El esmalte rojo disminuye poco a poco al igual que mi latir.

«Mientras estén ustedes mi mundo será un mar sin fin».

Aquellas palabras las escribí en una noche de lindos recuerdos.

Azul celeste,
azul grisáceo.

Sí que hay una gran diferencia.

¿Por qué no puedo separarme de una vez?

Mi órgano vital llora en su interior,
al igual que el cielo en una tarde de febrero.

Mejillas empapadas.

Un techo por subir,
pero no hay escaleras por ningún lado.

No se preocupan por mí,
solo quieren seguir escalando.

Desde el suelo las observo,
he manchado mis manos con lodo al caer sin ningún cuidado.

Ladridos se escuchan en el fondo del callejón,
murmullos encima.

Ambas mirando las estrellas.

Mientras yo sigo en la tierra.

Prometí ya nunca dedicarles un poema.

¿Qué pasa si rompo mi promesa?