Veo el techo, no es como el que hay en casa de Haru.

   Haru..., no hice nada, ¿cierto?

   Bajo la mirada y encuentro a un chico de espalda ancha cruzado de brazos. Sousuke.

   —¿Sou-chan...? —pregunto y él bosteza.

   —Me alegra que despertaras —murmura y se levanta.

   —¿Haru...? —pregunto y él chasquea la lengua.

   —Fue a comer —responde.

   —¿Dónde estoy?

   —En un hospital.

   —¿Por qué?  —No dice nada y yo no puedo evitar estremecerme.

   —Fue mi culpa —acepta—. Te causé mucha presión y te desmayaste. Lo siento. —No digo nada y sólo me limito a mirarle. Se acerca a mí y toma mis manos—. Lo siento — insiste.

—No te preocupes.

   —Pero...

   Muevo la cabeza de un lado a otro en forma de negación y él se acerca cada vez más. Ahora nuestras narices están juntas y nuestras respiraciones se agitan.

   —Sousuke... —murmuro.

   —Makoto... —dice y estampa suavemente sus labios sobre los míos, me da un beso dulce y lento, regalándome un poquito de calor. Correspondo con el mismo afecto.

   La puerta se abre, pero lo ignoro.

   La lengua de Sou se mete en mi cavidad y comenzamos a luchar para saber quién cede. Suelta mis manos y pone las suyas a lado de mi cintura. Lo tomo del cuello y lo atraigo más hacia mí. Sus labios tienen un sabor a café y a cigarrillos. Cigarrillos..., yo también fumo, fumo porque Sousuke me dijo que lo hiciera, hace ya mucho tiempo.

   Nos separamos por falta de aire. Mi rostro arde.

   Miro la puerta y encuentro a un estático Haru. Sus hermosos ojos azules me miran. No sé muy bien que hay en ellos.

   —Haru... —murmuro.

   —Te dije... Que tendría... —suelta—. Paciencia —y sale de la habitación. Y veo que en el suelo hay un ramo de tulipanes blancos.

   Tulipanes, amo los tulipanes.

   Lo siento, Haru.