Capítulo 27.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Es loco pensar la forma silenciosa en la que te atrapa el miedo. Ocupa tu mente como discreto ladrón en la noche y cuando despiertas te das cuenta de que algo ha cambiado, pero simplemente no sabes qué. Ya después descifras la sensación de angustia y desconfianza constante hacia ciertas acciones u objetos, pero cuesta mucho aceptarlo y mucho más hacer algo al respecto para enfrentar ese temor.

Tengo miedo al amor... tenía miedo al amor. Miedo a permitir que nuevas personas formarán parte de mí. Miedo de no tener el control de ciertos aspectos de mi vida. Miedo de liberarme como persona. Miedo a lo desconocido. Sobre todo, miedo a un corazón roto. Tenía, ya no. Ahora que lo había aceptado era tiempo de hacer algo al respecto.

Encontrar a Sébastien no fue una tarea tan difícil, pero tuve que esperar hasta la salida de su práctica con el equipo de natación para poder hablar con él de la forma correcta. Tenía mucho que confesarle. Lo único que esperaba es que no fuera demasiado tarde para enmendar mis errores, esperaba no haber arruinado nuestra oportunidad. Sydney me había asegurado una y otra vez que todavía estaba a tiempo. Sébastien había prometido esperarme, pero sé que también las personas alcanzaban un límite en su paciencia y deseaba que él no hubiera alcanzado el suyo aún. Deseaba que él aún tuviera esperanza en mí... en nosotros.

En el estacionamiento me ocupo leyendo un libro en las escaleras o al menos intentando leerlo porque cada tanto tenía que levantar la vista para ver a los chicos que habían salido de la práctica. Mi corazón se aceleraba cada vez que escuchaba la puerta abrirse a mis espaldas, pero sus latidos se calmaban cuando me daba cuenta de que no se trataba de él.

Hago una mueca al ver a mi reloj, ya era demasiado tarde y pronto debía llegar a casa para cuidar de Apolo. Había esperado durante un buen tiempo para esto... Tal vez debería hablar con él en otro momento. Justo cuando he guardado mis cosas en mi mochila y me he impulsado hacia arriba con ayuda del pasamanos, la puerta de la escuela vuelve abrirse solo que esta vez no volteo a ver sobre mi hombro.

Déesse...

Cuando escucho el susurro de su voz me congelo, en especial por la forma en la que me está llamando. La última vez que nos encontramos él estaba tan decepcionado como para mostrar siquiera un apéndice de aprecio por mí.

Cierro mis ojos y tomo una respiración profunda antes de voltear a verlo.

—Hola.

Sébastien baja las escaleras quedando a mi nivel y rasca la parte trasera de su cabeza antes de mirarme a los ojos.

—¿Qué tal todo? ¿Cómo se encuentra tu tobillo? He estado llamando y enviando mensajes para preguntarte cómo estabas, pero no he tenido respuestas —dice tan deprisa que por unos segundos me cuesta entenderlo, en especial por su acento—. Pensé que me estabas evitando.

Sacudo mi cabeza.

—Para nada. Ayer se me cayó mi teléfono al retrete —Las cejas de Sébastien se juntan en confusión y más tarde una risa brota de sus labios—. Por favor no preguntes, es una historia vergonzosa.

—Bien, pero entonces, ¿cómo sigue tu tobillo?

—Se encuentra bien, a veces duele, pero nada que no se pueda aguantar. Estaré sobre mis pies dentro de dos o cuatro meses, si todo sale bien.

—Me alegra escuchar eso.

Por un buen tiempo he estado reprimiendo mis sentimientos hacia Sébastien por el miedo de salir herida, pero al hacerlo no solo lo herí a él sino también a mí al negarme algo que tanto quería. Tal como había dicho mi madre, somos los primeros en romper nuestros corazones. Nos ilusionamos con facilidad y no luchamos por lo que queremos. Caemos en la decepción y nos estancamos, olvidamos buscar las fuerzas para seguir adelante.

Durante mucho tiempo le hablé a chicas sobre cómo ir por lo que querían e ignorar el miedo, pero yo misma no lo hacía. No quería seguir haciéndome la fuerte y negándome mis sentimientos. Poco a poco la muralla que había construido alrededor de mi corazón ha caído, ladrillo por ladrillo, y esta vez no tengo miedo de la libertad que siento, más bien avanzó hacia ella para tomarla entre mis manos.

Supongo que no siempre se puede andar con tanta precaución en el camino de la vida. No deberíamos estar intentando de evitar todos los obstáculos y malas experiencia que nos encontramos en el recorrido. A veces todo eso es necesario porque formará parte de nosotros en un futuro. Es lo que nos construye como personas. Era momento de actuar, porque la vida no había sido creada para víctimas, sino para protagonistas. Personas que se levantan cada día con corazón roto o no y continuaba con su vida buscando aun la felicidad.

—¿Puedo hablar contigo tan solo unos segundos?

Sébastien mira alrededor del estacionamiento y esconde sus manos en sus bolsillos. Parece incómodo.

—Claro, ¿qué pasa?

Suspiro.

—En primer lugar, quiero disculparme contigo. Aquella noche... Sébastien fue la mejor cita de mi vida, pero entonces me encontré con un recuerdo del pasado y me asusté. Me asusté por lo mucho que me gustas, por lo fácil que fue y lo cómoda que me sentí a tu alrededor... Me sentí fuera de control. Me asusté tanto y me desquité contigo, no sabes lo mucho que me arrepiento. —He llamado su atención. Sus ojos marrones han dejado de mirar al suelo y me observan de una forma intensa con un brillo particular, dándome más confianza—. He tratado de reprimir cada uno de mis sentimientos hacia ti porque no quería salir herida, pero aun así lo hice. Por lo que he llegado a una conclusión.

—¿Cuál?

—Sébs, no puedo evitar que me rompas el corazón.

Sébastien despeina su grueso cabello negro con frustración y toma mis manos entre las suyas. Sus ojos me miran con cierta intensidad, un brillo muy particular y de la forma más sincera me dice:

—No tengo la menor intención en romper tu corazón, Déesse. Creo que eso te lo he dicho millones de veces.

—Lo sé, pero podrías hacerlo, aunque no quieras. —Entrelazo nuestros dedos y aprieto el agarre de nuestras manos—. No puedo evitar que me rompas el corazón, pero ¿sabes qué? No me importa si no puedo controlarlo, te quiero en mi vida. Duela o no.

Sébastien se estremece y parpadea. Parece tan sorprendido, creo que él nunca esperaba que admitiera mis sentimientos.

—Aquella noche me preguntaste si nos veía juntos en un futuro, y la respuesta es: Sí, nos veo juntos. Justo a partir de este momento abro las puertas de mi corazón para ti, si así lo deseas.

Espero durante segundos a que diga algo, pero nada. En nuestro agarre mis manos tiemblan de nervios y me pregunto si lo he echado todo a perder ahora que he tomado valor para hacer esto.

Con mis manos temblando las ubico a cada lado de su rostro y con mi corazón latiendo como loco me inclino hacia él posando mis labios sobre los suyos. Los labios suaves de Sébastien tardan un poco en reaccionar hacia el pausado contacto de los míos, pero una vez que lo hacen son seguros y delicados. Su brazo abraza mi cintura acercándome un centímetro más a él, y estoy agradecida de sentir su apoyo porque siento que en cualquier momento podría derretirme por la forma en la que nos besamos. Y es maravilloso, no solo forma mágica en la que nuestros labios conectan, sino la forma en cómo todo se siente seguro, correcto, esperanzador... Sin miedo.

Sébastien separa nuestros labios y una brillante sonrisa que combina con la mía se plasma en su rostro. Con nuestras frentes juntas, aparta un mechón de mi cabello detrás de mi oreja y acaricia tiernamente con su pulgar mi mejilla.

—Entonces... ¿Hay esperanzas para nosotros?

—Definitivamente hay esperanzas para nosotros —declaro sin ningún apéndice de temor en mi pecho.

No creo que haya nada más hermoso que visitar un parque en plena primavera. Hay un toque especial en el suave olor de la hierba, el florecer de los árboles y flores, el canturreo de las aves y el brillante sol. En esta ocasión es incluso más hermoso por las decoraciones en honor al desfile de pascuas que han sido colocadas alrededor del parque. Caminando alrededor con mis muletas intento ayudar a Apolo en su búsqueda de huevos de pascuas, solo le faltaba uno para completar la colección, pero con otros veintes niños jugando la tarea era difícil.

—Oye, Apolo, ¿por qué no tomamos un descanso? —sugiero—. Mis brazos están adoloridos.

—Solo nos falta uno, Tite. ¡No podemos rendirnos! —grita lanzándose hacia otro arbusto en búsqueda de huevo de pascua. Cuando llegáramos a casa estaba segura de que mi madre gritaría al ver tantos rasguños en sus brazos.

—No vamos a rendirnos, solo tomaremos un pequeño descanso. Será solo de un minuto, lo prometo.

—¡Encontré el último! —exclama Apolo con una enorme sonrisa sacando su mano de un arbusto y yo suspiro de alivio de que al fin hemos terminado. Este último huevo de pascua es de un suave azul con líneas amarillas.

—¡Genial! Ahora, corre a entregarlo y busca tu premio antes de que otro niño te tome la delantera.

Apolo da saltos celebrando su casi victoria y corre hacia la glorieta donde se encuentran los encargados del concurso. Con una sonrisa plasmada en mi rostro camino hasta la mesa de picnic para encontrarme con las chicas. La idea de realizar un picnic el mismo día que la caravana de Pascuas fue de Apolo, quien estaba loco por realizar una búsqueda en el parque y ver por primera vez el desfile, ya luego no fue difícil convencer a las chicas que nos acompañaran. Erika, Grace y Beck se encuentran riendo de algún tonto chiste cuando llego a la mesa y están pasándose la comida que hemos traído.

—Me gustaría uno —pido a Erika al ver envase que contiene los sándwiches de jamón y queso.

—Aquí tienes —dice pasándome el sándwich en una servilleta mientras que con cuidado me siento en el manto de flores que hemos colocado al suelo.

—¿Cómo te fue con Apolo? —pregunta Beck.

—Ya completó su búsqueda, ha ido a buscar su premio y... —Estiro un poco mi cuello para encontrar la cabellera de rizos castaños de mi hermano, quien se dirige con un regalo al área de juegos del parque—. Ahora va hacia el área de juegos.

—Él es un niño tan encantador —murmura Grace mirando a mi hermano con ternura, expresión que luego de segundos se vuelve de asco—. Agh, ¿podríamos guardar el envase de los sándwiches? El olor del jamón me está afectando.

—¡Qué olfato! —exclama Beck sin poder creerlo al guardar el envase en la canasta—. No quiero ofenderte, pero creo que eres la embarazada más sensible a la comida que he conocido.

—¡Ni me lo digas! La madre de Dom dice que tal vez es porque soy madre primeriza, pero es terrible —se queja Grace y toca a su vientre. Está emocionada por el bebé, pero el embarazo no ha sido fácil para ella y eso que apenas iba por su duodécima semana—. Aun así, te adoro.

—No te agobies, recuerdo que cuando mi madre estuvo embarazada de Apolo fue peor, tan mal que mi abuela tuvo que hacerse cargo de la cocina.

—Me gustaría ser madre en un futuro muy lejano —comenta Erika—. Pero no quiero pasar por el proceso del embarazo, no sé, viendo a Grace como que parece cargante. Por no hablar también del dolor del parto.

—Podrías adoptar —sugiere Beck.

—Sé esa opción, pero quiero que sea mío —insiste Erika.

—Sin embargo, no quieres pasar por el embarazo. Interesante, ¿no?

—Creo que básicamente lo que quiero es ser padre. —Erika mira sobre su hombro buscando a los chicos que están jugando soccer—. Ellos la llevan fácil en ese sentido.

—Entiendo tu punto, pero es tan maravilloso. Ayer hicimos nuestra primera ecografía, y si tan solo pudiera describirles lo genial que fue y cómo me sentí. —Acaricia su estómago con un suspiro feliz—. Fue demasiado hermoso. Ojalá pudiera enseñarles las fotografías, pero las he dejado en casa.

—Ojalá pudiéramos ir a una de esas citas contigo. —Me inclino para apretar la mano de Grace, quien sonríe y devuelve mi apretón.

—Quiero que lo hagan, estaba pensando en tal vez cuando me revelen el sexo del bebé.

—Oh, eso sería genial —declara Beck—. Podríamos cubrirte los ojos y tus oídos para luego realizar una fiesta de revelación.

—Eso sería asombroso. Tenemos un trato de mi parte, traten de ahora convencer al padre de la idea. —Grace voltea a buscar con la mirada a su novio quien por quinta vez volvía anotar un gol, y yo solo podía chasquear mi lengua al ver la cara de estrés de Sébastien.

—Está acabando con ellos.

—Es capitán en su equipo de la universidad, no se podía esperar menos —presume Grace con un claro tono de orgullo.

—No tienes que alardear —reprocho a lo que ella y las chicas responden con una risa.

—¿Qué les parece Kyle a ustedes? —pregunta Erika mordiéndose el pulgar.

Ubico al alto chico rubio del grupo discutiendo algo con Sébastien. Kyle pertenecía también al equipo de natación, había tenido varios encuentros con él, pero no lo suficiente para conocerlo. Hasta ahora era un chico muy divertido y energético.

—Es agradable —respondo, todavía estudiándolo.

—Y guapo del tipo tierno —agrega Beck.

—¿Por qué la pregunta? —pregunta Grace entrecerrando sus ojos, como si sospechara que Erika ocultaba algo.

—Por nada. —Erika se encoge de hombros y pretende buscar algo en su bolso—. ¿Quieren jugar cartas?

—Oh, no, no cambies el tema —me quejo—. ¡Dispara!

—Puede que me haya invitado a salir, y puede que acepte ir.

—¡Erika tiene una citaaaaa! —canta Beck empujando el hombro de Erika.

—Me parece estupendo, no has salido con ningún chico desde Edgar. Me alegra que te estés dando una oportunidad.

—Digo lo mismo.

Y no puedo evitar mirar a Sébastien que se encuentra con mi mirada y sacude su mano en respuesta. Durante estas semanas que hemos estado de pareja todo se ha sentido tan grandioso y correcto. Sébastien convertía cada segundo juntos en algo especial, y aunque nuestra relación no era perfecta, no había ni un segundo en el que me arrepintiera de tenerlo en mi vida.

—¡Creo que ya llegó! —Erika salta de su asiento con alegría.

A lo lejos se escucha la música y todo el ruido del desfile. En New Orleans nunca se perdía la oportunidad para realizar una gran celebración y realizar hermosos y coloridos desfiles, pero este era mi favorito. Era el más colorido y calmado. Además, era una buena forma de anunciar la llegada de los días más cálido de la primavera. Todos en el parque, en especial los niños junto a sus padres abandonaron sus actividades para acercase a ver el desfile. Incluso los chicos habían abandonado su partido de soccer. Dom es el primero en llegar a la mesa para acompañar a su novia.

—¿Vas a venir? —me pregunta Grace.

—Creo que será mejor que me quede aquí, no creo que sea cómodo estar entre la multitud. —Grace asiente compresiva y entrelaza su brazo con el de su novio para dirigirse hacia el desfile. Por otro lado, Erika y Beck continúan guardando cosas de la mesa en la canasta—. Lleven por favor a Apolo con ustedes. No le gustaría perdérselo.

—Estoy en eso —anuncia Erika tomando su celular para ir en busca de Apolo.

—¿Estás segura de quedarte aquí? —pregunta esta vez Beck, insegura de si dejarme sola.

—No tienen de qué preocuparse, yo la cuido —asegura Sébastien arrodillándose a mi lado.

Con la felicidad de ver a mi novio abrazo su cintura y apoyo mi cabeza en su pecho, ignorando el hecho de que está completamente sudado y sucio de tierra en algunas partes. Sébastien cruza su brazo alrededor de mis hombros y besa mi coronilla. Un suspiro de felicidad plena se me escapa.

—Creo que ya no tengo nada que hacer aquí —dice Beck guiñando un ojo antes de irse.

Cuando estamos finalmente solos, levanto mi rostro para depositar un corto beso en los labios de Sébastien, pero él parece tener otros planes y no permite que me aleje una vez que nuestros labios se juntan. Hay algo especial en besarlo, y no solo se trata del creciente anhelo que tenemos el uno por el otro, pero más por la acción en sí. Sébastien besa con toda la calma posible, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo.

—Así que... definitivamente el soccer no es lo tuyo —susurro una vez que nos separamos. He notado que tiene restos de tierra y hierba sobre su hombro, la cual sacudo con mi mano derecha.

—O puede que Dom sea demasiado bueno en el deporte. —Besa mi nariz—. ¿Qué tal la búsqueda con Apolo?

—Un poco difícil, pero ganó, aun no me ha mostrado su premio, pero ganó.

—Misión cumplida, pues. —Vuelvo apoyar mi cabeza en su pecho mientras su pulgar acaricia en círculos mi brazo.

Nos mantenemos callados, solo con el ruido de la música y la gente en el fondo. Mirando el parque, un flashback ocupa mi mente, la primera vez que nos conocimos justo en este mismo parque. Aquella vez que había venido a espiarlo decidida a encontrar lo que le ocultaba Sydney y él había tropezado con Apolo. Tan solo habían pasado tres meses, pero se sentía como una eternidad. Ambos recorrimos un largo camino para encontrarnos de esta forma, juntos. En especial, por mi miedo a caer en el amor atrasando nuestro encuentro.

—¿En qué piensas, Déesse? —interroga ahora jugando con mi cabello.

—En la primera vez que nos conocimos, justo en este parque.

—¿Cuándo Sydney te amenazaba para espiarme? —Asiento—. Parece que ha ocurrido años desde eso.

—Eso mismo pensaba. Es solo una locura mirar atrás y compararlo con el presente. ¿Te habrías imaginado que estaríamos así? —Aprieto mi abrazo a su cintura para enfatizar mi punto.

—No lo sé, me dabas miedo en ese entonces, pero al mismo tiempo me parecías muy intrigante. Realmente quería llegar a conocerte.

—¿Te daba miedo? —cuestiono sorprendida.

—Eras muy reservada, no tenía idea de cómo comportarme a tu alrededor. Sentía que en un momento lograba acercarme y luego al segundo estaba más lejos de lo que creía. —Sébastien coloca su mano bajo mi barbilla alzando mi rostro—. Ya nada de eso importa, porque solo míranos ahora.

En mi mente hago un breve recuento de todo lo que ha ocurrido entre nosotros. Nuestro primer encuentro, el secreto compartido, su declaración de sentimientos, nuestra primera cita, mi rechazo y finalmente la aceptación. Antes era tan cobarde sobre este tipo de cosas como para imaginar que nos encontraríamos de esta forma, haberlo imaginado habría llenado mi pecho de pánico y ahora que nos encontrábamos aquí me sentía en absoluta calma y seguridad. Creo que ahora tenía más miedo de no experimentar lo desconocido, de seguir viviendo a medias. Quería experimentarlo todo y para hacerlo hay que arriesgarse porque... Si no te arriesgas, puede que no te ocurra nada genial.

—Tienes razón, solo míranos ahora.

Fui tan tonta al temer a los corazones rotos. Durante estos meses he aprendido que tener un corazón roto posee sus beneficios. Un corazón roto es una lección. Nos ayuda a conocernos mejor o encontrarnos si nos hemos perdidos. Da una nueva perspectiva de la vida y comienzas a aprovechar cada momento. Es recuerdo de que siempre puedes apoyarte al completo en ti mismo. Te libera de la loca idea de que el amor es perfecto y eterno. Sobre todo, te reconstruye tu corazón a uno más grande y sabio. Uno capaz de amar y ser amado, sin ningún tipo de miedo. Es por esto y muchas otras razones que a veces necesitamos tener nuestros corazones hechos pedazos. Es imposible decir no a los corazones rotos, cuando tanto lo necesitamos.

Fin

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro