(𝐈𝐗) 𝐟𝐢𝐧𝐚𝐥

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Final

Olimpo

— Atenea, hija querida y Niké, mortal amada por mi hija, buenas noches — saludó así Zeus a las recién llegadas.

— Padre, ¿cumplirás tu palabra? — le preguntó Atenea con nerviosismo.

— Sí, querida hija. El sino de Niké ya se ha cumplido. Yo, hijo de Cronos y Rea y señor del Olimpo, decreto que Niké, hija del guerrero Dolón, vivirá contigo en el Olimpo por el resto de la eternidad si así lo desea — anunció el señor del Olimpo.

Niké callaba mientras buscaba las palabras precisas para aceptar dicha propuesta mientras el poderosísimo Zeus la contemplaba esperando una respuesta.

— Zeus, hijo de Cronos y Rea y señor del Olimpo. Si tú lo permites, me gustaría permanecer el resto de la eternidad al lado de tu hija, Atenea, la diosa guerrera. La amo y si ella lo quiere así, acepto— pronunció con toda la solemnidad posible.

— Atenea, hija mía. Si tú lo quieres, le concederé a tu amada la eterna juventud y la inmortalidad para que disfrutes de su amor hasta el fin de los tiempos— pronunció el señor del Olimpo.

— Padre, que así sea. La amo y te pido que le concedas estos preciados dones.

Y así, Niké obtuvo ambos regalos, codiciados por los mortales, los cuales se podían otorgar excepcionalmente a un mortal si su amante divino así lo quería y lo pedía a Zeus, el único capaz de concederlos.

***

Niké abrió los ojos, habituándose a la luz que comenzaba a entrar en la habitación. Sonrió y se giró para observar a la diosa guerrera.

Hizo un repaso mental de todos los acontecimientos que tuvieron lugar la noche anterior. Recordó que su amada la colmó de regalos. Le entregó un hermoso peplo blanco que había tejido ella misma, cubierto en algunas partes con oro y le obsequió también con unas hermosas sandalias doradas y cubiertas de joyas para que vistiera como los dioses inmortales. Después de aquello compartieron un baño en las termas acompañadas por la luz de las velas y agradables aromas para posteriormente disfrutar de una gran copa de néctar divino en la gran cama de Atenea y se apretujaron la una contra la otra para pasar gran parte de la noche charlando en susurros.

Niké pensó que su destino podría haber sido mucho más desagradable si la boda se hubiera llevado a término. En lugar de despertarse en el templo de Atenea, se habría despertado en el palacio de Príamo completamente dolorida por la consumación del matrimonio y tendría que haber observado con desdén cómo Heleno seguiría dormido completamente ajeno a sus dolores. Por suerte ese no era el panorama con el que se encontraba en esa mañana. Se había levantado pletórica y pensó que muchos mortales matarían con tal de hallarse en su lugar porque no podía tener una vista más perfecta ante sus ojos color miel. La poderosa diosa estaba completamente relajada disfrutando del sueño reparador que acude incluso ante los dioses inmortales.

Niké sonrió de nuevo antes de aproximarse a ella con muchísimo sigilo para no alterar su sueño.

Uno de sus dedos apartó un bucle rebelde de su rostro y a su paso acarició su pómulo izquierdo, suave y terso. Sus dedos siguieron trazando delicadas caricias por el rostro de la diosa, la cual entreabrió los labios y susurró algo que Niké no pudo entender.

Atenea finalmente abrió sus grandes ojos.

— Me observabas— dijo Atenea.

— Sí— contestó Niké dándole un cariñoso beso en la frente.

— ¿Así es cómo me vas a saludar? — preguntó acercando sus labios a los de la hija de Dolón.

Niké no fue la única que irradiaba felicidad. La hija de Zeus pensó que su mañana no podía empezar mejor porque su amada la había despertado con delicadas caricias y regalándole una hermosa sonrisa. Se deleitó con su belleza y pensó que quería algo más que ese amistoso beso en la frente para comenzar el día.

Sin más esperas la besó en los labios con ternura para después profundizar el beso.

— Niké, ¿qué piensas? — le preguntó al verla pensativa.

— Pienso en lo afortunada que soy por haber amanecido contigo. No me cabe más amor en el pecho ni más felicidad en el corazón por poder estar contigo.

— Amada mía, han intentado separarnos pero finalmente no lo han logrado. Ahora sólo albergo gran alegría en mi corazón porque compartiremos el techo y el lecho y ni siquiera los mismísimos dioses podrán cuestionar nuestra unión porque Zeus te obsequió con preciados dones— respondió Atenea.

Niké la besó con gran cariño en los labios antes de hacerle una pregunta que le había rondado durante bastante tiempo.

— Nunca hemos hablado de cómo supimos que estábamos completamente enamoradas. ¿cómo lo supiste?— se aventuró a preguntar.

— Antes de decirte cuándo supe que estaba enamorada de ti debes saber que en el primer momento en el que te vi me impresionaste. Me impresionó tu inteligencia, tu humildad y tus bellos ojos color miel. Comencé a hacerme preguntas acerca de lo que sentía por ti cuando mi tía Hestia me preguntó qué sentía por ti y tanto me confundió su pregunta que cuando aparecí en tu casa sólo pensaba en llevarte conmigo al Olimpo para que jamás te separaras de mí. Pensé que sería muy fácil instruirte pero no lo fue porque no conté con enamorarme de ti. Sé con toda certeza que acepté de una vez la verdad cuando tuviste una pesadilla y sin pensarlo me metí en tu cama para abrazarte. Ahí supe que te amaba.

Niké sonrió y apoyó su cabeza en el pecho de Atenea para poder escuchar los latidos de su corazón.

— ¿Y tú cuándo supiste que estabas enamorada de mí? — preguntó la diosa con mucha curiosidad.

— Creo que desde el momento en el que te vi a orillas del Escamandro me quedé maravillada al contemplarte y a partir de ese momento todo lo que sentía fue a más. Me di cuenta de que estaba enamorada completamente de ti cuando reconocí a los dioses que los mortales anhelamos aquello que jamás nos corresponderá por el hecho de serlo. Al decirlo no pude evitar mirarte, sabiendo lo mucho que anhelaba estar contigo y no separarme de ti.

— Mi amor, me arrepiento de no haberme dado cuenta antes de que te amaba— se sinceró la hija de Zeus.

Niké sonrió al escuchar esa confesión y se incorporó para poder admirar la belleza de su diosa. Nada más incorporarse su mirada se desvió sin poder evitarlo a los carnosos labios de Atenea. Quería besarla otra vez, por lo que con decisión tomó su rostro entre sus manos y la besó en los labios.

***

La curiosidad es una cualidad que define a los humanos y Niké también contaba con esta cualidad, por lo que no pudo evitar querer saber más acerca del plan que Atenea había urdido en secreto para salvarla de las garras de Heleno.

— Eres curiosa y esa es una de las facetas que más amo de ti y por esa razón te mostraré qué pasó cuando tu padre compartió contigo sus planes de casarte con Heleno, hermano de Héctor, de tremolante casco.

Niké sintió cómo era transportada a un momento anterior. Vio a Atenea, entronizada en su áureo trono contemplándolo todo con semblante serio y tan tensa como un arco a punto de ser disparado. También vio con asombro cómo Hera se había colocado detrás de su padre.

— Hera no iba a permitir que te salieras con la tuya y por eso persuadió a tu padre para que te casara con Heleno.

Niké asintió con incredulidad al percatarse de lo retorcida que se mostró Hera, pero aun así no le sorprendió ni lo más mínimo.

— Luego Hera se marchó y entonces tu padre te golpeó. Ahí perdí el control y me planté delante de ti para que no se atreviera a golpearte de nuevo— prosiguió Atenea con el relato.

— Tan petrificada me quedé cuando me golpeó que ni siquiera me di cuenta de que te interpusiste entre él y yo— reconoció Niké.

— Ay, mi amor, es normal que reaccionaras así. Reconozco que le habría estrangulado por haberse atrevido a golpearte, pero me contuve porque eso no era lo correcto— repuso la diosa.

Diosa y mortal volvieron al presente, permaneciendo tumbadas en la amplia cama una al lado de la otra. Atenea acarició con aire distraído la espalda al desnudo de su amada mortal y en ese instante la hija de Dolón recordó algo.

— Acabo de recordar algo que no sé si fue real o fruto de un sueño. Esa noche hicimos el amor hasta el cansancio y comenzaste a acariciar mi espalda. Después te acercaste a mí y susurraste que podríamos amarnos para siempre— dijo Niké.

La diosa guerrera asintió con la cabeza y la llevó a ese momento.

La joven mortal se hallaba tumbada de espaldas en su cama. Sus párpados comenzaban a cerrarse y Morfeo estaba listo para llevarla al mundo de los sueños. Atenea no pudo evitar admirarla y maravillada, procedió a dejar delicadas caricias en su espalda para ayudarla a sumirse en el sueño reparador que los mortales precisan cada noche de su existencia. Acercó sus labios al cuello de su amada y antes de besarla allí susurró las siguientes palabras: "—mi amor, tú y yo podríamos amarnos para siempre". Niké estaba ya completamente dormida cuando la diosa susurró algo más: " — hallaré la forma de hacerte inmortal".

***

El sol brillaba en lo más alto indicando que ya era mediodía y Helios, hijo del titán Hiperión, no perdió la ocasión de cotillear qué estaba sucediendo en el templo de Atenea.

Ambas se habían desperezado una vez que repararon en que ya era mediodía y abandonaron la acogedora cama mientras se vestían con la idea de luchar cómo hacía tiempo. Se hicieron con lanzas de madera para no infringirse ninguna herida fatal y sin más tiempo que perder comenzaron a entrenar. Ambas danzaban con sus lanzas y hacían todo lo posible para derribar a la otra. Atenea esquivaba a Niké con gran habilidad, pero ésta no se rendía y buscaba cualquier oportunidad para atacarla con su arma. En un abrir y cerrar de ojos la diosa derribó a Niké y la apuntaba con su lanza, determinando que ella era la clara vencedora.

La diosa guerrera sonrió jactándose de su victoria, pero con lo que no contó es con que la mortal no se rindiera tan fácilmente y aceptara su derrota. La hija de Dolón alargó uno de sus brazos y consiguió desprender a Atenea de su lanza y antes de que ella pudiera recuperarla, tiró de uno de sus brazos para que acabara sentada encima de ella y la agarró por el cuello para inmovilizarla.

— Me parece que ninguna hemos logrado ganar...— dijo Niké en voz alta mientras dejaba caricias en el cuello de su diosa.

— Yo he ganado, lo que pasa es que tú ahora haces trampa...— contestó Atenea conteniendo un gemido.

Niké se incorporó para que su cara quedara a la misma altura que la de Atenea. La diosa no se apartó y olvidó por completo que previamente habían estado combatiendo. Tanta atracción seguían sintiendo la una por la otra y tanto acortaron la pequeña distancia que las separaba que sus labios prácticamente se rozaban.

— Este combate no ha acabado todavía, mi amor...— susurró Atenea cuando se recompuso y con un ágil movimiento inmovilizó las manos de Niké detrás de su cabeza.

Ella jadeó al sentir los labios de la diosa besando todos los rincones de su cara para luego besar con ansia sus labios.

— Veo que no soy la única que hace trampas...— repuso Niké cuando recobró el aliento.

Atenea liberó por fin sus manos para que su amada la tocara a su antojo. La hija de Dolón aceptó la tácita invitación y sorpresivamente sus manos se colaron por debajo del peplo de la diosa para dejar caricias en sus piernas.

— Me parece que ya no queremos seguir combatiendo, ¿no es así? — aventuró Niké.

Zeus se removía inquieto en su imponente trono de oro, entretenido en observar a los humanos, especie por la que sentía un amor genuino y preocupación. Se mesó los cabellos en señal de desesperación porque hacía muchísimo tiempo que no yacía con un mortal y lo echaba en falta. Todos los mortales con los que yació le obedecían en todo y se esforzaban sobremanera en complacerle. La fidelidad que debía guardarle a su esposa pasaba a ser un asunto menor cuando sus deseos y su impulsividad se imponían frente a su racionalidad y sentido de la justicia.

Zeus siguió ensimismado. Algo se traía entre manos.

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𝗠𝗜𝗧𝗢𝗦 𝗠𝗘𝗡𝗖𝗜𝗢𝗡𝗔𝗗𝗢𝗦

Juicio de Paris (capítulo I).

Intento de violación de Hefesto a Atenea (capítulo III).

Muerte de Palas(capítulo IV).

Disputa de la región del Ática entre Atenea y Poseidón (capítulo V).

Ceguera de Tiresias (capítulo VI).

Apolo, Jacinto y Céfiro (capítulo VI).

Dioniso y Ariadna (capítulo VII).


Nota de la autora: con este capítulo pongo broche final a esta historia. Creo que es una de mis favoritas por todo el tiempo y el cariño depositada en ella, pues Atenea es mi diosa griega favorita y me ha encantado haber escrito otra historia en la que ella es protagonista. Ha sido un placer haberla compartido con todos vosotros✨🥰

Como habéis podido observar, el final es demasiado abierto y eso es porque... ¡¡SE AVECINA UNA SECUELA!! de vosotros depende si la publico o no. Así que, decidme: ¿queréis la secuela?❤️



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