Capítulo 9.

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Resulta ser que mi plan con Sébastien funcionaba a la perfección. Justo como predije su colaboración mantuvo a Sydney tan ocupada o feliz que ésta incluso olvidó mi existencia y sus planes conmigo durante unos días. Días que utilicé para planear una manera de deshacerme de ella, aunque ya a mi parecer no había una manera.

—Mira a tu pareja favorita desfilar —murmura Erika a mi lado.

Agarrados de las manos Sébastien y Sydney caminaban por los pasillos justo como en los viejos tiempos. Rey y reina de la secundaria. Por fuera parecía como si nada pudiera estar mal entre ellos, pero si la gente supiera un poco más dejarían de decir cosas como que serían la única pareja que sobreviviría a la secundaria.

—Ni me hables de ellos. —El fastidio es evidente en mi voz.

—¿Ya conseguiste una manera de liberarnos de la maldición Sydney?

—Todavía no, pero sigo en eso.

Erika tamborilea sus dedos sobre el metal de mi casillero para al final cerrarlo con un solo golpe cuando se da cuenta de que he terminado de buscar mis cosas.

—¿Has pensado en robar las evidencias?

—Demasiado, pero es inútil. No se le haría difícil volverlas a conseguir y solo incrementaría su enojo. Además, con el poder que tiene aquí, solo mencionar mi nombre será suficiente para crear sospecha.

Una mueca sustituye la sonrisa de Erika.

—Estás acabada.

—Como no tienes idea.

Ella pasa su brazo sobre mis hombros en un corto abrazo. Se podría decir que mi prima era mi eterno apoyo, lo más cercano que tendría a una mejor amiga.

—Encontrarás la manera.

—Eso espero —dije esbozando una débil sonrisa.

—Cambiando de tema, ¿planeas ir a la fiesta de esta noche en casa de Grace?

Oh, claro, la gran fiesta del cumpleaños de Grace. Nuestra querida capitana armaba la fiesta más grande de todas para celebrar su cumpleaños, cada celebración superaba a la siguiente. Y normalmente no me la perdía, al final Grace me caía genial y ella adoraba a tener a todas sus chicas presentes. Pero este año no me sentía de ánimo.

—No me siento de buen humor para una fiesta esta noche. Además, le mentí al molesto de Edgar sobre tener planes para que no siguiera insistiendo en invitarme.

—¡Olvida ese fastidioso! Tienes que ir porque yo quiero ir, y la única manera que yo pueda ir es si mi madre está segura de que estarás ahí. Confía en su sobrina más que su propia hija. —Erika pone una mano en su pecho encogiéndose como si le doliera—. Me siento traicionada.

Ruedo los ojos ante su exageración.

—Voy a pensarlo.

Durante las clases de la mañana contemplo mis opciones, que son pocas, sin decidirme por nada. Ya no sabía qué esperaba encontrar para poner fin a esto. Ya todo me señalaba que debía dejar a Sébastien terminar con Sydney y que esta revelara la identidad de Erinia. Pero aún seguía con la esperanza de encontrar algo. Sébastien contaba conmigo, algo que deja muy claro luego de terminar nuestro debate de manera muy victoriosa.

—Hacemos un buen equipo, ¿no crees, Déesse? —dice mirando con orgullo nuestra calificación.

Cambio mi peso de un pie a otro incomoda.

—Se podría decir eso. —Cuelgo la mochila sobre mis hombros y lo sigo hasta que salimos del aula—. ¿Cómo van las cosas con Sydney?

Sébastien suspira cansado y rueda sus ojos. No lo culpo probablemente para él suene como un disco rayado con la misma pregunta siempre. Aunque para mí era evidente como estaba ayudando se me hacía difícil creer que todavía no había dicho nada o metido la pata. Estaba tan cansado de la misma pregunta que ni siquiera se molesta en responderme y gira a la izquierda para subir los escalones hasta el segundo piso.

—Te hice una pregunta. —Estoy unos cuantos escalones más bajo que él. Me hace sentir una pequeña hormiga, en especial con la mirada que me dedica, pero eso es solo por un tiempo porque acorta la distancia y pone sus manos sobre mis hombros.

—Escucha, Aphrodite. —Trago saliva porque no es normal que diga mi nombre. Tal vez ya se cansó de ser amable conmigo—. Estoy confiando en ti para esta así que te voy a pedir un favor que tal vez te resulte difícil.

—¿Qué? —pregunto alzando una ceja.

—Que esa confianza sea mutua.

Sus manos caen al mismo tiempo que lo hacen mis hombros con una exhalación.

—Lo siento tanto, es que es algo muy difícil para mí, pero de verdad lo estoy intentando.

—Lo sé. —El timbre suena anunciando el cambio de hora y la multitud de estudiantes aparecen por todas partes—. Hablamos luego, Déesse, tengo que ir a clases.

Camino entre empujones en los pasillos hacia mi siguiente clase cuando alguien toma mi brazo y me hace girar en dirección opuesta. Tardo unos segundos en reconocer al alto y delgado chico frente a mí, que arregla sus lentes que se deslizan por el puente de su nariz varias veces antes de hablarme:

—Sydney te espera en su oficina.

Mis vacaciones fueron buenas pero cortas. Troto nerviosa hasta el salón del periódico escolar, esperaba que con la misma manera en las que mis pies se deslizaban por el suelo lo hicieran mis ideas para qué decirle a Sydney. Ya estaba acostumbrada al calor en el salón y los sonidos de los tecleados y las impresoras.

Cuando entro en la oficina de Sydney la encuentro organizando el mural del periódico con sus publicaciones semanales, da la vuelta a verme al escuchar el chirrido del sillón siendo empujado. Una sonrisa satisfactoria está en su rostro, creo que es la primera vez que la veo feliz en una de nuestras reuniones.

—¿Qué pasa?

Ella se inclina sobre su escritorio para alcanzar un sobre amarillo y entregármelo. Abro el sobre con cautela, ya no tenía idea de qué esperar por parte de Sydney. Dentro del sobre se encontraba todas las pruebas que me había presentado el primer día, junto al artículo que había escrito como amenaza y, por último, un contrato con su firma que aseguraba que no escribiría ni revelaría a nadie la identidad de Erinia.

Parpadeo varias veces sin poder creerlo. ¡Era libre! La felicidad y el alivio que crecía en mí no tenía precio, pero...

—¿Cómo se supone que puedo confiar en esto?

—Tiene mi firma y mi sello, ¿Qué tipo de persona sería si no cumplo con mis propias palabras? ¿Acaso necesitas un juramento de sangre o algo por el estilo? —Continúo mirándola con mis ojos entrecerrados y ella suspira—. Hablo muy serio sobre esto, siempre cumplo con mi palabra. Hiciste tu trabajo así que voy a liberarte.

—¿Ya me crees sobre que tu novio no oculta nada?

Al menos nada de lo que ella pensaba.

—Esta semana ha vuelto a ser el mismo. He llegado a la conclusión de que tal vez solo necesitaba un tiempo para sí mismo. —Junta sus manos en un aplauso con sonrisa complacida.

Un revoltijo se me hace en el estómago olvidando la desconfianza porque la culpa me invade. Sydney está tan feliz por el regreso de su distante novio cuando al final es toda una farsa, la cual yo planeé. Me siento mal no solo por ser quien lo ideó, pero sino también porque no importaba lo que hiciera el corazón de Sydney se rompería en el momento en el que Sébastien terminara con ella. Y eso era algo inevitable.

—Te lo dije —le recuerdo tratando de sonreír.

—Lo sé. —Ajusta otros afiches en el mural antes de volverme a enfrentar con arrepentimiento claro en su rostro—. Siento todo el mal rato que te hice pasar, Aphrodite, pero amo Sébastien y de verdad no quería perderlo de ninguna forma.

Suspiro descargando un poco de aquel rencor que tenía hacia ella. A veces nuestros sentimientos por otros nos ciegan tanto que nos hace perder el centro.

—Lo entiendo, Syd, pero eso no lo hace correcto. No puedes permitir que tus sentimientos por un chico tomen el control de tu vida. Después de todo, no hay nada seguro en una relación y puedes terminar cometiendo locuras para al final darte cuenta de que solo era algo pasajero. O que tal vez no valía tanto la pena.

Ella asiente y se mantiene callada meditando en mis palabras. Tomo su largo silencio como el fin de esta reunión y cuelgo mi mochila del hombro para dirigirme a mi siguiente clase cruzando los dedos para que la maestra me deje entrar. El sentimiento de culpa me acompaña hasta el recreo que es cuando decido anunciarle a Sébastien mi libertad y la suya.

Es fácil encontrarlo, solo debía buscar el círculo más grande de personas riendo y ahí estará el. Lo encuentro en la mesa del centro con una caja de galletas sobre su cabeza la cual no quiere dejar caer a ninguna costa.

Me aclaro la garganta para obtener su atención y en cuanto levanta su mirada, la caja se cae. Todos en el círculo se quejan.

—Olvídate de ser equilibrista —murmura Lucian a su lado.

Sébastien da un último trago a su vaso de leche y se pone de pie recogiendo su bandeja ahora vacía.

—Si me disculpan, vuelvo ahora. —Me sigue hasta la salida del comedor, haciendo una primera parada en los botes de basura para volcar su bandeja. El pasillo está despejado, la mayoría de los estudiantes se encontraban en el comedor disfrutando de su almuerzo.

—¿Qué pasa?

Me fijo en el bigote de leche que tiene sobre su boca y empiezo a reír señalando su bigote.

—Tienes algo —aviso entre risas.

Sébastien limpia su boca con la manga de su camisa para luego apoyarse de la pared con los brazos cruzados.

—¿Qué pasa? —repite.

—¡Soy libre! —anuncio feliz haciendo manos de Jazz—. Sydney me entregó las pruebas y un contrato donde se comprometía a no revelar la identidad de Erinia. Espero que sea honesta sobre lo último.

Sus ojos brillaron de alivio y entre la euforia me abraza. Es un suave y rápido abrazo que me toma de sorpresa.

—Esa es una grandiosa noticia, Déesse.

—Lo sé. Y porque soy libre, tú ahora también lo eres. —Juego nerviosa con mi cabello antes de volverlo a mirar—. Escucha, sé que no me debo meter en sus asuntos, pero en serio Sébs, por favor no rompas su corazón. Ella de verdad te quiere, y aunque no excusa lo que ha hecho tampoco se lo merece.

—Te preocupas demasiado, Déesse, pero tranquila. Ya te dije que para mí ella es una buena chica y de verdad no me siento capaz de herirla.

Suspiro aliviada.

—Bien.

Parece querer decir otra cosa, pero su boca se retracta al ver sobre mi cabeza a alguien acercarse. De manera disimulada giro mi cabeza para ver como Sydney se acercaba a nosotros. La envidiaba por la manera en que caminaba como una súper modelo y su gran poder de aparecerse de la manera más inoportuna.

—¡Cariño! —Arroja sus brazos alrededor de cuello de Sébastien dejando un sonoro beso en su mejilla. No sé si lo que pretende es dejar en claro su sitio u otra cosa, pero no me interesa—. Hola, Aphrodite, ¿todo bien?

—Excelente, solo discutiendo con tu chico otro trabajo de oratoria.

Me mira atenta como si necesitara más detalles, los cuales no planeo darles. Si empiezo a explicar, balbucearé y ella se dará cuenta de que estoy mintiendo.

—Ah, yo la tomé el semestre pasado. Y les digo algo: si creen que el profesor Scotto ya terminó con sus proyectos, habrá más.

Sonrío y asiento concordando con ella. El profesor Scotto no parecía cansarse de tantos trabajos.

Observo a la recuperada pareja, Sydney se le pega como una autentica garrapata al pobre Sébastien que por ser demasiado bueno le pasa este tipo de cosas. Me retuerzo las manos y hago girar mis pulseras porque es demasiado evidente lo incomodo que se ha vuelto el ambiente.

—Bueno, eso era todo. Los veré a ambos por ahí. —Sacudo mi mano como despedida y doy una vuelta para alejarme de prisa de ellos.

Siento un peso menos sobre mis hombros con cada paso que doy, ya lo que ocurra entre esos dos no será mi problema. Las cosas volvían a su orden y yo no podía estar más aliviada al respecto.

Al final soy arrastrada por Erika a la fiesta de Grace. Si lo pienso un poco más acompañarla es mejor que esperar a que me llame ebria en medio de la noche para que la recoja. Costaba trabajo ubicarla y llevarla hasta mi auto.

Grace vivía un decente condominio cerca del barrio francés. Recordaba la casa de Grace como espaciosa, ordenada y elegante, pero con la gran fiesta que había dentro era todo lo contrario.

Encuentro a Grace de espaldas con su largo cabello rubio en una coleta. Toco su hombro para llamar su atención ya que está muy enfrascada en una conversación con su guapo novio universitario Dominic.

—¡Viniste! —exclama dándome un abrazo con alegría. Por su olor puedo deducir que está ligeramente borracha—. Todas están aquí, más tarde deberíamos fotografiarnos.

—Claro. Umm... Te traje un regalo.

Aunque no había planeado asistir a la fiesta, con suerte ya había comprado un regalo para Grace. Dentro de la bolsa de regalo se encontraba una camisa negra que en el centro con letras grandes y coloridas se leía: Cheer!

—Siempre tan linda, Aphro. Gracias. —Besa sonoramente mi mejilla—. Disfruta la fiesta, sírvete lo que quieras de la cocina. Hay un montón de bebidas y pizza.

—Gracias.

Me cuelo en la cocina para robar una lata de refresco para refrescar mi garganta. La cocina parecía el lugar perfecto desde donde disfrutar la fiesta. El espacio estaba tranquilo, había bebidas, dulces y pizza, ¿qué más podía pedir para un viernes en la noche? Excepto claro, la presencia de Edgar.

Sé que me ha visto por el alzamiento de sus cejas al encontrar mi mirada. Y no importa si ahora le doy la espalda, para él no es una señal suficiente de: No te acerques.

—Aphrodite, muñeca. —Escucho su voz a mi espalda en ese tono coqueto que usa.

—Ah, hola, Edgar —Saludo desinteresada.

—Sabía que al final aceptarías mi invitación.

—No vine por ti, vine por Erika.

—Estoy segura de que Erika puede cuidarse por sí sola. Pero tú necesitas a alguien que te entretenga. Ven a bailar conmigo. —Extiende su mano la cual espanto. Me encanta bailar, seguir el ritmo de la música con mi cuerpo, pero cuando se trataba de chicos como Edgar ese tipo de invitación debía ser rechazada.

—Estoy segura de que puedo entretenerme a mí misma. —Agarro otra rebanada de pizza y me dirijo devuelta a la sala.

Paso un largo rato conversando con las chicas del equipo, todas están aquí. Me uno a bailar en la pista cada canción conocida hasta que el ambiente se hace tan sofocante que necesito salir a tomar aire puro al patio.

Afuera el suave viento y las estrellas son mis compañeras. El ruido de la música es casi imperceptible hasta que alguien más abre la puerta corrediza de cristal, giro a ver sobre mi hombro para encontrarme a Sébastien. Parece tan sorprendido como yo estoy de verlo.

Déesse, no esperaba verte aquí.

—Planes de último momento. Vine como niñera de Erika.

Da unos pasos más cerca de mí y se sienta a mi lado riéndose entre dientes arreglándose las mangas de su camisa azul marino.

—Eres una pésima niñera, Déesse. Tu prima está bailando sobre la mesa en la sala.

La imagen de la probable vergonzosa escena que debe estar montando mi prima llega a mi cabeza. Erika es de por si una mala bailarina, bajo el alcohol es mucho peor. Pero ella es feliz disfrutando de esa manera y yo no soy nadie para juzgarla. Solo me queda apoyarla.

—Está bien, no soy su niñera. Soy su chofer.

—Ahora tiene sentido.

Sébastien y yo charlamos por alrededor de media hora. Es tan entretenido hablar con él, me siento cómoda a su alrededor ya que él es encantador por naturaleza. Esta charla me recuerda a nuestra gran entrevista en el parque cuando solo lo perseguía para salvar mi secreto. Ahora que soy libre me permitía conocerlo de otra forma.

—¿En serio? ¿Le temes a los gansos? —pregunta como si fuera tonto.

—Las aves son especies malignas en especial, los gansos.

—A ver qué te hicieron.

Tomo una respiración antes de narrar la anécdota que era el trauma de mi infancia y la burla de muchos.

—De visita a la granja de mis abuelos mis primos decidieron jugar a las escondidas, me escondí detrás de una pared cerca del hábitat de las aves. Siento la mirada de algo o alguien en mí, pienso que me han descubierto, pero resulta que es lo un ganso feo y gris mirándome curioso. Intenté echarlo, pero el ganso se sacudió y me gritó justo en la cara para luego perseguirme. —Cubro mi rostro y sacudo mi cabeza recordando esa escena—. Fue de lo peor, y al final me encontraron. Perdí por la estúpida ave.

—No puedo creer que en verdad les tengas miedo.

—¡Son malignas! —insisto.

—¿Quién es maligna?

Sébastien y yo volteamos para encontrar a mi ebria prima de pie, o bueno casi de pie. Su pelo parecía un algodón de azúcar y su ropa estaba vuelta un desastre. La pobre no podía ni sostenerse y la sonrisa en su cara me recordad al gato Cheshire.

—Le contaba a Sébs la historia del ganso.

Una tonta risa sale de la boca de Erika mientras camina hacia nosotros tambaleándose. Me pongo de pie rápido con la intención de ayudarla, pero ella alza su mano para decir que no es necesario.

—Recuerdo esa histo... —De pronto tropieza con un tubo que resulta tener la llave para encender las regadoras del jardín.

Grito al sentir el primer disparo de la regadora más cercana. Hay agua fría saliendo de todas partes. Soy la única que no está riéndose, Sébastien ríe y se moja como un pequeño niño en navidad y por el otro lado Erika hace angelitos con el lodo. Esto debía ser una muy mala broma.

Corro hasta Erika intentando levantarla del suelo, cosa que es imposible ya que no pone de su parte y es demasiada pesada. Sébastien vuelve a entrar en conciencia y se acerca todo empapado para ayudarme con Erika.

—Si me permites.

—Toda tuya. —Suelto los brazos inertes de Erika—. Necesito llevarla a mi auto.

Sébastien levanta a Erika en brazos como todo un caballero sin importarle que la chica está llena de lodo. Mi prima sonríe complacida y amarra sus brazos alrededor de su cuello, por poco creo que va a besarlo. Si Sydney los viera...

—Oh, Sébs, hazme tuya —Suplica Erika a lo que Sébastien y yo respondemos con carcajadas adentrándonos a la casa.

En la fiesta la mayoría está en el suelo acabados y aquellos que aún siguen bailando se detienen a vernos. Hemos creado un charco bajo nuestros pies, y lo peor era que el suelo es alfombrado. Nos dejan el pasillo libre mirándonos con cara de asco. Todo va bien hasta que una figura femenina nos detiene en el camino. Sydney.

—¡Cariño, te he estado buscando! ¿Dónde has estado? ¿Por qué estás mojado? ¿Estás listo para irnos? —pregunta rápido, haciendo difícil entenderla sobre la música.

—Una pregunta a la vez, Syd, una.

—¿Qué pasó? —Sydney se cruza de brazos y me mira entrecerrando sus ojos como si yo tuviera algo que ver con esto.

—Las regadoras del patio nos atacaron

Sydney acepta mi respuesta con mala cara para volver a mirar a Sébastien que parece no seguir soportando el peso de Erika.

—¿Podemos irnos? —pregunta formando un puchero en sus labios.

—Claro, solo déjame llevar a Erika hasta el auto de Aphrodite.

—¿Por qué tienes que ser tú quien lo haga? —cuestiona.

—La real pregunta sería, ¿por qué no yo?

El ambiente se está poniendo denso entre ellos, y no estoy con las fuerzas para presenciar una discusión entre parejas. Y menos de quienes se trataban. Y por la mirada que me dedicaba Sydney debía ponerle fin a esta innecesaria charla.

—Escucha, Sébs, no es necesario que me ayudes. Puedo llevarla.

Sébastien niega su cabeza.

—Sí es necesario, Déesse. —Se inclina levemente para estar a la altura de su novia—. Syd, solo voy a llevarla y en cuanto termine nos iremos, ¿está bien?

—Está bien —masculla.

Caminamos en silencio hasta mi auto donde Sébs deposita a Erika en los asientos trasero con delicadeza, aunque esta no quiera separarse de él.

—Déjalo ir, Erika —pido zarandeando sus brazos.

—Termina con esa insoportable perra de Sydney y huyamos. Juntos podemos ser felices. —dice con pasión clara en su voz cediendo finalmente a mi pedido.

—¿Es siempre así? —pregunta Sébastien cerrando la puerta del auto.

—Está obsesionada contigo —Contesto ocupando el asiento de conductor y encendiendo el auto—. Muchas gracias por la ayuda, espero no causar problemas.

—No hay de qué, Déesse. —Empuja la puerta de conductor para cerrarla y golpea el techo de mi auto—. Maneja con cuidado.

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