El monstruo del mar.

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¡Hola!

La imagen me inspiró, es una historia chicoxchica, no hay escenas sexuales, solo una pequeña historia que se me ocurrió al ver la imagen y se deslizo a través de mis dedos para hacerlos distraerse.
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En un pequeño pueblo citado en las islas centrales, hay una leyenda que ha recorrido los oídos de todos y cada uno de los habitantes, desde una muy corta edad.

A los niños de tres años en adelante se les cuenta la leyenda de "El monstruo del Lago". Hace años empezó a circular esa historia, se decía que aquel monstruo atrapaba a aquellos de malos pensamientos que circulaban por la orilla del mar, aquellos que cargaban culpa en sus corazones; dependiendo de la carga, el monstruo decidía si ellos volverían solo asustados con su aparición, o si nunca más se volvería a saber de ellos.

"-Marcela -se acercaba a sus espaldas - ¿Estás yendo otra vez al mar?

-Si -sonreia alegremente mirándola -Los visitantes llegan en el ferri de la mañana y debo conseguir más conchas para los recuerdos.

Con un suspiro la joven recarga su mejilla de su mano, y triste, tocaba el corto cabello de la joven de piel blanca.

-No puedo creer que lo hayas cortado, tu cabello era bellísimo.

Riendo sujetaba su mano -Él tuyo también lo es.

- ¡Claro que no! -sujetaba las puntas azabache -solo míralo, es tan... Común -decia con tristeza -negro como el de tantas, y lacio sin chiste -exhalaba un suspiro -ademas no importa cuántos productos utilicé no puedo mantenerlo tan suave como el tuyo.

Esbozando una sonrisa la joven acariciaba la morena piel de su amiga y deslizaba la mano hasta aquella negra y lacia cabellera sin flaquear su sonrisa.

-A mí, me parece bellísimo -aparta su mano con tranquilidad -creo que cada persona tiene cosas bellas que no puede ver sobre si mismo, tú piensas que mi cabello es lindo, pero... Yo lo odiaba, y me costaba demasiado mantenerlo tan... Cuidado como dices -rie con levedad -tu cabello es hermoso, y debes aprender a quererlo.

- ¡Pero si tú has cortado el tuyo! -se quejaba, no muy convencida.

-Eso es... Porque yo, de verdad deseaba -tocaba su cabello con cariño -tener corto mi cabello, es más fácil manejarlo así, y estorba mucho menos... Además -sonrie animada -con el calor que hace últimamente, ésto me ayuda a no tener un terrible golpe de calor.

Su amiga sonríe y solo la abraza con prisa mirando de reojo aquellos castaños cabellos que podían llegar a pasar por rubio, alejándose la joven sonreía.

- ¡Muy bien! Trataré de amar mi cabello -abraza su cintura -o al menos soportarlo, no todos podemos amar cada parte de nuestro cuerpo como tú, qué eres tan positiva.

Sonriente asiente -Nos vemos luego Lucía.

-Hasta luego Marcela -sonriente seguía su camino.

Pero había una historia más reciente, la historia de una chica que conoció al monstruo del mar. Ella era una joven de apenas diecinueve años, cuando desapareció, todos pensaban que ella había escapado de la isla, pero... Solo había un ferri, y dos hora de salida de la isla, y ese día... Nadie la vio abordar.

La joven era una chica muy normal, no resaltaba mucho entre la gente, tenía unos cuantos amigos en la isla, su vida era muy normal, trabajaba como todos, ayudaba a sus padres y brevemente estudiaba en la pequeña y simple escuela que había allí; su cabello castaño de tono casi rubio, era lo único que la hacía resaltar un poco, pero aquella isla tenía mucha gente de distintos rasgos, colores, y distintos lugares de procedencia; en ese entonces la isla aún no crecía tanto; la joven era delgada, y un poco alta, su cuerpo era sencillo, no tenía grandes curvas, sus labios eran apenas un poco grandes como para mirarlos de más, ella los pintaba de un color carmesí con los pétalos de las rosas, pero... A final de cuentas era una chica más.

Fue una tarde normal para muchos, pero luego de despedirse de su amiga, luego de recolectar las conchas que debía... ella decidió quedarse en el muelle mirando el sol ocultarse, y quizá no fue la mejor decisión que pudo tomar.

- ¿Por qué? -cuestiona mi pequeña nieta.

-Porque... A partir de ese día, nunca la volvimos a ver.

Aún recuerdo el primer relato de su primer encuentro con él, ella llego sumamente animada contando todo con detalle, y yo... No pude creerle.

Entre el tararear de una melodía, la joven se encontraba sentada sobre el muelle con las piernas cruzadas, y dibujando algún garabato con sus dedos sobre la madera, se percató de algo, había... Un voz, que le seguía el canto, curiosa, miraba al rededor buscando a la persona que le seguía el canto.

- ¿Hola?... ¿Ay alguien ahí?

Y una nula respuesta lleno el muelle junto al chocar de las olas con la arena, aun que dudosa Marcela continuo su canto está vez viajando al rededor con la mirada, poniendo suma atención a cualquier sonido o cualquier movimiento... Y nuevamente, esa voz resonó junto a la suya haciéndola tragar grueso y preocuparse un poco, inquieta tomaba sus conchas lista para marcharse, cuando lo escuchó, una voz profunda, pero amigable... Una voz que trataba de no causar miedo.

- ¡No te vayas... Por favor!

Dudosa y temerosa viajaba por todos lados con la mirada, el sol estaba por ocultarse por completo, apenas y se podía ver más que el faro de la isla y las luces del pueblo... Pero el muelle estaba obscuro y no parecía haber nadie más que ella, tenía miedo, pero la curiosas la llenaba aún más... Con cuidado tomaba un pequeño cuchillo en mano con el cual abría ostras para llevarle a su abuela.

- ¿Quien eres? -cuestiona tragando grueso.

-No tengo un nombre... Pero conozco esa canción.

-Es la... Canción que mi abuela cantaba a mi madre... Es una canción única de mi familia ¿Cómo podrías? -cuestionaba temerosa empuñando el cuchillo.

-Yo... Lo escuché antes...

Aunque dudosa y temerosa, aún con el estómago hecho un nudo, ella suspiro y trato de relajarse.

- ¿Te gusta?... Es una... Muy linda canción -suspiraba por lo bajo sentandose -era la historia de mi bisabuela, la alegría que le dió cuando mi bisabuelo regreso de la guerra...

En espera de aquella voz, la chica solo se quedó en silencio y miraba hacia la arena de la playa cuidadosa de que nadie le fuera a hacer daño, pero esa voz no volvió a resonar, y eso solo la hizo levantarse.

- ¡No te vayas!

- ¿He? -temerosa creyó haber descubierto el origen de la voz - ¿Por qué no? Ya no has hablado, pensé que...

Con pasos ligeros, ella avanzaba al borde del muelle y se ponía de rodillas inclinandose para mirar debajo.

-Aunque lo intentes, no me verás...

- ¿Qué? -cuestionaba sorprendida - ¿Por qué? -se levantaba mirando los costados del muelle.

-No importa cuánto lo intentes -rie con levedad -no te dejare encontrarme.

-Yo de verdad no quiero encontrarte... Me das... -se encoge apenada -Algo de miedo, ¡Sin ofender! Lo siento -baja la mirada -pero... Comprende por favor, soy una chica adolescente, sola en la obscuridad, y un hombre desconocido está hablando conmigo...

-Comprendo tu miedo... Muchas han... Tenido ese destino trágico cerca de aquí...

- ¿Qué? -menciona con sorpresa.

- ¿Tú sabes... Por qué el mar es salado?

-Ha... La escuela en la isla no es muy buena, no creo conocer la respuesta -respondia con sinceridad - ¿Porque razón el mar es salado?

-Dicen... Que el agua causa relajación, y un lugar solitario, como las playas por la noche... A veces son lugares perfectos para que la gente verga a desahogarse.

Curiosa la joven pasaba su dedo índice sobre su barbilla sin comprender y solo dejaba el cuchillo al lado.

-Disculpa, pero creo que no entendí.

Entre su risa la joven se sorprendía aún más, pero solo sonreía con más tranquilidad.

-Cuando la gente tiene dolencias del corazón, cuando se sienten tristes... Las olas del mar son perfectas para borrar su llanto sin dejar marcas, y el estruendo del choque entre las olas, disuelve sus gritos de dolor y tristeza... La gente viene a llorar muy seguido... Traiciones, peleas, sucesos tan malos como los que has pensado que podrían ocurrirte... Yo los he escuchado ya muchas veces.

- ¿Es así? -cuestiona con tristeza -Eso me hace sentir muy... Triste, pobre gente...

-Creo que es hora de que te marches, o vas a preocupar a tus padres.

Aunque sorprendida, la joven sonreía y despidiéndose de aquel misterioso hombre avanza lejos del muelle con dirección a su hogar.

- ¿Tú has llorado en el mar abuela?

Sonriendo asiente -No te voy a mentir, llore el día que la perdí, cada tarde iba al océano a pedir para que ella volviera...

-Pero nunca lo hizo...

-La verdad... No lo sé con seguridad, había gente que juraba haberla visto por las calles.

- ¿Y tú les crees?

-No puedo no hacerlo por completo... Quiero creer que sigue con vida.

Con una sonrisa en el rostro solo prosigo. Cada día ella siguió yendo al muelle y ella me platicaba lo mucho que ese tipo sabía del mar, de la gente, lo mucho que conocía... A su bisabuela.

- ¿Cómo podría ser posible eso? ¡Tendrías que ser muy viejo para poder hablarme de ella y de haberla conocido!

El ríe con el tronar de las olas y ella tranquilamente deja caer sus pies para que las olas los acaricien con su espuma.

-Yo no puedo envejecer.

- ¿Cómo podría ser posible eso? -rie - ¿Acaso planeas hacerme una broma? Se que dije que la escuela no tiene los mejores recursos, pero tú voz definitivamente no es la se un anciano... Quizá de un hombre, al menos de treinta o un poco más...

Bajo aquel muelle el hombre sonreía y levemente, ella podía sentir unos dedos deslizarse por su pierna hasta la punta de sus pies, aunque sorprendida, sabía que si regresaba la mirada abajo, no iba a ver nada, y así fue.

-Aun tengo el cuchillo de las ostras conmigo...

-No planeo hacerte daño... Pero me agradas mucho, quería que... Supieras que si estoy aquí.

-Yo se que si lo estás.

-Pero la gente del pueblo siempre te dice que no lo estoy... Pensé que quizá...

-Confio en mi cordura, se que lo estas... Pero aún... Desconozco tu nombre y porqué no quieres que nadie sepa de tí.

-Hace muchos años que no me llaman por mi nombre, tantos... Que ya lo he olvidado, pero... Hay un sobrenombre con el cual ellos me llaman.

-Quiero saber cuál es.

Con la palma de su mano, húmeda y algo rasposa, comenzaba a sujetar por completo el pie de la joven hasta besarlo, con sus algo rasposos labios.

-El monstruo del mar...

Su piel se puso chinita al escucharlo, y dudosa solo mantuvo la mirada al obscuro cielo, escuchando como bajo sus pies algo emergia del agua con lentitud.

- ¿Tienes miedo? ¿No quieres verme?

Tragando grueso ella bajo de a poco la mirada encontrándose con algo que no parecía humano, pero... Aunque sus entrañas le pedían huir, ella se quedó, miraba con atención ese rostro perfilado cubierto de algas y percebes... Y delicadamente posaba las manos sobre las mejillas azuladas y frías del hombre frente a ella, tocaba con delicadeza casa percebe en aquella piel fría y mojada y deslizaba sus dedos por aquellos ásperos y algo partidos labios, el hombre se estremecía, pero solo dejaba que aquella chica lo tocará mientras él subía con el oleaje hasta encontrarse entre las piernas de ella y con delicadeza deslizar las palmas ásperas de sus manos sobre aquella blanca y suave piel, causando su dolor.

-Lo siento -escupe asustado apartando las manos -Perdon, te he lastimado...

- ¡No! -expresa con prisa sujetando sus manos -Esta bien... Solo es... Un poco áspero...

Y aunque la piel de aquel hombre era azulada como el mar, bajo aquellos percebes que cubrían su vista... Ella pudo notar un leve sonrojo...

- ¡Iugh! -expresaba disgustada - ¡Debió ser horrible tocarlo!

Riendo da la razón -Yo le dije lo mismo, pero ella... -recordaba con nostalgia -ella dijo que era... Fantástico, que... De alguna forma, aquel acercamiento la hizo volverse... Locamente feliz.

Ante la curiosidad aquella chica volvía aún más temprano, y aún más emocionada ella comenzaba a adentrarse en el agua a su lado conociendo cosas fascinantes del mar que nadie a parte de ella había oido, sus visitas eran más frecuentes, más largas, poco a poco ella vivía más cerca del mar que con la gente, y su familia y amigos se preocupaban. A meses de cumplir los veinte ella fue a hablar conmigo sin tener en cuenta que sería nuestra última charla.

- ¡Lucia! -llegaba con prisa en su bicicleta - ¡Hola!

Ella bajaba con prisa llegando a cerrar un abrazo que recibía sin lucha, al separarse entre risas, nos miramos cómplices y la guíe a las escaleras del local se la familia para que habláramos cómodamente.

- ¿Que es eso tan importante que quieres decirme?

-Yo... ¡De verdad me he enamorado de él! -suspiraba extasiada - ¡Él es tan genial e increíble! Pero... Él... -dolida sujeta su brazo -no quiere que yo siga yendo a su lado.

- ¿Por qué? -cuestiono sorprendida.

-Él dice... Que es imposible que él yo podamos estar juntos de la forma en la que yo quiero...

- ¿Por?...

-Él... Bueno -nerviosa rascaba su mejilla -es algo complicado, y es secreto entre ambos...

-Marcela -exhala un suspiro elevando la ceja -Conozco al chico.

- ¿¡Que!? -cuestionaba sorprendida.

-No de ese modo, no lo he visto... Pero según lo que me contaste la última vez... Un tipo que vive en el mar, con percebes y algas sobre su azul cuerpo... Debo decir que tenía miedo de que un mal espíritu estuviera perguiendote, pero luego recorde... Aquel comentario del último que solo fue asustado por el Monstruo del mar, y dije -truena los dedos con una sonrisa - ¡Claro, debe ser él! Yo sé que tú no serías tan descuidada de hablar con un extraño, pero si lo hicieras, confío en tí, así que... Si siguen frcuentandose solo quiero que me cuentes todo, todo... No puedes hacer una locura sin comentarle a nadie, además... He estado siguiéndote un poco -giña el ojo abrazándola -Aunque no he logrado ver nada.

-Ooh... Es por eso que él no ha querido mostrarse -rie divertida -Me gusta que confíes en mí, y debo decirte algo...

Curiosa la chica se acercaba tragando gruesa ante el miedo de que algo fuera a salir mal.

-Yo quiero irme con él.

-Pero dijiste... Que él no quería...

-No lo hace -suspira con una sonrisa -Pero yo quiero hacerlo.

- ¿Y como lo harás si él no quiere?

-Sin su permiso -sonrie animada -Asi que... No quiero que te preocupes su mañana.

-Mercedes, se que dije que confiaría en tí, y he escuchado todo lo que me has dicho de él... Pero aún así, desconfío un poco de la idea... Quizá si me lo presentarás.

Dudosa ante la petición solo mira directo a su amiga y sonríe con levedad negando, y enseguida asientiendo con calma.

-Muy bien, quizá deba esperar más... Aún así, gracias por escucharme.

- ¡Ey, ey, espera!

Apresurada trataba de seguir a aquella chica que con prisa montaba su bicicleta con rumbo al muelle, la hora de encontrarse había llegado, y quitándose las sandalias su amiga la seguía con prisa quedándose aún muy atrás....

- ¿Y que paso abuela?

Con una sonrisa mi mirada baja al suelo, y luego la dirijo a la ventana rumbo al mar.

-Cuando llegué, ella se había desecho de toda su ropa dejándola en el muelle, desnuda... Vi por última vez a Mercedes, ella brinco sin miedo al agua, se sambullo... Y corrí, corrí al muelle, pero... Nunca la vi salir, entre a prisa... Busque, una y otra vez, desesperada seguí buscando, pero... Jamás la encontré, no había rastro de ella, solo obscuridad... Ahí perdí a mi amiga.

- ¿Él se la llevó?

-Ella decidió irse...

- ¿De verdad nunca volvieron a saber de ella?

-La buscaron por días, fui por ayuda enseguida... Pero nada, ni siquiera su cuerpo... Nunca más la volví a ver, pero... Una noche cuando fui a dejar una vela y una rosa al muelle... Sorpresivamente... La marea cantaba.

- ¿Cantaba?

-Cantaba esa canción única de su familia, la canción de su bisabuela... Me quedé inerte en ese lugar, escuchando al oleaje cantar su canción... Y entre los soplos del aire... Podía escuchar la voz de mi amiga pronunciar mi nombre, pedirme calma... Pero nunca más la ví.

Al bajar la mirada, me encuentro con la mirada inocente de mi pequeño nieto y solo puedo dedicarle una sonrisa y besar su frente para acariciar su cabello.

-Pero se que ella está feliz, donde sea que ahora se encuentre, se que Mercedes es feliz... Al lado de él... Duerme bien pequeña, mañana toca un cuento más normal.

Fin.

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