Enorme y Linda

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La sangre de cada ser es diferente, y quizá pueda ser que cuando uno es recién transformado no es capaz de notar esa sutil diferencia debido a la demente necesidad por tan solo alimentarte, pero cuándo uno ya lleva bastantes siglos en esta situación, te quedan dos opciones.

O te haces inmune al sabor, pierdes el sentido de cualquier gozo. O lo sientes hasta el alma que te fue arrebatada cuando te atacaron en plena noche y te drenaron la sangre por diversión.

Yo la siento, la saboreo, la disfruto plenamente hasta el punto en que hay ciertas ocasiones, sin importar el tamaño, la dieta o su mala higiene, que beber de un cuello me eriza la piel. No tengo idea de lo que lo haga tan especial, pero existe ese tipo de sangre que se siente... Brutal, te desconecta causando que hasta el más experimentado comenta el error de drenar a su presa por completo apagando así una llama única. Su garganta se contrae y caigo en cuenta del nerviosismo en su mirada, a través del espejo de cuerpo completo puedo verla ruborizada mirándose de arriba a abajo mientras aferra la bata que le cedo a mis clientes mientras ajusto las medidas de la lencería.

—No debe de sentir vergüenza, déjeme decirle, que luce encantadora, cualquier hombre caería a sus pies sin dudarlo.

Ella ríe débilmente —Vaya mundo en el que vive si piensa que me persiguen tantos.

—Con modales tan refinados y un cuerpo tan hermoso... —me inclino cerca de su cuello y elevó mi mirada para atrapar la suya en el reflejo —me sorprende que lo dude.

Ella es mía.

—Le agradezco. Pero... No saldré de aquí con vida ¿No es así?

Su tristeza me conmueve, pero mis fosas nasales hormiguearon al igual que mis ojos, y mis colmillos sin imposibles de retraer al verla, al ver su piel y sus venas traslúcidas en los hombros y el cuello.

— ¿Por qué me ha vestido así? Se dejó ver desde el inicio ¿Para que seguir?

Mi sonrisa crece contra su piel y puedo sentirla estremecerse, sus ojos se cierra en una inhalación, luego me observa mientras mis labios se deslizan por su hombro terminando en un jadeo... Mis colmillos salen y ella vuelve a cerrar los ojos. Siento mi saliva abandonar mi boca, no tengo control.

—Me gusta adornar a las cosas hermosas.

— ¡Tan solo muerdame y acabe con esto! Yo no... —abre los ojos observando aquel lugar donde debería estar mi reflejo —no le detendré.

—Se veía tan animada cuándo me informó de su cita nocturna, pero ahora... —deslizo mi índice desde su hombro izquierdo hasta el derecho, ella agacha el rostro dejándome expuesta su nuca blanca —me pide que acabe con su vida.

—La verdad es que no tenía muchas expectativas...

—Y aún así ha venido a comprar lencería en el mejor lugar de todo Inglaterra.

—Siempre doy todo de mí aún cuando mis expectativas son bajas.

—Lamento informarle... —poso mis manos en su gruesa cintura, ella reprime un gemido de miedo —que su sangre es terriblemente especial, que no planeo matarla, que quiero conservarla en una vitrina y beber de su sangre por toda mi eternidad. Lamento tanto informarle que... —jadeo contra su oído y ella inhala profundamente apartándose un poco —Me vuelve loco. Que la seguiré día y noche y no perderé la oportunidad de tenerla entre mis garras y bajo mis colmillos, que me muero, y exclamó el nombre de aquel al que rezan tan solo de pensar en la exquisita sangre que corre por sus venas dándole tanto bello color a esas mejillas regordetas.

Su rostro vira con firmeza hacia el mío, y me quedo embelesado en su mirada, en ese terror y esa fiereza. Mi sonrisa crece mientras mis manos lentamente se deslizan por el corsé rojo y negro que he decidido ponerle, mi mano izquierda sube por su vientre cubierto hasta aferrar su seno obteniendo su suspiro, pero es mi mano derecha la que logra hacerla jadear cuándo desciende hacia su braga de satén rojo acariciando su línea natural hasta entrar entre sus carnosos labios, ella cierra las piernas y los ojos llevando sus manos hasta mis antebrazos con la idea de detenerme.

—Es un sinvergüenzas. —se mira en el espejo y desliza su mirada al lugar donde deberían estar mis ojos —Ni siquiera me ha invitado a tomar el té, pero se atreve a tocarme.

—Mis disculpas mi bella dama, pero es un manjar tan exquisito para todos mis sentidos que lo último que puedo pensar es en seguir protocolos.

Mis manos se mueven, ambos índices siguen el trabajo para el cual fueron hechos obteniendo sus jadeos culposos, ella se estremece tratando de contener mis manos, pero ambas se introducen bajo la tela estorbosa. Le aferró todo el seno en la palma de mi mano y saco su piel a relucir fuera de la prenda para palpar el alrededor de su pezón delineando su areola con la yema de mi dedo, ella se cubre la boca tratando de apartar mi mano de su zona más húmeda y deseosa mientras mis labios recorren la piel de sus hombros hasta que mis colmillos la rozan.

— ¿Que clase de vampiro podría hacer esto?

—Habemos tantas clases. Y muchos disfrutamos de esto.

— ¿Qué tiene de espectacular? —su voz se eleva temblorosa —Por el sangrado dios.

Un siseo escapa de mis labios al momento que me alejo, ella parece sorprendida y de pronto aliviada, gira y me observa de arriba a abajo con una sonrisa creciendo.

—Oh querido. —expresa con fingida pena —Parece que tienes un punto débil muy fácil de explotar. —frunce los labios retrocediendo hacia la cabina donde ha dejado su ropa —Parece que hoy no sera mi final.

—No se confíe tanto dama mía.

—Pero sí... Mi caballero, solo basta nombrar al privilegiado para hacerte retroceder. —inclina el cuerpo colocándose la falda —Tan fácil fue huir de tus manos.

—Mis manos podrían darte el placer que nadie nunca te dará.

—Mi búsqueda no es de placer. —rapidamente se coloca la blusa — ¡Dios! —termina de acomodarse la ropa con una sonrisa en el rostro consciente de que me detuvo nuevamente —Tan solo busco compañía para charlar.

— ¿Con tal vulgar atuendo?

—Bueno... —encoge los hombros tomando su bolso y retrocediendo hacia la salida —No negaré que me interesa un poco el placer. Pero como he dicho antes, ni siquiera me ha invitado a tomar el té.

—En ese caso. —trato de mantenerme recto como un caballero cualquiera, me ajusto la corbata y extiendo mi mano lentamente —Permitame conocerla.

—Ni en todos los infiernos, mi buen caballero. Usted es un... Vulgar obsceno. Hombre de pocos modales.

Y así como así, luego de haberme mandando al mismísimo infierno, esa mujer de grandes caderas salió corriendo sin exclamar lo que había sucedido en mi tienda.

La noche fue una tortura, mi nariz ardía en su recuerdo, al igual que el trozo de carne entre mis piernas, su dulce voz resonaba en mis oídos pronunciando aquel nombre maldito que... Aún ante el dolor... Me arrojaba a buscarla. Y el éxtasis me alcanzó con tan solo recordar su mirada.

Tuve que buscarla día y noche siguiendo su aroma que se movía por toda la ciudad, ella sabía que yo la seguía, porque podré estar desesperado por tenerla nuevamente entre mis brazos, pero no loco como para confundir su hermosa figura regordeta o sus dulces mejillas rojas como las más maduras y hermosas manzanas, ni hablar de su melena rubia como el oro.

—Mi bella dama. Me hiere enormemente verla huir de mí.

Exclamó en el marco de la puerta a la salida de su trabajo, ella parece sorprendida y su mirada viaja hasta todas aquellas miradas que se posan en nosotros, pero yo me mantengo relajado y le extiendo una rosa que ella toma con cierta duda.

— ¿Podría concederme el maravilloso placer de compartir una taza de té a mi lado?

—Podría... —musita con los dientes apretados y los labios fruncidos en furia al ver la rosa en sus manos —dejarme en paz.

—Me niego a abandonar tan hermosa figura sin haber probado su sabor.

Los susurros de elevan por boca de las jóvenes damas que se mantienen atentas a nuestras palabras, los hombres en todo caso solo nos observan de reojo y alguno que otro murmura barbaridades a la hora de recorrerla con la mirada. Mi vista vuelve sobre ella y... Por todo lo maldito, quién fuese tan afortunado de recibir esa mirada llena de odio.

—Le ruego me deje tranquila. —deposita la rosa con un golpe contra mi pecho, apenas y puedo rosar sus manos para cuando ella se aleja — ¡Y no vuelva a molestarme en mi trabajo!

Me es imposible no morderme en labio inferior. Mi corazón se habrá apagado el día que unos colmillos se hundieron en mi piel, pero ahora esa bolsa flácida y sin vida se siente rebozante con tan solo mirar todo el odio que me dirige esa mujer. Estoy en un lío, un tremendo lío.

Siguiendo sus palabras hago que nuestros encuentros sean mucho más variados y menos obvios, nos encontramos por casualidad cuando bebo té o café en una tienda de la esquina, cuando decido ir a oler las flores en las tiendas o cuando accidentalmente nos encontramos en el mercado, y en cada una de esas ocasiones ella me dedica una mirada de cansancio y enojo, me maldice en voz baja con esos pequeños y delgados labios rojos, golpea el suelo con su tacón y se aleja envuelta en llamas de odio. Cada noche es una tortura su recuerdo, cada noche su voz acude a mis oídos, su calidez me enciende los sentidos y su mirada me hiela el alma inmortal... Cada noche susurró su nombre prohibido y exploto en el éxtasis de su existencia que se aparta de mí.

—Me arde el vientre de esperar su aceptación.

—Me arde el vientre de tener que seguir viéndolo.

—Señorita... —inclino el rostro a su cercanía tratando de obtener su mirada —debe entender que tengo un límite y creo que he llegado a él.

—Dios. —escupe con frustración encogiendose de hombros —Basta ya o acudiré a una iglesia y pediré ayuda.

— ¡No por favor! No quisiera que llegáramos a esos extremos. —analizo desde sus zapatos hasta la coronilla de su cabeza —Intentaré detenerme si tan solo me concede una noche.

—Pero... ¿¡Por quién me toma!? —azota el tacón cruzando los brazos y desviando la mirada con el mentón elevado — ¿Cómo puede pedirme tal cosa? ¡Me niego! ¡Jamás saldría con un sujeto como usted! Y mucho menos le entregaría aquello que me protege ante la sociedad.

— ¡Una cita! ¡Una cena! ¡Una cena!

Me apresuró a decir elevando el índice que alguna vez tocó su cuerpo. Jamás he estado tan desesperado en la existencia, solo me basta verla para sentir mis colmillos emerger con necesidad, mis dedos hormiguean deseosos de tocarla, yo... ¿He caído enfermo? ¿O finalmente he perdido la cabeza? Solo sé... Que la necesito como los peces necesitan el agua para vivir.

— ¿Y con eso me dejará sola?

—Y con eso lo intentaré.

Ella me analiza con aquellos ojos de ciervo, minutos eternos, y da un asentimiento.

— ¡Cocinare para usted! ¡Por favor dígame sobre sus platillos favoritos! ¡Comprare hasta el vino más caro si eso me da la oportunidad de tener su compañía!

Sus mejillas se tiñen mientras observa alrededor consciente de toda la atención que atraemos, luego da un arreglo de voz y sigue con sus compras mientras me comenta sus gustos en cuanto a comida, ella va primero a la caja registradora y puedo verla a la distancia despidiéndose de mi con el movimiento de su mano y sin una sonrisa. Me he vuelto loco.

Recibo su chal. Se ha puesto un hermoso vestido de color profundo con pequeñas tiras blancas que adornan los bordes, el labial rojo de siempre y un collar blanco con un dije de cruz.

—Ha venido preparada.

—La he añadido yo misma. —expone con orgullo tomando el dije en la palma de su mano — ¿Que pasaría si la cruz lo tocase?

—Sería como quemarme con brazas —comento con una sonrisa.

—Con ese rostro —niega manteniendo su sonrisa a raya —cualquiera podría pensar que le gusta el dolor.

—Viniendo de sus manos —tiendo mi mano tocando lentamente su palma regordeta —o de sus labios —los observo atentamente —hasta la tortura es una fantasía fantástica.

—Es un tremendo obsceno.

Mi risa fluye en un asentimiento mientras la guío a la mesa soltando su mano con dolor y un suspiro.

—He preparado algo sencillo, carne en su jugo y espárragos, de postre he hecho un pastel.

— ¿Sabe cocinar tanto?

—He vivido mucho tiempo, se hacer un par de cosas.

—Podria conformarme con un hombre de buen cocinar.

—En ese caso puedo entregarme a usted ahora mismo.

Ella ríe cubriéndose la sonrisa —Es usted bastante fácil.

—Ante usted puedo volverme lo que desea. —cambio mi forma convirtiéndome en otro hombre —Literal.

Ella me admira sorprendida y de pronto tiende su mano por sobre la mesa. Trago grueso, he perdido mi transformación y ella parece divertida al verme totalmente perdido por ella, pero aún así tomo su mano sintiendo su calidez, ella me mirá y lentamente desliza las yemas de sus dedos por mi palma hasta mi muñeca expuesta debido a que he arremangado mi camisa, me estremezco y siento mis colmillos emerger mientras mis labios tiemblan, ella inclina ligeramente el rostro a la derecha causando que su cabello le siga cubriéndole un poco los labios.

—Nadie viene a mi cabeza.

— ¿Más que yo?

—No solo a mi cabeza, acude a cada sitio al que voy, me sigue día y noche admirándome a través de la ventana de mi apartamento como un completo lunático acosador. Me da miedo.

Y por primera vez no puedo tomar eso como un halago, mi sonrisa se evapora y mis ojos ceden a la sorpresa y desgana, pero ella sigue sonriendo y me mantiene la mirada.

— ¿Qué es lo tan especial en mí? ¿Por qué quiere hacerlo conmigo? Lo... —baja la mirada sobre su regazo y vuelve la vista con el sonrojo creciente en su rostro —que hizo aquel día en la tienda, lo dejó claro, no iba a tan solo beber mi sangre.

—Ser... Una criatura de la noche cambia un poco las cosas. —confieso con un tragar grueso —He vivido muchos años así que podrá imaginar que he bebido mucha sangre diferente, pero su sangre es especial, escasa... Puedo olerlo.

—Entonces muerdame y terminé con todo.

Niego lentamente una y otra vez —Beber sangre... Si claro, es para alimentarse, pero... También es una sensación singular, es... Su vida volviéndose parte de mi inexistencia en el plano mortal, es liberador y apresante, es... —mis labios dudan.

—Inexplicable.

—A menos que lo sienta. —trago grueso —He probado sangre unica como la suya un par de veces, se lo aseguro, no le dolerá, o... Le dolerá lo mínimo —señalo mis colmillos demostrándole lo afilados que son al pinchar mi dedo y dejar emerger sangre negra —pero lo disfrutará, lo... Lo haré, la haré disfrutar.

—Cierre esa boca. —pide con gracia —Es un ser tan extraño. ¿Va a traer la comida y el vino?

Me levanto atontado dirigiéndome a toda prisa hacia la cocina para darle los últimos toques a los platillos y salir con un plato en cada mano para entregarlo a ella, ella observa maravillada mientras regreso adentro por los cubiertos y las copas además del vino. Al volver me detengo un segundo observando como descansa su mentón sobre sus nudillos mientras analiza mi sala, ella sonríe observando mi librero y luego me atrapa con su mirada como la madera fresca.

— ¿Le gusta leer?

—En una eternidad solitaria no hay mucho que hacer.

Charlamos durante horas pasando de mis libros a nuestros trabajos y viajando hasta situaciones cotidianas, entrando a nuestras vidas, nuestra niñez, su niñez hermosa y calida, y triste. Mi niñez, hermosa y mayormente solitaria. Hemos bebido tanto que la botella está por acabarse, pero ella apenas y ha obtenido un poco de color en las mejillas, ríe más abiertamente y sus piernas de vez en cuando juguetean cruzándose y descruzandose en un nuevo acomodo, y yo me vuelvo loco cada vez que la veo hacer eso, y ella se percata y sonríe juguetona al verme notarlo. De pronto desliza sus dedos en una caminata sobre la mesa hasta que le entrego mi mano, me mirá.

— ¿Y si vamos al sofá?

Al sofá. ¿Qué significa eso? Me cuestiono mientras la sigo, mientras su mirada no me pierde y sus caderas se contonean burlonas de mí, mientras tomamos asiento uno delante del otro y su mano termina sobre mi rodilla.

—Sí.

—Si... ¿Qué?

—Si puedes besarme, y después ya veremos.

—Eres... —niego lentamente —tan... —me acercó —apetecible.

Ella ríe tomándome por la camisa hasta acercarme a sus labios, ambos suspiramos sobre los labios ajenos y cuando estoy por tomarla en mis labios, su voz emerge lenta en un susurró.

—Tengo puesta la lencería de aquel día...

Me estremezco aturdido por sus palabras, extasiado en ellas, sediento de ella. Le tomo la mejilla y ella sonríe con dulzura acercándose por su cuenta hasta mis labios, siento el roce de su piel y mis labios los siguen sin unirse por completo, luego ambos sellamos nuestro trato silencioso deslizando nuestros labios entre los ajenos mientras tomamos una profunda respiración. Su mano se desliza por mi cuello y yo me derrito de placer.

—Quiero morderte —murmuro.

—Sirvete. Con cuidado.

—Ni siquiera te invite el té —confieso al inclinarme sobre su cuello.

Su sonrisa crece contra mi sentido, frota su rostro contra el mío en una risilla, y de pronto ya la tengo tomada de la pierna y con solo jalarla un poco la tengo recostada bajo mi cuerpo, ella jadea sorprendida, pero sonríe juguetona ante mí.

— ¿No vas a morderme?

Mis colmillos emergen y mi mano asciende por su muslo alzando el vestido azul mientras mi rostro se hunde en el hueco entre su hombro y su mentón. Ella jadea aferrandose por sobre mi hombro a mi espalda, mi mano le frota el muslo interior y la siento estremecer, estoy excitado, tan excitado que creo que podría terminar ahora mismo en sus muslos, pero... Al verla disfrutar tanto, al sentir su piel deslizandose contra mi ropa, al encontrar su mirada.

—El postre siempre va al final.

—Pense que era el plato fuerte.

—Por aquel al que rezas, cásate conmigo.

Ella ríe al techo —Esa es una propuesta muy... Inusual y repentina.

—Pero no es más que la verdad. —murmuro contra su piel besando su cuello.

Mis colmillos rozan su clavícula obteniendo un poco de sangre que barro con mis labios para mancharle cada centímetro de su piel blanca, ella jadea al sentirme sobre sus senos.

—Te veías hermosa con tu vestido azul, pero... —muerdo la prenda halandola un poco —apuesto a qué luces más hermosa con esa lencería roja.

Sonríe acariciándome el rostro —Tendrías que veriguarlo, querido.

Y ahí lo supe, por aquel al que rezan, como anhelaba escucharla cada mañana llamándome así. Mi mano sube hacia su rostro tomando parte de aquel cabello rubio mientras mi otra mano baja la parte de arriba del vestido, ella me observa sin vergüenza alguna frotándose contra mi palma, y yo me vuelvo loco sintiendo mis colmillos emerger.

—En toda mi eternidad me he encontrado con tantas mujeres, pero... Eres por más, el ser más exquisito y sensual con el cual me haya topado jamás.

—Deja esa palabrería y solo cumple tu palabra de darme el placer que nadie nunca me dará.

Me siento volar. Y vuelvo a sus labios mientras mis manos palpan su voluminoso cuerpo con tanta necesidad, desciendo en un camino de besos mirándola elevar las manos sobre su rubio cabello con el mantener de sus ojos cerrados, palpó sus senos y en segundos los beso y lamo como si fuesen el helado más exquisito jamás creado, ella me aferra de la camisa atrayendome a su cuerpo y yo comienzo a bajar sus bragas deslizando mis dedos por aquella parte húmeda y excitada, la tomo del cuello para besar sus labios y ella gime contra nuestra unión buscando desabrochar mi camisa.

—Mi bella dama... —aferro su cuello con cierta fuerza observándola morderse los labios —muero por sentirla completamente.

—Muero por sentirlo de la misma manera. Querido.

Los segundos en los que desabrochó mi pantalón, me lo quito y me deshago de mi camisa se me hacen tan eternos que terminó rompiendo algunos botones, ella ríe un poco mientras se endereza y en un segundo con tan solo tender su mano sobre mi mejilla yo... Siento que el tiempo se detiene por completo.

— ¿Me permites conocer tu nombre antes de seguir con esto?

—Leonardo Erchi.

—Un placer Leonardo, mi nombre es Isabelle Dur.

Mi sonrisa crece al ver cómo sus labios dictan su apellido al punto de parecer que quiere darme un beso. Y la beso. La beso sin poder detenerme sintiendo como ríe y se aferra permitiéndome fundirme en su piel, su jadeo es como una exhalación fugaz que la hace echar la cabeza un poco atrás, y al verla me siento en el museo más exquisito de la tierra misma, mis caderas se mueven en un retroceso lento que atrae su mirada ante, y en un suspiro me introduzco muy lentamente mirándola fruncir el ceño, mi rostro se esconde bajo su mentón y mi mirada desciende por su cuerpo observando sus senos cayendo a los costados, su vientre sobresaliendo, sus muslos contra mis costados... Y levantó la mirada a su rostro y me siento en el cielo. En el... En el lugar al cual nunca podré ir, pero en sus manos me siento ahí.

—Leonardo... —me aferra las mejillas — ¿Ocurre algo?

Trago grueso apartando el rostro. La sed de sangre se ha evaporado, solo deseo beberla por completo, fundirme en ella y nunca más volver a existir. Mis caderas siguen en un profundo vaivén que aumenta su velocidad y encuentra la forma de dar con aquel punto que la hace gemir y rogar...

— ¡Dios!

Siseo con dolor, pero me muevo aún más, jadeante y desesperado de ella, la veo cubrirse la boca con preocupación, pero de sus labios vuelve a escapar esa palabra y yo vuelvo a contraerme dolido con ella, de pronto me toma por la nuca obligándome a besarla, torturandome con sus finos labios a los cuales rogaría por seguir en una constante tortura, jadeamos en la boca del otro besándonos por ratos, ella exclama mi nombre y yo me muero una y mil veces bajo su voz. Ante sus manos.

Mi mano se desliza entre nuestros cuerpos poniendo presión en su vientre con los cuatro dedos de mis manos, y masajeando aquel bulto extasiado con mi pulgar, ella se contrae y sus caderas se vuelven locas arrancandome gemidos.

—Isabelle... ¡Santo maldito! ¡Agh!

— ¡Mngh! ¡Mi di...! ¡Dio...! —ella lucha cubriéndose la boca o mordiéndose los labios — ¡Oh por je...! ¡Mm! ¡Por satan!

— ¡Ugh!

Me detengo. Me vengo. Sorprendido, completamente atónito con los ojos bien abiertos, ella recupera el aire jadeando en sorpresa y me mira muy lentamente mientras su sonrisa crece, su risa inunda mi apartamento y por todos los demonios que yo... Volvería a dar mi alma para vivir a su lado.

—Te invito el té de la tarde.

Ella parpadea aturdida — ¿Qué? Si, claro. Encantada.

—No más que yo.

Comienzo a apartarme con desgana y de pronto me detiene por el hombro —No me has mordido. ¿No lo harás?

— ¿Qué?

Señala el lugar donde deberían estar los colmillos en su boca —Vampiro, sangre. Ya sabes.

—Oh... Quizá si nos volvemos a ver.

— ¿Mañana entonces?

—Sí...

— ¿Estás bien? —palpa mi mejilla en una caricia —Luces algo estático.

—Oh, no, no yo... —apartandome observó su cuerpo desnudo y recostado de costado en el sofá, hermoso, irreal —estoy... Maravillado.

Ella ríe cubriéndose el rostro con cierta vergüenza, me observa entre sus dedos y sonríe tan dulcemente que me siento un idiota.

—Maldije mientras lo hacíamos... —toma asiento peinándose —Yo no soy de ir a la iglesia, pero... Se sintió raro.

—A lo máximo le zumbaron las orejas —sigo observando su cuerpo de reojo mientras me pongo los pantalones —Um... ¿Quieres tomar una ducha? ¡Y te llave a tu casa!

—Bueno... —observa nuestra ropa regada sobre el suelo —me agradaría tomar una ducha. ¿Lo hacemos juntos?

—Si... —exclamo en un jadeo.

Al terminar la ducha y haber tenido una segunda sesión de maldiciones y exclamaciones religiosas, salimos al pequeño balcón de mi casa en el cual me subo a la baranda obteniendo su preocupación que se borra ante el emerger de mis alas negras, ella de pronto se encuentra maravilla, y yo le tiendo la mano en su espera.

— ¿Confías en mí?

—Oh... —entrega su mano —por supuesto que no, eres un hombre vulgar que no sabe respetar el espacio personal y tan solo quiere disfrutar del placer carnal, pero... —me observa —cumples tus promesas, si me lo prometes yo... Confiaré en ti.

—Prometo que nunca haré algo que no quieras. Soy... Tu humilde siervo.

—Suena como si fuese una deidad —ríe.

La tomo en brazos obteniendo su sorpresa y sus manos en mi cuello —Lo eres para mí. Sostente. Seré delicado.

—Y vaya que lo eres —brome pegando su oído a mi pecho —Oh... Tu pecho suena muy raro.

—Uh...

—No importa, es curioso.

Con un aleteo nos despegamos de la baranda y caemos sobrevolando las calles iluminadas por farolas de gas, pronto me elevó aún más y ella ríe extasiada en el frío y mis brazos, me observa y observa la distancia con el suelo, me sonríe y el mundo parece menos solitario.

—Eres tan linda.

—Eres muy sospechoso y bastante raro.

—Soy un vampiro.

—Jamas lo hubiese sospechado mi buen hombre.

—Bromista.

—Hermoso.

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