Solo era... una broma.

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Me dió un poco de risa y pena verla ahí sin poder sostenerse y luchando por lograr hacerlo, es linda, claro que lo es.

Pero tan solo era una broma, jamás creí que se atrevería a tomarse de mi brazo, ¿Quién lo haría? La mayoría seguro que se ofendería y me dirigiría la peor mirada juzgadora posible, seguro pensarían que soy un payaso irrespetuoso o un sucio pervertido, también habría aquellas que sentirían la suficiente vergüenza como para salir corriendo a pesar del metro repleto, pero ella...

Sonriente y linda, me tomó del brazo mientras agradecía con una radiante sonrisa. Su pequeña mano es regordeta, se ve suave y linda, tiene muestras de haber ido a hacerse una manicura, su cabello es lacio y rubio, es corto y tiene un cortecillo de hongo tan lindo que le remarca su linda cara redonda, sus radiantes mejillas... Sus labios están cubiertos por un labial rojo profundo y sus pestañas largas tienen un profundo tono negro.

—Y...

No puedo evitar la sorpresa que me invade al escuchar su voz de repente, mi mirada, que instintivamente había evitado la suya subiendo al techo metálico del vago, vuelve sobre ella para encontrar esos ojos color almendra, claros como la madera recién pulida, radiantes.

— ¿Cómo te llamas? —eleva su toque señalando la unión de nuestros cuerpos —Seria raro que ni siquiera conociéramos nuestros nombres.

—Oh, si... —musito con vergüenza —Uh... Ezequiel.

—Magarita.

— ¡Oh! Cómo la...

Ella ríe en un tono animado alto —Si, como la flor.

—Es un... Lindo nombre. También... —ladeo el rostro tratando de mantener mi sonrisa lo más natural posible aún cuando me siento nervioso —como la bebida, el cóctel.

— ¡Oh, el cóctel! Claro que sí. —vuelve a reír —tomo más cerveza enlatada que cócteles preparados, había olvidado que esa cosa existía.

— ¿De verdad? No pareces una chica de cerveza enlatada.

—Mi apariencia dulce te hace creer que bebo licor ligero ¿Cierto?

Su calma me tranquiliza. Doy un firme asentimiento y ella parece encantada con verme ser sincero, mis hombros se relajan, mi mano se ajusta al sujetador y ella parece notar mi calma, se acerca unos pasos.

—Soy muy ruda aunque no lo parezca. Hoy estoy en mi día libre, por eso luzco como luzco, estos días solo quiero estar relajada luego de una semana de trabajo pesado.

— ¿En qué trabajas? Yo soy... Barista de hecho.

—Barista. —exclama con claridad —Por eso sabías lo de la margarita.

Esta vez soy yo quien ríe, y por un momento puedo percatarme del rubor en sus mejillas, aunque ella rápidamente aparta la mirada frotándose la nuca antes de volver la mirada hacía mí.

—Oh bueno... Yo soy trabajadora de carga en una empresa grande, ya sabes, la que mueve cajas de productos, saco las cantidades y hago los inventarios.

—Parece un trabajo importante.

—Un poco. Um...

Su mano viaja hacia mi pecho tocando la solapa de mi chaqueta, yo la observo con vergüenza y sorpresa, ella sonríe tranquilamente.

—No luces como un simple barista.

—Ahora mismo estoy de camino hacia un restaurante de clase alta, —comento con cierta burla —a mis padres les gusta bastante alardear sobre su enorme fortuna.

—Y a ti no... Al menos eso parece.

—Si... —comento con cierta incomodidad.

— ¿No quieres molestarlos?

— ¿Qué?

—Si. Veo muchas películas y parece que a los chicos de padres ricos que odian tanta... Pompa...

—Pompa... —rio levemente.

Su ceja se eleva para mirarme con gracia, ella ríe por igual y segundos después vuelve a lo suyo manteniendo la mirada sobre la ventana. Creo que me observa en el reflejo.

—Como sea, a esos chicos realmente les encanta molestar a sus padres, normalmente llegan con una chica fuera de los estándares sociales, ya sabes... Aquellas con apariencia andrajosa o... —cabecea con inseguridad —vulgar.

—Pero tú no luces de ninguna de esas dos formas.

—Soy muy... —se observa —a ellos les gustan aquellas con una apariencia similar a la suya. Vestidos pegados a la altura correcta, tacones de punta fina, chicas delgadas y altas, de rostro bonito y cabello perfecto.

—Tu rostro es bonito y tú cabello luce perfecto.

Su porte se vuelve más erguido y su mirada sorprendida vuelve sobre mí hasta hacerme avergonzar.

—Bueno... No es el tipo de perfecto que encaje en los estándares normales Ezequiel. Um... —se cubre sus pequeños labios con el dorso de su puño —estoy libre y no tengo nada que hacer, además mi hermana se está quedando en casa y me ha quitado la atención de mis gatos, así que... —su mirada con el mentón bajo se mantiene sobre mí — ¿Quieres hacerlos enojar diciendo que vas a casarte conmigo?

— ¿Por qué siento... Que la diversión será más tuya que mía?

—Bueno... —encoje los hombros —quizá no me veas los colmillos, pero estoy a punto de conseguir un almuerzo gratis en un lugar lujoso al lado de un chico fuerte y atractivo tan solo para molestar a sus padres. Así que si, posiblemente me divierta más que tú, pero será divertido a final de cuentas ¿No te parece?

Habla mucho. Me encanta.

—Si.

Y así es como al bajar del metro cruzamos la enorme calle y caminamos unas dos cuadras al lado del otro en silencio hasta que nos encontramos frente al restaurante donde me vería con mis padres. La observo y ella me observa, nuevamente soy el primero en tenderle la mano... Ella observa mi mano y delicadamente desliza sus dedos entre los míos, su mano es suave.

—Vayamos entonces.

—Vayamos.

Al entrar me dirijo al hombre que nos guía a nuestra mesa, le digo el nombre de mi padre quién hizo la reservación, y el hombre nos guía a la mesa en donde mis dos padres esperan. Mi madre tan ostentosa como siempre, joyas en el cuello y las orejas, su vestido negro de hombros descubiertos, su peinado de lujo con peinetas y brillantes, mi padre por otro lado tiene la misma cara fría de siempre con el cabello negro peinado hacia atrás con demasiada cera, su saco normal negro, corbata roja lisa... El hombre de negocios perfecto. Ellos nos analizan de pies a cabeza con solo vernos llegar, yo elevó nuestras manos sujetas hacia ellos.

—Ella es Margarita. Mi pareja desde las anteriores navidades cuando salí corriendo de casa. —declaro con frialdad alejando la silla de la mesa para señalarle que tome asiento —La encontré en una calle principal con un hermoso vestido de noche y una sonrisa inmensa en cara, riendo como un ángel.

Le dedico una sonrisa y desde el asiento ella me mirá con un encanto adormecedor.

—Me enamoré con solo verlo. Caí por él completamente. —ríe levemente para observar a mis padres —Caballerosamente me acompañó a casa.

—Ella fue capaz de borrar toda la amargura que ustedes me generaron horas antes. —tomo mano sobre la orilla de la mesa —Me sonrió y me habló de su noche de bebidas.

—Salí con unas amigas —aclara sonriente.

Mamá parece desconcertada y nos observa a ambos mientras ambos esperamos sus palabras, papá por otro lado entrecierra los ojos analizando todo, decidiendo que creer. Mamá nos señala los menús que nos trae el camarero.

—Elijan lo que quieran, hoy corre por nuestra cuenta.

— ¿Se turnan? Ezequiel jamás me dijo eso. —me da una mirada y regresa la atención a mis padres —Nunca me había traído a un restaurante como este, él sabe encontrar lugares pequeños y muy accesibles y cómodos que son poco conocidos, pero sirven platos riquísimos.

Mi madre frunce un tanto el ceño, su ojos izquierdo tiene un pequeño tic.

—Él no me habla mucho de ustedes.

—Muy común en él. —comenta con el típico desinterés.

—Erick —pide mi madre —ha traído a su novia, no... No hagas una escena.

Mientras ella le susurra a mi padre yo me inclino hacia Margarita para señalarle algunos platillos.

—Ese es bueno, siempre lo pido. Pero puedes elegir lo que quieras. Yo lo pagaré.

— ¿Por qué lo pagarías tú? Tus padres han dicho que ellos lo van a pagar.

—No les creas ni un poco, yo siempre pago mi parte.

—Porque quieres. —informa mi padre tomando su copa de vino —Por tu orgullo. Nosotros podríamos pagartelo.

—Trabajo para pagarme mis cosas.

Por alguna razón me siento calmado, normalmente siempre estoy a la defensiva con ellos, pero ahora mismo... Con ella a mi lado... Señalándome lo que quiere comer, no lo sé, mis padres están en otro plano. Pedimos algunos platillos, ella estaba dudando entre dos así que yo pido justamente el que decidió no pedir, ya podrá probarlo.

—Restaurantes desconocidos. —exclama mi madre —He visto videos de gente que descubre nuevas cosas exquisitas al visitar negocios pequeños.

— ¡Oh, yo también los veo! Quizá por eso me encanta seguir a su hijo a esos lugares escondidos entre callejones.

Mi madre ríe. Ríe sin malicia.

—Si le parece correcto puedo recomendarle alguno de los mejores. —saca el móvil de su bolso —no soy mucho de sacarme fotografías así que en mi galería encontrará solo los platillos que he comido. —moviliza sus imágenes para mostrarle a mi madre el frente de un local destartalado —Sé que se ve mal, la buena noticia es que puede pedir a domicilio, y... Aunque no lo parezca, —cambia las imágenes —solo miré, la limpieza es exquisita.

— ¿Y cuál platillo pensaron que era el mejor?

Margarita me observa —Él lo escogió. —cambia a la imagen —Yo estuve de acuerdo, es delicioso, suave y crujiente en los lugares adecuados, no pude captar todos los sabores pero entre los ingredientes...

Ella continúa hablando con mi madre y me impresiona demencialmente ver cómo mi madre parece encantada con su presencia, mi padre es un asunto diferente que por momentos la observa y por momentos entorna la mirada con cansancio, de pronto su mirada se detiene en mí para analizarme. Su asiento se encuentra a mi lado con centímetros de distancia.

—Te tiene encantado.

— ¿Qué?

— ¿Por qué la has traído?

—Quería que la conocieran.

— ¿Justo en esta cena? Sabías que íbamos a hablar de negocios.

—Sabes que no quiero hablar de negocios. Te he dicho que no voy a tomar la empresa ya más de una vez, he venido para verlos, para quitar la preocupación de mamá, no para... Para... —mis nervios se encienden —tomar tu dinero.

Su mano golpea la mesa duramente causando que mamá y Margarita dejen su plática para observarnos, ella me toma la mano con delicadeza inclinando el rostro al frente mientras sus ojos me hacen la verdadera pregunta " ¿Todo bien?" Yo le sonrío, lo intento.

—Y... —se gira hacia ambos —sé que pensarán que es apresurado, pero aunque aún no vivamos juntos y tengamos tan poco tiempo de conocernos... —mantiene sus ojos sobre los míos —Ezequiel y yo estamos pensando en casarnos.

—No queremos algo grande, será una boda civil, nuestros amigos harán de testigos. No es necesario que vayan.

—Mis padres ni siquiera podrán asistir así que no tienen que preocuparse si están ocupados.

Mi madre tiene la boca entre abierta en busca de una palabra, una razón y una respuesta, observa a mi padre con intensidad, pero él... Él la observa, a Margarita, su sonrisa.

— ¿Estás segura de lo que quieres hacer? Ezequiel es...

—Un buen hombre, caballeroso, atento, sirve riquísimos cócteles y siempre me dice lo bella que estoy. Quiero casarme con él.

Y así como así, dejándolos sin palabras nos alejamos luego de pagar nuestra comida, ella me sigue fuera del restaurante y no parece tan divertida como dijo que estaría.

— ¿Estás bien? —le cuestiono.

—Yo debería preguntarte eso.

Ambos reímos. Ella se alisa el suéter azul marino y me observa.

— ¿Quieres que vayamos a beber? ¿En donde trabajas?

—Bueno...

El resto de la tarde vamos de un sitio hacia el otro hasta que llega la hora de tomar mi turno en el bar, ella tiene la misma ropa de la mañana y yo quitándome el saco y la corbata ya tengo una apariencia diferente. Al entrar recibo los saludos de mis amigos de turno, el que se queda detrás de la barra cobrando, y dos meseros más, soy el único que prepara bien las bebidas, ellos no dicen nada sobre Margarita pero le sonríen y me sonríen a mí.

—Necesito ir a dejar mi saco en el cuarto del personal, toma asiento en la barra, vuelvo enseguida.

—Muy bien.

Quitada de pena, con confianza, ella toma asiento con algo de dificultad debido a su altura, y permanece ahí, sonriente, saluda al tipo que se ocupa de cobrar mientras el jefe no se encuentra.

El resto de la noche fue... Increíble, hablamos mucho rato, los chicos me cubrieron uno a uno dejándome momentos para hablar con ella, el ajetreo quedaba atrás cuando me tenía que acercar a ella para decirle algo al oído, y mi piel se erizaba cuando ella me acunaba la oreja para decirme algo. Y luego paso lo impensable. Tuve que presentarme en su trabajo, tuve que sorprenderla, llegué corriendo entre jadeos y sudor... Ella salió con sus botas negras, un traje overol y un pequeño amarre en su nuca.

—Ezequiel ¿Que sucede?

—Mi madre... —saco el móvil torpemente para mostrar la pantalla —quiere financiar nuestra boda.

— ¿¡Qué!?





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