Balance

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng



El agua tibia recorría mi cuerpo relajándome. El vapor empañaba los espejos del baño y cerré los ojos, relajándome mientras esperaba a Lucille, la madre de Max. La señora era un amor, me había acompañado toda la tarde desde que me dio aquel abrazo que tanto necesitaba.

- ¿Eva? Voy a entrar, ¿vale?

La voz de Lucille llegó después de unos golpes suaves en la puerta. Ella entró con un conjunto de ropa doblado en sus manos y un botiquín de primeros auxilios.

- Sé que no es de tu talla, pero es lo único que te he podido conseguir. Es de mi hija, se la dejo aquí hace un par de meses cuando vino a visitar a Max.

- No importa, gracias por todo lo que estás haciendo por mí. Gracias, a ti y a Max.

- No tienes por qué darlas cariño.

Sonreí mirándola mientras ella sacaba las vendas y todo lo necesario para poder curarme, una vez más. Me levanté de la tina despacio y con la ayuda de Lucille, salí. Ella me envolvió en una toalla y me ayudó a curarme y vestirme. Las cicatrices de mi torso estaban empezando a cerrar bien, aunque me tiraban bastante, el dolor era soportable ahora, gracias a las medicinas que la madre de Max me había dado aquella misma tarde.

- Recuerda, cambia las vendas seguido, que no se te infecten las heridas y por favor, cuídate mucho. Aquí tienes mi número por si lo necesitas para cualquier cosa.

Ella me tendió un papel doblado y al ver que yo dudaba, lo metió en el bolsillo del jogger que me había dado.

- Ya sé que no quieres ponernos en peligro, pero si necesitas cualquier cosa, no dudes en llamar. Haré lo que pueda.

Le di las gracias con un susurro y le abracé. Ella me sonrió y me guio hasta el salón en donde estaba Max con su teléfono en la oreja.

- Está aquí. Sí, ahora se lo paso.

Max se acercó y me tendió el teléfono. Lo cogí sabiendo que era Bobby, pero, era temprano aún. Fruncí el ceño viendo que solo eran las siete y media, su turno aún no había terminado.

- ¿Bobby?

- Eva, acabo de salir de la comisaría. Dime dónde tengo que ir a por ti.

Le di la dirección y me senté en el sofá junto con Max y Lucille. Los tres mirábamos por el ventanal cubierto por las cortinas cada vez que escuchábamos el sonido de algún coche pasar.

- Voy a preparar té, esta espera me está poniendo demasiado nerviosa. ¿Queréis uno?

Lucille se levantó y se dirigió a la cocina para prepararlo. Max me sonrió desde el sofá de enfrente y se encogió de hombros.

- Seguro que tarda por qué está lejos, quizás haya tráfico. Esto es... oh, yo también estoy nervioso, mamá yo quiero uno.

Lucille volvió al sofá dejando una bandeja de tres tazas en la mesa de café. Ninguno de los tres decíamos una palabra, bebíamos el té más tensos que unas ramas.

- Ese chico debería llamar y avisar si está en algún atasco. Hace más de media hora que lo estás esperando.

Suspire levantándome del sofá para mirar por la ventana. Los coches pasaban de largo y ya me estaba preocupando, ¿y si le ha pasado algo? O ¿y si lo están siguiendo por mi culpa? Wayne sabía que Bobby era alguien especial para mí, quizás lo estaba vigilando. Estaba a punto de apartarme del ventanal cuando la luz de unos faros iluminó todo desde el cristal deslumbrándome. El sonido del motor se apagó y miré aquel coche con atención, la puerta se abrió y Bobby salió pasándose la mano por la frente. Me tapé la boca al mirarlo con atención, ahogué un suspiro y se empezó a nublar la vista con lágrimas. Miles de emociones se formaron en mi pecho mirándolo. Vi como ponía su teléfono en su oreja y de pronto, el sonido del teléfono de Max se escuchó por todo el apartamento sorprendiendo a Lucille que bebía el té. Me acerqué casi corriendo a por el teléfono y lo descolgué volviendo al ventanal.

- ¿Bobby?

Mi voz se cortó al pronunciar su nombre, no podía decir más, el llanto me ahogaba mientras lo miraba desde detrás de aquel cristal.

- ¿Eva? ¿Estás bien? Estoy aquí, frente a los apartamentos que me dijiste, ¿dónde estás?

- Aquí, mira hacia arriba, en el ventanal de la tercera planta.

Vi como levantaba la cabeza buscándome aún con el teléfono pegado a su oído. Puse la mano en el cristal y su mirada se cruzó con la mía. Mis lágrimas empezaron a caer por mis mejillas cuando me sonrío con su mirada preocupada. Las gotas empezaron a caer del cielo, estaba comenzando a llover y sin pensarlo más me aparté de la ventana y le di el teléfono a Max sin siquiera mirarlo. Me dirigí a la puerta y salí al pasillo bajando las escaleras hasta el primer piso. La salida estaba justo delante de mí cuando sentí un tirón en el brazo. Me giré asustada y vi a Max con un abrigo en sus brazos.

- Está lloviendo allí afuera, Romea, no te resfríes también, ya estás bastante mal.

No sé qué clase de gesto hice, pero fue un intento de sonrisa y sé que no funcionó por qué Max no supo como contestarme y simplemente me paso por encima el abrigo ayudándome a ponérmelo. Me coloco el gorro del abrigo y me abrió la puerta de la calle. Sin pensarlo más salí y baje los pocos escalones que había y me dirigí a Bobby que ya venía a mi encuentro. Sus brazos se abrieron antes de venir a mí y me recibió entre ellos al llegar a él. Su calor me lleno por completo, sus brazos me apretaron suavemente en su pecho y yo me acomodé en él respirando el suave perfume que desprendía. Las gotas de lluvia nos mojaban en mitad de la calle, pero parecía que todo se había detenido en aquel momento. Él me acariciaba la espalda y el pelo mientras yo simplemente cerraba los ojos sintiéndome, por primera vez en todo este tiempo en casa. No sé cuánto tiempo estuvimos abrazados, solo sé que él rompió el abrazo en un momento y comenzó a mirarme de arriba a abajo, inspeccionándome. Sus manos cogieron mi rostro entre ellas y me observaron a detalle, pude ver cómo apretaba la mandíbula y como sus ojos se enrojecían de una mezcla entre preocupación y rabia.

- ¿Quién te ha hecho esto?

- Estoy bien, estoy bien.

Puse mi mano sobre la suya sobre mi rostro y cerré los ojos sintiendo su calor. Abrí los ojos y lo vi mirándome con una línea recta en sus labios, estaba observándome con tanto remordimiento que me tensé.

- Bobby, estoy bien. Ya ha pasado, solo quiero ir a casa, por favor.

- Eva, ¿quién te ha hecho esto? ¿Qué te han hecho?

Sabía que tenía mala pinta, sabía que tenía el rostro mal, pero, ¿de verdad, impresionaba tanto? Suspire y sin pensarlo, pase mi mano por su rostro para tranquilizarlo, estaba temblando.

- Te lo contaré todo, pero ahora, ¿podemos irnos? Está lloviendo a cántaros.

Él me miró un momento y levantó la vista al cielo cerrando un ojo cuando sintió las gotas golpeando su cara. Me sonrió y me abrazo ayudándome a cruzar la calle para subir al coche. Me abrió la puerta y me ayudó a subir, cuando el sonido de la puerta metálica del edificio sonó al abrirse viendo a Max corriendo hasta nosotros.

- ¡Eva! Mi madre dice que no te olvides de llamarla y que tengas esto.

Max me tendió un pequeño maletín transparente con todo lo necesario para curarme las heridas y bolsa pequeña con una fiambrera en su interior. Sonreí mirándolo.

- Dile a Lucille que la llamaré en cuanto pueda y Max, gracias, gracias por todo. No voy a tener con que pagarte lo que habéis hecho por mí.

- No tienes que darlas, era lo que tenía que hacer. Ten cuidado y... llámame si me necesitas.

Me sonrió y le correspondí asintiendo con la cabeza dándole un pequeño abrazo. Le besé la mejilla y me separe despacio, le miré y sus ojos azules me miraron con aprecio dándome un apretón suave en el brazo.

- Eh, tío, gracias por todo lo que has hecho por ella, a ti y tu madre, de verdad.

- No hay de qué. Cuídala.

Bobby asintió y le ofreció su mano, Max la aceptó y se dieron un apretón, ambos se despidieron y vimos como Max volvía a entrar al edificio. Miré hacia arriba y vi a Lucille asomada al ventanal, sonreí y me despedí con la mano viendo que ella hacía lo mismo. Bobby me ayudo a subir al coche y cerro la puerta subiendo él después.

- ¿Estás bien?

Me preguntó, de nuevo al subirse a mi lado, me miraba con la preocupación aún plasmada en su cara y se me retorció el pecho, como había sido tan tonta, él era ideal, había perdido tanto tiempo al no darle una oportunidad, ¿seguiría sintiendo lo mismo por mí? No sabía si aún me quería de esa manera que alguna vez me confesó, pero yo empecé a sentir ciertos nervios en mí estómago. Sonreí como tonta y asentí después de mirarlo por unos cuantos segundos. No sabía que me pasaba, pero mi mente no procesaba nada en este momento, simplemente lo miraba y en mi pecho sentí un impulso de acercarme a él y lo seguí. Le besé, me acerqué a sus labios con mi mano en su cuello, fue apenas un momento, sin movernos al principio, simplemente nuestros labios tocándose y nuestra nariz rozándose. Él se separó un momento y me sonrió, me sonrojé y le devolví la sonrisa.

- ¿Sabes cuánto tiempo llevo esperando el momento perfecto para besarte?

- Es mejor improvisar de vez en cuando que esperar a que sea el momento, Bobby.

Él negó con la cabeza y siguió acariciando mi mejilla hasta llegar a mi sien y poner detrás de mi oreja un mechón de pelo rebelde que se me había salido del moño. Bajo, rozando con su dedo índice de vuelta por mi mejilla y paro en un moretón que tenía en la mandíbula. Su sonrisa bajó convirtiéndose en una línea apretada, su mirada se oscureció, desapareciendo también el brillo que hace un momento iluminaba sus ojos marrones.

- ¿Qué te han hecho preciosa, Eva? Cuéntamelo.

- Bobby...

Él suspiró mirando hacia arriba, aún no quería decirle nada, prefería disfrutar este momento. Quería olvidar solo por un minuto todo lo que me había pasado en aquellos días.

- Prometiste contármelo.

- Y lo haré, pero antes, por favor, llévame a casa.

-  Sé que no quieres poner en peligro a tu familia y que no puedes ir a tu casa, así que, ¿te llevo conmigo a mi casa?

Él enfatizó "su casa" para que quedara claro, me miraba directo a mis ojos y tragué saliva, iba a estar sola con él, en su casa. Me quedé pensativa un momento, ¿sería buena idea? Volví en mí cuando se movió en el asiento para acomodarse.

- Ojalá pudiera ir con mis padres, estoy deseando verlos y abrazarlos para decirles que estoy bien.

- ¿Ni siquiera vas a llamarlos? Eva, ¿quién querría hacerle daño a tu familia?

Lo miré, estaba bastante serio y aunque sabía que no estaba enfado conmigo y que sus pensamientos seguro estaban en quien me había hecho esto, necesitaba que él estuviera tranquilo y que no estuviera montado en un coche en donde lo más seguro que lo primero que haría nada más que le contara lo sucedido sería ir derrapando hasta la clínica a buscar a Wayne. No quería meterlo en problemas y mucho menos quería volver a aquel lugar nunca más.

- No pueden saber nada, Bobby.

- Me estás pidiendo que engañe no solo a mi jefe y a toda la comisaría, a todos los que están ayudando en tu búsqueda, Eva. Entiendo que tengas miedo y voy a hacer todo lo que esté en mi mano para ayudarte, pero tendrás que contarme todo, con todos los detalles, ¿de acuerdo?

- Y lo haré, te lo contaré todo, pero vámonos ya, hace frío aquí.

- ¿Eso es un sí? ¿Te quedas conmigo?

- Sí, me quedo contigo, Bobby.

No sabía si de verdad era la mejor idea, ni siquiera estaba convencida del todo, pero con él me sentía segura y en paz, podría dormir bien por primera vez en todos estos días y tal vez, solo tal vez podría ver si algo entre nosotros podría funcionar. Así que asentí, segura de mi decisión, él asintió también pasando de nuevo su mano por mi pelo y por mi mejilla, recorrió el camino de mi mandíbula y llegó a mi cuello en donde suavemente me acercó a él para dejar un beso en mi coronilla. Me separé de él más roja que un tomate, seguro. Él encendió el motor del coche con una pequeña sonrisa y nos alejemos del vecindario y del edificio de Max hasta llegar a Harlem, calle ciento cincuenta y cinco. El viaje fue silencioso, algunas miradas de vez en cuando y pequeñas sonrisas que sentí que, por primera vez en mucho tiempo, eran sinceras. Mire a través del cristal de la ventanilla viendo el río, era precioso de noche, las luces iluminaban el puente y todo a su alrededor. Bobby aparcó el coche frente al edificio de pisos en donde vivía y apagó el motor cogiendo su placa y su chaqueta del asiento de atrás y me ayudó a bajar después de él. Entremos al edificio con cuidado y subimos hasta el segundo piso por el ascensor con el maletín transparente y la bolsa con la comida de Lucille.

Las puertas se abrieron y salimos al pasillo en donde solo había tres puertas, la primera tenía el timbre pintado con flores de varios colores, la segunda de en medio era la del piso de Bobby, este tenía una bonita maceta con garabatos a un lado de la puerta y la última, la que estaba al final del pasillo parecía vacía, en la entrada no había nada, pero en la pared de su lado había varias pintadas que parecían hechas por el mismo niño.

- La vecina de al lado tiene una niña pequeña, se la pasa pintando todo el tiempo. Ha pintado su timbre y mi maceta, pero el vecino del final del pasillo se ha llevado la peor parte. Se acaba de mudar hace unos días y la niña ha decidido darle una bienvenida bastante original.

Los dibujos, si te fijabas bien, parecían un hombre y un perro grande a su lado. El hombre tenía unas gafas dibujadas y lo que parecía ser un cigarrillo en su mano y algo en particular que resaltaba bastante era que en vez de una sonrisa, tenía unas cejas arrugadas y una línea hacia abajo en su boca.

- Es... original sí.

Estaba a un lado de Bobby, esperando a que él terminara de abrir la puerta con la llave, cuando el sonido de unos ladridos me sorprendió. Miré hacia el final del pasillo frunciendo el ceño, escuchando como el perro rascaba la puerta, los ladridos eran seguidos del llanto y lo que parecía ser la voz del dueño pidiéndole que se apartara de allí.

- A ese perro le está costando acostumbrarse al edificio. Al parecer el dueño tenía una casa en el campo, el pobre perro ha pasado de correr por donde quería a estar encerrado en un espacio pequeño.

El sonido de aquel lloriqueo se alejó y Bobby abrió la puerta intentando no caer nada de lo que Lucille me dio. Sonreí y le cogí el botiquín entrando con él al salón. El piso era grande y de espacio abierto. La cocina y el salón estaban compartidos e iluminados por la luz y vista de los ventanales. Los focos de la cocina se encendieron al pisar el escalón que la separaban del salón y me di cuenta de que funcionaba con sensor de movimiento. Empecé a bajar y a subir el pequeño escalón solo para comprobarlo una vez más cuando escuche el carraspeo de Bobby, mirándome de frente en aquel pequeño salón. Le sonreí y me acerqué hasta quedar frente a él. Estaba de brazos cruzados y con una pequeña sonrisa en sus labios, le devolví la sonrisa y me senté en el sofá de cuero marrón viendo como él hacía lo mismo. Estaba frente a mí, mirándome con atención cuando levantó su mano y pasó sus dedos, acariciando mi mejilla herida, otra vez. Le miré, observando como acercaba un trozo pequeño de algodón húmedo a la herida y con delicadeza, la limpiaba. Aquel momento quise disfrutarlo, aunque durara poco, porque por primera vez desde que esta pesadilla comenzó me sentía en paz, me sentía a salvo a su lado.

- Ahora cuéntamelo Eva, ¿Quién ha hecho esta barbaridad contigo, pequeña?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro