7

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

El día siguiente amaneció tan dulcemente como el anterior. El sol iluminaba las montañas, acompañado del canto de los pájaros para así crear un maravilloso espectáculo entre las hojas de los árboles, que se mecían suavemente, bailando al son de la fresca brisa que solía levantarse antes del mediodía.

Eddo adoraba dormir y siempre permanecía en cama hasta muy tarde, tanto que a veces comía en vez de desayunar. Pero aquella mañana su madre se había encargado de despertarla algo más temprano de lo que a la niña le hubiese gustado.

—Tu tía abuela Josephine está ansiosa por volver a verte, cielo —le explicó a Eddo, antes de que esta pudiese quejarse—. Vístete y desayuna rápidamente, pues iremos a verla en un par de horas.

Debido a esto, a la una del mediodía la casa de Eddo se encontraba completamente vacía y silenciosa, sin ningún ser vivo a la vista.

O eso pensaban madre e hija.

—Vale, vale. —Toddy alzó las manos, pidiendo silencio. Se acomodó en la almohada de la cama de Eddo y miró a Bon con seriedad—. Primero tranquilízate, y después repite todo lo que acabas de decir porque no he entendido una sola palabra.

Bon tragó saliva y lanzó un tembloroso suspiro. Se habían juntado, en la cama, un buen grupo de juguetes, todos avisados por Bon, quien había despertado gritando que necesitaba ayuda. Entre ellos se encontraban Mangle, Joy, las marionetas, Eak y Springtrap. Al resto de juguetes simplemente les daba igual y habían decidido entretenerse a su manera.

—¿Ya? —preguntó Bon, pidiendo permiso para hablar de nuevo.

Toddy asintió e hizo un gesto para pasarle la palabra. Bon cogió mucho aire, y de la manera más clara y tranquila que pudo comenzó a explicarse:

—Ayer, mientras iba por la calle con Eddo, vi algo extraño. O más bien, a alguien. —Cerró los ojos, recordando cada detalle del momento—. Entre los contenedores. Me resultaba muy familiar, pero estaba de espaldas y casi no pude deducir quién era hasta que lo observé más detenidamente. —Hizo una pausa y abrió los ojos. Volvió a tomar aire—. Era Bonnie. Estoy seguro de ello. ERA Bonnie. Y si Bonnie está ahí, puede significar que los demás muñecos también lo estén. Tenemos que salvarlos. Tenemos que traerlos junto a Eddo.

Se hizo el silencio. Hasta Mangle había esbozado una mueca de sorpresa.

Finalmente, Springtrap posó una mano en el hombro de Bon.

—Em... colega —dijo, buscando las palabras adecuadas—, sabemos que echas de menos a esos... juguetes, pero sabes que los tiraron y que es imposible que después de aquello alguien sobreviv...

Antes de que pudiera terminar aquella frase tan dolorosa, Mangle le agarró los labios con los dedos pulgar e índice.

—Lo que Springtrap quiere decir —dijo, en voz muy alta— es que posiblemente lo que viste fue una bolsa, o un pedazo de tela, o...

—Estoy seguro de lo que vi —exclamó Bon, nervioso—. Estoy SEGURO de que aquel era Bonnie. —Se volvió hacia Joy, tomando sus pálidas manos—. Tú me crees, ¿verdad?

La rubia se mordió el labio y clavó su mirada en la de su amigo. Sabía que Bon estaba sufriendo. Pero no podía darle falsas esperanzas. Le rompería el corazón. Bajó la cabeza, sin decir nada.

—Joy... Creí que tú... —Bon tragó saliva y sacudió la cabeza— Está bien. No me creáis. Pero yo iré a encontrar a Bonn... a los juguetes. Son nuestros amigos y han de regresar. Partiré esta noche.

Sin decir una sola palabra más, pegó un salto para aterrizar en el suelo de la habitación y regresó a su lugar en la estantería.

Puppet giró su dedo índice alrededor de su sien.

—Se le ha ido la pinza —rió.

—Completamente —la apoyó Marionette con mucho énfasis.

Toddy suspiró y se abrazó las rodillas.

—Me preocupa lo que pueda hacer.

—No creeréis que se irá de verdad, ¿no? —preguntó Joy con una gran pena en su corazón de porcelana por no poder ayudar a su mejor amigo.

Mangle negó.

—No tardará en darse cuenta de la estupidez que está cometiendo.

Eak, que no había hablado en toda la asamblea, se cruzó de brazos y sonrió.

—Yo me encargaré de vigilarlo esta noche, si así os sentís más seguros. Si veo que intenta escapar, lo agarraré y lo devolveré a su sitio, sin apartarme de él.

Todos se vieron de acuerdo con aquel plan y regresaron a la estantería, pues Eddo no tardaría en regresar.

Al llegar la noche, todos los juguetes dormían en la estantería, y Eddo también descansaba después de un intenso día con su tía abuela, quien por la tarde la había visitado también, obligándola a comer chocolate y dulces mientras contaba sus historias de infancia.

Incluso el débil Eak roncaba en la esquina de su estante. Se le había olvidado por completo la charla de mediodía y no se lo había pensado dos veces antes de empezar a dormir como un tronco.

Bon aprovechó entonces y bajó sigilosamente por el lateral de la estantería. Sabía que ninguno de sus amigos se lo había tomado en serio y que nadie se molestaría en impedir que se marchase aquella misma noche. Además, volvería al día siguiente para que Eddo no sospechase nada. La única diferencia que encontraría serían todos sus antiguos juguetes, pero Bon estaba seguro de que se pondría tan contenta al verlos de nuevo que no se extrañaría para nada.

Iba pensando en esto mientras escalaba la pata de la mesa que daba a la ventana, y siguió pensándolo a la vez que abría esta. Por eso se sobresaltó tanto cuando tiró un estuche que había en el pupitre, ocasionando un ruido no muy desagradable, pero lo suficientemente fuerte como para despertar a la joven Eddo, que dormía justo al lado.

Desgraciadamente, Bon no se dio cuenta de que la peliazul había abierto los ojos, alertada, y continuó con su tarea, canturreando por lo bajo una canción.

Al principio, Eddo se encontró desorientada. Se incorporó lentamente, mirando de derecha a izquierda y de arriba abajo, tratando de descubrir qué sonido la había despertado. Al girar un poco el cuello, se encontró con su estuche en el suelo. Con un suspiro de alivio (durante unos instantes había creído que se trataba de algún horrible fantasma) lo recogió y extendió el brazo para colocarlo de nuevo en la mesa.

Y fue entonces cuando vio a Bon. Claro que se extrañó de verlo ahí, en vez de la estantería. Pero de pronto distinguió sus bracitos de tela moviéndose, empujando de la puerta de la ventana, y sus ojillos parpadeantes, y agudizó el oído y escuchó cómo tarareaba.

Eddo quedó petrificada ante tal escena. Abrió un poco la boca, notando el grito formándose en su garganta, pero de su boca tan sólo salió un ahogado sonido parecido al llanto de un perro. Esto llamó la atención de Bon, quien abrió como platos los ojos y se giró lentamente hacia la chica.

—OH NO NO NO NO NO NO NO —pensó.

Pensó en fingir que era un ser inerte, pero al instante se dio cuenta de que aquello no serviría de nada, pues Eddo había visto suficiente.

Así que, lo único que se ocurrió fue sonreír nerviosamente y levantar una mano en dirección a la peliazul, a modo de saludo.

—Hola —murmuró, temblando.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro