Capítulo 3

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Izan

Se levantó de la butaca como si tuviera un cohete en el trasero y me miró como si me hubieran crecido dos cabezas. Y ahí estaba esa mirada que abarcaba desconcierto, miedo, dolor y anhelo.

—No tienes por qué verlo si no quieres. Puedo apañármelas —el ríe irónico porque sabe tanto como yo, que eso no es cierto, bueno en cierta parte. Cuando me crucé de brazos con el rostro muy serio. Paró de reír. — ¿Listo?

— ¿Yo? Siempre. Y ¿vos?


*****


Era muy temprano, aun así nos quedamos en la sala cada uno inmerso en sus pensamientos, después de todo me sentía vacío no hablar de esas charlas raras como todas las mañanas que hacíamos, cuando coincidíamos en la parte trasera de la casa. Así que no vi conveniente su siguiente pregunta.

— ¿Dormiste?

—Un poco. ¿Y vos?

—Algo —ambos nos quedamos en silencio.

—Debiste buscar y no rendirte.

Hago una mueca aunque las comisuras de mis labios subieron para arriba levemente, formando una sonrisa algo torcida a mi parecer. —Era como buscar una aguja en un pajar, amigo mío.

No más de media hora después decidí salir de la sala porque mi trasero ya me estaba doliendo.

Observé la heladera y pegada en ella, el número del ser que por su culpa tuve que dejar todo atrás. Respiré profundo y caminé hacia el papel, arrancándolo de donde estaba, tendría que dejar el suspenso para evitar contratiempos aun siendo yo el causante de mi tardanza.

A los tres timbres, la voz grave, demandante y con hastío se escuchó tras el teléfono inalámbrico colocado en una de las columnas de la cocina.

— ¿Pollo asado o a la Francia?

—A la Francia. —fue lo único que dije para colgar después. Sí lo sé, para qué llamar, decir eso y luego colgar. Simple: código de supervivencia.

Me quedé ahí, contemplando al teléfono pero a la vez a la nada, a la larga sabía muy en mi interior que Marcos andaría comiéndose las uñas por los nervios. Se preguntaran por qué; la verdad es que él mantuvo una relación con el hermano pequeño de este hombre que, ciertamente vendrá en la madrugada, lo aborrece como la estirpe.

— ¿Ya lo llamaste? —ruedo los ojos porque ni media hora había pasado de la charla. Es decir, ¿preguntarías por alguien a quien no te agrada?, yo no. Es más me daría igual, sería darle demasiada importancia.

—Sí, vendrá dentro de 8 horas supongo. Quién sabe dónde estará ubicado este hombre con su trabajo. —decía todo esto, buscando un maldito vaso para tomar agua sentía la garganta y labios secos.

— ¿Escuchaste eso?

— ¿Qué cosa? —el chorro de la canilla suena contra el vidrio del vaso. Hasta que cierro nuevamente para que no caiga agua, y lleve el vaso a mi boca. El ruido estruendoso de vidrios y pasos fuertes nos alarma.

— ¡Puta madre, el pendejo! —dice un Marcos alterado, sin gritar aquello aunque sí algo exaltado.

—Cálmate pelotudo, no grites concha tu madre —lo reprendo. Si bien yo también me puse nervioso, y él lo nota porque casi nunca le decía malas palabras; solo las utilizo cuando me enojo o cuando me ponen nervioso o... en estos casos.

Dejé de pensar idioteces y actué, le hice señas de que se quedara en la cocina, mientras yo iba arriba con una pistola que saqué de detrás de la heladera, había un escondite, tipo una caja fuerte pero el nuestro era más sencillo. Lo puse detrás de mi espalda, dentro de los pantalones dejando el pico dentro, ocultándolo con la camisa blanca y el suéter que me saqué ya que estorbaría, ya saben, como en las películas mientras Marcos me extendía una bandeja con un vaso de leche.

Cuando anduve con pasos cautelosos subiendo la escalera, escuché unos murmullos, cuando llamé a la puerta los movimientos bruscos y pisadas me dijeron que el teatrito de "aquí no está pasando nada", no bastaría de convencer a nadie después del tremendo ruido, y me pregunto si fue mal intencionado para que sepamos que había alguien quien se infiltró en la casa.

Entré como si nada a la habitación; mi grata sorpresa fue encontrar al niño como lo dejé y me apresuré a caminar derecho donde estaba una mesa de estudio, ya que la cama estaba a mi izquierda. Bastó dejar la bandeja y escuchar el crujido a mis espaldas de la madera, puse el vaso en la mesa y tomé la bandeja con todas mis fuerzas, para estamparla en un rostro masculino y corpulento. Su mirada fue tan... terrorífica que me ensalcé otra vez, golpeando su rostro hasta que él me toma de un brazo y me la retuerce. Grito del dolor.

—No debiste meterte, viejo estúpido —el grito de guerra de Marcos no sé si me hizo reír, porque agradecí que me soltara para quitar la pistola y apuntársela en la cabeza y disparar. Ya nada me importaba en decirle: "quieto o mueres" los efectos sorpresa a mi edad no es recomendado.

— ¡Cuidado! —fue la voz chillona del niño quien me advirtió de ser blanco fácil. Todos, hasta Marcos nos tiramos al suelo. Estaban disparando con ametralladoras la casa, o lo que fuese que se disparara balas a cada segundo y me alarmé, en cualquier momento podrían venir a verificar si estábamos muertos o no.

Hasta que las balas cesaron, los tres hasta el cuerpo inerte nos quedamos en el suelo. ¿Qué pasará ahora?

—Marcos, toma al niño. Hay que refugiarnos

— ¿Izan, Marcos? —logré escuchar, al sentir en uno de mis hombros un líquido espeso y ver borroso, ¿quién diablos me llamaba en una situación así?






Capítulo dedicado a:
saritasolano24
Fer_Almendaris
ε♥з


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