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Me desperezo bostezando mientras agradezco en silencio el calor de las sábanas. Abro los ojos, encontrándome en un lugar que no es mi habitación.

Es una estancia grande, las paredes son de madera y, en la pared frente a mí, hay una ventana por la que se cuela la luz del sol. Separada de mi cama por unos centímetros, hay otro catre idéntico al mío, el cual está bien hecho, con las sábanas colocadas y dobladas. A los pies de mi lecho hay un arcón en el que supongo que habrá algo de ropa. Perfectamente dobladas sobre el embozo, hay algunas prendas negras.

¿Dónde estoy?

¿Qué hago aquí?

Decidida a no quedarme quita, me pongo en pie, descubriendo que tan solo llevo mi ropa interior. Sonrojada, me visto rápidamente. Me pongo la camisa negra que me cubre hasta la mitad del muslo y los pantalones negros que me vienen grandes. 

Dejo escapar un bufido, resignada. Aún así, salgo de la habitación por la puerta a mi derecha. 

Encuentro un pasillo no muy largo. A mi izquierda hay una puerta, frente a mí hay otra y a mi derecha un poco más adelante el pasillo se abre en una sala.

Voy hacia mi derecha, descubriendo que la gran sala es en realidad una sala de entrenamiento. 

Colgadas de las paredes hay espadas, dagas, cuchillos, hachas, arcos y flechas, de esos que solo salen en las películas medievales. El suelo es un tatami de madera. En una esquina, como si se hubieran olvidado de él, hay un maniquí, el cual supongo que servirá para entrenar si no se tiene posibilidad de tener un compañero.

-Veo que ya has despertado.-dice una voz masculina tras de mí.

Al girarme encuentro a Black cruzado de brazos, apoyándose en la puerta tras de mí. Su ropa es idéntica a la mía, salvo que él lleva una espada y una daga prendidas a un cinturón negro.

-Black.-musito para mí misma-De modo que no ha sido un sueño.

-En absoluto.-conviene-Te traje aquí anoche. Espero que no tengas problema en que te quitara la ropa.

-¿Por qué lo has hecho?-le reprocho-Era nueva.

-Tranquila, la he lavado.-sonríe de lado. 

-¿Dónde estamos?-exijo saber.

-Buena pregunta.-sonríe aún más apartando su flequillo con un grácil movimiento de cabeza.-¿Dónde crees TÚ que estamos?

-No lo sé...-digo en voz baja- ¿En Maine?

-Estamos mucho más lejos. Prueba de nuevo.

-¿En Atlanta?

-Muchísimo más lejos.

-¿San Francisco?

-No.

-Así no me ayudas.-bufo a la defensiva.

-¿No te acuerdas de nada?

-¿De qué me voy a acordar? Nunca he estado en este sitio.

-Salgamos fuera y te lo enseñaré.

Con la mano reposando en el pomo se su espada, recorre el pasillo en silencio sabiendo que le sigo, deseando saber donde estamos y que hacemos aquí. ¿Pero por qué narices tiene una espada? Espero que solo sea para adornar su cosplay raro de personaje medieval, porque parece que recién salido de la grabación de "El Señor de los Anillos".

Se detiene al final del pasillo, se gira para mirarme y dice:

-Pase lo que pase, no quiero que te alteres, ¿vale?

-¿Por qué?

Abre la puerta muy despacio, o al menos es lo que me parece mientras las bisagras chirrían por no estar bien engrasadas. La luz del sol impacta en mi rostro mientras observo ensimismada el hermoso paisaje que tengo delante.

Sin tan siquiera pensarlo, avanzo hasta salir de la cabaña. 

Contemplo sobrecogida las montañas que nos rodean, el sol en el horizonte, alzándose como un imponente aristócrata de la bóveda celeste. 

Pero hay algo que no me hace sentir como en mi hogar, una extraña sensación de que...

De que he...

¿Vuelto a casa?

-Black, ¿dónde estamos?

-Bienvenida a Obscuria, Noah, el Reino de La Gema Oscura. 

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