Capítulo 12.

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Editado: 28/ 03/ 2023

Arte.

Este día nos vestimos bastante elegantes, pues hoy por hoy, mi madre nos llevará a ver la exposición del padre de Inojin. Tengo un traje negro muy normal, mi madre lo compró para que la acompañara en una que otra reunión de su trabajo cuando hacen banquetes y ese tipo de cosas, ella se encuentra casi lista y baja ajustándose el arete izquierdo trayendo un vestido color azul marino bastante profundo de hombros descubiertos y mangas caídas de tela transparente, es corto y con olanes, le llega por encima de las rodillas haciendo juego con sus zapatillas blancas, su cabello se encuentra atado en una coleta media y solo toma su monedero y llaves para tomar mi brazo y salir a mi lado.

—Seguro que te gusta. El padre de Inojin pinta muy bien.

—Miré algunos trazos hechos por él hace algún tiempo. Entonces vayamos.

—Por hoy... —me sonríe con sus labios pintados en tono rosa —te dejaré conducir.

De sus manos recibo las llaves del auto, beso su mejilla y rodeo el coche para subir tras el volante. Lo primero que hacemos es pasar por Shikadai y Mitsuki, también por Sarada ya que Mitsuki la ha invitado; entre mis divagaciones se me viene una idea a la mente, y es que, creo que el mundo no quiere que mi madre y Hima se conozcan oficialmente, siempre que salgo con mi madre tiene que presentarse algo en la agenda de Hima para evitar el encuentro. Al llegar a la casa de Shikadai puedo ver a Mitsuki junto a Sarada acompañados por la madre de Shikadai y el padre de Mitsuki quienes charlan, ambos bajamos y mientras mi madre camina hacia los adultos yo me acercó a mis amigos saludándolos con la mano arriba.

—No creo que entremos todos en mi auto —confiesa mi madre.

— ¡Aja! Por eso mismo Boruto... —expresa la señora Temari —llevará a los chicos en mi auto, ¡Y los adultos viajaremos en el otro auto!

—Estoy de acuerdo con ella, de ese modo los chicos podrán divertirse más tranquilamente, por cierto... —tiende la mano —un gusto conocerla, me llamo orochimaru, soy el padre de Mitsuki.

—Un placer, soy la madre de Boruto. Hinata.

Los adultos salieron primero para guiarnos el camino, en el auto Shikadai va como mi copiloto, Mitsuki va junto a Sarada en el asiento trasero.

—Sabes, me pregunto... ¿Por qué no has presentado a Hima con tu madre? Últimamente hemos estado saliendo mucho con ella, hasta Sarada la ha conocido antes que ella.

—No es que no quiera presentarlas, le marque por la mañana y me dijo que estaba teniendo clases privadas...

—De hecho, —expone inclinándose entre los asientos —últimamente su madre la hace tomar clases de lo que sea que se le presenté, ballet, piano, con maestros privados para pasar bien la escuela, cocina... pronto ya no podrá ni vernos después de clases.

— ¿Por qué su madre la hace tomar tantas cosas? —cuestiona a su lado.

—Esta loca. —declaro firmemente —Así de simple, no quiere a Hima.

—Supongo que los cuentos de hadas de vez en cuando tienen razón y algunas madrastras son realmente horribles —asiente al lado de Mitsuki.

—Y las hermanastras mucho peores. —concluyo —Gracias a esa tipa ahora no puedo tomar la mano de Hima en la escuela.

— ¿No puede simplemente escabullirse de las clases? —cuestiona a mi lado.

—En ballet la profesora es una conocida de su madre, y en otras, o son conocidos o hay guardaespaldas cerciorándose de que cumpla con sus clases —explica Sarada.

— ¿Es que acaso vive en una prisión? —cuestiona volteándose hacia Sarada.

—Suena justo a eso —expone Mitsuki.

Al llegar al lugar de exposición tomamos nuestro sitio en el estacionamiento viendo como los adultos se adelantan a entrar dejándonos en el completo olvido, me aseguro de que el auto quede bien sellado.

—Creo que ellos se llevan muy bien —expone Mitsuki a mi lado.

—Eso parece —ríe, tomándose del brazo de él —es un alivio que mi madre no viniera, sería molesto oírla hablar tan alto...

—Preferiría que hubiera venido la tuya y no la mía. —expone Shikadai con un suspiro —Igual es un dolor de cabeza cuando toma confianza y no para de hablar.

Reímos los cuatro y nos adentramos al lugar guardando la compostura, el idiota de Inojin parece olernos pues un segundo después de entrar él corre a nuestro lado, me abraza por los hombros mostrándome el camino y dejando que los chicos nos sigan por su cuenta.

—Llegaron justo a tiempo, mi padre se encuentra dando un discurso, y Choucho ya se encuentra por aquí también.

—Sobre eso... —interrumpe Shikadai.

Detengo mi andar con sorpresa al notar el sonrojo en las mejillas de mi amigo, Inojin se acerca enseguida llevando la palma sobre la frente de Shikadai para tomarle la temperatura.

— ¿Ahora solo escuchar su nombre te enferma?

Shikadai frunce el ceño alejando la mano de Inojin con brusquedad, me percato de que Sarada ya sabe lo que Shikadai nos va a decir pues desvía el rostro cubriendo su boca para ocultar su sonrisa y risa.

— ¡Idiota! —exclama con enfado —Ahora ella es mi pareja.

— ¿He? ¿Pareja de qué? ¿Se te olvidó algún trabajo? No recuerdo que hubieran hecho parejas en clases.

— ¡Idiota, es mi novia!

—Oh... tú novia... ¡Ya lo sabía! —ríe animadamente —Lo siento, solo quería ver el ridículo que podrías hacer tratando de decirlo, ella me lo contó, después de todo somos amigos.

—Si, ha sido un lindo espectáculo. —aferra el brazo de su acompañante —Anda Mitsuki, vayamos a escuchar el discurso del padre de Inojin.

—Vayamos, y con suerte nos encontramos a Choucho.

Mitsuki se ocupa de palmear la espalda de nuestro amigo avergonzado, es sorpresivo ver a Shikadai tan rojo de la vergüenza, jamás pensé verlo así en algún momento de nuestras vidas, el siempre relajado... Inojin nos toma por los brazos guiándonos directamente hacia el discurso de su padre.

—Cada cuadro fue inspirado en algún momento de mi vida, las cosas que vi y viví, algunos cuentan con dedicaciones para mis amigos, yo solo espero que puedan disfrutarlos tanto como yo disfrute al crearlos.

Las personas aplaudieron y entre las felicitaciones por su trabajo la gente comenzó a dispersarse por la galería para investigar más a fondo las obras de arte mientras el señor Sai emitía un ultimo anuncio sobre crear retratos personalizados para sus invitados, mi madre junto a la señora Temari se acercaron juntas pidiendo un retrato de ambas. Los chicos y yo seguimos avanzando entre la gente.

—Ey, Shikadai.

Dando un respingo el muy tonto adquiere nuevamente ese tono rojizo sobre el rostro, Choucho avanza entre la gente para dirigirse firmemente a nosotros, tiene un vestido negro justo y sobrio sin escote, pero con una seria abertura sobre su pierna derecha, su cabello rojizo esta sujeto en un chongo y sobre los costados de su rostro moreno caen dos caireles rojos, sus labios son del color de la sangre y tiene delineador en los ojos además de que sus mejillas están sonrojadas.

—Anda. —expresa Inojin empujándolo hacia delante —Ve por ella, tigre.

Chouchou le dirige una dura mirada al idiota de Inojin que se hace el despistado desviando la mirada después de saludarla con la mano a la altura del pecho, pero aquella ferocidad se borra cuando centra su mirada en Shikadai.

—Te ves bien, tonta... —murmura rascándose la nuca.

—Gracias, torpe. Vamos... —señala el pasillo — ¿Por allá?

—A dónde quieras, he oído que llegaste antes que nosotros.

Mi amigo se tranquiliza enormemente y toma la mano de su pareja emprendiendo el camino entre una plática más amena. Inojin exhala un sonoro respiro para rodear mis hombros, estoy más que seguro de que comenzará a darme quejas sobre su falta de pareja, y así es, mientras el iniciaba su plática interminable yo seguía mirando los cuadros de su padre... fue hasta el fondo de la galería serpenteante que pude encontrar uno que atrapo por completo mi atención, más por las palabras en la placa que por la pintura en sí, letras muy pequeñas... "cuadro inspirado en mis amigos N y H"

— ¿Uh? —detiene su palabrería para mirarme —Ese cuadro fue inspirado en tú mamá.

El fondo es un abismo y hay dos personas en el cuadro, la mujer parecía caer hacia el abismo con los ojos envueltos en perladas lágrimas que le deformaban el rostro, su melena al aire y sobre su cabeza una máscara sonriente medio rota a punto de caer junto a ella... en el borde del abismo, de rodillas, se encontraba un hombre sonriente con... una sonrisa bastante triste, que la sostenía para evitar que se hundiera en la oscuridad.

—Saiko. Ve a buscar al artista, quiero esta obra.

Mi mirada regresa al grupo de al lado y se queda apresada por aquellos ojos color perla, una sonrisa brutal se eleva sobre su comisura derecha al verme, su mentón se levanta con orgullo y superioridad, sus pasos son firmes y filosos, comienza a acercarse... pero en lugar de venir a mí toma el hombro de Inojin con una brutalidad que lo estremece y hace tragar saliva con dificultad.

—Ve por tu padre. ¿No has oído? Mi madre se encuentra interesada en una de sus obras.

El empujón que sigue aquellas palabras es apenas visible, pero mi amigo trastabilla ante él. Inojin cierra los puños sobre sus costados y trata de no fruncir el ceño para mostrarle una sonrisa lo más amigable posible para asentir, me encamino al lado de mi amigo conteniéndome por igual.

— ¡Esa mocosa! —exclama entre dientes para no llamar la atención —Se cree mucho solo porque su madre es hija de un gran empresario...

—A mi también me molesta, pero no podemos arruinarle una compra a tu padre.

Un gruñido escapa de entre sus labios, pero Inojin asiente para seguir andando a mi lado. El padre de mi amigo se encuentra junto a su esposa recibiendo elogios y agradeciendo por tales palabras, les informamos de la mujer interesada en el cuadro y ellos se despiden de las personas cercanas diciendo que debían encargarse de algo, mi madre se encontraba cerca charlando con la madre de Shikadai sobre... él, creo, no puse mucha atención. Al llegar de vuelta frente al cuadro, la mujer con una piel de zorro blanco sobre sus hombros y un abanico del mismo tono cubriéndole la parte baja de la cara los observa de arriba hacia abajo para finalmente cruzarse de brazos, en sus labios un tono fuerte y profundo de rojo, unas gafas negras sobre sus ojos.

—Qué sorpresa —exclamaba con un atisbo de sonrisa.

— ¿¡Qué diablos haces aquí!? —musitaba la madre de Inojin quitándose la máscara de mujer elegante para afianzar una pierna fuera del vestido y cerrar los puños sobre sus costados.

—He venido a observar este arte... —frunce los labios saboreando sus palabras —mediocre. He visto cuadros mucho mejores que esto tirados en la basura —exclamaba sin pena atrayendo la atención de la gente cercana.

La madre de Inojin parecía echar fuego por los ojos mientras su esposo se mantenía frio como un tempano de hielo aferrándole la muñeca para impedirle ir más allá de su temperamento, Inojin a mi lado me sujeta el brazo con fuerza, parece fuera de sus cabales.

—Pero... ofreceré un poco de caridad a los pobres remedos de artistas... —la gente a nuestro alrededor exclamaba en sorpresa —comparé este cuadro que no es tan horrible como los demás.

—No se encuentra a la venta.

— ¿¡Ha!? ¿Qué dices? —cierra su abanico señalando el montó bajo la placa —Yo veo ahí el precio.

—Me disculpará, pero para usted... nada de mi arte se encuentra a la venta.

Es obvio por su sonrisa que el señor Sai también se encuentra enormemente enojado, algo sorpresivo de ver pues él siempre ha sonreído con serenidad ante todas las situaciones adversas que les he visto pasar. La mujer sonríe llevando su dedo índice hasta sus labios rojos para soltar una pequeña risilla.

—Que idiota.

— ¿No has oído a mi marido? Lárgate —exige con ferocidad.

—Que agresiva, una... —aparta las gafas para nuevamente mirarla de arriba hacia abajo —florista mediocre y un pintor de callejón... —ríe maliciosamente —ya veo porque terminaron juntos, claro, además de ese pequeño mocoso... —observa de soslayo a Inojin, volviendo a reír —Saiko. Es hora de irnos de este horrible y apestoso lugar.

—Sí madre.

La misma sonrisa de víbora. Los presentes murmuran en negativa sobre la mujer que se acaba de largar, algunos se acercan para consolar a los señores Yamanaka diciéndoles que no deberían hacerle caso a alguien que tiene nulo conocimiento sobre el arte y solo sabe comprar por impulso para lucirse frente a sus amigos, la mayoría de las personas que se acercan son artistas comprensivos, algunas personas de dinero también apoyan el arte del señor Sai, pero otros se guían por la apariencia de la mujer y deciden marcharse. La señora Ino se encuentra a borde de las lágrimas en frustración, y su esposo muy amablemente le toma las manos dirigiéndole palabras en consuelo... Inojin permanece serio a mi lado, él rara vez se encuentra serio.

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