3

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

La primera impresión que se llevó Bon de los juguetes viejos... era que, efectivamente, eran realmente viejos.

La niña colocó a los cinco juguetes en el suelo, con delicadeza.

—Os presentaré. —Acercó a Joy, Mangle y Bon a los demás, para que se vieran bien, y señaló con el dedo índice a lo que parecía ser una bailarina de cajita de música arrancada de éste, junto al trozo de metal que solía unirla a la caja. Vestía un bonito tutú azul y zapatillas de este mismo color, y llevaba el pelo rubio recogido en un bonito moño sobre la cabeza—. Ella es Eddo Junior. —A continuación, señaló una especie de oso de peluche humanoide, con un micrófono en las manos y una gran sonrisa en el rostro— Mr Osito. —Un oso muy parecido al anterior, sólo que de color amarillento y tonos dorados, a parte de un sombrero de oro sobre su cabeza— Mr Osito Golden. —Un muñeco de madera que representaba un chico pelirrojo con cola de zorro—. El Zorro, y... —Y finalmente, llevó su dedo sobre la cabeza de un muñeco de tela que a Bon le recordó a él mismo. Sólo que se notaba que no estaba relleno de serrín, ya que cachos de algodón asomaban por pequeños rasguños en su tela. Estaba bastante estropeado. —¡Moradito! —Este nombre, según dedujo Bon, venía del tono púrpura del cabello del muñeco, que caía sobre sus hombros.

Todos los muñecos se veían algo sucios, estropeados y rasguñados. Aun así, el peliazul se fijó en que sus sonrisas eran incluso más bonitas que las de los demás juguetes de FNAFHS. Parecían realmente felices con esa niña...

—Y ellos son... —Señaló a Bon, Mangle y Joy y dijo respectivamente— Azulito, porque se parece a Moradito; Irene, porque me recuerda a mi amiga Irene y Princesa, ¡porque es tan guapa como una!

Si Bon hubiera podido hablar en ese momento, se habría puesto a reír por los nombres que se les había asignado.

Eddo miró a sus viejos muñecos y se tumbó bocabajo apoyando la cabeza sobre las manos, para verles mejor. Algo de tristeza se dibujó en su rostro de niña.

— ¿Sabéis? —dijo, intentando no temblar— Mamá dice que tengo que tiraros...

Bon quiso cerrar los ojos. Eso debía de doler.

—Pero no os preocupéis. ¡Queda una semana hasta que tenga que hacerlo! —Los abrazó con fuerza, cerrando los ojos— Lo pasaremos genial hasta entonces, ¿sí?

Durante la tarde entera, Eddo estuvo jugando con los juguetes. Viejos y nuevos juntos, a distintos juegos. Casitas, familias, carreras, concursos de canto y belleza, risas... Bon lo pasó realmente bien. Nunca pensó que podría ser tan feliz.

En cambio... Las sonrisas de los juguetes viejos eran ahora más apagadas, tristes, forzadas. En un momento dado, Bon casi creyó ver lágrimas colgando de las pestañas de la bailarina, llamada Eddo Junior.

La tarde comenzó a caer, dejando llegar a las estrellas y la luna. La peliazul devolvió a todos los juguetes a su sitio, despidiéndose de cada uno con varios besos y palabras cariñosas, y se marchó a cenar.

—Bien, le caéis bien —escuchó Bon decir a Puppet—. Casi tanto como a mí~.

Él sonrió, satisfecho. Poco a poco, todos los juguetes fueron cerrando los ojos, quedando dormidos. Joy y Mangle le dieron las buenas noches, y al parecer, también cayeron en un profundo sueño.

Cuando Eddo volvió a su cuarto para ya acostarse, Bon permanecía despierto. Y tras un rato, la niña también quedó dormida.

Bon sintió que era el único despierto en toda la habitación. No estaba acostumbrado a dormir, pero era cierto que notaba todo su cuerpo cansado tras jugar con Eddo. Echó una mirada al cuarto oscuro, únicamente iluminado por la luna que tantas veces le había hecho compañía atravesando la ventana. Suspiró y se acomodó junto a Puppet, escuchándola ronronear en sueño. Esto le dio algo de grima, pero decidió dejarlo pasar.

Una vez en una buena postura, fue juntando poco a poco sus párpados. Sintió una calma llenar todo su ser, y se dio cuenta de que realmente necesitaba una pequeña... siesta...

Click.

Un sonido hizo abrir uno de sus ojos a Bon. Escuchó un par de golpes huecos, y luego un leve chirrido. Se incorporó en el estante, girándose hacia donde provenía aquel sonido.

Abrió con sorpresa los ojos al ver el baúl de madera azul abierto. Y por él, bajaba uno de los muñecos, aunque en la oscuridad no pudo ver de quién se trataba.

Al llegar al suelo, comenzó a caminar con torpeza y cuidado. Al darle la luz de la luna, Bon lo reconoció como Moradito, el muñeco de tela.

Lo vio caminar hasta el escritorio, en la otra parte del cuarto, y escalar con bastante agilidad una de sus patas. Bon se puso en pie, observándole con curiosidad, imaginado lo que quería hacer. Al quedar sobre el escritorio bien ordenado, se giró, quedando frente a la ventana. Allí, tiró del pomo de ésta, abriéndola, y dio un hábil salto para quedar sentado en el marco de ésta.

Ahí se quedó, sentado, observando el cielo. Bon lo observó atentamente. ¿Él tampoco podría dormir?

Casi sin poder evitarlo, bajó con inexperiencia al balde de abajo, y luego se dejó caer al suelo, donde empezó a caminar a paso ligero, con cuidado de no hacer ruido.

Al llegar frente a la mesa, imitó al juguete anterior, escalando una de sus patas con bastante dificultad, resbalando varias veces, hasta que lo logró, y fue capaz de ver de bastante cerca la espalda del pelimorado.

Se acercó tímidamente a él, y a pocos centímetros, le dio un suave golpe en el hombro.

— ¡Gya! —susurró con voz de exclamación. Se giró con rapidez, moviendo los ojos rápidamente hasta identificar a Bon, Entonces, pareció calmarse, y suspiró— Demonios, pensé que eras Eddo... ¡No vuelvas a hacerlo!

El muñeco parpadeó varias veces, sorprendido.

—P-perdona —murmuró.

Moradito rodó los ojos sonrió.

—No importa. ¿Qué haces aquí? ¿Te molesto? —preguntó.

—Ah, no no... —Bon sonrió forzadamente— Sólo tenía curiosidad por ver qué hacías, eso es todo...

Moradito lo observó larga y profundamente, haciendo que se sintiera incómodo. De golpe, se dio la vuelta y señaló al cielo, a la gran bola blanca rodeada de estrellas.

—Me gusta ver la luna. Sobre todo en estos días, que está a punto de ponerse llena.

Bon dirigió la mirada a la luna, y recordó en voz alta:

—Me encantaba observar la luna en la juguetería.

Moradito lo miró sobre el hombro y se encogió de hombros.

—Puedes acompañarme si quieres.

Bon se sorprendió ante esa respuesta, pues ni conocía al chico. Aun así, cruzó el marco, y con cuidado de no caer, se posicionó junto al viejo muñeco.

Ambos quedaron en silencio, mirando al cielo. Bon aún sentía cierta incomodidad junto a ese desconocido, pero sinceramente, le agradaba. No parecía enfadado, ni triste siquiera, por el destino que le esperaba en una semana.

—Oye, Azulito —susurró Moradito, sobresaltando a Bon. Al darse cuenta de que se refería a él, le miró—. ¿Cuál es tu verdadero nombre? Porque, sinceramente, no creo que sea Azu--.

—Bon —respondió él, sin darle tiempo a acabar, y dejó de mirarle, sintiendo incomodidad otra vez—. ¿Y tú?

—Bonnie.

Silencio de nuevo. Bon seguía sintiéndose muy incómodo, de una manera bastante extraña. Ni siquiera cuando Puppet le hablaba de forma coqueta se sentía de esa manera...

Pasaron los minutos, e incluso las horas. Los dos, solos, en el marco de la ventana, sin decir nada.

Bon lanzaba de vez en cuando disimuladas miradas al rostro de Bonnie. En sus ojos negros y brillantes se reflejaban las estrellas y la luna, dándole más vida a su persona. Se le veía relajado, incluso feliz. ¿Cómo podía estarlo, sabiendo lo que le esperaba?

—Bonnie —se atrevió entonces a decir Bon—. ¿No te preocupa que Eddo os vaya a tirar?

Sabía que había sonado muy insensible, pero quería saber cómo se sentía el muñeco.

El mencionado le miró a los ojos. Bon sintió su cara arder de repente, sin saber por qué.

—Bueno... —suspiró— Llevamos muchos años con ella. Estamos viejos, no me extraña...

—Pero eso no lo justifica. ¡Yo me sentiría muy deprimido...! —insistió Bon, olvidando el calor que había atacado a sus mejillas— Además, esa niña os quiere. Y vosotros a ella.

Bonnie pensó en qué decir y apartó la mirada. Entonces, Bon notó por fin la tristeza en su expresión.

— ¿Por qué alguien nos querría? —dijo— Sólo somos unos viejos juguetes, sucios y estropeados...

Silencio de nuevo. Bon se sintió mal de repente, apartando también la mirada.

—Será mejor que regresemos —dijo Bonnie—. Si se despierta Eddo, nos verá. Buenas noches, Bon.

El muñeco del pelo morado se levantó, sin mirar a su acompañante, quien le imitó. Bon observó al chico bajar de un salto del pupitre y correr hasta su baúl. Lo escaló ágilmente, y una vez en el borde de éste, dijo en voz alta:

—Espero verte mañana aquí, a la misma hora.

Dicho esto, tiró de la tapa del baúl, cerrándolo a la vez que saltaba a su interior.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro