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A la mañana siguiente Yuuri se levantó temprano con ayuda de Vicchan, la cual le daba lamidas en toda la cara con el fin de despertarle y que le diera de comer.

-Ya voy, ya voy -murmuró abriendo con dificultad los ojos y viendo todo borroso.

Tanteó el piso en busca de sus lentes y apenas los encontró, Vicchan detuvo sus lamidas y se sentó esperando por él.

Yuuri se levantó del futón y abrió la puerta corrediza para ir al baño a acicalarse y hacer sus necesidades para comenzar el día.

Vicchan ladró luego de veinte minutos fuera del baño.

-¡Ya salí! -anunció abriendo la puerta- Debo estar presentable, ¿no? -sonrió y de nuevo la caniche ladró yendo a la cocina.

Aún tenía tiempo para dibujar un poco y para un rico desayuno antes de salir con Viktor.

Luego de servir comida a su querida Vicchan, su desayuno constó de unas simples tostadas con jamón, huevos y jugo de naranja.

Mientras comía, el Beta abrió su cuaderno y vio el boceto de un joven Omega unos cinco años menor que él, de largos y sedosos cabellos color plata, con un ligero aroma frutal y ojos tan claros como el azul del cielo en una cara angelical de piel parecida a la porcelana. Las risas y sonrisas de joven eran hermosas, las más hermosas que Yuuri había visto o escuchado alguna vez en su vida. Aquel muchacho retratado en su cuaderno era Viktor Nikiforov, su tercer cliente favorito, pero el primero en su corazón.

Viktor era ruso, y al igual que Seung era un estudiante de intercambio pero en la especialidad de Artes. Viktor o como el joven permitía a Yuuri decirle: Vitya, amaba los libros de poesía y las novelas. El Beta había comenzado a adquirir todo tipo de libros necesarios en la facultad de Artes con la finalidad de que pudieran servirle al muchacho que encandilaba su corazón

-¡Yuuri! ¿Ya estás listo? -exclamó desde abajo la conocida y hermosa voz de Viktor.

El nombrado saltó en su lugar saliendo de su ensoñación. Observó las tostadas a medio comer y su cuaderno de dibujo a un lado, hace tiempo que había llenado este de bocetos de Viktor. Le apenaba admitir que había intentado muchas veces pintar el color exacto de los ojos del ruso, pero por más que lo intentaba le era imposible... él no era un artista y su vida estaba llena de tonalidades grises muy lejanas a la explosión de colores y emociones que era Vitya.

Yuuri suspiró dándose cuenta de que se había perdido de nuevo en sus pensamientos sobre su amor imposible y cerró el cuaderno.

Se apresuró a asomarse al balcón y allí estaba él con su lindo cabello amarrado en una perfecta coleta, su hermosa sonrisa, sus ojos brillantes y un lindo conjunto deportivo que dejaba notar el delgado y esbelto cuerpo de un bailarín de un patinador sobre hielo.

-Yuuri, ¿te quedaste dormido de nuevo? Vamos, ¡Makkachin está impaciente por empezar y por ver a Vicchan! -apremió.

-¡Y-Ya bajo, Viktor, lo siento!

-¡Apresúrate, cerdito!

-¡S-Si! Vicchan, vamos, chica.

Y Yuuri buscó rápidamente sus llaves y cartera antes de bajar apresuradamente por las escaleras, casi cayéndose del apuro.

-¡Ay, por Dios! -jadeó al cerrar la puerta roja.

Vicchan se adelantó a la puerta trasera de la tienda para rasguñar desesperadamente. Yuuri entendía el comportamiento de su mascota, pues Makkachin era pareja de Vicchan y él mismo estaría igual si Viktor fuera la suya, solo que esas cosas no pasaban. Los Omegas debían estar con los Alfas y viceversa, los Betas solo podían estar con otros Betas. Aquello era lo natural, lo normal. Un Beta jamás podría enlazarse a un Alfa o a un Omega.

-Ya... estoy, lo siento, Vitya, me quedé dormido -mintió un poco para no quedar como un tonto.

El contrario sonrió quitándole importancia y se sonrojó un poco al ser llamado por su apodo. Se aclaró la garganta y no se molestó en disimular sus rojas mejillas, para el ruso Yuuri era un total despistado a veces.

-Apuesto a que estabas sentado en tu sala pensando cosas raras de nuevo -picó un poco divertido.

-Ehh, bueno... -murmuró.

Viktor bajó la mirada a ambos perros, Vicchan era un poco más pequeña que Makkachin y ambos estaban sentados juntos, mientras Vicchan le lamía la oreja al macho.

-Ellos están muy felices -murmuró Viktor cambiando de tema, alegrándose por su canino amigo.

-Sí, eso creo -respondió el azabache enternecido al observar la escena.

Viktor miró su reloj.

-Deberíamos comenzar, no quiero que te retrases para abrir la tienda -sonrió y se estiró un poco antes de soltar la correa de Makkachin- No te alejes, chico.

Y así los dos caniches comenzaron a correr a un paso que sus dueños siguieron sin problemas.

La ruta consistía en correr hasta el parque que estaba a algunas calles del lugar, luego dar una vuelta por el verde paisaje para al final terminar cerca de los columpios con una botella de agua cada quién y ambos perros echados jugando en el césped.

-¿Te molesta si me quedo hoy en la tienda para ayudarte? -preguntó el Omega impulsándose en el columpio.

-¿Eh? ¿No tienes clases? -preguntó Yuuri haciendo reír al menor- ¿Q-Qué es tan gracioso? -preguntó un poco nervioso al pensar que se parecía a un ángel.

-Tú eres gracioso -respondió enterrando los zapatos en el suelo para parar la silla- Es sábado -dijo lentamente, como si temiera que Yuuri tuviera algún retraso mental.

Lo cual el japonés a veces creía que tenía. Yuuri se golpeó la frente con la mano.

-Ay, ¿en serio? -murmuró viendo su reloj, en el cual en la esquina de arriba a la izquierda, en letras pequeñas estaba un diminuto Sábado- Que pena, lo siento, en verdad estoy despistado últimamente -murmuró apenado, cubriéndose la cara con las manos para ocultar un grave sonrojo de vergüenza.

El ruso no pudo evitar reír y palmear amigable la espalda de su compañero.

-No te preocupes, Yuuri, ¡forma parte de tu encanto! -aseguró felizmente.

El mencionado le miró y se sonrojó más al ver que tenía aquella linda sonrisa en forma de corazón.

-¿Cómo puede ser que ser tonto sea un encanto? -murmuró volviendo a taparse la cara.

-Pues... -alargó Viktor ladeando la cabeza un poco, acercando su cara a centímetros de la de él- lo es, eres encantador, Yuuri y no creo que te estés dando cuenta de ello -murmuró de forma dulce.

Yuuri respiró hondo y por la cercanía le llegó un pequeño aroma frutal. El Beta se preguntó por un segundo si aquel sería el olor de sus feromonas mientras sentía como si el tiempo se parara. Aquel era uno de los momentos en los que sentía un golpe de color, específicamente del azul cielo de los ojos de Viktor. Su corazón golpeó rápidamente contra su pecho y abrió la boca sin pensar.

-V-Viktor, tú, yo... -comenzó en un jadeo.

El peliplata le miró atenta y curiosamente.

-¿Si, Yuuri? -preguntó de forma suave, animándole a seguir

Algunos mechones rebeldes de color plata escapan de la cola del menor, sus mejillas sonrojadas, su cara curiosa y voz angélical hizo que Yuuri enmudeciera. Si le declaraba sus sentimientos ¿qué ganaría con ello? No era tan tonto como para no darse cuenta de que Viktor correspondía a sus sentimientos, por lo que en el peor de los casos, si se hacían pareja, Yuuri tendría que vivir con el miedo de que el destinado del platinado aparecería algún día; o que un Alfa lo reclamara sin importar cuánto se amaran, o que incluso el Omega se arrepintiera algún día de su decisión por el rechazo de la sociedad al que estaría sometido y simplemente... le abandonara.

No podía pedirle a Viktor conformarse con un simple Beta que nunca podría satisfacer todos sus deseos... No puedo hacerlo, pensó rendido ante la montaña de pensamientos que se le venían encima. Se sentía pequeño, perdido e inútil, y en realidad lo era.

-¿Yuuri? -insistió Viktor mirándole con preocupación- ¿Estás bien? -murmuró tomando su mano, la cual reposaba hecha un puño sobre su pierna.

Yuuri no sabía en qué momento se había tensado tanto, pero se relajó y abrió la mano mirando como Viktor entrelazaba sus dedos con cariño.

-Yo... -susurró con voz débil y se obligó a no llorar a pesar de tener la vista nublada- creo que ya debemos irnos, debo... debo limpiar un poco antes de abrir y tú debes ir a cambiarte -murmuró parpadeando para ahogar sus lágrimas y sus egoístas sentimientos de hundir a Viktor en su apagado mundo.

Retiró con lentitud su mano de la del ruso y se levantó con cuidado sin poder mirarle a la cara.

El menor no entendía lo que acababa de pasar, pensaba que al fin el Beta admitiría sus sentimientos y podrían estar juntos.

-E-Está bien -murmuró con decepción, mirando hacia el suelo- Entonces yo... iré a casa -dijo levantándose de un salto- Makkachin, vamos.

El caniche obedeció y se puso de pie de inmediato junto a su dueño.

-Viktor... -murmuró Yuuri levantando la vista totalmente temeroso de encontrar lágrimas en sus hermosos ojos azules, pero era tarde.

El ruso había comenzado a correr lejos de él junto a Makkachin y Yuuri comprendió que era un verdadero imbécil por haber hecho llorar al chico... aunque fuera lo mejor para él.

Cabizbajo y sintiéndose de lo peor, Yuuri regresó a History Maker a paso lento, no tenía ninguna prisa en encontrarse solo tras el mostrador... A menos de que recibiera un cliente.

-Lo siento, Vicchan -murmuró a su mascota, que no entendía muy bien lo que pasaba, pero sentía el apesadumbrado humor de su dueño, por lo que se frotó contra él para intentar animarle-, pero no hay nada que pueda hacer, no puedo darle lo que se merece.

Pues un Beta nunca podría enlazarse, ni poseería los mismos instintos y cualidades que hacían grandiosos y poderosos a los Alfas, o bellos y fértiles a los Omegas. Solo era un Beta más que podría ser feliz con otro de su misma escala... Y nunca podría cambiar eso.

O eso era lo que Yuuri pensaba.

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