•CAPÍTULO 2•

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•CAPÍTULO 2•

HACIENDO NUEVOS 

AMIGOS 

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Tras esa adorable conversión telepática con el profesor, Hank le mostró a Elisa lo que sería su nueva habitación. Era bastante espaciosa, mucho más que el anterior cuarto en casa de ella y para su suerte no había nadie más para compartirla de momento.

Las pocas cosas que había traído las acomodó cada una en su lugar. Miró todo a su alrededor sintiéndose bastante conforme aquí. Ha decir verdad, le emocionaba el hecho de poder conocer gente que sea mutante como ella lo era. Quizá hasta podría ayudarlos si lo necesitaban.

Ella se recostó en su nueva cama sintiendo la suave colcha que la cubría y fundiendo su cabeza en la delicada almohada de plumas.

Gritos la sacaron de la concentración que estaba consiguiendo para dormir. Se levantó a paso veloz aun escuchando los gritos en el pasillo. Elisa asomó su cabeza y pudo presenciar finalmente el escándalo que ocurría allí.

El florero que estaba puesto en una pequeña mesa voló y fue arrojado cerca de la puerta donde Elisa se encontraba recargada.

—Oye —le dijo tranquilamente mientras la chica enojada se volteaba a verla con molestia—. Calma —en la mente de la chica se escuchó, Elisa trataba de hacer que se tranquilizara.

Otro grito salió de sus labios sorprendiéndola.

Debes calmarte, no dejes que la ira te invada —otro intento más por hacer que la muchacha dejara de arrojar cosas y pudiera entablar una conversación en paz.

Ella pareció sorprenderse por eso y bajó los demás objetos que tenía levitando.

Apretó sus puños y frunció el ceño.

—Aléjate de mi mente —ella gruño—. No juegues con ella.

—Si te calmaras no tendría que hacerlo —ella le dijo mientras se acercaba a paso lento a la castaña.

Las manos de la recién mencionada se envolvieron en una especie de nube color violeta. Se estaba alterando nuevamente.

Aunque a ella no le gustara, Elisa volvió a entrar en su mente buscando algún recuerdo que pudiese hacerle sentir bien.

La chica estaba en la playa mientras otro chico corría hacía ella. Él la tomó colocándola en su hombro para así correr al mar. Ella pataleaba y reía a lo que llegaban hasta la orilla en donde ella fue soltada cayendo así al agua, llevándose consigo al muchacho también. Ambos sonreían, se veían felices.

—Déjame ayudarte, Georgia —murmuró ya cerca de ella.

No tenía miedo, en lo absoluto. Sabía que podría protegerse si así lo deseara, es más, la telépata podría incluso sólo hacer que se paralizara. Pero así no quería hacer las cosas, buscaba hablar con ella, ayudarla para que por sí misma pudiera controlar su poder.

Georgia quedó de pie sin ningún rastro de emoción alguna en su rostro.

—Calma Georgia, todo se solucionará —dijo con suavidad.

Ahora por fin ella abrió nuevamente sus puños haciendo que de sus manos no saliera más aquel humo violeta. Georgia se desplomó en el suelo. Elisa abrió la boca sorprendida al verla tendida inconsciente en el suelo.

¿Ella había provocado aquello?

Creía que no era así y sus dudas fueron contestadas apenas unos segundos después cuando Hank salió seguido de un chico rubio.

—Nosotros nos encargamos —Hank le regaló una sonrisa nerviosa a la chica que también estaba alterada.

—¿Qué acaba de pasar? —preguntó.

La culpa de que fuera ella la causante de que Georgia se desplomara se hizo presente, quizá la había lastimado sin quererlo, por supuesto, pero de todos modos lo podría haber hecho.

—Georgia suele tener esos ataques de pánico mezclados con histeria y suele destrozar todo a su paso —el chico rubio explicó—. Soy Alex, por cierto —sonrió con arrogancia ayudando a su amigo a cargar a la chica.

Alex siempre actuaba así con las chicas, era algo que le gustaba hacer, sonreírles con una pizca de coquetería, le gustaba verlas sonreír y sonrojarse a causa de él.

—Soy Elisa —cordialmente explicó sin hacer comentario alguno sobre aquella actitud detectada, aún no sería momento para eso.

—Déjame decirte Elisa, gracias por eso —Charles apareció también desde el pasillo dónde los otros habían venido—. Ninguno de nosotros ha podido controlarla sin usar la fuerza.

—¿Cómo que no pueden? ¿Ni siquiera tú? —preguntó asombrada y él negó. Acercó su silla hasta dónde ella estaba.

Era obvio que no le habían dicho a nadie que Charles estaba teniendo un poco de problemas tratando de controlar sus poderes, más cuando alguien ponía tanta resistencia y se salía tanto de control.

—Georgia siempre arma una especie de campo de fuerza impidiendo que entre a su mente —explicó.

—¿Cómo yo pude entonces? —preguntó confundida.

Charles sólo se encogió de hombros sin saber que más decir, le gustaba tener una respuesta para todo, pero esta vez, simplemente no pudo lograrlo.

—Tal vez tú y ella tengan una posible conexión —dijo—. Quizá solo tuviste suerte.

—Quizá seremos amigas –ella se encogió de hombros.

Era una posibilidad, parecía tener la edad de ella y no había demasiada gente por allí, o serian amigas o probablemente Georgia le hiciera la cruz, odiándola de inmediato.

—Nunca digas nunca —él rio antes de seguir su camino, dejándole aún parada en la mitad del pasillo.

El profesor se movió hasta su despacho y suspiro. Meditó por unos segundos si debería servirse un vaso de whiskey o no. Al final declinó eso y simplemente se puso nuevamente a hacer papeleo. No pudiendo evitar pensar en la alumna nueva que había llegado aquel día y la poderosa capacidad que parecía tener.

[...]

Tras ese accidente con Georgia, Elisa salió apreciando la belleza natural que predominaba alrededor de la gran mansión. Esto era tan diferente a la ciudad, vaya que aquí se podía respirar aire puro aquí.

Sus ojos se cerraron dejando que los otros sentidos se agudicen. El viento soplaba levemente haciendo que las hojas de los árboles se movieran, generando así un sonido agradable para a sus oídos. Ella suspiró y una sonrisa apareció en su rostro. Había podido ayudar a alguien en su primer día allí.

Una mano tocó el hombro de la chica haciendo que se voltease, pero sin encontrar a nadie. De pronto el rubio que anteriormente había visto salió del otro lado de ella y la asustó. Ella sonrió un poco.

—Hola de nuevo —él dijo con una sonrisa.

Aquí venía Alex Summer a hacer de las suyas, como siempre.

En su defensa diría que le divertía hacer aquello y que le gustaban las chicas, todas las chicas. Sin embargo, podría ser especial si en verdad se enamoraba de alguno.

—Hola, ¿cómo está ella? —preguntó con inquietud.

Había quedado demasiado intranquila.

—Más tranquila, quiere conocerte —dijo—. Deberías sentirte especial, no es muy sociable —él explicó.

Aquello hizo que Elisa sonriera ya más despreocupada, se había quedado pensando en la posibilidad de haberla lastimado o que la odiara por meterse así de la nada.

Sin embargo, le ponía muy contenta que quisiera verla, esperaba que todo resultara bien. La chica ya parecía bastante complicada de por sí, lo menos que buscaba Elisa eran problemas.

—Bueno, me siento especial —asintió.

—Lo eres —dijo—. Créeme que si ella te quiere conocer es algo importante, ella no suele ser muy abierta con las personas y menos con las nuevas —volvió a explicar el rubio.

Elisa pensaba en los posibles escenarios al cual se enfrentaría.

—Tal vez quiera golpearme —dijo uno que creía bastante posible de hecho.

Alex rio. —No lo creo, aunque siempre es una opción. Yo en tu lugar tendría cuidado —advirtió divertido.

No iba a ser la primera persona allí a la que Georgia golpeaba, Alex ya se había llevado un buen golpe en la entrepierna por ir a coquetearle ni bien la vio.

—Lo tendré, de todas formas, me gusta hacer amigos y ayudarles —dijo caminando nuevamente hacía adentro—. Además, en todo caso simplemente podría obligarla a que me quiera —ella se encogió de hombros.

Se escuchó la risa de Alex antes de sentir una fuerte explosión. Elisa cayó al suelo, golpeando su cabeza en el camino. Todo daba vueltas, se sentía completamente aturdida, fuera de lugar.

No sabía qué estaba pasando o dónde estaba Alex, era la persona que estaba con ella, también podría haberle pasado algo grave.

Logró hacer que sus ojos se vuelvan a focalizar sin hacer que todo pareciera que daba vueltas. Había un hombre que la observaba. De pie, sin hacer movimiento alguno. No lo reconocía, sólo sabía ella que él tenía un pésimo gusto en cascos.

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