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El 24, pasa, y Bill se levanta del mostrador, confundido

- ¿No tomás el 24?
- Hoy no - responde Dipper, que no sabe cómo explicarle que nunca se debería haber tomado el 24 en primer lugar.
- ¿A dónde vas?
- A mi casa
- aaah - larga - y... ¿De dónde venís?

Dipper lo vuelve a mirar, dudando por un momento. Dipper estaba afrontando un severo dilema en estos momentos. Si bien no hablar con extraños era algo que ya había ignorado anteriormente, divulgar tu información personal s un extraño tampoco era algo recomendable. Lo único que Bill sabía de él hasta ese momento era su número, su compañía telefónica y su nombre. No sabía bien como catalogar su relación, ¿Pero... seguían siendo extraños?

- Soy parte de una investigación sobre tecnología aeroespacial con uno de los alumnos de la Universidad Tecnologíca Nacional.
- No sabía que eras un Nerd. - dijo apoyándose en el mostrador por décimo tercera vez.
El morocho se tensa por un momento, jugando con una de las correas de su mochila. El otro se da cuenta que tal vez lo que dijo no es tan sensible. "Ya tenía que venir Bill con su impulsividad" piensa.
- Tranquilo, me gustan los Nerds. - terminó el rubio con un característico guiño.
Los ojos del morocho se abrieron, y sus cachetes se volvieron notablemente rojos. El Rubió se rió, relajándose, orgulloso de su maravillosa jugada. Avergonzado, Dipper se da la vuelta nuevamente, y ve como pasa otro 24. Sin ver señales del colectivo que realmente tiene que tomar, decide continuar la conversación.
- Burlarse de mí no es divertido
- Si lo es - remata el rubio. - Te ves lindo cuándo me burlo.
El menor lanza un suspiro, aún con la cara roja, y con su seño fruncido, lo mira de reojo.
- Nunca sé si lo que decis es en serio o te encanta atormentarme.
- Yo siempre soy serio, y me encanta atormentarte.

Es entonces que Dipper es afrontado con un segundo dilema. ¿Quién es este extraño no tan extraño? Si bien le gusta pensar, no puede darse el lujo de pensar tanto tiempo en medio de la calle, con 32°C de temperatura, y tal vez el sol radiante contribuye a que ese día no piense correctamente, o tal vez está afectado por la adrenalina del día de ayer, pero suelta una pregunta

- ¿Quién sos?
- ¿Eh?
- eem... Lo expresé mal - el morocho se aclara la garganta, y se corrige - Dijiste que te llamabas Bill, pero no sé nada más de vos.
- Ah - suelta el rubio, que se despega del mostrador, y lo mira al otro chico con los ojos abiertos, algo sorprendido por la repentina pregunta - A ver, me llamo Bill, y tengo 19. Mi facebook es mi "Biíill C. B)", así como suena. - dice y suelta un guiño
- Mucho Gusto Bill - Ofrece su mano para un apretón a modo de broma, pero Bill ríe, tomándola y depositando allí un beso, levantándose un sombrero invisible
- Un placer bonito - responde con un guiño, y baja su sombrero imaginario.

El rojo es un color que comienza a ser algo natural en la cara del menor a medida que la conversación progresa, así que se vuelve a aclarar la garganta y dice

- ¿No tenes un kiosko que atender en vez de tirarme piropos?
- Naa, este kiosko no me importa, si estoy acá es porque mis papás me obligan - dice y hace una mueca de tristeza dramática
- ¿Por qué?
- Porque choqué el auto contra ese palo de colectivo.
- ¡¿Y te compraron un ferrari igual?!
- Sí, así tenía un auto no chocado.

Dipper lo miró incrédulo. Había asumido que el rubio tenía plata, pero esto llegaba a niveles ridículos. ¿Dónde escuchaba uno de un chico de 19 con un ferrari inmediatamente después de chocar un auto?
Viendo su exprés, Bill comprende que Dipper no estaba enterado de su situación financiera, y se le ocurre una genial nueva idea para conquistar al chico: Del interés al amor solo hay un paso, ¿Verdad? ¿Por qué no llevarlo al interés y darle un empujoncito hacia el amor mas tarde? Total, no es como que le costara presumir lo genial que es.

- Es que mi familia trabaja en gestión hace un tiempo muuuuy largo. - al ver que el otro no tenía reacción, tomó algo a su izquierda y continúo - ¿Querés un chicle? Yo invito bebé.
- ¿Qué?

Dipper volvió a mirarlo incrédulo. ¿Qué mierda estaba pasando?

- ¿Nunca escuchaste de los Cipher?
- ¿No?

Bueno, esto era algo nuevo.

- ¡Los Cipher, de la empresa "Cipher"! ¡Especialistas en gestión y logística de valores y vigilancia y recientemente seguridad cibernética!
- No...
- ¡¿Tenemos delegaciones en portugal y Madrid!?
Dipper lo siguió mirando incrédulo.

- Pinito, me estás matando, ¿¡Cómo se supone que te atraiga con mis bienes familiares si ni siquiera sabes quién soy?!
- Es que no soy muy fanático de la política.

Se escucha una risa en medio de la calle. El rubio se ríe a más no poder y el morocho se queda parado, mirándolo algo confundido desde el otro lado de la ventana del kiosko.

- ¿Entonces vas a querer el chicle?
- Sí, por favor. - El menor se acerca más al mostrador para agarrar el chicle, pero cuando lo tiene casi en las manos, el rubio lo levanta bruscamente.
- El chicle tiene un precio
- ¿No que vos invitabas?
- Mentí.
Ahora más cerca, el rubio puede ver las pequeñas pecas que adornan la cara del morocho cuando se ríe. A la distancia, se llega a ver un colectivo, y algo le dice que este sí es el que los va a separar.
- ¿Cuánto cuesta?
- Una cita.
- Ja-Ja, que gracioso ¿No se supone que esa era la última?
- Era la última si no te divertias, pero me dijo un pajarito, que si te divertiste.

Bill lo mira a los ojos, y Dipper piensa. El colectivo para en la otra cuadra y se sube una señora, el chico lo mira, y como sospechaba, este parece ser el que lo lleva a casa. Se aleja del mostrador antes de responder, y se acerca al palo horrendo que desprecia cada día más. El colectivo para, es el 198, y Bill no tiene idea a donde va. Antes de subirse, Dipper le contesta.

- Solo si prometes que no vamos a morirnos.
- Trato hecho.

Fin :)

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