Uno: Habitación 323

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Increíble.

Increíble es no poder solicitar en paz tu maldita habitación sin que todo el mundo te esté mirando. Siempre ha sido así, desde que tengo memoria, pero esperaba que al entrar a la universidad las miradas se regularan un poco. Al menos que no pareciera que iban a comerse a mis hermanos solo con los ojos.

Idiota, sip, fui jodidamente idiota al pensar eso.

Porque no importa qué edad tengas, de donde seas o cual sea tu orientación sexual siempre... repito, siempre mirarás a los hermanos James como la comida gourmet de cinco estrellas que jamás probarás a no ser que seas de su mismo nivel. Igual de deseable, igual de poderoso o poderosa, igual de temible. Lo cual resultaba casi imposible.

—¿Hola?, ¿ya tienen la llave? —gruñí a la recepcionista mientras hablaba por teléfono sin dejar de mirar a mi hermano mayor, William, quien no despegaba sus ojos azules marinos de su teléfono.

Al escucharme, Wil se apresuró en apagar la pantalla y mirar a la secretaria con una sonrisa coqueta.

Tapó el micrófono del teléfono y respondió sin dejar de mirar a William:

—Claro, en un minuto.

Puse los ojos en blanco y giré para recostar mi espalda baja en el borde del mostrador. Wil imitó mi acción, cruzándose de brazos mientras me observaba divertido.

—Cuando te enfadas se te crea una uniceja de arrugas. —comenzó a tocarla, pero le di un manotazo, apartándose de un solo bufido. —Uy, está bien, no te molesto.

—No estoy enfadada. —gruñí en voz baja, aunque estaba segura que la recepcionista no me estaba poniendo ni una pizca de atención desde que llegué. —Solo... Solo quiero que esto sea rápido. Si mamá llega y no tengo la llave de mi habitación hará una escena que no quiero.

—Para eso estoy aquí. —me guiñó un ojo y llamó con silbido a mis otros dos hermanos mayores, Logan y Philippe.

En total somos cinco diablos de la belleza; William, el mayor de todos. 25 años, 1.90 m de hermosura,  corpulento, pelinegro de ojos azul marino y una habilidad de control y manejo del público impresionante. Le seguía Joshua de veintitrés, la rebeldía, insipidez y desinterés personificada. Después de semejante personaje como Josh, venían en la línea familiar Logan y Philippe, gemelos. Veintiuno, algo delgados en comparación con los demás hermanos, polos opuestos en personalidad y un carisma que enamora hasta a la abuelita de los cien gatos. Y por último y la sorpresa de mis padres «Para no llamarlo "accidente"» yo. Brooklyn, la mutación genética que cambió de un cromosoma XY a XX. Conocida entre mis hermanos como el repelente de chicas y la caja de Pandora. ¿Por qué? Pues, digamos que cuando se trata de impresionar puedo lograrlo bastante bien... A mi manera.

Los cinco portábamos los genes de mi padre. Ojos azul marino, cabello completamente negro y ondulado, con una estatura destacable y las facciones atractivas de cualquier ícono de la belleza. Obstinados y decididos. Un "no" por respuesta era imposible de procesar.

Mis hermanos, Logan y Philippe, llegaron a nosotros con una enorme sonrisa reluciente en sus rostros.

—¿Qué pasa, Brookie? —preguntó Philippe abrazándome por los hombros. —¿Necesitan ayuda con algo?

—Solamente que la recepcionista deje de coquetear con William. 

—Ah, eso es fácil. —golpeó el hombro de Logan y los tres se asomaron por el mesón. Philippe le sonrió gustoso, mientras que William leía serio algún correo de su trabajo. — Hola —comenzó Phil con un tono encantador. —, ¿usted es la encargada, cierto?

—S-sí. —tartamudeó la chica, subiendo la mirada por la pantalla.

—Perfecto. ¿Podría ayudarme? Necesito una llave para la habitación de mi hermana. Lleva esperando un rato y tenemos prisa...

—Oh, sí, claro... Discúlpeme.

—No pasa nada. —la recepcionista se alejó y trajo consigo un formulario. Comenzó a rellenarlo y firmó varias hojas.

—¿Usted es residente aquí, cierto?

—Vaya, no esperaba que recordara mi cara. —bromeó, haciéndola reír.

—Oh, es que con tantas llamadas a su cuarto... Creo que memoricé como se veía.—Phil tragó grueso y asintió con formando una sonrisa cerrada con los labios apretados. Ahogué la risa y carraspeé con la garganta, William miró de reojo a Philippe y luego a mí, conteniendo la risa también.

—Sí... Supongo que sí. —respondió él, casi rojo de la vergüenza. Logan le dio un codazo, completamente enfadado. Así era él, tremendamente político y correcto.

—¿Y su hermana es...? —comenzó a buscarme con la mirada hasta que si un brinco y alcé mi mano detrás de mi hermano para que pudiera verme. Empujé a Phil hacia un lado y comencé a anotarme rápidamente. —Nombre completo, por favor.

—Brooklyn James Castilla.

Asintió y comenzó a escribir cada vez más rápido. Tachó un par de casillas y luego buscó en su computadora mi nombre.

—Bien, piso ocho habitación 323. La cocina es comunitaria al igual que los baños, son mixtos. Tu habitación es privada, contiene un baño extra dentro de ella, por lo que únicamente existe una llave de repuesto que puedes solicitar en este oficina, ¿alguna duda?

Negué con la cabeza y eso le bastó para levantarse e ir por la llave. Comencé, como era de esperarse, a burlarme de Philippe junto a William. Para Logan no fue gracioso, seguía un poco molesto por todas las faltas que la recepcionista había destacado, sobre todo si consideramos que Philippe al menos hacía una fiesta a la semana en su piso y muchos de su entorno lo consideraban un niño mimado odioso, tanto así que ponían denuncias en supervisión cada que él respiraba.

Mi hermano no es un santo, para nada. La manipulación y el aire para apostar era su mayor talento. Un defecto convertido en virtud, al igual que William.

De repente, un sonido que hasta ahora había logrado postergar lo mayor posible entró en la recepción. Los tacones de aguja de mi madre resonaban por todo el piso, abriéndose paso entre todos aquellos que estaban mezclados por el lugar de entrada.

Los chicos y chicas que estaban sentados en el sofá junto a los ventanales detuvieron su lectura para mirarla.

Los que esperaban a un amigo quizás, también lo hicieron.

El personal se paralizó y observó cómo sus tacones estaban impasiblemente limpios, al nivel de no dejar rastro en la cerámica qué su zapato había pisado la superficie de la residencia. Con una entrada dramática, digna de Irene Castilla, subió sus lentes de sol hasta el inicio de la raíz de su cuero cabelludo y volteó a mirar a William.

—¿Qué hacen aquí? ¿Y Joshua? ¿Qué pasó con la habitación?

—Joshua está en clases a esta hora, mamá.

—Ajá, un sábado a las cinco de la tarde. —se cruzó de brazos, levantando una ceja. Sabía perfectamente que William mentía, aunque él se acercó y con mucha delicadeza y elegancia ofreció su brazo para que ella lo tomara y caminaran hacia nosotros tres.

—Debemos tomar clases extras, yo las tenía todo el tiempo.

—Tú eres tú, William. Joshua es... es Joshua.

—No te preocupes, ya no es así.

—Conozco a mi hijo y sé que eres un buen hermano, pero no solucionará su problema el que andes detrás de él siempre. —apartó la vista de sus ojos y las condujo hacia mí. Sonrió levemente y enseguida apagó su gesto de alegría cuando la recepcionista apareció.

—Aquí tiene. —las extendió hacia mí con una amable sonrisa.

—Muchas gracias.

El enfado se disipó cuando toqué la llave. «Sí, estaba enfadada, pero no iba a admitirlo frente a William. No cuando eso lo divertía más que nada.» Por fin era mía, a pesar de todo lo había conseguido.

—¿Lista, hermanita?

Volteé a ver a William y asentí. Los tres me ayudaron con mis cajas, las cuales no eran muchas y subimos al ascensor junto con mi madre y dos chicas más que parecían de mi edad. Ambas se miraron entre sí y luego voltearon a mirarme disimuladamente.

En cuanto lo noté, intenté ocultar la risa por lo gracioso de la situación, seguramente se veía muy divertida. Yo estaba en el centro con mis hermanos rodeándome, todos miraban hacia arriba cargando mis cajas. Al lado de nosotras cuatro, mis tres hermanos parecían titanes que casi tocaban el techo del ascensor por su altura. Las miré intentando disimular una sonrisa y rogué porque ese momento no terminara nunca. Sabía que al cabo de un rato me partiría en carcajadas y todos me mirarían como loca, pero ese detalle era el que menos me importaba ahora.

Las puertas se abrieron y, para mi sorpresa, todos nos bajamos en el mismo piso. Mientras todos me seguían como perros falderos, las chicas se quedaron anonadadas susurrando entre sí mientras caminábamos en dirección a mi habitación.

Algunos ojos necesitados recorrieron a mis hermanos, a mí y a mi madre incluso de cuerpo completo. Ella solo se limitó a mirarlos en un modo asesino y eso bastó para que dejaran de mirarnos.

Abrí la puerta y arrojé mi bolso pequeño al colchón descubierto y delgado. Mi madre recorrió la habitación  con una cara de odio y asco digna para un meme de Instagram y completamente indignada, salió.

«Ash, mierda, aquí vamos.»
—No, no y NO, Brooklyn. Te irás a casa hasta que consigamos un departamento cerca de William o de la universidad.

—Mamá, no está tan mal...

—¿Tan mal? ¡Es igual a un maldito basurero! Y es tres cuartos de lo que estás acostumbrada, no te tendré viviendo así... Menos con baños... c-comunitarios.

—Está sucia, pero voy a arreglarla. No me importa el espacio, no traje muchas cosas de todos modos...—intenté convencerla, aunque era una tarea casi imposible cuando estaba decidida.

—¿Pocas cosas? Creo que me tendrás con tu padre viniendo cada semana trayéndote tus cosas.

—Mamá, de verdad...

—No te entiendo, Brooklyn, ni siquiera sé cómo alguien como tú quiere vivir en esta... porquería.

—Es una residencia universitaria —dije con suavidad, acariciando sus brazos. —y la verdad estoy muy acostumbrada a vivir con monos a mi alrededor. —soltó un bufido y escuché de lejos un gruñido de William. —Mamá, es perfecto aquí. Tengo a mis hermanos cerca por si los necesito y solo debo caminar unos cuantos minutos para llegar a la universidad... ¿P-puedes confiar en mí? —sabía que a estas alturas pedirle que lo hiciera era demasiado pedir, aunque esperaba que al menos recordara como era antes de todo el asunto y pudiéramos normalizar nuestra relación, volver a los viejos tiempos.

Aceptó con un gruñido y entró nuevamente por las miradas acosadoras de algunos chicos.

Examinó nuevamente la habitación y lo único que destacó fue la increíble iluminación que proporcionaba la habitación. Constaba de un escritorio enfrente de la cama, un librero que se caía a pedazos, una mesita de noche junto a la cama, un armario medio metro más lejos de los pies de la cama, refugiándose en la pared y una ventana ancha y alta que abordaba 3/4 de la tercera pared de la habitación, frente a la puerta de entrada. Por un momento, imaginé cómo se vería la noche estrellada desde allí y mis ojos brillaron de ilusión.

—Bueno... Espero volver y no reconocer este... esta habitación.

—La arreglaré, no te preocupes. —intenté esconder la emoción por la rendición de mi madre, aunque me fue imposible ocultarla de William, quien me miraba divertido por mis expresiones de niña pequeña.

—Entonces creo que no hay nada más que discutir. —dijo alisando su vestido corto perfectamente planchado y ajustado a su cuerpo. —Llama a tu padre en la noche, ha querido hablarte todo el día...

—Claro, espero que nuestros horarios coincidan.

—Créeme que no ha dormido en días y si lo llamas estará despierto a cualquier horario, por fortuna llegará pronto. Yo me iré el jueves a Nueva Zelanda por si necesitan algo.— nos observó a todos apuntándonos con el dedo índice. —Por favor cuiden que su hermana no se mate y tú Brooklyn cuida que no se maten entre ellos.

—Creo que lo hemos hecho bastante bien, madre. —dijo Philippe con un tono sarcástico.

—¿Seguro? Porque llevamos aquí más de una hora y no hay ni rastro de tu hermano.

—Te dije, está en clases. —reafirmó William con una sonrisa tranquilizadora.

—Bien, que me llame cuando se desocupe.

Acto seguido, comenzó a despedirse besando la frente de todos y salió de mi habitación iniciando una llamada. Los cuatro nos miramos sin saber qué hacer, hasta que Philippe me empujó al centro y gritó; ¡Círculo!

"Círculo" es un juego de supervivencia, en el que si no eres ágil pueden aplastarte el cráneo. Siempre empujan al o la más distraída o distraído al centro y todos comienzan a empujar a ese individuo con todas sus fuerzas de un lado para otro hasta que caiga al suelo. ¿Cómo se gana? Logrando salir del círculo antes de que contaran 10 segundos o llevando al suelo a todos contigo sin excepción. Si perdías, bueno... Antes eras la esclava por una semana «Resalto "la esclava" porque siempre perdía yo», pero ahora, que las reglas del juego han cambiado porque no puedo ser su esclava, no tengo claro cuál será la penitencia.

Me apresuré a patear la ingle de William y Philippe al caer y me aferré a la pierna de Logan, llevándolo al suelo conmigo.

Gané.

Los cuatro estallamos en carcajadas y no nos movimos de la incómoda postura que habíamos adoptado. A pesar de todo, me parecía tierno que siguiéramos queriéndonos como siempre... O al menos eso sentía.

—Oigan, ya en serio... ¿Dónde está Joshua? —pregunté, haciéndolos callar a todos.

—Eso es justamente lo que investigaremos ahora. —dijo William soltando un suspiro. —Espero no encontrarlo en la cárcel otra vez junto a sus amigos.

—Pensé que era cierto lo que le dijiste a mamá, Wil. —reprochó Logan, ofendido por la mentira tan fácil de William.

—Logan, era necesario. Joshua es mi responsabilidad ahora y sé que él es capaz de mucho más de lo que demuestra. Nuestros padres no lo ven, pero yo sí y no quiero que su odiosa rebeldía gane provocando que lo saquen de la universidad, porque nuestros padres harán eso, no lo pensarán de nuevo, tenlo por seguro.

Aunque me apenaba, sabía que era cierto. Joshua no tendría otra oportunidad después de esta, era tan simple como eso.

William se levantó del suelo y le indicó a mis hermanos que ya era hora de buscarlo. Algo desanimada, asentí dejando que se fueran. Wil decidió no irse de inmediato y se detuvo a mirarme cerrando la puerta.

—Sabes qué voy a decir, ¿no? —dijo suavemente, metiendo sus manos en sus bolsillos frontales de su pantalón.

—Creo que puedo imaginármelo.

—Brookie... Tú también eres mi responsabilidad ahora...

—Solo que no quiero serlo y no lo necesito tampoco. —mentí. Necesitaba a William, necesitaba a toda mi familia pero no quería crear la misma carga sobre William como lo hace Joshua.

—Claro que me necesitas, joder si apenas tienes diecinueve. —vacilé en si responder o no, pero antes de que pudiera decir algo, continuó;— Tienes una segunda oportunidad, igual que Joshua, por favor no la desaproveches. Ya sabes qué tienes que hacer y sobre todo cómo actuar.

—Créeme cuando te digo, William, que hablar de Za... de él, es lo último que quiero hacer. Ojalá pudiera borrar su recuerdo fácilmente, aunque a veces los recuerdos vienen y...

—NO. —cortó con la expresión repleta de miedo. —Él ya no existe, ¿bien? Nunca existió y punto. Olvídate de todo lo qué pasó.
Asentí guardando silencio. Sabía que debía hacer eso para salir adelante, para lograr la meta que en verdad importaba, graduarme como la siguiente generación de escasas mujeres abogadas en la familia James.

—Sé que será así... —continuó acercándose a mí con el rostro repleto de nostalgia. Acarició mis brazos con sus manos y me atrajo hacia él, dándome un fuerte abrazo. —La familia es lo que importa y las tradición también. —agregó mirándome con dulzura. —Aquí me tienes, ¿sí? Puedes venir a mi departamento cuando quieras.

—Lo sé. —miré a la puerta y me aparté para que pudiese irse. —Ya debes irte, avísame si lo encuentras o si necesitas ayuda.

—Lo encontraremos, Brookie.

—Lo sé, es solo que de alguna forma puedo entender cómo Joshua piensa y dónde se esconde.

—¿Has hecho esto antes?

—¿Sin que ustedes supieran? Puf, mil veces. Por favor mantenme al tanto, ¿sí?

—Sí. Aprovecha de remodelar aquí... Si mamá ve algo que conservaste se va a morir.

—Lo sé y me gustaría intentarlo solo para ver su reacción. —ambos reímos. Despedí a William en la puerta de mi habitación y dejé que se fuera, sin que la preocupación invadiera mi pecho.

Con Joshua no teníamos una relación muy estrecha, siempre ha sido hostil en cuanto al cariño y calor familiar. Parece odiar al mundo y a sí mismo incluido.

Espero que no intente otra estupidez como la vez pasada.

Observé mi habitación por un segundo y me sentí completamente feliz de estar allí.

Lo había conseguido, algo que hasta hace unos meses parecía imposible por mi situación.

UCL era mía por fin y yo sería de ella al cien por ciento. No me quedaba más opción y a la vez era un alivio tener todo planeado para que no cupieran errores en la ecuación.

¿O sí?

N/a: ¡holisss! ¿Qué tal les pareció la versión corregida? ESTOY MUUUUY EMOCIONADA y también muy agradecida con mis queridísimas lectoras beta <3 Las amo.

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