La esperanza es peligrosa para una mujer como yo.

La comida servida en una charola de plata falsa es lo que me dice cada día.

Las sogas entre mis muñecas es lo que me grita cada hora.

La sangre recorriendo por estas y muchos más lugares de mi cuerpo es lo que me susurra cada segundo.

Una mujer como yo es esclava.

Esclava de todas las personas con rango mayor respecto a economía.

Podría planchar, lavar y hasta cocinar.

Pero ellos me tienen como su juguete sexual.

Podría ser alguien respetable y con integridad, pero ellos prefieren que sea una zorra.

Aullaré en busca de ayuda, no solo para complacer.

No soy parte de una manada de perras.

No soy parte de la perrera de cualquiera.

Soy parte de las mujeres con esperanza, aquellas que no deberían tenerla.