ಕಪ್ಪು

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Observo a Geofrey atentamente, se nota que Black tiene poca imaginación a la hora de ponerles nombre a los objetos mágicos.

-Esto... Oye, Geoffrey... ¿Te importa si voy con Black? Ya sabes, para comer...-me quedo pensativa, algo incómoda al darme cuenta de que no puede comer al ser un objeto- ¡Quiero decir! A hablar, no- "Cállate Noah, lo está empeorando" dice una vocecilla impertinente en mi cabeza -Mejor dicho...

-Sabes que no le afecta lo que le digas, ¿verdad?-dice Black desde la cocina.

-Podías habérmelo dicho antes.

-Si lo hubiera hecho me habría perdido tu escena incómoda.-suelta una carcajada.

-Inmaduro.-musito.

Entro en la cocina, la cual cuenta con una chimenea en la cual  un puchero hierve nuestra futura comida, al fondo de esta, es decir, a la derecha de la puerta se encuentra una encimera la cual esté dispuesta para preparar la carne para el asado. En el centro de la estancia hay una mesa baja, con una especie de sillones igualmente bajos y alargados a cada lado de esta. Las paredes son de madera al igual que en el resto de la cabaña, lo cual le confiere un aspecto familiar, o mejor dicho, rústico.

-¿Seré yo el inmaduro que se enfada cuando no le alimentan?-alza la cejas cuando me ve llegar.

-¿Vas a darme comida o debo estar muriendo de hambre para que quieras hacerlo?-devuelvo el golpe en tono de reproche.

-Bueno, no hace falta que seas así de cortante. No eras así con Lucy.

Auch, eso ha dolido, mucho más de lo que le hago ver. Al fin y al cabo la herida infligida por Lucy y sus matones sigue abierta. Arde, la herida arde cual llama en busca de su propia existencia, buscando algo o alguien que la haga más fuerte. En mi caso, ha sido Black quien ha avivado la llama, haciéndola aún más hiriente. Al fin y al cabo no esperaba que él tocara este tema. 

-Quizá sea porque no siempre encuentro el valor suficiente.

-Deberías haberlo encontrado. Si puedes hacerlo conmigo, ¿por qué no con ellos?

-Porque sabes que soy una cobarde, Black. Ese es el motivo. No confío en mí misma y tengo miedo de lo que los demás piensen de mí. Toda mi vida he estado aterrada ante lo que pudiera pasarme. Primero, no conocí a mi madre. Segundo, cuando tenía siete años, mi padre murió en un supuesto accidente de coche. Tercero, tuve que vivir con mis tíos durante dos meses, pero acabé huyendo por su maltrato físico y psicológico. Y en el momento en el que encuentro una familia y comienzo a tener una buena vida, con una familia que me quiere, unos hermanos pequeños a los que quiero con toda mi alma y, ante todo, una madre, empiezo el instituto y una chica comienza a abusar de mí junto a sus amigos. 

-¿Y por eso puedes enfrentarme a mí, que tengo una espada, y no a ellos que solo tienen sus puños?- puso un plato de comida frente a mí.

 -Es diferente, sé que tú no me harías daño realmente- no aparto la mirada del plato, sin atreverme a mirarle, sé que él está decepcionado porque no era capaz de cumplir lo que me pedía, al fin y al cabo tenía razón, no me podía enfrentar alguien que llevaba años conociendo, cuyos puntos débiles conocía a la perfección.

-¿Y si tuvieras que hacerlo?- se sentó al otro lado de la mesa, cruzado de brazos- ¿Solo huirías?

-Eso parece, eres más poderoso y experimentado que yo.- me encogí de hombros para empezar a comer, quería dejar esa conversación, no llevaba a ninguna parte.

-Siempre habrá alguien más experimentado que tú, pero por ello no te vas a dar por vencida. En este mundo la rendición puede resultar con la muerte o incluso algo peor.- su voz ya no tiene el anterior tono de burla.

-¿Acaso hay algo peor que la muerte?- alzo la mirada hacia él lo suficiente para verle a través de la cortina de pelo que hace mi melena.

-Eres demasiado inocente- toma un bocado con parsimonia y no contesta a mi pregunta hasta haber terminado con lo que tiene en su boca- Por supuesto que lo hay, pero créeme que es mejor que no lo experimentes.

Asiento en silencio, dando la conversación por zanjada. Como con tranquilidad, sin apartar a vista del plato. Realmente tengo mucha curiosidad acerca de lo que acaba de mencionar. Al fin y al cabo, ¿qué puede ser peor que la muerte, que perder la vida, que dejar de existir?

-Noah, ¿nunca has sentido tanto dolor que has sentido que sería mucho más fácil morir para dejar de sufrir?- aparta un poco mi plato de mí para así atraer mi atención.

-Bueno, nunca ha sido...

-Dolor físico, lo sé, pero el dolor psicológico también puede llevarte hasta ese punto- se apoya en el respaldo de su asiento con un suspiro- A veces pienso que no has aprendido nada en estos años.

-Black, sé que intentas ayudarme y enseñarme, pero soy una causa perdida.

Se pone en pie, recogiendo ambos platos, sin tan siquiera preguntar si he terminado. Deja la vajilla en la pila y se apoya en la encimera. Desde mi posición parece mucho más imponente, con su espalda ancha y su colosal altura -claro que estoy exagerando, aunque realmente es mucho más alto que yo, debe ser por la diferencia de alturas-, le da una apariencia mucho mayor.

-Si sigues con esa actitud claro que serás una causa perdida.- se gira un momento hacia mí- No está en mis manos cambiar tu conducta, sino en las tuyas. Y si quieres sobrevivir en este mundo, tendrás que dejar atrás a la Noah inmadura y buscar a la juiciosa.

Tras esas alentadoras palabras, abandona la cocina sin mirar atrás, dejándome a solas con mis pensamientos. 

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