El muñeco mágico

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— ¿Quieres probar?

—Uh... No lo sé. —vuelve la mirada hacia la lucha —Estoy algo ocupado ahora mismo.

—Te aseguro que no te arrepentirás.

La verdad es que estaba cansado, la maldición a la cual se enfrentaban era un tanto fuerte y sorpresivamente lo había mandado a volar. Se encontraban en las cercanías de un templo, pero tal puesto extraño con una viejecita rara se encontraba sobre la carretera que rodeaba la montaña.

—Solo porque estoy cansado. Intenté hacer su magia.

—Elegiste bien.

La mujer era muy dulce de apariencia, pero bastante insistente. El letrero sobre su cabeza marcaba "Peluches para tú compañía" Megumi podía ver detrás del puesto algunas herramientas, bastante relleno, telas de todos los colores, tijeras, hilos y agujas, suponía que era un trabajo manual y posiblemente tomaría mucho tiempo, pero antes de poder correr nuevamente a la acción.

—Aquí tienes.

Un Itadori afelpado y sonriente fue depositado sobre la madera, y fue suficientemente extraño como para ponerlo en alerta, pero no podía percibir ni rastro de algún tipo de maldición. Su mirada analizó al pequeño muñeco de melena rosa y enseguida se dirigió sobre la lucha a la lejanía que justamente Itadori llevaba en solitario, seguramente Kugisaki había sido enviada a volar igual que él.

—Es un peluche bastante lindo, pero no puedo llevarlo ahora mismo. Igual le pagaré ¿Cuánto es?

—Lo que quieras darme.

Su vista regresa hacia la dulce mujer y se hace consciente de que el peluche ya no se encuentra en el mostrador.

—Estará esperándote.

— ¿He? ¿Quién? —sacude la cabeza —Le daré mil, espero sea suficiente, pero ahora debo irme.

— ¡Ten un buen juego!

Juego... ¿Cómo podría ser un juego? Estaba a punto de entrar en una lucha bastante seria, pero... Tanto él como Kugisaki se detuvieron de su carrera en regreso observando a Itadori terminando con todo por su cuenta. Entre sus jadeos se encontraron con las miradas y simplemente exhalaron dejando caer los brazos y la tensión mientras Itadori finalizaba todo.

Al volver los ánimos de sus compañeros fueron los tan enérgicos de siempre, a todo aquel con quién se encontraron comenzaron a explicarle sobre su misión de esa tarde, Megumi se apartó de ellos sin dudarlo y fue directamente a tomar una ducha; apenas acaba de cambiarse en su habitación cuando sintió una extraña vibra ondear sobre su cama, muy lentamente volvió la mirada notando...

— ¿El peluche? —avanza dudoso tomando el muñeco de tela con cuidado — ¿Al final si era un demonio? —huele al pequeño Itadori —No, no percibo nada... ¿Y por qué Itadori?

Los toques apresurados sobre su puerta lo obligan a resguardar el muñeco de tela con tanta prisa que se avergüenza mientras centra su mirada en la puerta de madera que, sorpresivamente, no ha sido abierta.

— ¡Oye, vayamos a comer Megumi! ¡Maki San nos está esperando!

—Yo... ¡Espera un segundo... Ahora voy!

—Te espero aquí —canturrea tranquilamente.

Su mirada vuelve hacia sus propias manos que esconden el pequeño peluche tras su espalda, y al sacarlo solo puede apreciar la sonrisita triangular del pequeño muñeco de tela, lindo en todos los sentidos y tan parecido a Itadori. Sacude sus ideas con ahínco en un movimiento de cabeza para enseguida dirigirse a su guardarropa y ocultar al pequeño muñeco dejándolo en una esquina oscura. Lo que hubiese sido esa anciana, y la razón para darle ese muñeco, desconocía todo eso y no necesitaba saberlo, llegado el momento correcto solo tomaría ese pequeño peluche y lo lanzaría a un cesto de basura para ya nunca verlo.

Al salir la dulce y radiante mirada de Itadori se expande junto a una sonrisa juguetona, y Megumi se tiene que obligar a no seguirle esa expresión.

—Vayamos de una vez, tengo bastante hambre.

—Te aseguro que no tanta como yo. Oye Megumi ¿Sabes que tipo de misión tiene Gojo sensei?

—Um... Creo que han localizado a un posible nuevo recluta, fue a verificarlo.

— ¡Un nuevo compañero! —expresa con emoción — ¡Genial, ya quiero conocerlo y enseñarle todo lo que ahora ya sé!

—Podría ser como Kugisaki y ya venir con la información —comenta con cierta burla.

—Aún así podría necesitar un algo extra. —comenta emocionado —Es lindo verte sonreír, aunque sea para burlarte de mí.

Y con ese simple comentario la diminuta sonrisa que surcaba los labios de Megumi Fushiguro desapareció, le encantaba recibir cumplidos por parte de ese chico sonriente que caminaba a su lado, pero odiaba exteriorizarlo borrando su apariencia natural, que quizá no era tan natural si en ocasiones quería reír y sonreír con tantas fuerzas, pero no quería encariñarse aún más con él, ya lo había perdido una vez... Y no quería volver a perderlo sintiendo tantas cosas por él.

— ¿Alguna vez piensas en cosas como... Tú muerte?

Itadori se detuvo a un paso del comedor, su atención se alejó de la charla y risas para centrarse en el rostro cabizbajo del chico a su lado.

—Siempre. Pero eso me desanima de sobremanera así que, prefiero tan solo sonreír. —avanza dos pasos cerrando la distancia hasta poder descansar la palma en el hombro ajeno —Vamos ¿Sí?

Megumi asiente siguiendo la mano que ahora lo guía hacia el comedor, pero durante toda aquella cena las palabras de Itadori y el hecho de que hubiera un mini peluche de Itadori en su habitación no dejaba de darle vueltas por la cabeza.

Al volver a sus habitaciones se despiden y cada uno se adentra sin decir más, Megumi no tiene la fuerza para encender la luz y quedarse un segundo más despierto, así que simplemente avanza hasta su cama dejándose caer boca abajo. Pero apenas su rostro gira sobre la almohada se queda completamente fuera de sí, a su lado, el pequeño peluche que anteriormente había guardado en una esquina de su guardarropa ahora se encontraba en su cama. Frunciendo el entrecejo dirigió la mano sobre el rostro afelpado acunando su única facción que era la curvatura de su cabeza, luego palpó el cabello rosa en punta y finalmente descendió hasta la pequeña mano apretando con suavidad. Suspiró.

—Como sea.

Sus sábanas crujieron mientras se acomodaba abrazando al pequeño peluche contra su pecho.

El reloj de pared marcaba las tres treinta de la mañana cuando inhalando profundamente sintió el calor de un cuerpo ajeno contra el suyo, se sentía demasiado cansado como para abrir los ojos, y la sensación era tan placentera mientras aquellas manos le recorrían la espalda  desde la cintura para aferrarse a sus hombros y acercarlo mucho más, que se limitó a abrazar aquel cuerpo firme y cálido aferrandose a él.

A las cuatro de la mañana una respiración le cosquilleaba en la garganta con un ritmo relajado, sus ojos se abrieron adormecidos para encontrar una melena rosa difuminada por la claridad lunar del exterior, inhalando se apartó un poco, lo suficiente para mirarlo, para ser consciente de que sus cuerpo estaban entrelazados y las manos de él se aferraban a su cintura, su mirada se perdió en aquel rostro tranquilo y antes de que terminará de delinear sus facciones con la mirada, su mano ya acariciaba el rostro ajeno con suavidad.

—Itadori... —murmuró —Yūji...

El joven frunció el ceño — ¿Qué pasa Megumi?

— ¿Por qué estás aquí?

—Um... No lo sé. —contestaba sin abrir los ojos —Es reconfortante, solo duerme.

Bajo aquella luz blanquecina podía pensar que era un sueño, el cuerpo de aquel hombre era un borrón hermoso bastante difuminado como para ser el real, pensó que todo eso era debido al maldito muñeco que lo había hecho pensar de más, así que se dispuso a volver a dormir, pero...

—Megumi... —sus ojos se abrieron —es lindo cuando sonríes, deberías hacerlo más.

Algo en su interior se tambaleó, sus sorpresa no fue la suficiente para quitarle todo el sueño de encima, pero lo fue para atreverse a besar esos labios que torpemente respondieron al profundo llamado deseoso de cercanía. Megumi le aferraba la nuca evitando que se separara y en un segundo Itadori le apretaba la cadera con tanta fuerza que parecía desearlo.

Sus lenguas se encontraron en una danza interrumpida por jadeos, mordiscos, y la pronunciación irregular del nombre ajeno, y los minutos siguientes fueron más irreales e intensos; Itadori se encontraba entre las piernas de Megumi sujetando su pequeño rostro con ambas manos para guiar aquel beso desesperado, y Megumi tan solo levantaba el mentón jadeante y desesperado por seguir sintiéndolo mientras sus manos le aferraban los hombros y el pecho en busca de algo a lo cual aferrarse, en un jadeo Megumi apartó el rostro tratando de calmarse y dándole a Yūji la imagen completa de un chico avergonzado, jadeante y sudoroso por tal cercanía, Yūji apretó su boca con cierta frustración y luego aferró las mantas de la cama para inclinarse sobre el cuello ajeno dando una tendida lamida hasta la oreja del pelinegro.

—Megumi —susurró, notando el temblor que causaba en su presa —Necesito seguir con esto... —su palma descendió por el vientre ajeno hacia el borde de aquellos pants para dormir — ¿Me dejas seguir?

Su mirada volvió sobre aquellos ojos marrones como la corteza de los árboles, volvió a dibujar aquellos rasgos con su mirada y finalmente asintió mostrando una leve sonrisa. Itadori tragó grueso y segundos después introdujo la mano en los pantalones de Megumi que cerraba los ojos ante las sensaciones que lo embargaban, mientras la mano de Yūji se encargaba de masturbarlo sus labios se perdían en el cuello ajeno dando besos y mordidas sobre su piel, por momentos subía sobre oreja atrapando su lóbulo en una mordida que buscaba atraer su mirada solo para que se viesen a los ojos y así sentir que todo era real.

— ¡Mngh! ¡Espera... Creo... —jadea contrayendo las piernas contra los costados de Yūji —creo que me voy a venir, espera... Espera un segundo!

Pero en lugar de eso Yūji fue directo a su boca atrapando sus quejidos entre profundos y deseosos besos hasta que Megumi finalizó su éxtasis con el pecho en un sube y baja inquieto. Al verlo tan completo Yūji se incorporó de rodillas notando las marcas de beso y mordidas que le había dejado sobre el cuello blanco, el sudor que recorría su piel, las mancha de humedad en sus pantalones y... Su propia mano que tenía el semen de aquel chico, caliente....

— ¿Ésto de verdad es...? —cuestionaba más despierto. —Um... Megumi....

Pero el joven jadeante solo podía escuchar un pitido ensordecedor causado por su finalización, se incorporó sobre su brazo y mirando el rostro confuso y algo culpable de aquel joven pelirosa, simplemente sonrío con incredulidad y cierta malicia, se quitó la sudadera y eso fue suficiente para hacer temblar a Yūji y volver a atrapar su mirada.

—Me toca.

—Oye, oye espera un poco...

Y en su pánico Yūji cayó de espaldas al suelo, aquello por un segundo lo transportó a la realidad, pero Megumi se asomaba de aquella cama sin camisa y con las marcas tan recientes sobre su piel que... Prefirió ignorar todo, prefirió dejar que Megumi bajará de aquella cama y se inclinará de rodillas sobre su torso, que le subiera la camisa y le bajará el pantalón, que... Con sus firmes y largas manos le tomará el miembro causándole el recorrido de una corriente eléctrica a lo largo de su ser, y que... Con esos ojos retadores, le mantuviera la mirada mientras se introducía aquel miembro erecto en su boca, Megumi bajó la mirada y Yūji se sentía en el cielo frunciendo el ceño y aferrandose a la alfombra mientras la mano de aquel chico le recorría el vientre delineando su costado y subiendo más allá, su mano estaba introducida por debajo de su camina y en su boca guardaba el miembro palpitante de Yūji enroscando su lengua a lo ancho y succionando entre un vaivén.

— ¡Aaah! —jadeo sin aire el pelirosa.

Y Megumi se contuvo de sonreír para seguir en lo suyo guiando su mano hasta el pezón de aquel chico y comenzando a jugar en su alrededor dando suaves caricias que luego se volvieron una presión y un pellizco en intervalos. De pronto las manos le Yūji le presionaron el rostro contra su entrepierna, y segundos después en su boca descansaba el líquido blanco y caliente con un regusto agrio, mientras Yūji jadeaba en éxtasis mirándolo desde el suelo. Sus miradas se encontraron y Megumi tragó con fuerza ignorando el regusto agrió para acercarse con necesidad a aquel chico, Yūji se incorporó recibiendo sus labios y recibiéndolo a él que se montaba a horcajadas encima suyo sentando su trasero contra el regazo ajeno.

—Megumi —murmuraba con necesidad.

—Yūji...

Muy pocas veces Megumi Fushiguro había pronunciado su nombre, y esas pocas veces había sido solo por descuido, pero en ese momento comparado con todas las otras ocasiones... Su nombre en sus labios se escuchaba tan dulce y diferente que lo volvía loco. Se aferró a la cintura ajena delineando la tensión de su cuerpo, siguiendo sus líneas naturales, se deslizó muy lentamente por los glúteos del chico que le jadeaba en los labios abrazándose a su cuello y levantando las caderas para permitirle... Para permitirle... Se le fue el aire al encontrarse sobre la clavícula del azabache y caer en cuenta de lo que le estaban permitiendo, lo miró un segundo y encontrar su mirada comprendió que era así, que le estaba permitido hacerlo. La vergüenza no pudo más que la necesidad, depositando un beso en su clavícula abrió aquellos glúteos y en un suave masaje comenzó a preparar el área con mucho cuidado y muy atento a las expresiones de su pareja.

Su pareja, el mundo se elevó al infinito al pensar aquello. Si aquello era un sueño quería quedarse para siempre ahí, Yūji no tenía claro desde cuándo comenzó a sentirse atraído románticamente por Megumi Fushiguro, pero era así, estaba enamorado de aquel chico, y ese sueño o esa realidad o lo que fuese eso que hacían en plena noche en una habitación que no era la suya aún cuando recordaba muy claramente haber entrado a su habitación y perder el tiempo en revistas antes de dormir, eso era mágico, y lo deseaba.

Las piernas de Megumi temblaban mientras Itadori terminaba con la dilatación y depositaba un beso en barbilla para obtener su atención.

— ¿Estás listo?

—Eres horrible. Sí... Lo estoy.

Delicadamente le ayudó a sacarse el pantalón ahora mojado mientras admiraba cada centímetro de su piel y se tomaba el tiempo para palpar sus piernas y besar su vientre, Megumi lo veía con mucha atención y cuando Itadori le sonrío no pudo evitar devolverle una sonrisa nerviosa.

—Me detendré si no te sientes a gusto.

—Esta bien.

Sus caderas bajaron lentamente y ambos se esforzaron aún ante las sensaciones, para que aquello fluyera bien, y así fue. Pronto sus cuerpos iban y venían en lentas y profundas estocadas, los sonidos fluían de sus cuerpos llenando el espacio de aquella pequeña habitación, se tocaban sin sin duda y se besaban con necesidad, el calor los envolvía y sus cuerpos despojados de prendas mostraban el sudor a plena luz de luna, y en algún punto todo acabo. En algún punto mientras jadeaba el nombre ajeno todo dió fin.

A la mañana siguiente cada uno se levantó en la cama de su habitación inhalando aire con fuerza y manteniendo las miradas en el techo, las sensaciones y los recuerdos recorrieron el cuerpo de cada uno de maneras diferentes y mientras se acoplaban a la realidad ambos analizaban sus habitaciones y sus camas limpias, sus ropas de la noche anterior bien puestas e impecables, y ninguna erección o muestra de sueño húmedo. Sus miradas viajaron sobre la pared que los separaba y segundos después ambos salían de sus habitaciones para mirarse de frente con la vergüenza pintada en todo el rostro. Itadori abrió los ojos de sobre manera al notarlo y señalarle.

— ¡Itadori, Fushiguro, es hora de desayunar! ¡Maki San dice que se apresuren o tendrán que entrenar con el estómago vacío!

Megumi le tomó la mano arrastrándolo al interior de su habitación y cerrando con rapidez para pedirle que guardara silencio llevándose el índice sobre los labios.

— ¡Enseguida vamos! ¡Yo me ocupo de despertarlo, ve primero!

— ¡Muy bien!

Al escuchar los pasos alejándose Megumi volvió la mirada sobre su Yūji notando su mirada sorprendida y muy atenta a su cuello, extrañado se cubrió la piel y apenas pensaba dirigirse por un espejo cuando Yūji le tomó la mano y en un pensar rápido se subió la camisa descubriendo los rasguños que apenas habían comenzado a causarle cierta irritación. Megumi parpadeo con el recuerdo en mente, recordando como aquel chico no se separaba de su cuello.

— ¡Yūji! —exclamo con enfado empujándolo para luego cubrirse el cuello.

— ¡Lo siento! ¡Pensé que era un sueño! ¿Qué pasó anoche?

Su mirada se dirigió al muñeco en su cama y cuando Yūji le siguió la mirada solo se sorprendió un poco, luego sonrío.

—Um... no hicimos algo que el otro no quisiera ¿Cierto?

Su mirada volvió —No.

Inhala profundamente —Entonces... Solo vayamos a desayunar —entrelaza la mano ajena — ¿Sí Megumi?

Aún en su duda y vergüenza, en lo desconcertante de la situación, Megumi le tomó el rostro y se inclinó hasta besarle los labios. Era real.

—Por suerte el uniforme cubrirá gran parte, pero... Procuraré buscar algo que lo cubra mejor.

—Um... ¿Estás bien de la cadera? ¿Crees poder con el entrenamiento?

—Las sensaciones siguen llegando así que... Quizá tengas que cubrirme.

—Con gusto. —sonríe radiante —Pero luego me hablaras de eso... —señala al muñeco con su pulgar.

—Luego hablaremos de todo.

Un nuevo beso por parte de Yūji —Iré a cambiarme.

—Bien.

Apenas su puerta se cerró tuvo que exhalar toda su inquietud, ahora era consciente de la incomodidad en su cuello, algunas partes palpitaban y otras ardían un poco, sentía la sensación de los labios ajenos y podía recordar todo muy correctamente, pero no tenía tiempo para seguir sintiendo porque tenía que ir a entrenar y desayunar y porque no quería tener una erección en ese preciso momento. Su mirada se detuvo un segundo en aquel muñeco, no sabía que magia podría ser, y sería muy raro pedir ayuda profesional, pero... Sabía que debía hacerlo. ¿O no? ¿Era siquiera peligroso? Claro era... Un muñeco mágico, pero... Seguro que si le causaba algún daño Yūji no lo sentiría. Tomando al muñeco en manos primero besó su pequeña boca y luego pellizcó duramente la mejilla sin escuchar ningún ruido desde la otra habitación. Yūji tocó su puerta y al salir pudo verlo tan radiante como siempre.

— ¿No te duele la mejilla?

—Eso debe ser porque te presioné contra el suelo en una de las...

Un golpe acaba en su brazo —No hablo de eso. Le pellizque la mejilla al muñeco para comprobar que no sea vudú o algo.

—No sentí nada. Y en todo caso, eso significaría que lo hiciste con un muñeco anoche ¿No? —bromea.

Megumi ríe sin poder contenerse y vuelve a golpearlo mientras siguen su camino con mucha más confianza y calma, en un momento hasta se toman de las manos.

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