𝟬𝟰𝟲 | christmas with a smell of death, part one

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046. ┊໒ ⸼ 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗙𝗢𝗥𝗧𝗬-𝗦𝗜𝗫──

❛ 𝖼𝗁𝗋𝗂𝗌𝗍𝗆𝖺𝗌 𝗐𝗂𝗍𝗁 𝖺 𝗌𝗆𝖾𝗅𝗅 𝗈𝖿 𝖽𝖾𝖺𝗍𝗁, 𝗉𝖺𝗋𝗍 𝗈𝗇𝖾 . . . ❜

❪ Milan, juro que yo te quiero. No se olviden de votar y comentar para ver más rápido la parte dos de este cap, no se la van a querer perder <3❫

LA REUNIÓN EN LA QUE ESTUVO MILAN terminó pasada la media noche. Fue un momento ameno que no pensó tener con aquel grupo de chicos. Incluso despues de lo que revelo Draco Malfoy sobre "la traición" de alguien, no arruinó el ambiente.

Jugaron un rato más, y tuvieron que irse antes que el conserje los atrape, incluso Pansy, usando su puesto de prefecta, la acompañó a las escaleras para que subiera a la torre de Gryffindor sin problema alguno.

Al llegar a su sala común, ya no se encontró con nadie despierto. Así que se fue a su dormitorio. 

El siguiente día fue uno normal. Ron le contó cómo se la había pasado con Lavender, y ella le contó cómo había estado la fiesta del profesor Slughorn. Ambos amigos estuvieron conversando mientras desayunaban, para finalmente tomar sus cosas e irse al tren.

Esto no tiene nada digno de rescatar. Pues Milan en un intento de no acaparar a Ron todo el tiempo, se fue a buscar a Neville y Luna para platicar todo el camino de regreso a King Cross.

Una vez el tren paró, y se indicó que se podía bajar, Milan tomó sus maletas y bajó a toda prisa, buscando con la mirada a su padre, quien estaba teniendo una conversación con Arthur Weasley.

─ Hola, Milan.

─ Buenas tardes señor Weasley. ─saludó la rubia con amabilidad.

─ ¿No bajaste con los chicos? ─inquirió Remus, sacudiendo el cabello de su hija con una de sus manos ─. Viajaran juntos. Pasaremos navidades con los Weasley y con Harry.

─ ¿No iremos con el abuelo?

─ No.

─ Por favor. ─suplicó.

─ Milan. ─sentenció Remus Lupin, señalando con el dedo índice a su hija, en un intento que no siguiera con esta discusión.

─ ¡Papá! ─chilló la chica, mientras su padre comenzaba a llevarla hacia una esquina alejada del señor Weasley, para que así no escuche la conversación.

Milan miro a todos lados, encontrándose con Tonks unos metros más adelante, acompañada de tía Haley. Así que no tardó mucho en deducir que sumado a su padre y ambos señores Weasley, tenían la tarea de escoltar a Harry hasta la madriguera. 

─ A ti te encanta pasar navidades con los Weasley. De pequeña llorabas para quedarte en navidad con Ron.

─ P-pues ahora no. Yo quiero ir con el abuelo.

─ Mi padre no está en el país.

─ Y el mío no está nunca.

La menor rodó los ojos, cruzándose de brazos cuando el agarre que su padre ejercía en su brazo se aflojaba. Estaba enojada, y durante esos segundos no se había dado cuenta de la tremenda tontería que había dicho, y como evidentemente esto había herido los sentimientos de su progenitor.

Remus estaba con la boca entreabierta, mirando sus manos como si estas tuvieran algo que no podía quitarse. Sus ojos comenzaron a picar, un oleada de emociones le había llegado de golpe ante las palabras de su, y de alguna u otra manera, comenzó a cuestionarse cada decisión que tomó desde que Milan llegó a sus brazos.

El sentimiento de culpa de la más pequeña de los Lupin llegó de inmediato, aplastando su corazón mientras tomaba el valor de levantar la mirada.

─ Lo siento ─murmuró apenada, mirando sus botas negras ─. Papá, lo siento, no debí decirte eso. Siempre estas...pero en serio, no quiero pasar navidad en la madriguera.

Remus se reincorporo. Paso disimuladamente sus manos por los ojos, y luego miró a su hija.

─ No tenemos otro lugar en el cual estar, corazón. Aún no logro conseguir una casa para nosotros. Y me toca vigilar a Harry durante las fiestas ─informó ─. Además, tú y él son pareja. Prometo que esta vez no me enojare ni me pondré celoso si los veo besarse bajo el muérdago.

Milan se había olvidado contarle a su padre ese pequeño detalle.

─ Harry termino conmigo. ─hizo una mueca, mirando de reojo al azabache, quien estaba junto a Ginny Weasley, manteniendo una entretenida plática.

─ ¿Porque no me lo dijiste?

─ Porque no respondes mis cartas.

─ Milan. Tú no respondiste a mis cartas. No he recibido ningun escrito tuyo. De todas formas no podía escribirte mucho, o me hubieran descubierto. Pero sabes que siempre que tengo una carta tuya, la respondería.

En un primer momento, la chica frunció el ceño ante tal información, sin embargo, casi al instante su expresión cambió a una más calmada para no causar problema alguno. Cuando su padre la observó, no se percató de nada extraño, y solo le devolvió la sonrisa que ella le daba.

─ Bueno, entonces como no te envié ninguna carta, debes saber que suplante a Katie Bell en un partido de Quidditch. Atrapé la snitch, pero estuve en entrenamiento y todo el rollo, así que tal vez por eso se me paso escribirte, lo siento.

El hombre Lupin sonrió por los logros de su hija, sabía que era muy feliz cuando jugaba quidditch. Pero no podía evitar pensar que era cierto, su hija no estaba teniendo una adolescencia normal. Necesitaba un lugar para estar, una casa que les perteneciera.

Se acomodó su traje y se puso de cuclillas.

─ En verdad quisiera que pasaramos fiestas en un lugar que sea solo nuestro, hija, pero ahora no puedo. Tengo una responsabilidad que cumplir, y no podemos ser desagradecidos con los Weasley. Ellos han sido nuestra segunda familia.

─ Lo sé, pero...¿Estar en la misma casa que mi ex?

─ ¿Acaso ustedes terminaron en malos términos?

Milan lo pensó, y miró disimuladamente una vez más a Harry, quien seguía conversando con Ginny. Y respondiendo a la interrogante de su padre, si al parecer la relación se había terminado en malos términos, incluso luego de hacerlo todo terminó aún peor. Ni siquiera eran amigos en este momento.

Ella no odiaba al azabache, y sabía que su padre tenía razón. No podían ser desagradecidos con los Weasley, y tampoco fallar a la Orden del Fénix. Así que pensó que podría hacer.

Sin embargo, vino esa nueva interrogante cargada con miedo: ¿Y si su madre atacaba la madriguera? ¿Si le hacía daño a las personas que ella quería?

─ ¿Es seguro estar en la madriguera?

─ ¿Porque lo preguntas?

─ Ya sabes, por Harry. ─decidió soltar una mentirita piadosa. Bueno, una mentira a medias, pues en verdad si se preocupaba por Harry.

─ Trataremos de hacerlo seguro. Nos esforzaremos. Y ya conoces los controles que tuvimos en vacaciones.

Ella asintió, con mejor humor que antes. En verdad ya le hacía falta una charla con Remus Lupin para recomponer los pedazos rostros de su joven alma.

─ Ahora dale un abrazo a tu viejo padre o enserio comenzare a llorar.

Milan saltó prácticamente a los brazos de su progenitor, quien correspondió al gesto. Ambos necesitaban al otro. Ese vínculo de padre e hija que se creó desde el momento en que Remus Lupin cargo a aquella bebe en el hospital, luego que una enfermera le dijera que la madre ya no estaba.

Sabía que serían solo ellos dos contra el mundo.





























TONKS AHORA CREÍA QUE HABÍA perdido para siempre a Milan. Verán, a ella le tocó vigilar Hogsmeade todo el ciclo escolar, sin embargo, tuvo que pasar por el cuartel general para recoger unos documentos que necesitaba. 

En ese ajetreo (en realidad se resbaló e hizo que un estante se cayera), encontró una pequeña mochila de tela, que tenía una etiqueta de bajo de uno de los tirantes. En este, estaba bordado el nombre de Milan Lupin, y justo al lado, tenía pegada una nota que decía "Tú disfrutaras esto mejor que nadie. Espero no perderte con esto, sobrina."

Sin ver que había adentró, unos días antes de nochebuena, decidió darle el regalo a la rubia, aclarandole que era algo de parte de Sirius, y que quiere verla con una sonrisa en el rostro..

A Milan esto le cayó como anillo al dedo. Dentro de esa mochila (que no pesaba y parecía indefensa) encontró todos los libros que antes estaban en la biblioteca de la casa Black. O al menos la mayoría de ellos.

Estos contenían escritos que contaban historias fantásticas, clásicos literarios...pero los que más le llamó la atención, fueron aquellos libros donde habían hechizos de defensa, incluso algunos que ella nunca había visto o escuchado. 

Sabía que no podía hacer magia fuera de la escuela, su varita aún estaba siente controlada. Así que se pasó todo el tiempo leyendo.

Es decir, no tenía nada más que hacer. A pesar que compartía habitación con Ginny, ambas chicas no se llevaban bien. Tampoco es que se odien, pero no son super amigas. Y bueno, Harry está todo el tiempo con Ron, y Milan no quería interrumpir eso.

Por eso, Tonks supo que perdió a su rubia favorita, ya que la niña ama con locura leer. Todos pensaban que estaba leyendo libros normales, pero en verdad estaba aprendiendo hechizos en teoría, hechizos que le servirían la próxima vez que se encuentre con su madre.

─ Se que no quieres hablar de eso, pero al menos deberías hacerle saber que no la odias.

Mencionó Ron, mientras limpiaba una montaña de coles de Bruselas que la señora Weasley había traído.

─ No la odio.

─ Harry, tu y yo sabemos que ella no sale del cuarto para que tu no te sientas incómodo.

─ Ella puede salir. A mi no me importa.

─ Parece que no la conoces. 

Harry dejó su gran trabajo de lavar vegetales, para girar a ver a su mejor amigo con un toque de molestia.

─ No, no la conozco. Ha cambiado en este año y no entiendo el porque. Ella buscó que nuestra relación terminara. 

─ Pudiste apoyarla, preguntarle e insistirle para que te cuente que le pasaba. Así como ella te lo hizo en cada oportunidad contigo.

─ ¿Me haces recordar porque comenzamos a hablar de Milan?

Ron hizo una mueca, soltando un largo suspiro. Él creía que con estas vacaciones por fiestas, todo para sus amigos sería mejor, que tal vez se volverían a hablar, pero no fue así.

Incluso pensó en este preciso instante en contarle todo lo que sabe, para que así Harry entienda porque la actitud extraña de Milan con él, los encuentros con Theodore Nott y Draco Malfoy. Porque estuvo distante.

Pero no le correspondía. Sería traicionar algo que Milan le confió.

─ ¿No bajaras a comer? ─la voz de Ginny hizo sobresaltar a la menor de los Lupin, quien no se había dado cuenta que se había pasado toda la mañana leyendo.

─ Ahora bajo, gracias. ─levantó la mirada, guardando el libro en su mochila y colocándola aquel seguro.

Por lo que sabía, aquella mochila solo podía ser abierta por ella, pues cuando Ron intentó abrirla, no pudo. Es un objeto extraño que tío Canuto le había dejado.

─ ¿Estas bien? 

─ ¿Porque lo preguntas? ─inquirió Milan, confundida porque Ginny y ella no habían hablado mucho. Solo lo normal, un hola, buenas noches, buenos días.

Y ahora ella se estaba preocupando.

─ No lo sé. Terminaste con Harry, y tenerlo en la casa.

─ Oh, bueno. No, la verdad me siento tranquila. 

La pelirroja asintió, saliendo de la habitación, no sin antes repetirle a la chica que bajara a comer, así que eso planeo Milan, si no fuera porque cuando estuvo a punto de salir, los gemelos Weasley aparecieran literalmente en su cara.

─ ¿Quieres un fiesta de soltera?

─ Podemos hacerte una fiesta de soltera.

─ Ahora somos Fred y George...

─ Expertos en fiestas de solteras.

Milan sonrió de oreja a oreja, rodando los ojos. Los gemelos apenas se enteraron de lo sucedido, le trajeron a la rubia dulces, porque todo el mejor si le das dulce a tu vida.

─ Estoy bien. No se preocupen. En verdad. 

─ ¿Entonces porque no sales? ─le preguntó Fred, mientras junto a su gemelo y Milan, bajaban las escaleras directo al comedor.

─ Porque estoy leyendo, no tengo nada mejor que hacer.

─ Dile eso a alguien que no te conozca. ─añadió George.

Pero no quiso molestar más a Milan, así que apenas terminaron de bajar las escaleras, dejaron ese tema de lado, y se ocuparon todo el almuerzo en evitar que la chica Lupin y el chico Potter compartieran palabra alguna o interacción.

Aunque no fue muy difícil. Ninguno de los dos mostraba intenciones de hablarse, o siquiera verse.





























TONKS HABÍA VENIDO TEMPRANO el día de noche buena. Y como no la dejaban ayudar en la cocina, fue directamente a la habitación de Milan, con la única misión de hacer que la chica despegara la nariz de los libros.

Al parecer lo logro...o bueno, por unos diez minutos, que fue el tiempo que Tonks uso para peinarla.

─ ¿No quieres volver a tu corte de antes?

─ Me encantaría tener el tuyo. ─mencionó Milan, viendo en el espejo como ahora su cabello tenía el mismo tamaño, corto hasta sus hombros, pero sin el volumen que tenía el año pasado.

Muchas cosas cambiaron en un año.

─ ¿Mi papá está abajo?

─ Si. Remus está abajo. Ya sabes, el último día del ciclo lunar suele ser el peor, pero te ama.

─ Lo sé. Yo tambien quiero mucho a papá.

─ ¿Puedo hacerte preguntas sin que me odies?

─ No puedo odiarte, eres de las mejores personas que he podido conocer en mi vida.

Tonks le señaló a Milan la ropa que se pondría, y que previamente habían escogido entre las dos. 

La menor Lupin comenzó a vestirse, mientras Tonks se giró para dale privacidad.

─ ¿Hablaste con Harry sobre lo de ustedes?

─ No. No hemos hablado. Creo que no necesitamos hacerlo ─le respondió ella, muy tranquila en verdad, en su mente estaban más los hechizos y cosas que había leído en los libros de los Black ─. Se terminó. Y antes que digas algo, estoy bien con eso.

─ ¿Segura? Harry ha sido tu primer amor, el primer novio que tuviste.

─ Las personas cambian. 

Sonrió. Si, tal vez quisiera hablar con Harry, pero ella lo conoce muy bien. Sería muy impulsivo, quisiera protegerla, enfrentarse a Mihrimah Grey. 

Y Milan no quería eso.

─ ¿Bajamos? ─preguntó la rubia, no sin antes tomar un libro que se llama "El arte de la guerra", no sabía exactamente de que se trataba, pero el título prometía algo.

─ Vamos. ─Tonks se acercó y pasó su brazos por los hombros de Milan, y juntas bajaron.

Cuándo llegaron a la sala, nadie se percató de su presencia. Tan solo se sentaron en los muebles vacíos (Milan junto a su padre y Tonks junto a Arthur). Alrededor estaban el señor Weasley, Harry y Lupin, manteniendo una conversación que tenía que ver con la orden probablemente.

─ ¿Esta bien que esté aquí? ─preguntó Milan, no mirando a los adulto, si no mirando a Harry ─. Puedo irme al comedor con los demás.

─ No. Puedes estár aquí ─asintió Potter, pero no le presto más atención a la chica, porque en su cabeza estaban rondando muchas preguntas que quería hacerle a Lupin padre, así que giró a verlo ─. ¿Que ha estado haciendo usted últimamente?

Milan colocó el libro que trajo en su regazo, y abrió la primera página. De reojo, vio como Arthur y Tonks se habían puesto a conversar de algo.

─ He estado trabajando en la clandestinidad ─respondió Lupin─. Por eso no he podido escribirte;de haberlo hecho me habría expuesto a que me descubrieran. 

─ ¿Qué quiere decir? ─inquirió Harry confundido, y Milan no pudo evitar escuchar la historia de su padre.

─ He estado viviendo entre mis semejantes ─explicó Lupin ─. Con los hombres lobo ─añadió alver que Harry no entendía, y que su hija había dejado su lectura para escuchar ─. Casi todos están en el bando de Voldemort. Dumbledore quería infiltrar un espía y yo le venía como anillo al dedo. ─Lo dijo con cierta amargura y quizá se dio cuenta, porque suavizó el tono cuando prosiguió─: No me quejo; es un trabajo importante, ¿y quién iba a hacerlo mejor que yo? Sin embargo, me ha costado ganarme su confianza. No puedo disimular que he vivido entre los magos, ¿comprendes? En cambio, los hombres lobo han rechazado la sociedad normal y viven marginados, roban y a veces incluso matan para comer.

─ ¿Por qué apoyan a Voldemort?

─ Creen que vivirán mejor bajo su gobierno. Y no es fácil discutir con Greyback sobre estos temas...

Greyback. Milan juraba que había escuchado ese nombre antes. Tal vez en el diario, o alguien lo mencionó. No lo sabía.

─ ¿No has oído hablar de él? ─Lupin cerró sus temblorosas manos sobre el regazo ─. Creo que no me equivoco si afirmo que Fenrir Greyback es el hombre lobo más salvaje que existe actualmente. Considera que su misión en esta vida es morder y contaminar a tanta gente como sea posible; quiere crear suficientes hombres lobo para derrotar a los magos. Voldemort le ha prometido presas a cambio de sus servicios. Greyback es especialista en niños... Dice que hay que morderlos cuando son pequeños y criarlos lejos de sus padres para enseñarles a odiar a los magos normales. Voldemort ha amenazado con darle carta blanca para que desate su violencia sobre los niños; es una amenaza que suele dar buen resultado. ─Hizo una pausa, y agregó ─: A mí me mordió el propio Greyback. 

Así que ese era Greyback.

─ Fue cuando eras un niño. ¿Verdad? ─inquirió Milan, y a Harry no le importo en lo absoluto que la rubia fuera parte de la conversación.

─ Sí. Mi padre lo había ofendido. Durante mucho tiempo yo no supe quién era el hombre lobo que me había atacado; incluso sentía lástima por él porque creía que no había podido contenerse, pues entonces ya sabía en qué consistía su transformación. Pero Greyback no es así. Cuando hay luna llena, ronda cerca de sus víctimas para asegurarse de que no se le escape la presa elegida. Lo planea todo con detalle. Y ése es el hombre a quien Voldemort está utilizando para reclutar a los hombres lobo. Greyback insiste en que los hombres lobo tenemos derecho a proveernos de la sangre que necesitamos para vivir y en que debemos vengarnos de nuestra condición en la gente normal; he de admitir que, hasta ahora, mis razonamientos no han logrado convencerlo de lo contrario. 

─ ¡Pero si usted es normal! ─exclamó Harry ─. Lo único que pasa es que tiene... un problema

Lupin soltó una carcajada.

─ A veces me recuerdas a James. En público, él lo llamaba mi «pequeño problema peludo». Mucha gente creía que yo tenía un conejo travieso.

Los tres se quedaron en silencio por un rato. Milan volvió a su lectura, aunque no presto atención a lo que decía entre líneas. Tan solo se acordó de su propio problema, y que alguien la estaba vendiendo a su madre.

Aún no tenía ningún sospechoso. Sus amigos no harían eso, y que Draco Malfoy lo esté haciendo no tiene sentido, en todo caso, no se lo hubiera contado nunca.

Y así pasó el tiempo. Llegó el momento de la cena, los regalos. No hay nada fuera de lo normal en la celebración, fue como tenía que ser, tranquila y sin novedades. Solo con dos jóvenes viéndose de reojo a cada minuto, con las esperanzas que con esto su presente cambie y puedan desearse feliz navidad sin tener que mirar a otro lado.

Remus apropósito, fue el último en sacar el regalo que tenía guardado para su hija.

─ Ábrelo. ─insistió

Milan lo miró expectante. Abrió la cajita que le había dado su padre, y abrió su boca de par en par al darse cuenta de su regalo, y en ese momento, cualquier problema que tenía había pasado a segundo plano, porque el collar de medialuna se había llevado todo lo malo (o eso sentía la menor)

─ ¿Me lo abrochas? ─preguntó con emoción, ofreciendole el collar a su progenitor, para que así le ayude a colocárselo.

Con cuidado, Lupin se posiciono detrás de su hija, y mientras ella se apartaba el cabello para dejarse el cuello libre, él cerro el broche.

─ Pensé que lo había perdido.

─ Siempre lo encuentro. La primera vez lo perdiste cuando tenías tres años, pero en ese momento no sabías ni decir "collar", luego te lo di a los ocho, y lo perdiste. Ahora ya eres una señorita, confió que sobrevivirá a todas tus aventuras.

─ No lo perderé. ─sonrió, quedándose embobada viendo la joya.





























MILAN ESTABA SENTADA EN LAS ESCALERAS. Se había resignado a que las cosas pasaban por algo, tal vez para bien o para mal, pero pasaban. Todas tus decisiones te llevan por un camino, y debes aceptar. 

Sabía que su padre en unos minutos tendría que irse. Esta noche el la última del ciclo lunar, y aunque tomaba su poción, está resultaba la más difícil. A pesar del sol radiante que era Remus Lupin, este día estaba un poco irritable, aunque intento hacer lo mejor posible para no hacer sentir mal a su hija.

La menor de los Lupin abrazo sus rodillas, apoyando su mentón en estas mientras miraba por la ventana.

Se estaba preparando para lo inesperado, preparándose para aceptarlo. Toda primera vez es una aventura, y nadie sabe a dónde te llevará eso. Encontramos personas a las que podemos confiarle nuestro corazón, así como ellas nos puedes confiar el suyo.

A veces la confianza se puede romper, pero siempre puede restaurarse.

 Esperemos que sí.

Pensó la chica.

En el cuarto que compartían Ron y Harry, los chicos estaban teniendo una conversación. Ron Weasley estaba contándole todo a su mejor amigo, ya no le importaba si Milan se enojaba con él, solo quería que los dos esten bien. 

No podía soportar ver a Harry odiar poco a poco a Milan, al punto de ni siquiera querer verse ni desearse feliz navidad. No podía seguir así.

─ ¿Ella hizo eso? ─preguntó el azabache, mirando al piso.

Ron no le había contado todo, claro. Porque la versión completa tenía que salir de la propia boca de Milan, esto no le correspondía contar a él.

Solo le había contado que ella le alejó de él porque la madre de Milan en la pelea en el ministerio, la amenazó diciendo que la relación que tenía con "El elegido", le traería la perdición a este.

Lo cual no era totalmente mentira, de hecho era el resumen de toda la historia, pero eran lo que Harry necesitaba saber para entender al menos un poco de lo que Milan venía tramando desde el año pasado. Porque poco a poco sus interacciones bajaron, porque en vacaciones intento alejarse, porque en el colegio le mentía.

─ Debo hablar con ella, ¿no? ─levantó su mirada, encontrándose con Ron asintiendo un montón de veces ─. Ire ahora.

─ ¿Puedes decir que le leíste la mente? ─preguntó el pelirrojo, haciendo una mueca ─. Me va a asesinar.

Él asistió. Claramente no le diría que le leyó la mente, pero al menos podrían llevarse mejor, ¿no?

Harry estaba bajando las escaleras de la Madriguera, viendo a Milan unos pisos más abajo. Estaba ansioso de llegar a su lado, viéndola bajo otros ojos, bajo otra perspectiva que no implicaba "Traición". Ya había discutido algo parecido con Hermione, había llegado a la conclusión que Milan y Draco se traían algo entre manos, dos chicos con la marca de los mortifagos en mano, y que la chica Lupin había fracasado en su plan.

Sin embargo, era algo totalmente diferente.

Estaba a tan solo a un piso de encontrarse con la rubia, pero un estruendo proveniente de afuera lo hizo mirar por la ventana.

─ ¿¡Donde esta mi ordinaria hija?!

Milan se levantó de inmediato de donde estaba. Miro por la ventana para asegurarse que no había sido algo que había escuchado mal, que esa persona no podía estar en el jardín...pero era verdad. Aquella mujer que le ha enviado un millón de cartas, aquella mujer que había corrompido su mente hasta el punto de hacerle creer que dañara a los que ama, hasta el punto en que le hizo tener miedo a una hoja de papel.

Palmeó su bolsillo, encontrándose con su varita. Tenía que estar preparada para tener su última batalla aquí, porque de otra manera sería atrapada por el ministerio, era aún menor de edad, y no podía hacer magia.

Aunque tenía a su favor usar hechizos básicos de defensa en la propiedad Weasley. Habían habilitado eso en este lugar para que Harry pueda defenderse por si solo si en caso pasaba algo, y no tendría consecuencias.

No podía usar hechizos avanzados...a menos que esté lista para darlo todo y acabar con esto de una vez por todas. De esa forma, despues de esto no importaría que pase.

Llegó a la entrada de la casa Weasley, viendo a la mayoría de adultos ahí, con las varitas fuera y viendo como el fuego comenzaba a rodear el lugar, y como una sola mujer de cabello rubio estaba ahí al frente, con una sonrisa arrogante burlona en rostro cuando vio a Milan ahí.

─ Si no me sirves, mueres. Igual que ese Sirius Black. Al igual que todos los que quieres.

Aquello hizo que la sangre de Milan hirviera, y el enojo de apoderará de ella, aunque más que enojo lo que sentía era la necesidad de proteger a todas aquellas personas que se había ganado un lugar en su corazón y que esta mujer había amenazado. Además, no permitiría que Mihrimah Grey se burlara de su tío.

─ ¡Yo maté a Sirius Black! ¡Yo maté a Sirius Black!

Repitió la mujer, girando sobre sus talones mientras salía corriendo hacia el pastizal de la propiedad Weasley. Los adultos pertenecientes a la Orden del fénix levantaron sus varitas y se prepararon para controlar el fuego y responder a algún otro ataque.

Milan sin decir nada paso entre todos los mayores, corriendo detrás de su madre, pasando por aquella brecha abierta en el círculo de fuego que se había formado.

─ ¡Milan! ─gritó Remus, corriendo detrás de su hija, pero ya era tarde, se había ido, y él no podía pasar porque fue interceptado por las llamas, que crecian a cada segundo.

Así que con ayuda de Tonks, se pusieron a controlarlo, sin embargo, tras un minuto de distracción, una segunda persona salió de esa casa, con dos cosas en mente: No dejar que se burlen de su padrino, y proteger al amor de su vida.

Harry Potter corrió por en medio del fuego con varita en mano, embarcandose en esta aventura con un final incierto.

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