Capítulo 14. Inexpertos

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Inosuke había sentido ningún tipo de cercanía hacia sus compañeros de clase. Desde que había entrado al instituto, todas aquellas personas que compartían asignaturas con él, a quienes veía cada día sin excepción, le habían resultado tan ajenas a él que ni siquiera se había preocupado por recordar sus rostros o sus nombres. Nada tenían que ver con él. No existía entre ellos ningún tipo de relación, más allá de la que él establecía para burlarse de ellos cuando le apetecía. Jamás se había interesado por ellos, por quiénes eran, por pararse a conocerlos.

Por eso, el día que debía exponer junto a Zenitsu y Tanjiro el proyecto en el que habían estado trabajando los últimos meses, no entendía a qué se debían sus nervios. Minutos antes de que le tocara salir a hablar frente a toda la clase, su mente quedó en blanco y empezó a sudar. El solo pensar en plantarse delante de todo el mundo, sin un papel en el que apoyarse para recordar lo que debía decir, con todos los ojos clavados en él, juzgándolo, lo dejaba sin aire.

Nunca le había ocurrido. Otras veces había hablado en voz alta en clase, para responderle de mala manera a algún profesor o alumno, y nunca se había sentido tan inquieto. De pronto era como si se acabara de dar cuenta de que, efectivamente, eran otras personas las que conformaban su clase. Personas con capacidad de pensar y sentir. Y aunque a Inosuke nunca le había importado la opinión que otros tenían sobre él, esta vez era distinto.

Tal vez, en parte, porque sabía que si lo arruinaba no sería el único perjudicado. Sus amigos confiaban en él. Tanjiro confiaba en él. Y, si fallaba, también los dejaría en evidencia a ellos.

Eso era lo que lo preocupaba.

—Lo harás bien —le susurró Tanjiro, cuando Tomioka les pidió que empezaran. Inosuke se estremeció cuando el pelirrojo le apretó la mano debajo del pupitre, antes de levantarse—. Hazlo tal y como hemos ensayado.

Zenitsu y él lo siguieron y se colocaron delante de la pizarra. Tanjiro escribió con tiza el tema que abordarían, presentó a sus amigos y su proyecto y comenzó a hablar.

Enseguida, los nervios abandonaron a Inosuke, pues quedó ocupado en admirar a Tanjiro mientras exponía. Lo hacía con una confianza impresionante, como si fuera lo más normal del mundo. Gesticulaba con elegancia y soltura, sin exagerar, sin borrar una tranquila sonrisa de su bonita cara. A veces se desplazaba un poco hacia delante para dirigirse a sus compañeros con más cercanía; a veces incluso los hacía reír con comentarios ingeniosos. Era como si hubiera nacido para hacer aquello, como si estuviera en su salsa. Inosuke no podía apartar los ojos de él.

Estaba muy guapo, como siempre. Inosuke siempre pensaba que era la persona que mejor vestía el uniforme escolar, que se ajustaba perfectamente a su cuerpo, sin arrugarse nada. A veces podía distinguir bajo sus mangas sus músculos, y recordaba aquella ocasión en los vestuarios en la que lo había visto sin camiseta. Se ruborizaba un poco entonces y tenía que apartar la mirada para centrarse. Pero le era complicado no pensar en lo atractivo que era, mientras lo tenía ahí delante, con la luz que entraba por las ventanas bañándole el rostro, hablando con la mayor de las naturalidades. Sus pendientes moviéndose a ambos lados de su cara, su pelo rojo bien peinado hacia atrás, sus maravillosas manos moviéndose en perfecta sintonía con su discurso. No sabía por qué, pero a Inosuke esa visión le pareció irresistible. Tuvo ganas de ir hacia él, callarlo y llevárselo a otro lugar, para él solo. El resto de la clase no merecía ese espectáculo tanto como él.

—... pero eso es algo que os explicará mi compañero Agatsuma —lo oyó decir, entonces.

Tanjiro se inclinó hacia la clase y se acercó otra vez a Inosuke. Zenitsu asintió, tragó saliva y dio unos pasos adelante.

—Soy Zenitsu Agatsuma —se presentó, antes de empezar a hablar.

—¿Qué tal he estado? —le susurró Tanjiro a Inosuke, sin mirarlo.

Inosuke se encogió de hombros y soltó un gruñido, pero no dijo nada más, ruborizado hasta las orejas. Tanjiro ensanchó su sonrisa, sin insistir.

Por fin le llegó a Inosuke el turno, y entonces los nervios regresaron. No se había fijado en Zenitsu, pero imaginaba que le habría ido bien. Y, desde luego, Tanjiro había estado increíble. ¿Cómo podría siquiera igualarse a él? Ahora comprendía que gran parte de su agitación se debía a que el mismo Tanjiro estaría mirándolo; y temía decepcionarlo.

Se adelantó con un poco de indecisión, y antes de presentarse recorrió los rostros de sus compañeros con los ojos: estaban expectantes. Algunos no prestaban real atención y miraban por la ventana con aburrimiento; pero la mayoría lo miraba con ojos grandes, curiosos. Seguro que más de uno se moría de ganas de verlo fracasar, después de todos los problemas que les había dado. Se frotó los brazos, se mordió los labios, le empezaron a temblar las rodillas.

En ese momento, vio a Aoi entre la multitud. Le sonreía, mostrando los dientes. Y, entonces, sin hacer ningún sonido, sólo con el movimiento de sus labios, dijo:

—Tú puedes.

Inosuke cogió aire. De haberse tratado de cualquier otra persona, se habría mosqueado, pues habría pensado que intentaba burlarse de él. Pero Aoi le caía bien. Desde la noche del baile, a veces se acercaba a hablar con él en clase, con toda la confianza del mundo, y nunca tenía miedo de reprimirle si hacía alguna payasada.

Además, gracias a ella había podido bailar con Tanjiro.

Le dio las gracias con un gesto de cabeza, corrigió su postura y empezó a hablar.

···

—Has estado increíble —le dijo Tanjiro a la hora de descanso.

Inosuke se rascó una mejilla, avergonzado. Sabía que no lo decía por decir; los ojos le brillaban, del mismo modo que durante la exposición de Inosuke (de vez en cuando se había vuelto a él para verle la cara, y le había sorprendido encontrarlo hipnotizado, sin apartar la mirada de él). Sacó de su mochila el almuerzo que le había preparado su madre y empezó a comer.

—¿Por qué siempre tenemos que compartir contigo y tú nunca nos das nada? —preguntó Zenitsu, mientras le tendía a Tanjiro un poco de su ensalada de arroz.

—Es tempura —respondió Inosuke, con la boca llena—. Yo no comparto la tempura.

Tanjiro rio y les ofreció un par de palillos para que cogieran lo que quisieran de su fiambrera. Inosuke, sintiéndose algo mal, dejó un poco de su comida dentro de la fiambrera de Tanjiro, para que pudieran coger. A este último lo sacudió una ola de ternura ante el gesto.

—¿Verdad que lo ha hecho genial, Zenitsu? —insistió, incapaz de apartar los ojos de Inosuke.

—Bueno, tú has estado mucho mejor. Si tenemos tan buena nota es gracias a ti.

—¡Los dos lo habéis hecho de maravilla! No parecíais nada nerviosos. Yo estaba al borde de un infarto.

Inosuke lo miró con incredulidad. Si realmente había estado nervioso, no se le había notado nada. Iba a decírselo cuando Tanjiro le agarró una mano con las suyas, sobresaltándolo.

—Te dije que te saldría bien —dijo, con infinito cariño. Su mirada se suavizaba siempre que se dirigía a él, y a Inosuke eso lo derretía—. Confiaba en ti.

Zenitsu puso los ojos en blanco y se metió un poco de arroz en la boca. Las últimas semanas habían sido así: Tanjiro e Inosuke a veces se perdían el uno en el otro y podían pasar largos minutos mirándose en silencio, mientras él se quedaba aparte, teniendo que aguantarlos. No le habría importado si tal vez alguno hubiera dado un paso más; pero nunca se acercaban lo suficiente, nunca terminaban por acabar con la tensión que los atraía con desesperación. Podía oír las ganas que tenían de terminar con la distancia entre ellos, y lo frustraba enormemente ser testigo de cómo ninguno hacía nada por remediarlo.

Una vez más, se veía en la obligación de hacer algo al respecto.

—Entonces —dijo, con tono de indiferencia—, ¿ahora estáis juntos?

Los dos se giraron a mirarlo a la vez, con las cejas alzadas. Se ruborizaron al instante y se soltaron las manos a toda velocidad, de pronto incómodos. A Zenitsu se le escapó media sonrisa.

—Ya veo —dijo. Acto seguido, dejó su fiambrera en el muro y se cruzó de brazos—. Sois insufribles. Lleváis así desde el condenado baile. Más os vale aclararos, porque me estoy cansando de ver cómo os morís de ganas de comeros la boca.

—¡Zenitsu! —exclamó un alterado Tanjiro, con la cara tan roja como su cicatriz.

Inosuke no formuló palabra. Se quedó quieto, tan sonrojado como su amigo o más, entrelazando y moviendo los dedos con nerviosismo sobre su regazo.

—¿Qué? Sólo digo verdades.

—Pero... eso es cosa nuestra...

—Ya, claro. Por desgracia a mí me tenéis siempre de sujetavelas, así que algo de opinión puedo tener al respecto. Soy tan parte de esta relación como vosotros.

Tanjiro juntó las cejas.

—Bueno, no creo que eso funcione así.

Zenitsu se bajó del muro de un salto y se dirigió a Inosuke.

—¿Tú qué, jabalí? No me digas que no has pensado también en esto.

Inosuke apretó la barbilla contra el pecho y se encogió de hombros. A Tanjiro le costó tragar saliva.

—Yo qué sé —fue su única respuesta.

Zenitsu suspiró y sacudió la cabeza, como un padre impaciente que espera a que su hijo confiese algo que en realidad ya sabe. Le dio unas palmadas en el hombro a Inosuke y recogió su fiambrera.

—Tal vez debería dejaros a solas para que lo discutáis —dijo.

A Inosuke lo invadió el pánico al escuchar esto. Movido por la desesperación, se levantó y agarró a Zenitsu de un brazo. Tanjiro lo observó con las cejas arqueadas, tan nervioso como él.

—No hace falta —dijo, en voz demasiado alta—. En otro momento.

Miró por el rabillo del ojo a Tanjiro, y le pareció percibir en él cierta desilusión, unida a un deje de alivio. Tragó en seco y apretó más los dedos en torno al brazo de Zenitsu, arrancándole una queja.

—¡Eh! Vale, vale, bruto... —Inosuke lo soltó, y Zenitsu se frotó la zona magullada—. Pero por todos los dioses, os lo suplico.

—Sí, sí...

Inosuke volvió a sentarse al lado de Tanjiro, sólo que un poco más alejado de él. Notaba lo nervioso que se había puesto incluso sin mirarlo. Intentó calmarse a sí mismo cogiendo aire, pero no volvió a probar bocado en el resto del descanso.

Por suerte, Zenitsu sacó otro tema de conversación, y al rato la tensión se empezó a disipar, aunque tanto Inosuke como Tanjiro no podían evitar sentirse un poco incómodos aún. Ninguno lo quería admitir, pero Zenitsu no había dicho nada que no fuera cierto.

Especialmente Tanjiro no podía evitar estar totalmente de acuerdo con él. No había querido presionar nada sobre Inosuke, pero ciertamente se moría de ganas de dar un paso más en su relación. Después de aquella mañana de domingo en la que se habían hartado de besarse el uno al otro las mejillas y la frente, nada parecido había vuelto a ocurrir. No es que a Tanjiro no le encantara rozarle las manos y acariciarle las mejillas y el pelo siempre que tuviera oportunidad; pero le hubiera gustado poder volver a besarlo, y no sólo en las mejillas. Y pedirle salir, y recibir un sí por respuesta. Pero sentía que tal vez eso sería ir muy rápido, teniendo en cuenta cuánto le había costado al chico abrirse a él una primera vez. Y temía asustarlo.

Por eso, no le dijo nada cuando se acabó el descanso y Zenitsu se adelantó un poco para darles espacio. Ni durante las clases o en los cambios de hora. Hablaron con normalidad, como siempre, dedicándose tímidas pero tiernas miradas, tocándose siempre que tenían oportunidad, pero sin volver a sacar el tema que había surgido en el recreo. Tampoco le dijo nada cuando, al finalizar la última clase, se despidieron de Zenitsu y echaron a andar en la misma dirección (Inosuke se había empeñado en acompañarlo a casa todas las tardes, a pesar de que él vivía en dirección contraria), muy juntos, pero sin rozarse.

—Aoi te dio ánimos hoy, ¿verdad? —dijo Tanjiro, intentando romper el ambiente tenso que los rodeaba de nuevo—. La vi desde su pupitre.

Inosuke asintió, recordando el modo en que la chica lo había desembarazado de sus nervios. No le había dado las gracias en persona después, y pensó que al día siguiente se acercaría a molestarla un poco.

—Por cierto —dijo Inosuke, de pronto dándose cuenta de algo—, ¿qué ha sido de la chica mariposa? Canoa, se llamaba, ¿no?

Tanjiro parpadeó varias veces, y entonces echó a reír.

—¿Kanao? Buena pregunta... —Se frotó la barbilla con el pulgar, pensativo—. Lo cierto es que apenas hemos vuelto a hablar. La última vez que me acerqué a preguntarle qué tal estaba, pareció sentirse incómoda. Espero no haberla hecho sentir mal sin querer.

Inosuke imaginó que sí, que debía de haberlo hecho inconscientemente. La joven había estado muy enamorada de él, y al no recibir el mismo tipo de atención por su parte debía de haberse sentido desolada. Una extraña satisfacción le llenó el pecho al pensar en ello.

—Mañana le preguntaré —decidió Tanjiro.

—Vale.

—Me caen muy bien. Aoi y ella.

—Son unas pesadas.

—Sé que a ti también te gustan.

—Bah.

Tanjiro extendió un poco los dedos, a punto de entrelazarlos con los de Inosuke. Pero se contuvo en el último momento. No debía forzarlo. No debía forzarlo. No debía...

Y, sin embargo, sentía que debía hacerlo. Al menos un poco. Tal vez era el momento de hablar las cosas, como había dicho Zenitsu. Por mucho miedo que le diera incomodarlo...

"Estoy segura de que no será así. Está claro que le gustas mucho."

Recordó las palabras de Nezuko, tiempo atrás, animándolo a no temer la reacción de Inosuke. Inhaló por la nariz, tratando de calmarse. Debía confiar en su hermana; y, más aún, en Inosuke. Se armó de valor.

—Espero que no te haya molestado mucho lo que dijo Zenitsu —comentó, por fin.

Inosuke se sorprendió notablemente al escucharlo. No había creído que aquel tema fuera a resurgir tan pronto, y lo había pillado desprevenido. De pronto, se empezó a sentir asustado y nervioso.

—No. Da igual —dijo, intentando restarle importancia, con la esperanza de que Tanjiro lo dejara ahí.

—¿De verdad? —insistió, sin embargo, Tanjiro—. Te noté incómodo.

—De verdad. Me da igual todo lo que ese idiota tenga que decir de nosotros.

A Tanjiro se le aceleró el pulso al escuchar ese "nosotros". No tenía por qué significar nada, pero de algún modo lo ilusionó pensar que, para Inosuke, existía un "nosotros". Se acercó un poco más a él, y sus brazos se rozaron.

—¿Y qué piensas sobre lo que dijo? —preguntó, ya incapaz de dar marcha atrás.

—¿Cómo? —Inosuke aligeró un poco el paso. No quería que Tanjiro se diera cuenta de lo nervioso que estaba, pero tampoco quería que aquella conversación siguiera adelante. Por supuesto que tenía una opinión sobre todo lo que Zenitsu había soltado por aquella bocaza suya; pero le daba miedo que la de Tanjiro fuera opuesta a ella—. No sé. Nada.

—¿En serio? Es imposible que no pienses nada.

—Pienso que Monitsu debería meterse en sus asuntos de vez en cuando.

—Sí, pero, ¿qué piensas sobre todo lo que nos ha dicho?

—¿Y qué piensas tú?

—¿Yo...?

Se hizo el silencio entre ambos. Sus manos estaban tan cerca que de vez en cuando sus nudillos se tocaban, y a Tanjiro lo alivió ver que Inosuke no hacía el intento de separarse de él. Aún tenía la esperanza de que pudiera abrirse con él.

—Creo que no se equivoca. Deberíamos hablar.

Inosuke lo miró de reojo. La luz rosada del atardecer disimulaba un poco el rubor que le teñía las mejillas, pero aun así no le costó distinguir la vergüenza en su expresión.

Incluso nervioso le parecía extremadamente guapo.

—Vale —aceptó, aunque a regañadientes—. Hablemos.

Tanjiro levantó un poco los dedos y le acarició el dorso de la mano a Inosuke, pensativo. Él fingió no darse cuenta, aunque no pudo contener un escalofrío. Tanjiro, tras reflexionar unos momentos, volvió a hablar:

—¿Qué es lo que quieres?

"No tienes por qué saber qué debes hacer. Pero si sabes lo que quieres hacer, deberías empezar por contárselo a él."

Las palabras de su madre resonaron en la memoria de Inosuke. ¿Qué quería? Lo cierto es que no se había parado a pensarlo detenidamente, aunque no le costó encontrar una respuesta.

—¿Qué quieres tú? —preguntó, sin embargo, temeroso de no compartir opinión con Tanjiro.

Tanjiro, por fin, le cogió la mano. Sin decirse nada, entrelazaron los dedos, lentamente, y siguieron caminando sin soltarse. Inosuke creía que el corazón se le saldría por la boca. Estaba acostumbrado a ese tipo de contacto físico con el chico, pero de un modo más privado. Siempre se acariciaban un poco a escondidas, rápidamente, en sitios donde nadie los viera. Aquello era un gesto más público, más serio. Era algo que sólo hacían las parejas de verdad.

Sin embargo, no se sintió avergonzado, ni observado por la gente que pasaba a su lado. La enorme corriente de felicidad que lo recorrió lo dejó sin palabras un instante, aunque intentó que no se le notara. Esperó a que Tanjiro volviera a hablar, seguro de que, si no lo hacía pronto, no podría resistir más la tentación y se lanzaría contra él.

—Te quiero a ti.

Inosuke paró de andar y lo miró, los ojos muy abierto. Tanjiro sonreía con nerviosismo, con dificultad para mantener el contacto visual, pero sin romperlo. Apretó más su mano y se colocó frente a él.

—No quiero que te sientas presionado a nada, Inosuke —dijo, con voz suave—. Pero debes saber que quiero estar contigo. Ya sabes. Como... —Le costaba un poco siquiera formular aquella nueva palabra. Se sentía incluso algo tonto al querer decirla, pues pensaba que a Inosuke le haría reír. Pero lo hizo—. Como novios.

Inosuke, sin embargo, no se rio. Mantuvo la mirada, muy serio, con los labios tan apretados que se habían convertido en una línea fina bajo su nariz. Tanjiro esperó a que dijera algo, más nervioso que en toda su vida.

Entonces, movido por un impulso, Inosuke tiró de él y echó a andar rápidamente. Tanjiro, al principio sorprendido, se dejó llevar, preguntándose qué se le habría pasado por la cabeza al chico ahora. Tras caminar un rato, Inosuke lo guio a la parte trasera de una tienda, una zona estrecha pero vacía, sin ojos curiosos que los molestaran ni posibles interrupciones.

Ahí, Inosuke empujó suavemente a Tanjiro contra el muro de ladrillo que rodeaba el local, y apoyó las manos a ambos lados de su cabeza. Tanjiro lo miraba con los ojos y la boca abiertos en sorpresa, y con las orejas rojas. Ese era el modo en que solía acorralar a los chavales con los que a veces se metía; pero Tanjiro no sintió ningún tipo de miedo al verse ahí, atrapado, con la cara de Inosuke tan cerca de la suya que podía sentir su aliento.

La figura de Inosuke se recortaba sobre el cielo naranja y rosa, y Tanjiro quedó hechizado ante su imagen. Sus ojos brillaban, sus labios temblaban y su pecho se movía de arriba abajo con agitación. Podía oler el nerviosismo, unido al ansia, emanar de él.

Permanecieron en esa posición durante un par de minutos, sin hablarse. De vez en cuando, los ojos de Inosuke bajaban rápidamente hasta la boca de Tanjiro, y a este se le paraba el corazón. Le estaba costando horrores contenerse y no besarlo; pero aún estaba esperando una respuesta, y hasta entonces no pensaba actuar.

—Oye... entonces... —empezó a murmurar, con la boca seca.

—Yo también te quiero a ti —lo cortó Inosuke, hablando muy deprisa. Al decir esto por fin, llenó sus pulmones de aire y se acercó más—. También quiero...

Esta vez, fue Tanjiro quien miró sus labios, a medida que se acercaban más a él. Tragó saliva y levantó las manos, llevándolas a los hombros del chico, rodeándole el cuello.

—Quiero que...

Inosuke cerró los ojos, y Tanjiro lo imitó, dejando escapar un suspiro.

—Yo también.

La distancia que los separaba desapareció entonces, y se besaron. Inosuke rodeó el cuerpo de Tanjiro con los brazos, asegurándose de que no se alejaba de él. Tanjiro, que no tenía ninguna intención parecida, lo apretó más contra sí y sonrió contra sus labios.

Fue un beso inexperto, torpe y corto. Ninguno de los dos había besado a nadie antes, y no sabían muy bien cómo proceder. Tanjiro fue quien lo guio un poco, dulcemente, sin presionar con demasiada fuerza. Cuando sus labios se separaron, se quedaron abrazados, mirándose a los ojos. Entre ellos se había instalado un nervioso silencio; tan sólo podían escuchar sus rápidas respiraciones, mezcladas, el latido de sus corazones, el roce de sus cuerpos.

Entonces, Inosuke volvió a empujarlo contra la pared, lo miró con ansiedad y se lanzó a besarlo de nuevo, esta vez de una manera más agresiva, casi hambrienta. A Tanjiro lo sorprendió gratamente este comportamiento, y no se quejó ni siquiera cuando le clavó sin querer los dientes en el labio. Se deshizo en el beso, se dejó llevar por Inosuke, hundiendo los dedos en su pelo. Ambos parecían saber mejor lo que hacían, pero seguía siendo un beso un poco burdo, inexperto, en el que se tenían que separar demasiado a menudo para tomar aire. Pero enseguida volvían a unirse, e Inosuke incluso posó sus manos sobre la cara de Tanjiro, para atraerlo más hacia sí. Tanjiro rio hacia sus adentros ante este dulce gesto, nada concordante con sus violentas formas. Se hundió más en su abrazo. No le importaba su inexperiencia, ni que ninguno de los dos supiera exactamente qué hacer, ni que de vez en cuando perdieran el equilibrio y tuvieran que apoyarse el uno en el otro.

Para ambos, aquel momento fue perfecto.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro