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Caigo al suelo con un sonoro estruendo tras el ataque de Geofrey por tercera vez esta noche. La verdad es que no sé cuánto tiempo llevo entrenando, la sala de entrenamiento no cuenta con ventanas que me permitan saber si el sol ha salido ya.

Sin rendirme aún en mi pelea con Geofrey, ataco sus piernas con un golpe de la espada que le habría hecho un corte. Reaccionando ante el supuesto corte, el maniquí se inclina, con las piernas flanqueando, así que aprovecho su momento de debilidad para lanzarme sobre él y, alzando la espada, la clavo en su pecho.

Cuando Geofrey deja de moverse, me dejo caer a un lado, jadeando agotada por el intenso ejercicio. Miro un momento a Geofrey tendido en el suelo como un objeto inanimado, después de haberle vencido por lo menos dos veces, sé que necesita unos minutos para recargar la energía antes de volver a empezar con un entrenamiento intenso.

Me quedo tendida en el suelo, el frío del suelo contrasta con el calor de mi espalda, provocando que mi piel se erize, una sensación para nada desagradable después del intenso entrenamiento con Geofrey. Al estar tumbada, empiezo a notar los párpados pesados, el efecto del sueño tras una noche en vela.

Probablemente tenía que haber parado antes, haber ido a dormir y así tener las energías repuestas como Geofrey, para haber peleado mucho mejor por la mañana.

¿A quién quiero engañar? Por las mañanas parezco un oso polar recién despertado de su periodo de hibernación. Además, seguro que Black me regañaría por ser perezosa, estando cansada tras horas de trabajo duro.

—Mierda, Black.— me siento en el suelo en un movimiento rápido, mareándome por la forma de incorporarme— Va a matarme.

—¿Matarte por qué?— escucho su voz antes de verlo, entra en la sala de entrenamiento.

Me pongo en pie de un salto, los puntos brillantes se multiplican, igual que la oscuridad que invade mi visión, permitiéndome tan sólo ver el rostro de Black. Hay algo extraño en él, quizá sea el hecho de que sus ojos se ven de un tono más celeste, al contrario de como eran antes, del tono azul del cielo nocturno.

Por lo demás, el resto de su cara está igual, sus pequeñas pecas sobre la nariz, los labios formando una media sonrisa imborrable y sus cejas en posición de escepticismo, además, por supuesto, de su rebelde flequillo negro cayendo sobre su ojo izquierdo. Siguiendo su cabello, parece que al ser de mañana, aún no se ha peinado, dado que se encuentra revuelto de una extraña forma que puede llegar a ser tierna.

—¿Noah?— ¿me habrá llamado antes? Debo parecer una idiota aquí parada mirándole así, embobada.

Sacudo la cabeza, tambaleándome hacia delante por el pequeño mareo. Bien, norma número uno, nunca sacudir la cabeza estando mareada. Muy bien, Noah, pedazo de equipo, cuerpo/cerebro. Cooperación al cien por cien, chicos.

Cuando quiero darme cuenta, me sujeta por la cintura, a menos de un paso de mí. Mi cabeza da en su pecho, esperaba un golpe más duro, ¿cómo puede ser que alguien tan grande y fuerte como Black sea tan... Agradable?

Trago saliva, abriendo un ojo muy despacio para asegurarme de que realmente estoy bien. Al parecer lo estoy -o lo estamos-, porque Black me sostiene con cuidado, asegurándose de que no caiga.

—Gracias— rompo el silencio con torpeza, apartándome con un rápido paso, aclarándome la garganta con un desagradable sonido, no he bebido nada en toda la noche y seguro que mi aliento apesta a muerto— Iré a ducharme y lavarme los dientes.

No habré hecho esos estúpidos gestos, ¿verdad? Más vale que no sea así, heredé la manía de mi padre, es una persona muy expresiva y parece que ese gesto me lo contagió.

Black se me queda mirando, no sé si es con diversión y confusión, puede ser un poco de ambas, dadas mis bajas habilidades sociales. Tomo una larga respiración, señalando hacia el pasillo con ambas manos y dirigirme al baño. En cuanto estoy de espaldas a Black, noto mis mejillas acaloradas, probablemente de la vergüenza de mis propios actos.

Es normal, soy un caso perdido.

En seguida tomo una ducha fría para relajar los músculos, tensos tras toda la noche de entrenamiento. Froto a conciencia todo mi cuerpo con las extrañas esponjas que Black ha dejado, pasándome después las manos por la cara, apoyando la frente en la pared, exasperada conmigo misma.

¿Qué narices ha sido eso? Quiero decir, ya sé que ha sido solo un tropiezo y que Black solo se ha asegurado de que no me diera el trastazo de mi vida -ese que les dolería hasta a mis bisnietos-, pero ha habido algo raro, no tenía que sujetarme de la cintura, podía haberme sostenido por los brazos, pero decidió sostenerme así, además, con la cabeza en su pecho. Aunque, ahora que lo pienso, ese movimiento fue algo que hice yo por amor al arte.

"Y que arte, ese pecho es más firme que mi futuro." Aparto el pensamiento en seguida de la cabeza, cerrando la llave del agua, para salir de la ducha con una toalla alrededor del pecho, arrastrando los pies hasta la habitación, deteniendo mis pasos al caer en la cuenta de algo.

La primera vez que he visto a Black esta mañana sus ojos eran mucho más claros que cuando me aparté después del momento vergonzoso. Y de verdad puedo jurarlo, no ha sido mi imaginación ni un efecto de la luz. Sería imposible que sus ojos hayan cambiado de tonalidad por la luz, aunque también lo es que su color haya cambiado por nada. Sé he hay a quienes los ojos le cambian de matiz por las estaciones o por el sol, pero lo de Black ha sido de un día para otro. No tiene ni pies ni cabeza que le haya pasado.

Aunque tampoco tiene ni pies ni cabeza que esté en un mundo con magia y maniquíes con identidad, así que tampoco voy a hacer preguntas.

Así que así lo hago, me pongo la camiseta del grupo de rock con la que vine y unos pantalones negros, caminando descalza, con la toalla sobre los hombros, hasta la cocina, encontrando a Black tomando el desayuno.

Me acerco al armario, tomando una taza para tomar la jarra donde Black pone la leche.

—¿Piensas tomarla fría?— su voz provoca que derrame algo de leche fuera del vaso.

—Dios, Black, no hagas eso.— limpio la leche derramada con cuidado, para sentarme frente a el con el tazón en las manos— Hay algo que me gustaría preguntarte, Black.

—¿El qué?— me mira con curiosidad, dejando a un lado su taza.

—¿Cuándo nos vamos a enfrentar a algo real, Black?— me aventuro a preguntar, enfrentando nuestras miradas.

No le toma ni un momento en pensar su respuesta, por supuesto que sabía que algún día le preguntaría esto.

—Cuando estés preparada.

—Black, no conozco este sitio, sería mejor que aprendiera con la experiencia.

—En tu estado actual no durarías ni un día entero en el bosque Shad.— bebe un largo trago— Aún tienes mucho que aprender.

Ignoro que no he entendido la primera frase, pero frunzo el ceño con suavidad. Esta vez no pelees, Noah, tiene razón, no estas preparada aún.

—¿Será pronto?— le miro esperanzada, no puedo estar perdiendo el tiempo aquí mientras pueda hacer algo.

—Eso depende de ti— se pone en pie, dejando la taza en la encimera, poniéndome la mano en el hombro— Así que si estás de acuerdo, te irás a dormir un buen rato después de una noche sin dormir. Soy tu entrenador, no tu torturador.

Me pongo en pie asintiendo, estirándome dejando salir el bostezo que lleva en mi garganta desde que  entré en la cocina. Black no puede evitar otra de sus sonrisas lacónicas, tan imperceptible que apenas parece una.

—Ve a dormir ahora, es una orden.

Con un asentimiento y una sonrisa, arrastro los pies hasta la habitación, dejándome caer en la cama, sintiendo los muelles adaptarse a mi espalda de una forma que, tras toda la noche sin dormir, me hace sentir más cómoda que nunca.

La parte buena es que Black ha ignorado lo ocurrido antes, así que tampoco importa mucho lo que haya pasado. Aunque, ¿realmente no importa? Ha habido algo diferente que no me ha disgustado en esa forma de sostenerme.

De modo que, con estas dudas aún rondando por mi cabeza, me dejo caer en el profundo mundo de los sueños.

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