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Eddo estaba segura de que se encontraba en mitad de un muy desconcertante sueño —a pesar de que aquello parecía tremendamente real—, por lo que tragó saliva para deshacer el nudo de su garganta, causado por la impresión del momento, y tomó aire hasta llenar al máximo sus pulmones.

—Hola —respondió al muñeco que acababa de hablarle. Realmente, no estaba muy segura de qué debía decir o hacer; pero los sueños siempre transcurren de manera que se nos escapa de nuestros dedos, así que decidió esperar hasta que algo la hiciera despertarse, ya fueran los primeros rayos de luz matutinos o los ronquidos de su madre.

—Debes de estar muy, pero que muy asustada —dijo Azulito, con la mayor de las calmas—. No te preocupes. Es normal. Te dejo un momento para asimilarlo o... o algo.

Eso hizo Eddo, darse un momento. Estaba bastante tranquila desde que se había dado cuenta de que estaba soñando, pero por algún motivo, su corazón latía más fuerte de lo normal, como si la alertase de que algo iba mal.

Bon, en cambio, sentía que iba a morir de un momento a otro. Estaba seguro de que si su corazón hubiera sido un músculo y no un trozo de tela ya se habría parado, llevándolo a una instantánea muerte.

Cómo deseaba que aquello pasase.

Al ver que Eddo no abría la boca durante varios minutos, se puso aún más nervioso. La joven muchacha no parecía nada alertada, a pesar de que hacía no mucho se había puesto muy pálida mientras ahogaba un grito de terror. ¿Y si ver al muñeco la había trastocado tanto que la había vuelto loca? Esta idea hizo que Bon se echase a temblar de espanto.

—¿Estás bien? —le preguntó al fin.

Eddo, extrañamente, sonrió.

—Bastante bien —dijo en voz muy alta, como si no recordase la hora que era—. Es un sueño muy real.

Bon se volvió a la estantería, asustado. ¿Y si el tono de voz de Eddo había despertado a los demás juguetes? ¿O a la madre de la chica? ¿Y si tal vez...?

—Espera... —Bon interrumpió sus propios pensamientos y se acercó velozmente al borde la pupitre, para encontrarse cara a cara con la peliazul— ¿Sueño?

Una vez más, Eddo sonrió y se tumbó en la cama, cerrando los ojos y dándole la espalda al más pequeño.

—Es un poco aburrido, la verdad. Espero despertar pronto —dijo Eddo, de nuevo muy alto—. Tal vez si me duermo aquí despierte en la realidad.

Bon sintió un tremendo alivio. Salvado...

—Sí, ¡sí! Esa es una gran idea. Mientras tanto, yo volveré a la estantería... —Echó un último vistazo a la ventana, y suspiró tristemente— Bonnie tendrá que esperar...

—¿Bonnie? —Eddo se giró para poder ver a Bon— ¿Quién es?

—Duérmete, ¿vale?

—Me gustaría saber por qué mi mente inventa nombres de gente a la que no conozco —pensó en alto Eddo—. ¿Tú lo sabes, Azulito?

—Eh... No, no lo sé —dijo este, poniéndose de nuevo nervioso—. En serio, deberías dormir.

—Está bien... —Eddo bostezó y se acomodó— Pero esperaré a verte llegar a la estantería. Para asegurarme de que estás a salvo.

Bon resopló pesadamente.

—Querida, esto es un sueño, realmente yo ya estoy en esa estantería, sano y salvo, durmiendo junto a los demás —inventó velozmente.

Eddo se encogió de hombros y mantuvo los ojos bien abiertos. Al reconocer lo incansable que la niña era, Bon chasqueó la lengua y se sentó al borde de la mesa.

—Está bien —aceptó, y acto seguido se deslizó por la pata del mueble, hasta llegar al suelo—. ¿Así bien?

—Quiero verte llegar —sonrió una incorporada Eddo.

Bon no comprendía la insistencia de la joven. Supuso que aquello le resultaba divertido. Por ello, decidió complacer sus deseos, y continuó caminando, sin quitarle el ojo de encima a Eddo, de espaldas a la estantería.

—¿Por qué caminas así? ¿Me espías?

—Es tu cerebro el que me dice cómo hacerlo —dijo Bon, aprovechando el engaño para vigilar los actos de la chica. Pero, al no ir mirando, tropezó con una de las tablas del suelo, algo suelta, y a esta se enganchó un poco de la tela de su espalda, deshilachando su camisa blanca. Se levantó rápidamente, avergonzado—. Está bien. Se acabó la tontería. Ve a dormir.

Bon se dio la vuelta, corriendo a la estantería. Eddo pudo ver entonces el rasguño que habían sufrido las ropas del pequeño, pero decidió que no se preocuparía por ello, ya que se encontraba soñando.

Una vez satisfecha al ver a "Azulito" descansando en su estante, volvió a tumbarse, juntó los párpados, y se durmió de verdad.

Al despertar a la mañana siguiente, lo hizo con los vívidos recuerdos en su mente aún, por lo que comenzó el día muy sonriente. Miró a su querido Azulito, descansando tal y como lo había dejado la tarde anterior.

—Qué sueño tan interesante... —rió, mientras abandonaba su cama para acercarse al juguete—. Menos mal que realmente no sucedió. Habría sido muy extraño...

Tomó el peluche cariñosamente entre sus cálidas manos, sin darse cuenta de que este se encontraba realmente aliviado de que todo el engaño hubiera ido tan bien, y acarició su pelo de tela.

Pero mientras lo sostenía, percibió un extraño tacto con la yema de los dedos, justo en la espalda del muñeco. Arqueando una ceja, le dio la vuelta a Bon para averiguar la causa, y lo que vio hizo que sus ojos se abrieran como platos: un poco más debajo de donde habría de situarse el omóplato del cuerpecito de tela, la camisa del juguete se encontraba un poco rota, deshilachada. Eddo tragó saliva y comenzó a temblar.

No supo qué hacer o qué decir, así que tan sólo dejó caer a Bon al suelo y salió corriendo de la habitación, con los ojos inundados en terror. Bon se levantó enseguida, seguido de sus extrañados compañeros.

El peliazul no comprendía la reacción de su amada dueña, pues no recordaba apenas su caída de aquella noche, y desconocía el daño que su ropa había sufrido debido a ello. Pero cuando Eddo volvió a entrar en la habitación, haciendo a todos los juguetes quedar inmóviles de nuevo, pudo ver la expresión de la niña mientras sostenía fuertemente una escoba a modo de defensa, y se temió lo peor.

Y al hablar Eddo, todos sus miedos se confirmaron:

—No fue un sueño, ¿verdad, "Azulito"?         

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