Extra

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Un fuerte golpe se escuchó en la pista y algunas gotitas de sangre salpicaron el hielo.

-Antosha... -susurró Kohaku con nerviosismo, mirando a su mejor amigo.

-Vuelve a decirle gordo y te meteré el patín por el culo -amenazó el rubio al muchacho en el suelo.

La situación era la siguiente: Anton había golpeado a un idiota que se había estado burlando de Kohaku por estar un poquito pasado de peso.

-No es necesario que... -comenzó el de cabello azabache, pero el muchacho le interrumpió.

-Si dices una tontería, te golpearé también -le cortó amenazante.

-¡Anton Plisetsky! -regañó el entrenador al darse cuenta de lo que sucedía luego de un largo silencio en la pista.

-Tch -chasqueó el Alfa antes de patinar a la salida, colocándose lo protectores antes de irse rápidamente a los vestidores.

Kohaku no pudo hacer más que observar al muchacho con sorpresa antes de ir tras él, disculpándose en el camino con el entrenador y con el resto por la escena que habían armado.

-¡Antosha, espera! -exclamó.

Y a pesar de que el rubio había escuchado al contrario, no se detuvo hasta llegar al vestidor donde se quitó los patines y comenzó a cambiarse, parando solo al observar al jadeante Omega llegar a su encuentro.

-Espérame -dijo con la cara roja tanto de la pena por las burlas que había recibido fuera, como de correr para alcanzarle.

Mirandole de esa forma, Anton suspiró y asintió.

-Bueno -murmuró actuando de forma más lenta para darle tiempo al otro.

De esa forma el silencio se extendió mientras ambos se cambiaban para salir.

-Uhm, gracias por defenderme allá -murmuró Kohaku una vez salieron del edificio.

-Deberías aprender a hacerlo por ti mismo -gruñó quitándole el bolso que llevaba- Dame eso, lo llevaré por ti -bufó.

-Gracias -asintió de nuevo con una pequeña sonrisa, pues aunque su amigo era un gruñón, sabía que podía contar siempre con él- Lamento ser un cobarde -suspiró rascándose la cabeza.

Anton solo le miró antes de desviar la mirada, no queriendo ver el lindo sonrojo apenado y la cara de tristeza que tenía.

-Si, como sea -se quejó acelerando el paso- Vamos, te compraré un helado.

-¿En serio? -murmuró- No lo sé, estoy a dieta... Los kilos extra no me ayudarán a hacer mis saltos -dijo frunciendo ligeramente el ceño.

El ruso paró y volteó a mirar a su amigo.

-¿En serio? ¿De repente? Júrame que estás haciendo dieta por tu bien y por el patinaje, y no solo porque idiotas te andan llamando gordo, Altin -preguntó frunciendo el ceño mientras se acercaba más a él.

-Yo... ¡L-Lo juro! -exclamó levantando su mano, pues su amigo a veces le daba miedo.

De una mirada, Anton podía saber si mentía o no, por lo que se relajó al notar que decía la verdad.

-Bien, entonces hagamos una carrera a casa -ofreció ajustándose ambas mochilas para que no fueran un impedimento- Tienes la ventaja de que llevo peso extra. Bien, en sus marcas, listos, ¡fuera! -exclamó saliendo antes de tiempo.

-¡Anton! ¡No es justo! ¡Espérame! ¡Eso es trampa! -exclamó apresurándose a seguirle.

El azabache no era tan rápido como el ruso, por lo que se limitó a seguirle algunos pasos por detrás mientras realizaban la maratón. Todo iba de maravilla hasta que Anton escuchó un golpe de caída tras él y se detuvo para ver qué había sucedido.

-¿Cómo puedes ser tan torpe? -susurró frunciendo el ceño al ver a su amigo estirado en el suelo cual panqueque entre un montón de pétalos de cerezo. Se acercó y agachó- ¿Te lastimaste en algún lado?

-Solo el orgullo -murmuró no queriendo levantar la cara.

El rubio miró alrededor.

-Solo yo lo he visto -dijo, pues la acera estaba vacía ya que a esa hora no pasaba tanta gente.

-Uhm... ¿Seguro?

-Seguro.

-Está bien -murmuró reincorporándose para sentarse.

A pesar de parecerse mucho a su tío Otabek, Kohaku había ido adoptando cada vez más las características de su tío Yuuri con el tiempo, por lo cual lucía bastante exótico al ser diferente del resto de japoneses... Cosa que le gustaba mucho a Anton y a veces le hacía perder el control, como en ese momento cuando sin darse cuenta pasó una mano por el suave cabello negro del contrario para quitarle algunos pétalos y hojas antes de bajar a su mejilla, limpiándola con una suave caricia.

El viento sopló un poco e hizo que los árboles de cerezo perdieran más de sus rosados pétalos, ocasionando que cayeran sobre ellos como una suave llovizna.

-Eres un tonto -murmuró Antón frunciendo el ceño.

-Lo sé... -suspiró.

-No vuelvas a dejar que lo que digan de ti te afecte, ¿bien? No estás gordo -volvió a hablar sin soltar su mejilla. Estaba tan enojado en ese momento al ver sus ojos llorosos que simplemente no había pensado y golpeó al otro sujeto.

-No soy tan bueno como tú o Masha -murmuró, pues su hermana a pesar de ser una Beta, era un hueso duro de roer.

-No, eres mejor... Eres... Eres -murmuró sonrojándose ligeramente ante la mirada brillante y esperanzada del otro- ¡Eres un tonto! -gruñó sin poder evitarlo, pegándole sin fuerza en la cabeza- Vamos, levántate -dijo haciéndolo primero para ofrecerle una mano y ayudarle.

-Eres muy malo conmigo -se quejó aceptando su mano aun así, levantándose con un puchero.

-Ya tienes dieciocho, ¿aún haces pucheros? -se quejó apretando sus mejillas.

-¡Déjame, Anton! -se quejó soltándose para volver a correr a casa- ¡Te acusare con el tío Yuri! ¡Le diré que me estás molestando! -exclamó.

-¿Ah, sí? -bufó metiéndose las manos en los bolsillos luego de devolverle la mochila, ya que estaban cerca de ambas casas- Te doy cinco segundos de ventaja. Uno... Dos...

Colocándose un lado de su mochila, Kohaku no dudó en correr directamente a su casa.

-¡Adiós! -se despidió cerrando la puerta rápidamente con un jadeo por haberse salvado de que Anton frotara el puño en su cabeza.

-¿Por qué tan apurado? -preguntó un sorprendido Yuuri al ver entrar tan de repente a su hijo- ¿Estás bien?

-¡Estoy bien! ¡Iré a cambiarme! -exclamó corriendo rápidamente hacia las escaleras.

-No corras -le recordó Yuuri siguiendo su camino al sofá donde Masha esperaba para ver una película.

-Lo siento -alargó disminuyendo la velocidad al subir las escaleras- Buenas tardes, papá -saludó al ver al Alfa kazajo bajar las escaleras.

-Buenas tardes -respondió Otabek con una sonrisa- ¿Cómo te fue hoy? -preguntó acariciando su cabello.

Kohaku sonrió frotando a gusto la cabeza en la palma de su padre.

-¡Bien! Pude hacer mis saltos, aunque me costó un poco -admitió con un suspiro- ¿Puedo entrenar contigo más tarde?

-Claro, cariño -asintió.

-Bien, entonces subiré y haré mi tarea.

-Si necesitas ayuda, no dudes en pedirla -dijo tranquilo antes de continuar su camino a la cocina.

A esa hora la casa solía ser más activa ya que lo adultos regresaban del trabajo. Día a día Masha haría sus tareas antes de arrastrar a uno de sus tres padres a mirar una película, jugar tenis o practicar coreografías con sus amigas y Viktor o Yuuri... quién se deje arrastrar en el momento. Por su parte Kohaku prefería adelantar tareas, entrenar con Otabek o Viktor, ver anime, leer un libro o manga, dibujar o jugar algunos juegos en línea con sus tíos.

Ocasionalmente pasarían la mayor parte de la tarde en casa de los Plisetsky, pero siempre cenarían en una casa u otra, más la noche de Kohaku no terminaría ahí.

Un par de golpecitos pequeños se escucharon en la puerta de su balcón cuando estaba a punto de acostarse, por lo que apagó la luz antes de correr las cortinas y abrir las puertas francesas a tiempo para mirar a cierto rubio saltar de un balcón a otro.

-Siempre pienso que vas a partirte el cuello -se quejó dejándole pasar luego de que el otro recogiera las dos piedritas falsas de colores que había lanzado para llamar su atención.

-No soy tan torpe como tú -bufó atrapando su nariz con un toque cariñoso.

-Ay, ay, no respiro -murmuró moviendo las manos.

Anton sonrió ligeramente y le soltó.

-No hagas ruido, tus padres están dormidos y es mejor que sigan sin saber qué vengo todas las noches aquí -dijo yendo a sentarse en la cama- Por más que nuestras familias sean amigas, no creo que sea bueno que su hijo Omega adolescente y el otro hijo Alfa adolescente estén juntos y solos en una habitación -consideró.

Kohaku tomó una almohada y le golpeó.

-No necesitas venir -se quejó tomando su lado en la cama antes de tomar el otro control para dárselo al rubio.

-¿Y qué te despiertes llorando porque no puedes dormir solo? -se burló un poco aceptando el control.

-¡Puedo dormir solo! -insistió quejándose con un puchero.

El rubio no pudo evitar apretar sus mejillas y amasarlas un poco.

-Claro que si -rió- Anda, juguemos un poco antes de dormir.

Un par de partidas fueron ganas antes de que ambos se acomodaran para dormir.

Desde pequeños el ruso podía escuchar al japonés llorando o quedándose despierto hasta tarde al otro lado del balcón, por lo que cuando pudo, comenzó a saltar a la casa del otro para acompañarle por las noches... Cosa que no le disgustaba para nada.

-Buenas noches -bostezó Kohaku tapándose con la sábana hasta el mentón.

-Buenas noches -devolvió el rubio con una pequeña sonrisa, mientras se acomodaba sin taparse ya que más tarde iba a regresar a su propia cama.

En medio del suave y cómodo aroma a caramelo de café del Omega, el rubio espero a que la respiración del azabache se regulara antes de abrir los ojos y mirar a su compañero.

-¿Vives? -murmuró y esperó un poco.

Al no obtener respuesta, se movió un poco para quedar más cerca del otro, moviendo su mano para tocar suavemente con un dedo uno de los pequeños hoyuelos del muchacho antes de acercarse a besarlo, bajando cuidadosamente hasta sus labios.

Ya que no podía besarlo durante el día, bien podría hacerlo durante la noche sin que el otro se diera cuenta... Y aunque era un poco acosador de su parte, no se arrepentía.

-Buenas noches, Kohaku -susurró besando su frente y estaba a punto de separarse para regresar a su habitación cuando una voz le hizo congelarse en su lugar.

-Antosha...

Comenzando a sudar algo frío, se separó un poco para mirar los despiertos ojos del Omega brillando en la oscuridad.

-P-Puedo explicarlo... -se apresuró a murmurar mientras el apenado muchacho se subía la sábana hasta la nariz- Y-Yo, está noche...

-No es necesario... Nunca me duermo tan rápido -murmuró sonrojado, mirando hacia otro lado.

El corazón de los dos adolescentes latía rápidamente mientras las feromonas comenzaban a llenar más la habitación. El aroma a caramelo de café y a leña recién cortada se mezcló, y aunque no tuviera nada que ver el uno con el otro, ni fueran destinados... Se sentía agradable.

-Tu... -susurró Anton sin creerlo, pasando saliva.

-¿Quién es el tonto ahora? -murmuró mirándole de nuevo con una pizca de gracia.

-¡Pequeña bestia! -se quejó gratamente sorprendido antes de lanzarse sobre él- ¿Cómo te atreves? ¿Sabes todos los besos que me debes desde los doce? -preguntó tratando de bajarle las sábanas, pero el Omega se resistía fuertemente.

-¡No lo sé! -dijo apresurándose a esconderse completamente bajo la sábana- ¡Estaba confundido! Nunca me dijiste nada sobre nada y yo pensé que... Solo... no sé, solo lo hacías porque tenías curiosidad o que se yo -se quejó.

-¿Curiosidad? -repitió con cierto sarcasmo a la vez que se colocaba sobre él.

-Luego te volviste más atractivo y seguiste haciéndolo y ya... ¡Ya no sé qué demonios pensabas! -se quejó aun luchando, pues no quería que el contrario le viera todo rojo.

Logrando atrapar sus manos con una de las suyas, Anton logró retirar la sábana de la cara del otro, quedándose en silencio al apreciar su lindo y sonrojado rostro en conjunto con un par de llorosos ojos.

-Déjame decirte que nunca has acertado en lo que he pensado -dijo relamiéndose los labios- Me gustas desde los doce, quizá antes -confesó frunciendo un poco el ceño- Nunca te lo dije porque... bueno, a veces mencionabas lo de la pareja destinada y pensé que no querrías estar conmigo porque tú y yo no...

El moreno frunció ligeramente el ceño.

-La mayoría de historias y novelas va de eso, claro que lo pude haber mencionado, pero... Eso no significa que... que es lo que busco -murmuró apenado, bajando la mirada- ¿P-Puedes soltarme y levantarte? Eres pesado -se quejó comenzando a sentirse muy acalorado al estar atrapado de esa forma.

Frunciendo el ceño las neuronas del Alfa hicieron sinapsis antes de negar.

-No hasta que aceptes ser mi novio -repuso seriamente.

-¿Qué?

-Lo que escuchas, Altin, si quieres que te deje ir, se mi novio -dijo como si fuera obvio, soplando un mechón de cabello rubio que le molestaba.

Kohaku se removió.

-Esto es tan poco romántico -murmuró con los ojos en blanco.

-¡No es mi culpa que apenas admitieras estar despierto todo este tiempo cuando te besaba! ¡¿Por qué?! -exigió acercándose más a su rostro.

-Hey, shh -se apresuró a silenciarle un poco nervioso- ¿Quieres que vengan mis padres o qué?

-Tch, responde o no me moveré de aquí... Te lo voy a meter en la oreja -amenazo llenándose un dedo de baba.

-Iu, no... No, no, hablaré. Es que me cansé, ya no quiero que me beses por las noches...

-De acuerdo, entonces se mi novio y te besaré también durante el día -resolvió sin problemas el muchacho.

-Antosha...

-Solo di que sí, nos conocemos desde el vientre -bufó rodando los ojos- Después me ocupo de decírselo a nuestros padres -prometió, pues no creía que eso les fuera a molestar.

-Pero...

-Ya me cansé -suspiró y acortando la distancia, unió sus labios para fundirse en un beso que Kohaku correspondió a los segundos.

Los dos adolescentes se abrazaron y besaron, agradeciendo que fuera viernes para poder desvelarse... pues sin que se dieran cuenta, ambos terminaron dormidos en la cama, hasta que dos golpes sonaron en la puerta de la habitación, haciendo saltar a Anton para esconderse bajo la cama.

-Kohaku, papá dice que tú y tu novio bajen a desayunar -dijo Masha bastante divertida- Que si se dio cuenta todas estas noches... En serio Kohaku, te pasas, respeta la casa -rió- Los veo abajo, Anton -tarareó- Papá Ota no está muy contento -continuó antes de salir de nuevo, dejando a dos muy rojos adolescentes atrás, a quienes abajo les esperaba una conversación con ambas familias.

Nadie podía engañar a un padre, ellos solo estaban esperando a que lo dijeran por si mismos o los encontraran...

-Mierda, ya no es divertido cuando pierdo una apuesta -se quejó Yuri sacando lo que le debía a Otabek.

El kazajo rió recibiendo el dinero.

-Los adolescentes no son confiables, no lo dirían tan fácil -dijo tranquilamente el moreno- Me alegra ganar... Pero no me alegra que tú hijo Alfa haya estado todos estos años con mi hijo Omega a solas en su habitación -gruñó.

-Dormimos prácticamente al lado, si algo iba a suceder lo detendrías y Mila ganaba la puesta -consideró Yuuri con una sonrisa.

Viktor hizo un pequeño movimiento de mano al sentir movimientos en la escalera.

Los adultos callaron y fingieron hablar de otra cosa. No les molestaba que sus hijos salieran, pero aun así... Tendrían que tener una charla.

Una larga, incomoda y algo divertida (para los Omegas y Yuuri) charla.

Notita pambicita:

¿MAMI QUE TU QUIEREEEEEEEH? 

AQUI LLEGÓ TU TIBURÓN (8)

AQUI ESTA EL EXTRA QUE LES PROMETI -dejar extra sobre la mesa- 

Espero les guste :'3 Creo que me quedó... regular(? Pero es el extra que quería <3

Ahora si, es todo sobre esta historia, gracias por acompañarme hasta aqui, les quiero!

Pueden buscarme en TikTok como nyridian si suben cosas graciosas o bailecitos, asi me divierto y desvelo en las noches ya que el decodificador de mi directv se dañó uwu... Además ahí subo cositas de mi perro.

También pueden pasarse por mis otras historias si gustan <3

Nox.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro