✦ - Secretos 🎨

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Capítulo 36.

Jungkook se adentró en el estacionamiento subterráneo con la mente en caos, con su primo: Hyunjin, corriendo detrás de él.

—¡Espera, Jungkook! —Hyunjin lo alcanzó, jadeando—. Por favor, no te vayas tan alterado.

El mencionado se detuvo, apretando los puños mientras las palabras de su padre aún resonaban en su cabeza. Hyunjin lo miraba con preocupación, y aunque normalmente no se dejaba ver tan vulnerable, en ese momento el alfa Jeon no pudo evitarlo.

—Es todo un desastre —dijo Jungkook con la voz cargada de frustración—. Mi padre... me odia. Cree que nunca seré lo que quiere que sea, y me amenaza constantemente. Ahora sabe de Jimin y dice que es una distracción. Además aun me fuerza a casarme con Kyujin. Odio todo esto.

Hyunjin lo observó en silencio por un momento, dejando que el pelinegro soltara sus angustias.

—Sé que no debería importarme lo que diga, pero... me hace dudar. ¿Qué tal si tiene razón? ¿Qué si no soy lo suficientemente bueno para nadie? ¿Ni siquiera para Jimin?

El beta puso una mano firme sobre el hombro de Jungkook.

—¿Estás escuchando lo que dices? —preguntó, con una leve sonrisa burlona, su cabello rubio danzando con el viento —. Estás dejando que las palabras de un hombre que no ha entendido lo que realmente es importante te hagan dudar de ti mismo. ¿Sabes cuántas personas darían cualquier cosa por tener lo que tú y Jimin tienen? No dejes que tu padre controle tu vida, ni tu corazón.

El pelinegro bajó la mirada, absorbiendo las palabras de su primo. Sabía que tenía razón, pero enfrentarse a su padre nunca había sido fácil.

—No estoy diciendo que va a ser sencillo —continuó Hyunjin—, pero si Jimin significa tanto para ti, ¿realmente vas a dejar que tu padre arruine eso? Ve y dile a Jimin lo que sientes y dile la verdad antes de que se formen mal entendidos —el alfa levantó la vista, mirando fijamente a su primo beta— No dejes que las amenazas de tu padre sean más fuertes que lo que tienes en tu corazón. Además, se que si le dices a ese omega la verdad el entenderá. Recuerda que yo también lo conozco.

Jungkook se quedó en silencio por un momento, sintiendo cómo su determinación se reforzaba. Miró a Hyunjin, agradecido.

—Tienes razón —murmuró—. No puedo seguir esperando.

Sin decir nada más, el alfa tomó un taxi hacia el apartamento de Jimin. El camino fue una mezcla de ansiedad y expectación. Sabía que este momento definiría el futuro de su relación, y no estaba dispuesto a perder más tiempo.

Cuando el taxi se detuvo frente al edificio, Jungkook pagó al conductor, bajando del coche con el corazón latiendo rápidamente. Subió las escaleras y llegó a la puerta de Jimin, llamando al timbre con manos temblorosas.

La puerta se abrió lentamente, y el hermoso omega con aroma a fresas apareció frente a él, su rostro una mezcla de sorpresa y cansancio.

—Kook —dijo Jimin, su voz suave y llena de curiosidad—. ¿Qué estás haciendo aquí?

El alfa respiró hondo. Este era el momento. Con la voz firme, pero cargada de emociones, dijo:

—Jimin, no quiero perder más tiempo. He estado pensando mucho sobre lo que ha pasado, y sobre cómo te he tratado. Me doy cuenta de que fui un idiota. No quiero que esto se alargue más, quiero que seas mi omega, oficialmente. Estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para demostrarte que lo que siento por ti es real.

Los ojos del rubio se abrieron un poco más, y un rubor intenso coloreó sus mejillas. Sin decir nada, se apartó para dejar que Jungkook entrara. El alfa con su fuerte aroma a moras explotando de emoción, cruzó el umbral sintiendo un cambio en el aire, como si todo el peso del mundo se desvaneciera.

El rubio lo condujo hacia su habitación. Se sentaron en la cama, y Jungkook, todavía alterado por los eventos del día, comenzó a desahogarse.

—Hoy discutí con mi padre —comenzó, con la voz aún temblorosa—. Fue horrible. Me dijo cosas que... —suspiró, frotándose la sien—. Me hizo sentir que nunca voy a ser suficiente. No para él. Kyujin y Namjoon también estaban allí, tratando de hacerme sentir menos. No sé cómo enfrentar todo esto, pero quiero que sepas que, a pesar de todo, lo único que me importa eres tú. Eres lo que me mantiene en pie, Jimin.

El omega lo escuchaba en silencio, sus manos acariciando suavemente la espalda de Jungkook, brindándole consuelo. El simple toque de Jimin era suficiente para calmar el caos en su interior. Cada caricia, cada susurro de apoyo hacía que Jungkook sintiera que había tomado la decisión correcta al ir hasta allí.

—No tienes que ser perfecto —murmuró Jimin, sus palabras un bálsamo para el alma de Jungkook—. Yo tampoco lo soy, nadie lo es. Solo debes ser tú, Jungkook. .

El artista bajó la mirada, sintiendo una mezcla de alivio y algo más profundo, una vulnerabilidad que nunca antes había permitido salir a la luz. Era como si el peso que llevaba en el pecho durante tantos años se estuviera desmoronando, dejándole espacio para respirar.

—Es que a veces no sé ni quién soy de verdad —confesó Jungkook, con la voz más suave de lo habitual—. Siempre he sentido que vivo bajo las expectativas de los demás. Mi padre... —hizo una pausa, tomando un respiro—, él siempre me comparaba con Namjoon. Mi tío, siempre tan exitoso, tan perfecto a sus ojos. No importa lo que haga, siempre me siento como una sombra a su lado.

El omega lo escuchaba en silencio, con sus dedos aún acariciando suavemente la espalda de Jungkook, dándole el espacio para continuar.

—Namjoon... —Jungkook tragó saliva, su mandíbula apretada por la frustración—. Él se cree mejor que todos. Desde que era pequeño, siempre me miraba con ese desdén, como si mi vida y mis sueños no valieran nada porque no encajaban en el plan de la familia. Y hoy, como siempre, no perdió la oportunidad de decirme que mi arte es una pérdida de tiempo. Que no debería dedicarme a algo tan... inútil.

La amargura en su voz era palpable. Jimin lo miró con empatía, pero dejó que siguiera hablando.

—Lo peor de todo es que... él nunca deja de recordarme a mi madre. —el alfa sintió que el nudo en su garganta crecía, y se detuvo por un segundo, intentando mantener el control—. Es la primera vez que te hablo de ella, pero... —suspiró—, era lo mejor que me pasó en la vida, Jimin. Mi padre nunca la quiso, y Namjoon siempre habla de ella con desprecio, como si hubiera sido una debilidad en mi vida. Y cuando ella murió... todo se desmoronó. Mi madre era todo lo que mi padre no quería en una pareja. Dulce, cariñosa, apasionada por el arte, igual que yo. Pero después de que ella falleció, Namjoon se alió más con mi padre que conmigo. Lo que más me duele es que, siendo su hermano, nunca la defendió. Solo siguió adelante como si ella nunca hubiera existido, y me trata de la misma forma. Siempre me hace sentir que soy una carga, que no valgo nada.

Los ojos de Jungkook se llenaron de tristeza. Era un dolor que había guardado por tanto tiempo, enterrado bajo capas de silencio. Hablar de su madre era una herida abierta, pero al hacerlo frente a Jimin, sentía que el peso se aligeraba, aunque solo un poco.

—Nunca supe cómo lidiar con su pérdida. Mi padre apenas mencionaba su nombre, como si borrarla de nuestras vidas fuera la mejor opción. Y Namjoon... simplemente continuó con su vida perfecta, mientras yo me quedaba con todo este vacío.

El rubio, con los ojos suavemente entornados, se inclinó hacia él y le dio un beso en la frente, un gesto de puro cariño que hizo que el pecho del alfa se desbordara con una calidez que solo Jimin podía darle.

—Lamento mucho lo de tu madre, Kook —dijo Jimin en un susurro—. No puedo imaginar lo difícil que debió ser. Pero no estás solo en esto. Ya no.

Jungkook tomó aire profundamente, aspirando por la nariz el dulce aroma a fresas del omega, su omega. Estaba profundamente agradecido por la presencia de Jimin. Las palabras seguían fluyendo, como si el simple hecho de estar allí, juntos, lo hubiera liberado de las cadenas de su propio silencio.

Y Jungkook lo sentía correcto.

—Y luego está Hyunjin —dijo Jungkook, soltando una pequeña risa sin humor—. Es todo lo contrario a Namjoon. Tú ya lo conoces, ¿verdad?

Jimin asintió, recordando las veces que había visto a Hyunjin, siempre con esa sonrisa traviesa, un contraste con la severidad de la familia de Jungkook.

—Hyunjin fue el único que estuvo allí para mí cuando más lo necesitaba —continuó Jungkook—. Hoy, después de lo que pasó con mi padre, él fue quien me dio el empujón para venir a verte. Me recordó que no podía dejar que las amenazas de mi padre me alejaran de lo que realmente quiero. Y eso... —miró al omega con una mirada de puro amor—, eres tú.

El omega se ruborizó ligeramente, pero no apartó la mirada. En lugar de eso, se acercó más, envolviendo a Jungkook en un abrazo cálido, sosteniéndolo como si no quisiera soltarlo nunca.

—Hyunjin siempre me cae bien —susurró Jimin, sonriendo—. Tiene un buen corazón, aunque a veces sea un poco revoltoso.

Jungkook dejó escapar una risa baja, asintiendo ligeramente. Sin embargo, el agotamiento emocional comenzaba a pesar sobre él, y en lugar de responder, se dejó caer lentamente hacia el cuello de Jimin. El suave aroma a fresas lo envolvió, calmándolo de una forma que pocas cosas podían. Se acurrucó más cerca de su omega, respirando profundamente, como si el aroma de Jimin fuera el único ancla que lo mantenía en paz.

Cada inhalación llenaba su mente de calidez y seguridad, disipando las sombras de los problemas que cargaba. Poco a poco, los latidos acelerados de su corazón se fueron calmando, hasta que solo quedó la placentera sensación de estar en casa, con la persona que más quería.

Jimin lo abrazó con delicadeza, acariciando su espalda con movimientos lentos y rítmicos. Podía sentir cómo Jungkook se iba relajando en sus brazos, sus respiraciones volviéndose más profundas y tranquilas. El peso del cuerpo de Jungkook se hizo más pesado, y Jimin notó que su alfa había caído dormido.

Sin embargo, poco después, un pequeño temblor recorrió el cuerpo de Jungkook. Jimin frunció el ceño, ajustando su posición para verlo mejor. Al principio pensó que era solo una reacción natural al descanso, pero los temblores continuaron, cada vez más evidentes.

—Jungkook... —murmuró Jimin con preocupación, susurrándole suavemente al oído, esperando que su voz pudiera reconfortarlo.

Los temblores de Jungkook se intensificaron de repente, y Jimin pudo sentir cómo su respiración se volvía más irregular. Estaba a punto de despertarlo suavemente cuando, de un momento a otro, Jungkook abrió los ojos de golpe.

—¡Jungkook! —exclamó Jimin, sorprendido.

Pero lo que vio lo dejó completamente helado. Los ojos que siempre habían sido de un profundo y cálido negro, ahora brillaban con un intenso tono morado, casi luminoso, como si una fuerza desconocida hubiera tomado control.

Era su lobo interior, el que siempre había permanecido en silencio, el que había estado dormido hasta ese momento.

El omega contuvo la respiración, sus dedos aún en la espalda de Jungkook, pero ahora con una mezcla de confusión y asombro. Sabía que el lobo de Jungkook estaba dormido, o al menos eso creían. Nunca había visto este lado de su alfa, y en ese instante, el peso de la situación lo abrumó. Aquello no era solo un reflejo de la angustia de Jungkook; era algo más profundo, algo que había permanecido oculto por tanto tiempo.

Jungkook lo miró fijamente, su respiración pesada, pero no decía nada. El brillo morado en sus ojos parpadeaba como si estuviera luchando por controlarse.

—Alfa... —susurró Jimin con cautela, acariciando su mejilla—. Estoy aquí... por favor, vuelve a mí.

El contacto pareció calmarlo momentáneamente. Los ojos de Jungkook seguían fijos en los de Jimin, pero algo en su mirada cambió. Parecía estar librando una batalla interna, una lucha entre su parte humana y su lobo. Su pecho subía y bajaba con fuerza, y aunque los temblores continuaban, su cuerpo se mantuvo más quieto.

—Tú... —la voz de Jungkook sonaba más profunda, más grave—. No sé... qué está pasando.

Su mirada era intensa, pero al mismo tiempo vulnerable. Jimin no dudó un segundo. Lo atrajo más cerca, rodeándolo con sus brazos.

—No importa lo que sea —susurró Jimin, con firmeza pero suavidad—. Estoy contigo. No tienes que enfrentarlo solo.

El brillo morado en los ojos de Jungkook comenzó a desvanecerse lentamente, aunque su cuerpo seguía tenso. Jimin pudo sentir el esfuerzo que estaba haciendo por controlar su lobo interior. Era como si esa parte de él, que había estado dormida por tanto tiempo, finalmente se hubiera despertado, empujada por el estrés, la angustia y el miedo de perderlo.

—Estoy aquí, alfa —reiteró Jimin, apoyando su frente contra la de él—. Siempre estaré aquí.

Jungkook abrió lentamente los ojos, sus miradas conectando en un instante cargado de emociones. La cercanía de Jimin, el suave contacto de su piel, y la certeza de su apoyo incondicional lo hicieron sentir más fuerte de lo que había sentido en mucho tiempo. Sin pensarlo demasiado, movió su mano para acariciar el rostro de su omega, sus dedos trazando el contorno de su mejilla con una delicadeza inusual para él.

Jimin mantuvo sus ojos fijos en los de Jungkook, sonrojándose ligeramente ante el toque del alfa. Sin embargo, no se apartó, permitiendo que sus corazones hablaran más allá de las palabras.

Y entonces, sin necesidad de decir más, sus labios se encontraron en un beso suave, tierno, lleno de promesas no dichas y emociones profundas. No era un beso impulsivo ni apasionado, sino uno lleno de cariño, como si ambos estuvieran reafirmando que, a pesar de todo lo que habían pasado, en ese momento se tenían el uno al otro.

El tiempo pareció detenerse mientras sus labios se mantenían unidos, moviéndose lentamente en un compás perfecto. Cuando finalmente se separaron, sus frentes se quedaron juntas, ambos respirando en el silencio cómodo que seguía a ese beso.

El alfa sonrió levemente, todavía sintiendo la sensación de los labios del omega sobre los suyos, y por un momento, todo el caos de su vida desapareció. Estaban juntos, y eso era suficiente.

El aire en la habitación se llenaba con una mezcla embriagante de sus aromas. El musgo terroso y profundamente masculino de Jungkook, combinado con el dulce y suave olor a fresas de Jimin, creaba una atmósfera cálida y envolvente. Era como si sus esencias estuvieran entrelazándose, reconociéndose mutuamente en el espacio que compartían, intensificando el momento de intimidad que ambos vivían.

El alfa cerró los ojos por un instante, permitiéndose perderse en el reconfortante olor de su omega, ese aroma que siempre lograba calmarlo, darle paz en medio de todo el caos. Mientras tanto, Jimin permanecía cerca, acariciando suavemente su rostro, sus movimientos llenos de ternura y cuidado.

El omega lo observaba con atención, leyendo cada emoción reflejada en los ojos oscuros de Jungkook. La tensión, el cansancio, el miedo... todo se mezclaba en su alfa. Y entonces, el omega, con su corazón lleno de cariño y devoción, dejó caer un beso en la frente de Jungkook antes de susurrar:

—Quiero hacerte sentir bien, alfa.

El alfa con aroma a moras lo miró, desconcertado por un segundo, hasta que vio la decisión en los ojos de Jimin, que se arrodilló lentamente entre sus piernas. La devoción en su mirada era palpable, y el alfa apenas pudo controlar el temblor que recorrió su cuerpo, sus manos tensándose a su lado.

—Jimin... —empezó a decir, pero el omega ya estaba arrodillado y desabrochado su cinturón. —Minnie... —repitió Jungkook, su voz apenas un susurro, temblorosa por la mezcla de deseo y sorpresa que sentía. El alfa lo observaba con ojos entrecerrados, su respiración cada vez más pesada al sentir los dedos delicados de Jimin desabrochar su cinturón con cuidado.

—Shh, déjame cuidar de ti, Kookie —susurró Jimin, su voz suave y reconfortante mientras sus manos se movían con calma, sin prisa.

El aroma de fresa del omega se volvía más intenso, envolviendo a Jungkook en una sensación de calidez y seguridad. Era como si la esencia del rubio calmara cada fibra de su ser, disipando cualquier duda o tensión que pudiera haber quedado. El alfa, normalmente fuerte y dominante, ahora se sentía vulnerable, completamente entregado a su omega.

Jimin, con una sonrisa suave, deslizó el cinturón fuera de los pantalones de Jungkook, sus movimientos siempre gentiles. El alfa dejó escapar un suspiro profundo, su cuerpo empezando a relajarse, pero también a temblar bajo la expectativa.

—Bonito, no tienes que hacer esto... —murmuró Jungkook, su voz ronca, llena de emoción contenida.

—Quiero hacerlo, Kook —respondió Jimin con firmeza, sus ojos brillando con una mezcla de devoción y amor—. Quiero hacerte sentir bien.

El alfa cerró los ojos, entregándose por completo a las manos suaves de su omega, el ronroneo bajo de su pecho volviendo a aparecer.

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