Capítulo 13 |Existencia|

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

He de estar loca con este plan. Y es que no encontré otra escapatoria más que la que estaba por ejecutar, aún así no me esperaba enfrentarme a la mismísima muerte en persona.

—¡Detente! —gritó la Muerte al esbirro horripilante—, te abstengo de tus deberes.

Decía este en tanto el que nos perseguía se pulberiza en polvo violeta, rompiéndose mi pulsera.

Varios minutos después fue lo que nos llevó a estar en el suelo; el ave había desaparecido y el Sr. Recuerdo se sentaba derrotado.
La Muerte sonríe. Claro que lo miré desconfiada y de solayo a mi sentimiento de caza.

Los minutos en silencio se prolongaron por mucho que quisiera admitir. El dolor en mi cabeza era insoportable, me costaba respirar que caí de rodillas, mi visión era borrasa.

—No existías para mí.

—Justo en el corazón.

—¿Qué quieres que te diga?, no me interesabas aunque estuviésemos en el mismo salón hace cuatro años atrás.

—¿Y ahora?

—¿Ahora? —me río carente de humor. —Si hace cuatro años tu existencia era nula para mí. No esperes a que te recuerde siempre.

Yo ya te estoy borrando, y con mucho esfuerzo lo estoy logrando. ¿Sabes?, creo que ya me estoy olvidando de tu rostro.

—¿Por qué haces esto?

—Porque me ignoraste primero. ¿Y sabes porqué más?

—No. Dímelo.

—Porque solo fuiste un juego.

Vuelvo agarrarme la cabeza. Me quejo porque me duele mucho. Es entonces que la Muerte se acerca a mi lado y me entrega una esfera de dos colores que no logro distinguir; las lleva a mi frente y siento tanto alivio que me dejo reposar en el suelo como un costal de papas.

La Muerte me habla y solo escucho sus palabras resonar tanto que me trae una infinita paz, aún así el grito de alguien a mi lado me alarma pero lo más gracioso es que no puedo ni moverme de donde estoy. Apenas unas luces verdes destellan a mi alrededor, sintiendo una calidez inimaginable.

—Ximena Vidal, vuelve a tu mundo correspondiente, tu deber aquí terminó —fueron sus palabras—, es tiempo de que olvides.

Por alguna razón no quería irme. Necesitaba hacer mucho más aquí, con él sobre todas las cosas, debía estar para arreglar las cosas. No era aún mi momento. Anhelaba que así no fuera.

Pero, al despertar de un sueño tan profundo sintiendo la incomodidad de una camilla, las paredes blancas, y el característico olor del hospital con mis sentidos, fue una total agonía.

Tenía el cuerpo entumecido.

—¿Por qué estoy aquí? —susurré en vos baja. Apenas y hablo, por la voz rasposa y reseca.

Se suponía que estaba allá, en el mundo de mi sentimiento de caza y no aquí en mi mundo.
La opresión en mi pecho fue aún más doloroso, al percibir una figura muy alta con capucha en el borde de la camilla donde se supone que están mis pies. Digo se supone porque parecían no estar.

—¿Y mis piernas? —digo del susto.

Me desespera la situación de no saber y grito, lloro, hasta que vienen las enfermeras tratando de calmarme. Esto no podía estar pasando.

Un chasquido fue lo que volvió a despertarme, sin comprender nada. Sin embargo, en este caso de verdad tenía mis piernas y el desconocido de negro con una guadaña seguía ahí. No entendía, ¿qué había pasado?
Hubo un túmulo de revoloteo de parte de mi familia y los doctores al revisar mi condición, ya que había vuelto de entre los muertos a la vida. Palabras de ellos, no mía.

—Has estado en coma por un muy largo tiempo, Srita, Vidal —dijo el doctor.

—Hija, ¿te sientes bien? —miró al doctor y luego a mi persona—, ¿cómo te sentís?

Pero en mí, verdaderamente algo me faltaba. Más que el simple hecho de haber soñado que me faltaban mis piernas, era algo mucho más impresionante.

Pasaron horas desde que me levanté, casi días si así podría decirse.
Sin poder recodar cómo había llegado a tal punto de estar en el hospital, con lastimaduras, y un corte profundo en el abdomen. Había pasado inconciente en la cama por un año y medio.

—Xixi —susurró una voz grave y de hombre. —Recuerdame.

Y solo por ese instante, cerré mis ojos, pesados y cansados, me permití pensar que la voz no era producto de ninguna locura. Y apenas, vislumbro unos ojos azules tan profundos llenos de tristeza, sufrimiento y casi dudé, pero su sonrisa dirigida a mí era una que bien podría decirse que, es la de un enamorado.

Pero la nostalgia, el dolor en el pecho no se desvanecía y tuve que preguntarle: —¿Quién eres?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro