Aphrodite. —Beck lanza una bola de papel a mi cara—. Además, dudo que sea más ridículo que el reality de Paris Hilton para encontrar una mejor amiga.

Un coro de risas le sigue a su comentario.

—En eso sí tienes razón.

Junto a nuestra mesa noto pasar a Mónica, durante todo el día había estado buscándola para ver en qué estado se encontraba y finalmente hacía una aparición. Pasa por nuestra mesa cargando su bandeja, camina con confianza hasta su grupo de amigos ignorando las murmuraciones. Estoy orgullosa de ver que ha tomado algunos de los consejos que Erinia le dio.

—¿Escucharon lo que sucedió con Mónica en el fin de semana? —pregunta Clary en voz baja mientras arregla la trenza de su cabello.

La mitad de las chicas en la mesa asienten en afirmación y yo trato de esconder una sonrisa porque sé lo que viene.

—Dave es un completo idiota. Se lo tenía bien merecido —comenta Jia a mi lado.

—Hacían una pareja tan linda que no lo esperaba —agrega Natalie.

—¡Es que ya no se puede confiar en nadie! —Exclama Clary con indignación para luego soltar un suspiro de alivio—. Pero gracias al cielo que contamos con Erinia.

La sonrisa secreta en mi cara deseaba crecer con orgullo. Este era el objetivo del blog, ser un respaldo para todas las chicas.

—¿Creen que vigilaría a Cameron por mí? —pregunta Isis.

—Creo que tu novio se encuentra fuera de su alcance ya que vive en otro estado —le responde Beck.

Un puchero se forma en la cara de Isis.

—No digas eso Beck —reprocha Verónica desde el extremo de la mesa—. A esa chica no se le puede subestimar, no olvidemos lo que pasó con Ryan en octubre. —En ese momento todas empezaron a hablar y reír al mismo tiempo.

Recordaba a Ryan, había hecho un largo viaje hasta una universidad en Jackson, Misisipí para atraparlo In fraganti con una chica de su clase de historia. Recuerdo la broma que entre Erika y yo le hicimos frente a sus otros compañeros.

—¡Chicas! —exclama Grace, la capitana del equipo para llamar la atención de todas—. Ya dejen el cotilleo, ¿sí? Enfoquémonos en cosas más importantes y que sí son de nuestro asunto. Como, por ejemplo, la competencia de este año. Es mi último año y de verdad me gustaría ganar un último trofeo para el equipo.

—Grace, todas queremos, pero dudo que en este año suceda con tan poco tiempo de preparación. —Samantha juega con la comida en su plato.

—Si trabajamos duro, podemos lograrlo —digo con ánimo porque al igual que Grace me gustaría un último trofeo.

—¿Ven? Eso es lo que necesitamos, el optimismo y la confianza de Aphrodite. —Grace me dedica una sonrisa de agradecimiento—. Y claro, trabajo duro. Por eso ya organicé el horario, practicaremos tres veces por semana. —Todas en las mesas gimieron, incluso yo que, aunque unos segundos atrás había animado a trabajar duro sabía que eso haría difícil mi trabajo—. No se quejen tampoco es para tanto. A partir de la siguiente semana tendremos lunes de entrenamiento físico, miércoles practicaremos rutinas de baile y los viernes rimas y gimnasia.

—Grace, algunas tenemos vida social —gruñe Verónica.

—Y algunas queremos ir a la competencia, y para eso hay que trabajar duro, ¿O no? —Todas asentimos de acuerdo—. ¿Estamos arriba, Búfalos? —Extiende su mano en el centro de la mesa esperando que nos unamos. Soy la primera en colocar su mano sobre la de Grace.

Tras unos segundos las demás chicas se unen y alzando nuestras manos todas juntas gritamos: "Búfalos". El timbre se une a nuestra exclamación anunciando el regreso a clases. Salimos de la cafetería entre risas, bromas y empujones.

Amo formar parte del equipo de animación, no solo porque disfruto ser una porrista, sino que también me gusta compartir con las integrantes del equipo. La gente suele pensar que todas las porristas somos rubias, populares, huecas o perras, pero la verdad es que la mayoría de nosotras somos chicas y chicos normales que disfrutan de la música, el baile y la gimnasia.

En el camino junto a Natalie y Verónica a mi siguiente clase soy detenida por una chica bajita que reconozco como miembro del periódico escolar. Y puede que ella sea bajita y delgada pero ya saber dónde pertenece es suficiente para poner mis pelos de punta.

En otras escuelas quienes más intimidan son tal vez las del grupo de animación, el equipo del deporte popular o el grupo de los chicos rebelde. Pero ese no es el caso en mi escuela. Quienes gobernaban aquí eran los del periódico, también conocido como el FBI.

—¿Aphrodite Crawford?

—¿Sí? —pregunto lo más tranquila posible.

—Sydney te solicita en su oficina.

Y con esa sola oración había una gran posibilidad de que estuviera completamente acabada.

Antes de seguir a la chica trato de calmar mi respiración con algunos ejercicios y me excuso con Natalie y Verónica. Los pasillos se encuentran desiertos mientras nos encaminamos hasta el salón donde se dirige el periódico escolar. Siento que en vez de encontrarme con la hermosa y popular Sydney Shaw me encontraré con un verdugo con su hacha lista para acabar conmigo.

El salón está lleno de ordenadores, impresoras y murales. El único sonido que se escucha es el de las manos de algunos estudiantes mientras teclean con rapidez. Veo al fondo la puerta que dirige a la oficina directiva y la pequeña chica me sonríe mientras me insta a seguir caminando. Al principio mis pies no querían seguir su marcha, parte de mí gritaba que saliera corriendo. El laboratorio de química parecía un lugar seguro ahora.

Giro el pomo de la puerta con cuidado y me adentro al cuarto decorado con periódicos. Detrás del gran escritorio de madera se encuentra Sydney que se detiene de girar en su silla cuando nota mi presencia. Una sonrisa se forma en sus labios mientras arregla su largo cabello negro.

—Toma asiento, Aphrodite. —Señala el sillón frente a ella—. ¿O debería llamarte Erinia?

Olviden las posibilidades. Estaba acabada.

        

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