Capítulo 11

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Izan.

— ¿Estás bien? —miro a la nada, escogiéndome de hombros. No sabía ya nada de lo que sentía. Ahora ya no.

—No sé qué sentir.

—Ay amigo, si hubiera sabido que esto sucedería. Nunca la hubiese llamado.

—Fue lo mejor. Supongo.

—Ya, y yo tengo arrugas.

— ¿Por qué no mejor te vas con tu chico y me dejas a mí sentirme como si no te importara en absoluto por un momento? —espeto.

—Porque prometí cuidarte, viejo amargado —dice esta vez, dándome el característico golpe en la espalda, para meterse a la casa y de paso, la estancia del pasillo hasta el porche desprendía un olor excito a guiso con especias.

—Dile que si se cansa de ti, estaré yo para él —lo pico a su costa.

—Sshu, es mío —y de eso, me levanto del porche y me encamino a otra parte lejos de esos dos. No quería ver cosas que me dejaría ciego.

Lo que le hace uno el amor.

James se había comunicado con nosotros ese mismo fin de semana en el que mi hija se fue, para enviarnos a través de su avión privado a irnos de Argentina a otro lugar, Miami. Donde ni siquiera ni mierda me sé el idioma pero gracias a su hermano John, la pareja de Marcos, nos la arreglábamos. Siendo la casa muy bonita con un porche y una hermosa vista del océano detrás de la casa. Eso era pedir mucho, aun si estuviera protegido por otro sentía que esta gran vida a lo largo de los años por cobardía me hubiese alegrado que mi familia la mereciera tanto como yo aun si los arrastraba. Y así, sintiéndome de este modo, ¿habría hecho lo correcto?

Después de todo, se nos informó que para suerte de todos, la banda que nos perseguía fue aniquilada en masa por otra banda de narcotraficante, sacándonos a nosotros de la ecuación.

Esa tarde me quedé analizando, repensando en todo y llegué a una conclusión: había desperdiciado la mitad de mi vida siendo un cobarde infeliz sin nada más que su amigo que cada día siempre se preocupó por mi bienestar, hacerme reír en ocasiones y ser un grano en el culo para acompañar mi soledad.

Siempre fue reciproco, a pesar de suceder estos acontecimientos en casi un mes, después de tanta monotonía, aburrimiento y desolados como estábamos, fuimos marionetas.

—Ya ni me reconozco —concluí.


Al día siguiente.

—Vaya que he empezado a enfermar, eh —tapo mi boca con el dorso de mi brazo, ahogando una toz potente.

—Es porque eres y seguirás siendo el idiota de siempre —refunfuña este, tendiéndome en una especie de tapita el horrible medicamento color ámbar.

—Hug, esto es asqueroso —le tiendo la tapita vacía, sacando la lengua con cara de disgusto.

—Ya, ya bebé... Mami y papi te cuidarán bien —dice Marcos.

—Por favor Dios, líbrame de este ser pecador —lo dije por que entró su pareja y Marcos como siempre, se enroscó frente a mis narices para robarle un beso. — ¡Ya, lárguense! ¡Vayan a otro lugar a hacer estas cosas!

— ¡Homofóbico! —grita John, riéndose mientras escapa de un Marcos calenturiento.

Me recuesto en la cama y cierro los ojos. Porque los odiaba por esto. Me tenían como a un niño pequeño.

¡Y tenía 53 años!

Lamentablemente él tenía 40... Y aun así, se reía a mi costa.

¡Ya cobraré algún día mi venganza! Cuando no recaiga nuevamente enfermo y pueda por fin levantarme de esta cama.


—Vamos Izan. Tomemos una cervecita pa' refrescar la garganta.

—Eh, eh que quiero ir a casa junto con mi esposa y mis hijas. Capaz otro día.

—Anda "señor de familia". Solo una; yo pago.

No pude negarle tomar solo una cerveza, el tema fue que a pesar de solo ser una, nos encontramos al jefe ahí, hecho un fiasco en pena, ya sabes, estaba pasando esa etapa de divorcio y toda esa mierda en el que... ¿cómo decirle a una puta arpía que lo único que quería de él, era dejarlo más seco, como un desierto económicamente?, pues eso, que aquella aprovechada, nomás se casó con él por interés. Me daba coraje, el jefe sí que era de armas de tomar, con un corazón humilde. Solo que aquella víbora sí que jugó bien sus cartas, pero bueno, nos tocó acompañarlo puesto que estaba como una cuba. Y en cuanto quise llamar a mi mujer para que no se preocupara por mí, el celular estaba muerto. Entonces había pedido que llamaran a un taxi, en el momento en que llegó, estando afuera, acomodando al jefe en la parte trasera; se escucharon gritos. Veía a las personas salir despavoridos por todas partes, causando un gran alboroto.

Una mujer pelirroja salió con un arma apuntando hacia arriba... 1, 2, 3, 4 disparos al aire, y como si buscara a alguien o algo, sus ojos se posaron en los míos, sentí escalofríos en la piel, lejos de ser solamente el viento fresco del frío.

El grito del taxista me sacó de mi ensoñación, o más bien un disparo, como si hubiera pasado cerca de mi oreja. En mi aturdimiento, le respondí de igual modo al hombre para que nos llevara lejos del lugar, porque el ruido de sirenas y el túmulo de gentío, era ensordecedor. Pero ver muerto con un disparo en la frente al taxista, me paralizó, hasta que siento a mi amigo moverse de detrás del asiento.

— ¡Entra de una puta vez, ya no podemos hacer nada por él!

En el momento en que otro disparo zumbó cerca de nosotros, no me dio tiempo de subir a la parte del conductor, porque era mejor entrar y salir pitando de ahí a que estemos muertos. Cerramos la puerta y la del conductor se abrió dejando paso a un hombre corpulento, dándole pie al acelerador.

Todo había pasado tan rápido. Los tres mantuvimos la cabeza gacha, por el impacto del vidrio roto de atrás. Pues estábamos en un tiroteo y, reconocer al que conducía, me sorprendió a partes iguales, y no era nada más ni nada menos que el hermano mayor de la pareja de Marcos.

¿Pero qué mierda?


Me levanté, y pasé mis manos por la cabeza. Estaba sudado y de cierta forma apesto.

— ¿¡Que pasó!? —miré hacia la puerta en donde Marcos tenía un bate. Y estaba entre semi desnudo y agradecía que tuviera los pantalones puestos.

— ¿¡Pero que rayos haces con mi bate!? —me iba a dar un infarto, porque ese bate estaba firmado por uno de los grandes jugadores de... me iba a levantar para arrebatárselo cuando un John casi desnudo con las sabanas en su... cosa.

¿Porque me tiene que pasar esto a mí?

— ¡Fuera! No me ha pasado nada... —los miro mal a los dos.

John se va... pero Marcos se mantiene ahí parado y él sabe por experiencia qué fue lo que en verdad pasó. — ¿Otra vez?

—Sí —y con esa escueta respuesta me tapo con las sabanas hasta mi barbilla. Y por ende, me vuelvo a dormir.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro