Capítulo 7. Sonidos

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Aquella mañana de lunes, Inosuke despertó lleno de energía. Había dormido de maravilla, cayendo rendido nada más apoyar la cabeza en la almohada, y cuando los rayos del sol a través de la persiana rota de su habitación lo despertaron antes que su alarma, se sintió más animado que nunca.

Se puso el uniforme con especial conciencia, intentando ajustarse bien el nudo de la corbata, e incluso se peinó un poco. Desayunó algo rápido, se despidió de su madre en voz alta y salió a la calle. El sol brillaba con fuerza y el aire era limpio y puro. Inosuke inhaló profundamente y cerró los ojos para sentir la luz de la mañana en todo el rostro. Acto seguido, se colocó bien la mochila a los hombros y emprendió el camino hacia el instituto.

Ni él sabía qué mosca le había picado. Normalmente, madrugar para ir a clase le parecía la cosa más absurda del mundo. Sólo lo hacía para demostrarle al mundo lo increíble que era por no levantarse tarde ni un día. Pero ese lunes concreto lo había hecho con cierta ilusión.

Llegó tan pronto que en el aula no había más que unas cinco personas, entre ellas Tanjiro y Zenitsu. Al verlos, Inosuke infló el pecho y la sonrisa y se aproximó a ellos con decisión.

—¡¡Buenos días!! —exclamó, llamando la atención de todo el mundo.

Tanjiro y Zenitsu, que hasta ese momento habían estado enfrascados en una intensa conversación, se giraron hacia él a la vez. Tanjiro, cómo no, sonreía con dulzura.

—Buenos días, Inosuke.

Zenitsu se levantó con el ceño fruncido.

—¡¡¡Buenos días!!! —le gritó, tan cerca que Inosuke pudo oler lo que había desayunado.

Inosuke entornó los ojos y su sonrisa tembló. Apoyó las manos en el pupitre de Zenitsu, para quedar cara a cara, y cogió aire.

—¡¡¡BUENOS DÍAS, MONITSU!!!

El resto de la clase no sabía si sentir miedo o reírse ante aquella peculiar pelea. Tanjiro intentó parar los gritos con suaves movimientos de manos, pero fue imposible. Inosuke y Zenitsu acabaron chillándose el uno al otro cosas inentendibles, a la vez. Zenitsu parecía aterrorizado, pero no tenía intención de parar. Ahora que sabía todo lo que había pasado entre Tanjiro e Inosuke, no le preocupaba en absoluto que aquella bestia pudiera dañarlo.

Craso error.

Inosuke, súbitamente movido por un feroz impulso, gritó y se lanzó contra Zenitsu, saltando el pupitre y estampándole la cabeza en el pecho. Zenitsu aulló de miedo y dolor y ambos cayeron al suelo. Inosuke, que había caído sobre él, empezó a tirarle del pelo y a llamarle mariquita. Tanjiro acudió rápido en su ayuda.

Estaba muerto de risa.

Cuando Tomioka entró a la clase, el revuelo ya había sido disuelto. Zenitsu se frotaba el pecho con los ojos llorosos e Inosuke miraba al frente de brazos cruzados, pero ya nadie gritaba. Tanjiro estaba radiante entre ellos.

—Sabía que se llevarían bien al final —se dijo.

···

Como siempre, el primero en salir de la clase cuando el timbre que marcaba el comienzo del descanso sonó fue Inosuke. Agarró la mochila y salió a toda velocidad, retando a algún compañero por el camino y partiéndose de risa ante sus miradas asustadas.

—Aún no entiendo nada —dijo Zenitsu, siguiéndolo con la mirada.

—¿A qué te refieres? —Tanjiro guardaba los libros en la cartera con cuidado de no doblarles las hojas.

—A que de repente nos llevemos bien con esa bestia —dijo, meneando la cabeza—. Ni siquiera se disculpó por habernos tratado tan mal.

A Tanjiro le brillaban los ojos. Se colgó la cartera al hombro y le hizo un gesto a Zenitsu para que fuera él delante. Salieron de la clase los últimos.

—De algún modo, sí que lo hizo —respondió—. Tengo la impresión de que es el único motivo por el que el otro día apareció en casa. Para pedir perdón.

Zenitsu se encogió de hombros. No le convencía nada de lo que Tanjiro le había explicado hasta ese momento. Y aún le dolía el pecho por culpa del cabezazo de Inosuke. Pero decidió que se dejaría llevar por aquellos dos locos, en vez de torturarse a sí mismo dándole más vueltas a la extraña relación que se había creado entre ellos.

—Ven, vamos a otro sitio —dijo Tanjiro cuando salieron al patio y vio a Zenitsu dirigirse al lugar dónde solían sentarse a hablar.

—¿Otro sitio...? —Entonces, Zenitsu se dio cuenta de hacia dónde empezaba a caminar Tanjiro, y rápidamente lo agarró y tiró de él hacia atrás. Por supuesto, Tanjiro era mucho más fuerte—. Oh no. No, no, no. Me niego. ¡Tanjirooo! ¡No me hagas esto, te lo ruego! ¡Nos matará! ¡Nos aplastará la cabeza! ¡¡Taaaanjirooooo!!

—No me gusta que esté solo. Seguro que agradece un poco de compañía.

—Seguro que NO.

—¡Vamos, Zenitsu, así podréis conoceros mejor!

A pesar de todos los llantos, súplicas y esfuerzos por arrastrar a Tanjiro consigo, Zenitsu fue incapaz de hacerlo retroceder. Pensó en abandonarlo a su suerte, pero entonces pensó en que, si Tanjiro moría ahí, se sentiría culpable el resto de sus días. Así que se limitó a lloriquear mientras lo seguía, escondido tras él, rendido.

Rodearon el edificio y se adentraron en la zona más vacía de todo el patio, tan abandonada que en su suelo crecían hierbas gruesas y oscuras que se enredaban en los troncos de los árboles que rodeaban el lugar. En un muro medio derruido, que no protegía nada y que sólo medía un par de metros de altura y apenas unos cinco de largo, descansaba Inosuke, con la cabeza apoyada en la mochila y las piernas cruzadas. Desde allí aún no podía ver a Tanjiro y a Zenitsu. Zenitsu aguzó el oído; respiraba con calma, como si estuviera dormido.

El sonido de Inosuke siempre había confundido a Zenitsu. Era grave, energético, pero irregular. A veces un poco violento, aunque últimamente no solía percibir ese aspecto en él. Se parecía al sonido que haría un animal salvaje. Pero uno no necesariamente feroz. Más bien, una criatura libre, solitaria, que prefería ignorar al resto. Y, en ocasiones, detectaba un aumento considerable en la velocidad de sus pulsaciones. Como si algo lo pusiera nervioso, pero no en un mal sentido. Zenitsu nunca sabía qué pensar exactamente de él, pues su sonido no tenía nada que ver con otro que hubiera oído antes.

Sólo podía sacar una cosa en claro, aunque le diera mucha rabia admitirlo: no era el sonido de una mala persona. Sólo el de alguien un poco molesto y estúpido. Pero no malvado. Ni siquiera un poco cruel. Inosuke sonaba como una persona buena pero asustada de mostrarlo.

Igualmente, eso no hacía que a Zenitsu le diera menos miedo. Por mucho que no fuera malo, se empeñaba en demostrar lo contrario. Y eso era suficiente motivo para temerlo.

Zenitsu se ocultó más tras Tanjiro. Este fue hacia Inosuke con paso rápido, emocionado, y lo llamó:

—¡Inosuke!

Inosuke se levantó rápidamente y se volvió hacia ellos. Tenía cara de muy pocos amigos. Fruncía el ceño y mostraba los dientes, tal vez listo para atacar. Pero al darse cuenta de que eran esos dos, su expresión se suavizó un poco. Aunque no mucho, seguía sin hacerle gracia que perturbaran su descanso e irrumpieran en su zona privada. Zenitsu prestó atención: de nuevo aquellas pulsaciones aceleradas.

—¿Qué cojones hacéis aquí, Gompachiro?

—Habíamos pensando en pasar el descanso contigo, si te parece bien.

A Inosuke se le hinchó una vena en la frente, y Zenitsu ahogó un grito de terror.

—Ha sido su idea. Yo no tengo nada que ver. Yo le dije que no era buena idea molestarte —se explicó a toda velocidad—. Perdónanos la vida. Ya nos vamos, de verdad, ya nos vamos.

Volvió a tirar de Tanjiro, pero él se quedó ahí clavado. Zenitsu se empezaba a desesperar.

—Vamos a morir. Vamos a morir. Vamos a morir —seguía lloriqueando, en un hilo de voz.

Inosuke miró primero a Tanjiro y luego a Zenitsu, con la ceja alzada. Y otra vez a Tanjiro, largamente. Zenitsu cerró los ojos, preparado para lo que estaba por venir, y entonces...

—Haced lo que queráis.

Inosuke volvió a tumbarse, sin dirigirles ni una mirada de odio, y Tanjiro ayudó a Zenitsu a levantarse del suelo por la impresión.

Rubio y pelirrojo se acercaron más a Inosuke y tomaron asiento a su lado, en el muro, con cierta agilidad (al menos, por parte de Tanjiro).

Tanjiro parecía tan contento como un niño en la feria. Miraba a Inosuke, que tenía los ojos cerrados, con las mejillas rosadas. Zenitsu quería meterle un puñetazo entre las cejas y hacerle despertar de aquella estúpida fantasía en la que se había metido.

—¿Siempre estás aquí? —preguntó Tanjiro.

Inosuke asintió en silencio. De nuevo esas pulsaciones aceleradas llegaron al fino oído de Zenitsu. Aparecían siempre que Tanjiro se dirigía a Inosuke.

—¿Y no te molesta estar solo?

Inosuke rio con cierta maldad y abrió un ojo, aunque lo cerró rápidamente al ver que tenía los de Tanjiro bien fijos en su cara.

—¿Por qué me iba a molestar? No necesito estar con nadie. Eso es de debiluchos.

—Hm... —Tanjiro se rascó la oreja—. Siempre dices eso. Lo de que tener amigos es de débiles. ¿De verdad lo piensas?

—¡Pues claro! —Como movido por un resorte, Inosuke se incorporó y se dio la vuelta para quedar frente a Zenitsu y a Tanjiro—. Si quieres ser fuerte, no puedes tener puntos débiles. Tener amigos es un punto débil. Te hace preocuparte.

A Tanjiro lo conmovieron esas palabras. Se llevó la mano al pecho, con los labios temblando, e Inosuke se arrepintió al instante de lo que había dicho. Su expresión se convirtió en una mueca tonta. Zenitsu se dio una palmada en la cara.

—Estos dos... —pensó—. Son tontísimos.

—¡No pongas esa cara! —gritó Inosuke, antes de lanzarse contra Tanjiro para meterle un cabezazo parecido al que le había dado a Zenitsu.

Tanjiro lo esquivó e Inosuke perdió el equilibrio, cayendo de espaldas sobre la hierba.

—Mira que eres burro —dijo Tanjiro, bajándose de un salto para levantarlo. Pero Inosuke no aceptó la ayuda y empezó a dar puñetazos y patadas al aire, gritándole a Tanjiro que peleara contra él.

Zenitsu resopló y lo observó discutir desde arriba. Tanjiro le sonreía a Inosuke mientras le pedía que fuera más cuidadoso, mientras este sólo intentaba golpearle de cualquier forma.

¿Por qué no podía hacer amigos normales?

Aunque, ¿convertía todo aquello a Inosuke en su amigo? Zenitsu reflexionó unos segundos, ahora contemplando los árboles que había frente a él. Bueno, parecía que sí era amigo de Tanjiro. Y Zenitsu era amigo de Tanjiro. Tal vez eso implicaba que todos debían ser amigos a partir de ahora. No se sentía especialmente contento con la situación, pero supuso que acabaría por acostumbrarse.

Cuando Inosuke se hubo calmado, Tanjiro y él volvieron a sentarse junto a Zenitsu. Tanjiro sacó de la cartera una fiambrera rosa y unos palillos, y Zenitsu un sándwich de pavo envuelto en servilletas. Este último quedó maravillado con la comida de Tanjiro: arroz blanco, un poco de salmón, croquetas y unas galletas con forma de flor.

—Lo ha preparado Nezuko —dijo Tanjiro, con orgullo.

Zenitsu se abrazó a él.

—Oh, Tanjirooo... Cómo me gustaría que Nezuko cocinara para mí.

Inosuke chascó la lengua y se cruzó de brazos. El olor que desprendía la fiambrera de Tanjiro le hacía la boca agua.

—¿No traes nada, Inosuke? —le preguntó Tanjiro, llevándose una croqueta a la boca.

Inosuke se encogió de hombros de nuevo y negó con la cabeza. Tanjiro arqueó las cejas.

—Puedes coger de lo mío, si quieres.

—¿Qué? ¡No es justo, yo también quiero!

—Tú también puedes coger, Zenitsu.

Zenitsu, rojo de alegría, se metió un buen trozo de salmón en la boca. Inosuke frunció los labios.

—No tienes que ofrecerme nada, Ganchito. Cogeré lo que me apetezca.

Acto seguido cogió una de las galletas caseras y se la comió de un bocado. Era lo más delicioso que había probado jamás.

—Toma, Tanjiro, puedes comerte la mitad de mi sándwich.

—¿Y a mí no me ofreces? Te mataré.

—¡C-cómete la otra mitad! De todos modos no me gusta el pavo, mi abuelo sólo me prepara cosas así de cutres todos los días...

Terminaron por compartirlo todo. Inosuke, aunque iba de matón, procuró no abusar más de la cuenta de aquella nueva amabilidad y comió un poco menos. Aunque sin dejar de fardar de fuerza.

—Si quisiera os lo quitaría todo —decía—. Agradeced que sea compasivo, súbditos.

—¿Súbditos...? —repitió Zenitsu.

Tanjiro no podía dejar de reír. Y, extrañamente, eso no molestaba a Inosuke. Le llenaba el pecho de calor y le dibujaba una pequeña sonrisa en la comisura de los labios.

Zenitsu los miraba. No entendía cómo dos personas tan distintas parecían llevarse tan bien de un día para otro. Aguzó el oído de nuevo; ahora, Inosuke sonaba como un animalillo indefenso, casi asustado. Lo oía respirar con nerviosismo. Su corazón latía con fuerza. Mientras tanto, el sonido de Tanjiro seguía siendo tan dulce y melódico como siempre. Se trataba de una sinfonía peculiar, pero agradable.

Captó entonces un nuevo sonido, proveniente de Inosuke. Un sonido demasiado hermoso para salir de una persona como él. Zenitsu esbozó una mueca y lo observó. En sus ojos se había encendido una extraña chispa y tenía las orejas rojas. Le hablaba a Tanjiro con demasiado entusiasmo, henchido de lo que parecía ser pura felicidad. El sonido aumentaba y se mezclaba con los latidos de su agitado corazón.

A Zenitsu lo recorrió un escalofrío.

—Ah —pensó—. Así que es eso.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro