Cap. 10: Bajar la guardia

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Un bostezo escapó de mis labios, eran eso de las siete la mañana, sumamente temprano y ya yo estaba fuera de mi cama, tomando un café y desayunando en casa de la familia Blake. Me encontraba cansada, pero no podía seguir durmiendo sabiendo que tenía que ir al trabajo ese día. La madre de Henri y yo éramos las únicas despiertas.

—¿Cómo sigues, cariño? —preguntó la señora Elena, haciéndome gentilmente a un lado para echar las salchichas asadas sobre mi plato.

Sonreí tomando el tenedor y asentí lentamente.

—Mejor, gracias —Mentí y ella, sabiéndolo, me clavó la mirada, regañándome antes de volver para dejar la sartén y sentarse a comer conmigo.

—Deberías seguir descansando, nena —susurró severa, pero amable—. La señorita Cavalet está enterada de lo que pasó.

—Agradezco que le avisaras, entiendo que estés preocupada, pero... —Desvié la mirada al plato. Dejé el tenedor de lado—. Necesitaba distraerme en algo o sentía que me volvería loca...

Todo lo que estaba pasando, ¡era demasiado!

La tarde anterior no estaba segura de lo que sucedía, mi raciocinio estaba prácticamente de vacaciones y solo veía ocurrir todo a mi alrededor, sin ser consciente de que me traería muchos problemas a futuro.

Es que, ¡¿en qué mierda estaba pensando?!

Un. Jui. Cio.

Me he metido en un juicio contra Paula. Dentro de unos días, ella y su madre, vendrían con todo para destruir cualquier evidencia, que señalara que mi agresora nunca me había tocado ni un pelo. Por otro lado, Chris, Cornie y su abogado, evitarían a toda costa que esta vez se salieran con la suya.

Lo peor del caso era que no existía ninguna vía para que yo escapara y no terminara involucrada. Incluso si Chris fue lista y se tomó el atrevimiento de tomarme fotos —después de encontrarme y antes de que me atendieran, hace dos días cuando Paula me atacó—, con el fin de tener evidencia sólida de lo que sucedió; sin mi testigo tal vez no lo conseguirían.

Si ganábamos, Paula sería expulsada, lo más seguro era que también le asignarían una orden de alejamiento de nosotras, sin mencionar que tendría que pagar una posible compensación. Toda la evidencia que Chris y Cornie me enseñaron era real e iba completamente en su contra, no había manera de fallar y si lo hacíamos la demanda que nos llevaríamos sería pesada.

Lo que más me preocupaba era que justo tenía que ser mi familia la que iniciara esta guerra; aunque ninguna de mis hermanas me había reconocido hasta el momento, temía a gran escala de que mi padre si lo hiciera. Después de todo, había huido de ellos por siete años luego de que mi madre fuera asesinada por mi padrastro, negándome a verlos o reconciliarme con ellos en todo este tiempo porque no soportaba la idea de que ellos me odiaran.

El miedo que cargué encima desde que Cornie dijo que fuéramos por su padre a la oficina del director, pudo haberme dado otro ataque. El mayor de mis alivios ocurrió cuando, en su lugar, emergieron Henri y el abuelo Blake, y dijeron que ya estaban por terminar, que los esperáramos en el estacionamiento. Nunca pensé que podría tener tanta suerte, al menos por ahora no tuvimos que presentarnos, pero no cabía la duda de que en algún momento tendríamos que hacerlo y eso, por mucho, me aterraba.

«No sé dónde encontrarlas, admito que estoy preocupado y que también me gustaría verla... —Su tono bajó—. No temas, la seguiré esperado...» De solo pensarlo, las lágrimas amenazaban por salir.

—Eh... Florecita —Rodé los ojos hacia Abai—. ¿Te molestaría bajar a la tierra? Necesito ayuda con esto —Señaló el nuevo set de masetas.

—Lo siento, ya voy —Negué para mí y rodeé el mostrador para alcanzarle.

Abai era un joven serio y gruñón, a veces muy sarcástico y molesto. Al principio se mostró paciente y relativamente amable conmigo, me enseñó lo que necesitaba y me corregía si estaba a punto de meter la pata; sin embargo, a medida que empecé a agarrarle el ritmo, me abandonó por mi cuenta y se concentró en hacer lo suyo, tratándome no mal, pero si menos atento.

Creo que lo único que me fastidiaba a veces era que, en las tardes cuando estaba fastidiado, usaba apodos cursis como "florecita" para burlarse de mí, porque oyó de Cavalet que los odiaba. Era serio y educado, pero también algo antipático. Si no teníamos clientes, se mantenía ocupado en su teléfono solo para no hablar con nadie. La jefa decía que nos parecíamos mucho, pero creo que se equivocaba.

—Cuidado —Detuvo mi mano antes de tirar la tierra en el piso, corrigiendo su dirección para que cayera en la maseta.

—Perdón... —Sacudí la cabeza, queriendo concentrarme para proseguir con el plantado.

Abai negó para sí, observándome con severidad con sus ojos que me parecían muy claros para ser cafés. Mientras dejaba de lado los paquetes de semillas, alzó sus brazos y desajustó la liga de su cabello castaño, el cual por arriba ya lo tenía bastante largo, a diferencia de los lados y atrás, que permanecía corto.

Ladeo la cabeza al mirarlo de reojo, fijándome un segundo de más en él. Su apariencia iba a la perfección con su estilo de vida y personalidad, es decir, no era descuidada, pero tampoco se esforzaba por andar siempre arreglado. Por ejemplo: le gustaba los pantalones sueltos y las camisas de algodón sin manga. En parte para no ensuciarse y en otra parte para enseñar sus orgullosos y trabajados brazos. Casi siempre tenía la insignia de algo encima, con diseños y figuras muy coloridas y llamativas.

Pero lo que más me llamaba la atención, era la curiosidad que me causaba que todo combinada y desentonaba con él. Sus gustos por las flores, aunque lo negara. Y su gran carácter para los negocios, en que estudiaba; hacia contraste con ese gran y artístico tatuaje que sobresalía por detrás de su cuello. Desde mi perspectiva, Abai Cavalet era un personaje de lo más versátil.

—¿Me estás mirando? —preguntó de pronto sin voltearme a ver.

Y de lo más perspicaz también.

—No —dije rápido y él negó.

—La maceta está abajo... —susurró deteniendo su trabajo para mirarme de reojo, haciendo que voltee en automático para disimular.

—Perdón, ¿en qué estábamos?

—Te estás disculpando mucho, hoy —espetó con la misma cantidad de sequedad y tranquilidad—. Es molesto, no lo hagas más.

Y yo, a punto de disculparme de nuevo, me mordí la lengua, suspirando en mi lugar mientras picaba la tierra y le iba pasando, una por una, las macetas.

—No es mi intención.

—No sé qué es lo que ha pasado en tu vida para lograrte poner así de sensible, pero intenta mantenerlo al margen de tu trabajo —susurró, haciendo que volteara—. No soporto la gente distraída, mucho menos cuando esa persona ya ha demostrado ser capaz.

—Per...

—Ya estás otra vez —Suspiró—. Estoy seguro que no hiciste nada malo, relájate.

Me sorprendió, pero asentí, desviando la mirada de él para continuar echando y picando la tierra, hasta acabar con la última maceta. Me mantuve sentada en el piso con él, en lo que veía que plantaba las semillas finales y se echó de espaldas sobre el mostrador.

—¿Qué? —Me miró de reojo al sentirse observado otra vez.

—También tienes tu manera de preocuparte, ¿no es así? —Alzó una ceja.

—Listilla —Desvió la mirada y la cerró, relajándose—. Si no te diste cuenta: ya ibas a echar tierra por todas partes.

Me cuesta contener la sonrisa.

—Eres malísimo para consolar.

—¿Y quién dijo que quería consolarte? —Alzó ambas cejas, divertido.

—Tu lenguaje corporal.

Negando, suspiró.

—Eres una sabelotodo.

—Pero no veo que eso te moleste.

En vez de gruñir como de costumbre, lo noté sonreír, aceptando indirectamente que yo tenía razón.

—Por favor, solo no me des más trabajo, florecita.

—Gracias —Pausé para pensar—. Capullo —Completé y me alzó de nuevo ambas cejas.

Esta vez sí, nos reímos, en voz baja, pero reímos, quedándonos ahí recostados mientras los minutos pasaban. Era sábado, pero no había mucha actividad en la tienda. La señora Cavalet estaba ausente por ese fin de semana por un encargo gigante, así que Abai se había convertido en mi jefe provisional hasta su regreso; el cual, curiosamente, no me había hecho preguntas sobre mi ausencia, así que asumía que su tía le había informado de algo y, con mucha suerte, no me lo descontarían de mi sueldo.

Como ya era hora del almuerzo, nos turnamos para cubrir el local; Abai fue el primero en irse a la sala trasera para comer mientras que yo me siento frente al mostrador, tomando una libreta para empezar a garabatear en lo que algún cliente decidía aparecer.

La conversación me había sentado bien. Tal vez la jefa tuviera razón y Abai y yo nos parecíamos en algunos aspectos. Podríamos llevarnos muy bien si no fuera por las diferentes etapas de las vidas en las que estamos y su antipatía continua. La tranquilidad que rondaba la floristería era tan embriagante como el perfume de las flores, la brisa que venía de la calle refrescaba la sala y transmitía el ruido de la ciudad. En compañía de las plantas, me relajé mucho en mi silla y, sin darme cuenta, más que garabatear había empezado a escribir.

En la deriva de mis recuerdos, una frase que conocía muy bien me viene a la mente.

«Uno era oscuridad tangible y la otra felizmente invisible».

La vi por unos segundos.

Entreabrí la boca.

Y negué, regañándome internamente.

¿Qué mierda?

Resoplé con molestia y arranqué la hoja, rompiéndola y arrugándola hasta que no quedó nada de ella. ¿Qué me pasó de pronto? El recuerdo de esa época debería estar más que muerto.

Miré de reojo el cubo de basura y negué, si lo tiraba ahí seguramente luego estaría paranoica viéndolo a cada instante; así que, empuñando a su alrededor, rodeé el mostrador y me encaminé a las afueras, directo al cubo de la esquina del próximo local, donde lo boté sin mirar y regresé, antes de que Abai terminara de comer y me llevara otro regaño.

No obstante, un segundo tras cerrar la puerta del local, alguien puso el pie y obstruyó su paso, obligándome a hacerme hacia atrás para darle permiso y poder mirarle, llevándome una gran sorpresa.

¡Bonjou, Lop! —Saludó alegre, pero en voz baja.

—¿Qué demonios haces aquí? —susurré entre dientes.

Tenía su pelirrojo cabello recogido, una franelilla que le dejaba los hombros descubiertos, pantalones negros de rayas verticales y desprendía un inconfundible olor a dulces; estaba segura de que venía de hornear algún pastel. Ely hizo un puchero, enmarcando una mirada triste con sus largas pestañas rojizas.

—¿No puedo venirte a visitar?

—Ay, Dios, no me hagas esto —murmuré para mí, sosteniéndome la frente. La miré con un solo ojo—. ¿Cómo supiste que yo...?

—Cavalet es mi socia, me contó de ti hace poco —Entreabrí la boca—. Uso sus flores como adornos para pasteles de bodas y esas cosas, también hago recetas con algunas, ¿no te gusta el té con aroma? Es divino.

—Ely... —Negué para mí.

—¿Aún no estás en tu descanso? —Sin que me diera tiempo de procesar, pasó como si se tratara de su casa, empezando a ver las flores e incluso tocar algunas.

—No, mi jefe aún... —Partió en risas de repente.

—¿Jefe? —Me miró muy divertida—. ¿Te refieres a Abai?

—¿Me llamarón?

"Nombra al diablo y él aparecerá". Desde la puerta, limpiándose las manos mojadas del delatan, apareció el sobrino de mi jefa, acercándose al mostrador sin ninguna preocupación; entonces, sus ojos caen en Ely y sucede lo que nunca creí ver: sonrió con diversión.

—Hola, Roja —Recostó sus brazos sobre la mesa, mirando a la pelirroja con autosuficiencia.

—¿Cómo estuvo tu almuerzo, Abai? —Sonrió de la misma manera, cruzando los brazos debajo de su pecho.

—Delicioso, muchas gracias por preguntar —Rió en voz baja y me miró—. ¿Ya conociste a Florecita?

La "Roja", alzó una ceja y le miró con diversión.

—¿Ya empezaste a molestarla? —Negó lentamente—. Por favor, no espantes a tus compañeros.

—Ya lo hubiera hecho, pero ella no es tan incompetente como el resto —Entreabrí la boca—. Te estoy halagando, niña, siéntete honrada.

"¿Niña? No puede ser...".

—En fin, ¿qué deseas, Ely? Cavalet no se encuen... —Me encaminé al mostrador, pero me detuvo, sujetándome de la muñeca.

—De hecho, vine a invitarte a almorzar.

Tanto Abai como yo abrimos los ojos y la observamos sorprendidos. Mi primera reacción fue negarme.

—No estás hablando en serio, sabes que no puedo —repliqué entre dientes.

—Oh, vamos, confía en mí —Rogó utilizando sus letales ojos de cachorro, jalándome un poco hacia ella—. Todo estará bien, lo prometo. Ninguno de ellos viene a mi cafetería, así que no hay peligro, de verdad.

La observé con mucha desconfianza, aunque su tono y mirada parecían sincero, esa parte de mí que sabía que era una mala idea no dejaba de gritarme que me negara; así que como buena y obediente, una vez más decidí escucharla y me solté, bajando la mirada.

—Lop... —Trató de insistir y me eché para atrás.

Pude seguir retrocediendo, pero una mano en mi espalda me detuvo.

—Lop ve con ella —dijeron de pronto detrás. Giré hacia Abai, no creyendo lo que oía.

—Abai, tú no comprendes, así que no te me...

—He dicho... —Acentuó su tono, recostándose de un brazo sin quitarnos la vista—. Que vayas a almorzar, yo me encargo de todo aquí.

—Pero...

—Es nuestra socia, Lop —Canturrió, metiendo su cabeza entre sus brazos, y entonces entendí.

No era una sugerencia...

_____________

¡Holiwis, my loffies!

Aaaah esta no se la esperaban eh?

No me pregunten, solo gozelon uwur

Que cosas Lop owo

Abai y Roja, quien pudiese

Perdón, me emocioné, esos dos los adoro AJJAJAJAJAJA

Sobretodo Abai, yo si le rezo 7w7r

Y no, no es una indirecta. Ustedes saben que yo no doy rodeos

Bueno, no de esa clase XD

¿Qué piensan de la inclusión de los personajes que han salido últimamente?

¿Alice? ¿Fran? ¿Jeff?

¿Ely? ¿Abai?

¿Cuál ha sido su favorito?

¿Su menos favorito?

¿El que menos se esperaban?

¿El que más les causa curiosidad?

¿El que piensan que Kele usará para algo de la trama más adelante?

Manita arriba porque la cosa está intrigante

Otra, porque Kele está actualizando seguido

Y otra porque ya vamos a diez capítulos de la historia y las sorpresas no dejan de llegar

Ni pararan 7w7

oknoya

En el próximo cap narra nuestro rulos y nos reuniremos con viejos amigos uwu

Y, si por casualidad de la vida, leíste Frases para Amanda antes de que la pasara a borradores, capaz  te lleves algunas sorpresa sobre un par de personajes 7w7

Es todo por ahora, nos vemos en la próxima nota

Un abrasho, un besho

No se desvelen y tomen aguita

Los quiero

I loviu

Att: Keni




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