𝟬𝟱𝟯 | refuge

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053. ┊໒ ⸼ 𝗖𝗛𝗔𝗣𝗧𝗘𝗥 𝗙𝗜𝗙𝗧𝗬- 𝗧𝗛𝗥𝗘𝗘 ──

❛ 𝗋𝖾𝖿𝗎𝗀𝖾 ❜

( no les pediré llegar a una meta de votos o comentarios, but, si les gusta la historia, denle un poco de amor <3)

[capitulo sin editar, Lucy del futuro se encargará]

La niña se puso nerviosa por unos segundos, o al menos así lo sentí. Ella se puso seria, como si nada hubiera pasado, como si hubiéramos visto mal. En ese momento Harry, quien también reconoció el sobre, tomo la muñeca de la niña para que así yo pudiera agarrar la carta.

─ Tendrás que darle explicaciones a Dumbledore.

Dije. Estaba segura que él podría hacer algo y darme explicaciones. El director en una persona de confianza y miembro de la orden. Hasta donde sé, estos últimos estaban siguiéndole los pasos a mi madre, y si esta niña tiene una conexión, es una pista sólida.

¿Porque que ella viera la carta resulta un problema?

Fácil. Después de lo que paso con Nott, hable con Dumbledore. Él estaba muy ocupado pero dijo que cualquier carta para mi sería supervisada por él.

Oh sorpresas: ninguna lechuza trajo una carta.

─ ¡Suéltame! ¡Solo te traje la carta!

─ No me interesa. ─puntualice, caminando al lado de Harry, quien tiraba de la niña escaleras abajo.

─ ¡Estaba haciendo tarea con mis amigas!

─ Un partido de quidditch acaba de terminar, por favor, nadie hace tarea. 

Aún no sabía como una niña de once años tenía conexión con un mortifago. Tendría sentido si sus padres son seguidores de Voldemort, como Draco. En este caso, su apellido no revelaba nada.

─ ¡Agh!

Harry jadeó de dolor. Salí de mis pensamientos por un segundo y me di cuenta que la niña lo había mordido en el brazo, la marca de los dientes aún seguían ahí. 

Giré hacia la pequeña rubia, corriendo detrás de ella. Merlín, no tengo mi varita ahora, la deje en mi habitación porque estuve jugando en el partido. Sin embargo, sin magia ni nada por el estilo, logre alcanzarla, casi al final del pasillo luego de bajar las escaleras. La tomé de los hombros con brusquedad, sometiendola contra la pared y mirándola fijamente.

─ ¿Que tienes que ver en todo esto?

─ N-nada ─soltó con voz quebrada ─...solo quería hacer algo bueno y llevarte la carta como siempre...y-yo...¿porque me atacas?

─ ¿Que tienes que ver con ella?

─ ¡Suéltame! ─chilló.

─ ¡¿Que te ofreció ella a cambio?! ¡¿Sabías lo de Nott?!

Para este punto un gran grupo de estudiantes se había acercado para ver lo que pasaba. No me importaba en lo absoluto, tuve que acostumbrarme a todo lo que salía sobre mi, a los rumores y a los comentarios despectivos. Ya no me importa.

─ ¡Me estas haciendo daño!

─ ¡Señorita Lupin! ─la voz de la profesora Mcgonagall se hizo presente, abriéndose pasos por en medio del montón de estudiantes.

Le entregue la carta a la profesora y no dije nada más. Ella abrió el sobre y comenzó a leer el contenido, pasando su vista por cada línea.

─ Señorita Lupin, esto es una carta de su padre, le pregunta sobre su aprovechamiento escolar ─miro a Alyna ─. Disculpe por la actitud de la señorita.

Fruncí el ceño, en verdad creí que...no. Yo tengo razón. La niña tiene algo que ver con mi madre y nada me iba a quitar esa idea de la cabeza. Estaba a punto de protestar, pero la profesora volvió a hablar:

─ Lupin, tendrás que ofrecer disculpas a la joven Davis ─ordenó la maestra─. Lo solucionaremos en mi despacho, así que andando. Los demás, puedes regresar a sus cosas, y señor Potter, puede retirarse.

─ P-pero profesora...

─ Potter, andando.

Yo seguí a la profesora con la cabeza baja, despidiendome de Harry con un movimiento de mano. 

Todo tenía sentido, o al menos en parte. Como se ofrecía a traerme las cartas, las manos manchadas de tinta, y ahora metiendo la carta al sobre. Incluso ella pudo escribirlas, su letra no la conozco, siempre que la ayudaba con sus tareas, era más de hablar. No me sorprendería que fuese ella quien ayudaba a mi madre, ya que Theodore Nott no podía hacer los escritos, yo conocía a la perfección su letra.

Otra cosa que no me queda claro es porque la profesora Minnie no me esté ayudando, incluso me sentí regaña...y luego mi papá preguntando por mis estudios luego de la muerte del abuelo, es muy extraño.

─ Profesora, debo volver con mis amigas...deben estar esperándome. No importa las disculpas, Milan seguro estaba alterada, ella es buena chica.

─ Cariño ─le dijo la profesora ─, no te preocupes. Milan te pedira disculpas y podras volver con tus amigas.

─ No le pediré disculpas...

Dije muy segura, lo último que haré será darle disculpas. Pero cualquier cosa que yo pueda decir, se vio interrumpida por la puerta del despacho.

─ Justo a tiempo. ─señaló la maestra.

Las puertas se abrieron, dejando entrar a...¿tonks?

─ La encontramos, Nymphadora.

─ Si, pero no me llame Nymphadora.

La chica tomo a la niña de los brazos, seguía con su expresión tierna en rostro, se hacía a la inocente, pero yo sabía que algo oculta. Y al parecer la profesora también, y Tonks, lo cual no entiendo y preguntaré despues.

No necesito dormir, necesito respuestas.

─ Milan, Remus te contara todo, lo prometo.

─ Quiero hablar con él.

─ ¡Sueltenme, no hice nada! ─chilló la niña, mientras trataba de zafarse de los brazos de Tonks.

─ ¡Una más y te quedas muda!

Se quedó en silencio, así que Tonks, quien ahora llevaba el pelo de color rosa chicle, empezó a llevarla hacia afuera, sin embargo, cuando estaba cruzando la puerta del despacho, puede escuchar que ella dijo:

─ Adiós, hermana mayor.

─ ¡Ahora si!

Tonks sacó su varita, un brillo salió de esta, pero no supe más. Probablemente un encantamiento silenciador para que la menor no vuelva a hablar.

─ ¡Remus hablara contigo, corazón! ─gritó Tonks desde afuera.

Giré a ver a la profesora.

─ ¿Que sucedió?

─ Eres muy curiosa para esperar una respuesta de tu padre, pero esta vez debes hacerlo. 

─ No entiendo, no me gusta no entender.

─ Ve con tus amigos, Milan. 

Salí del despacho, con la cabeza baja y pensando en todo lo que pasó. Y luego, que era eso de "Hermana mayor". Yo soy hija única.

─ ¿Un abrazo de un viejo amigo?

─ ¡Cédric! ─chillé.

Corrí para encontrarme con él, saltando a sus brazos y correspondiendo al abrazo. En verdad necesitaba esto, hace mucho tiempo no lo veía, y que esté aquí justo en este momento era algo muy bueno.

─ Tonks me dijo que paso

─ Yo siempre pensé que el rarito del grupo era Harry con todo lo que cargaba detrás...pero mira. Madre mortifago, al parecer una hermana. 

─ ¿Hermana?

─ Ella me dijo "Hermana mayor" ─murmuré ─. Y no puedes negar el parecido conmigo.

─ Es como volver a verte en primero. ─soltó, haciendo una voz graciosa.

Seguimos caminando por los pasillos, me dijo que lo acompañara hasta fuera de los jardines, pues tenía que regresar a Hogsmeade ahora que Tonks haría una "entrega rápida".

─ ¿Cómo llevas la licantropía?

Yo fruncí el ceño. ─ ¿Las cicatrices son muy obvias?

─ No es eso ─negó de inmediato, casi disculpándose con la mirada ─. Pero estoy en la orden, a veces escucho cosas...

Confesarle esto a Cedric no era algo que quería evitar, siempre ha sido mi amigo, y sé que él no me juzgaría con esos tontos prejuicios del mundo mágico hacia los de nuestra especie. 

─ No me transformo, si es lo que querías saber. Mi padre dice que soy probablemente el primer caso de transformación así ─conté, recordando lo que papá me dijo ─. El primer mes Snape me dió la poción para contrarrestar algunos sintomas y ya. Solo siento más de la cuenta, y el dolor como si tuviera un transformación, pero sin tenerla.

─ Se que la transformación total es lo peor.

─ Si ─balbucee ─. Crecí viendo a mi padre...no sabes lo duro que fue para él verme así.

Nos quedamos en silencio, no sé en qué momento habíamos llegado a los jardines, pero era tiempo de decir adiós. 

Nos detuvimos al final del camino, lo vi girar hacía mi y paso su brazo por mis hombros:

─ Confía en mí, estarás bien.

─ Gracias. ─sonreí

















Harry me estaba preocupando mucho. Él había entrado muy apresurado a la sala común de Gryffindor, estaba agitado y paso de nosotros cuando le preguntamos qué rayos le pasaba.  Nos ignoró y emprendió camino a su habitación, sin embargo, luego de unos segundos, volvió. 

─ ¿Qué pasa? ─preguntó Hermione.

─ No puedo entretenerme ─explicó jadeando ─. Dumbledore cree que he venido a buscar mi capa invisible. Escuchen...

Comenzó a explicarnos a donde iba y por qué. No hizo caso a los gritos ahogados de Herms ni a las preguntas de Ron, mucho menos en mis mis palabras. Estaba más que preocupada, se que estará con Dumbledore pero...

─ ¿Entienden lo que esto significa? ─concluyó atropelladamente ─. Dumbledoreno estará en el colegio esta noche, de modo que Malfoy va a tener vía libre parallevar a cabo lo que está tramando. ¡No, escúchenme! ─susurró con énfasis cuando lo quise interrumpir ─. Sé que era Malfoy el que gritaba dealegría en la Sala de los Menesteres. Toma. 

Me entrego el mapa del merodeador.

─ Tienen que vigilarlo, y a Snape también. Que los ayude alguien de la ED. Milan, los galeones embrujados aún sirve, ¿verdad? Dumbledore dice que ha organizado medidas excepcionales en el colegio, pero si Snape está implicado, probablemente sepa qué clase de protección es y cómo burlarla. Pero lo que no se imagina es que ustedes estará montando guardia, ¿me explicó?

─ Harry...

─ Milan, no tengo tiempo de discutir. ─me dijo con brusquedad.

Yo negué repetidas veces, acercándome a él para plantarle un beso en los labios. Porque a pesar que quería que él estuviera seguro, se que no lo puedo detener, sin embargo, lo puedo apoyar.

─ Cuidate, ¿si?

─ Lo haré ─aseguró, y sacó algo de sus bolsillos, entregandoselo a Ron ─. Tomen esto también.

─ Gracias. Oye, ¿para qué quiero unos calcetines?

─ Lo que necesitas es lo que está escondido en uno de ellos, el Felix Felicis.Repartanse eso con Ginny o alguien de la ED. Y digan adiós de mi parte. Tengo que irme, Dumbledore meestá esperando...

─ ¡No! ─dijo Hermione al ver que Ron sacaba la botellita de poción dorada ─.No necesitamos la poción. Tómatela tú. No sabes qué peligros te esperan

─ A mí no me pasará nada porque estaré con Dumbledore —le aseguró Harry─. En cambio, necesito saber que ustedes estan bien. Que mi novia y mis mejores amigos estarán bien. No me mires así, Hermione.¡Anda, hasta luego! 

Se fué sin más. En ese momento me froté los ojos, no me había dado cuenta que lágrimas caían por mis ojos.

─ ¿Estas bien? ─me preguntó Ron.

─ Manos a la obra, tenemos trabajo que hacer ─dije, tomando mi varita y  señalando al mapa ─. Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas...

















narrador omnisciente.

Los chicos estaban a punto de irse, sabían que no tenía caso esperar a que algún miembro de la ED apareciera: solo tres de ellos habían hecho caso al llamado de las monedas. Hermione se encontraba afuera con Ron, mientras Milan estaba buscando por toda su habitación a su mascota. Si las cosas salían más, no quería que ella esté por los pasillos. 

Generalmente la encuentra rápido, pero esta no fue la ocasión. Así que dispuesta a no perder más tiempo, se hizo una coleta rápida y salió con el mapa del merodeador y su varita en mano.

─ ¿Algo sobre Malfoy?

─ No ─le respondió a Hermione, mientras salían de la sala común ─. Supongo que está en la sala de Menesteres.

─ Tenemos que custodiar bien el pasillo. ─añadió Ron.

─ Envie a Neville y a Ginny ahí, nos encontraremos con ellos ─comenzó a contar Milan, sin despegar su vista de la sala común ─. Le dije a Luna que con discreción haga que sus compañeros se queden en la torre de Ravenclaw. 

─ Me das miedo cuando estas muy seria. ─murmuró el pelirrojo, mientras la rubia no le presto atención a su comentario, simplemente aceleraba el paso para llegar más  rápido a aquel pasillo de la sala de menesteres.

─ Tengo miedo que mi mamá aparezca ─confesó ─. Puede ser mi fin, por mi encerraron a su hija querida.

Ron y Hermione fruncieron el ceño. No habían entendido que había querido decir Milan, y con justa razón, ella no les había contado lo que pasó en el despacho de la profesora Mcgonagall. Harry era el único que sabía, y habían acordado que le dirían a los otros dos chicos cuando la información este confirmada.

─ Olvidenlo ─mencionó luego de unos segundos, y siguió avanzando ─. Herms, Luna ya está dirigiéndose al despacho del profesor Snape, te quiero mucho, cuidate, nos casaremos luego de esto. 

─ Ustedes tambien cuidense. ─soltó Hermione, plantando un beso rápido en la mejilla de Milan, y luego en la de Ron, este último se sonrojo un poco, pero en ese momento nadie pudo burlarse de él.

Así que Milan y Ron luego de despedir a su amiga, llegaron rápidamente a su encuentro con Ginny y Neville, quienes se habían colocado detrás de una vieja estatua.

─ ¿Algún movimiento?

─ Nada, Milan. ─respondió Neville.

Ella se sentó en el suelo, colocando el mapa del merodeador en su regazo, viendo si algo extraño relacionado con Draco Malfoy aparecía, pero nada. 

Casi media hora despues, pegó un brinco del susto. Era Sookie quien había aparecido, tenía un collar de oro en las manos y una nota de papel que había sido atada al dije del collar.

─ Maldita. ─refunfuño, pues estuvo buscando a su mascota por todos lados y no aparecía.

Tomó la nota entre manos:

Adiós.
Te doy consejo, nunca te vistas en azul, te queda mal, y no salgas de tu sala común esta noche.

Como si la nota supiera su ritmo de lectura, apenas termino, esta comenzó a quemarse, desapareciendo en unos segundos. 

─ ¿Que era? ¿Alguna nota de...ya sabes? ─preguntó Ron y ella negó.

─ Creo que era una broma, decía que no me vista de azul, que me queda mal ─contó, y luego sacudió su cabeza, mirando a su escarbato ─. Sookie, ve a la sala común y encierrate en el baúl.

La pequeña criatura obedeció por primera vez en toda su vida, y desapareció al final del pasillo.

Los chicos siguieron vigilando a Malfoy, pero Milan solo pensaba en quien podía ser dueño de la nota, tenía dos sospechas, pero no estaba muy segura. De todas formas, no se quedaría encerrada en su sala común, pensaba ayudar aquí, y pelear si fuera necesario.

¡Escóndanse! ─soltó Milan en voz baja, tirando del brazo de Ron cuando vió la puerta abrirse.

No habían sido lo suficientemente rápidos, Malfoy había logrado ver cómo La chica Lupin empujo a alguien hacia detrás de una estatua, y luego ella se metió.

El joven Malfoy miró una vez más hacia dentro de la sala, y sin dudarlo más, metió su mano a una bolsita de tela, tirando hacia adelante un polvo de color negro.

Los chicos no podían ver nada, era como si su vista hubiera sido totalmente bloqueada, todo poseía una oscuridad que nunca antes habían experimentado, aunque Ron y Milan reconocieron esto como polvo peruano de oscuridad instantánea. Fred y George lo vendían.

Ron tomo la mano de Milan ambos esperaban que al igual que ellos Neville y Ginny estuvieran juntos y no salieran de su escondite, era peligroso hacerlo en estos momentos, porque incluso si no podían ver nada, si podían escuchar. Eran gritos de felicidad y pisadas muy fuertes, como si estuvieran decididos a ir por su cometido.

Parecía que esa marcha era interminable, y habían llenado todo el pasillo. Guiados por Draco, quien llevaba su Mano de la Gloria, haciéndole posible ver incluso en toda esta oscuridad.

Cuando los pasos se escucharon un poco más lentos, Milan se atrevió a pararse de donde estaba y levantó su varita, conjurando Lumus, o incendio, o cualquier hechizo que les diera una fuente de luz, pero nada parecía funcionar.

Ginny y Neville con mucho esfuerzo consiguieron avanzar junto, estaban justo detrás de Milan y Ron.

─ ¡Ginny, tu mano! ─ordenó Milan, estirando su brazo en todas dirección para lograr toparse con la de la pelirroja.

Afortunadamente unos segundos despues la encontró, así que haciendo una especie de cadena, y guiándose por la intuición de Ron, llegarón a un pasillo iluminado. 

El cuarteto de soltó de las manos, recobrado la respiración porque en todo el ajetreo habían corrido y se habían chocado muchas veces. Además que aunque escucharan a los mortifagos pasar por su lado, no podían echar maldiciones, corrían el riesgo de darse entre ellos, o que un hechizo rebotará.

─ ¡Papá! ─chilló Milan, corriendo a los brazo de su progenitor.

El hombre pasó su brazo por sus hombros y la atrajo hacia él con un suspiro de alivio, mientras su hija con ayuda de los demás, les contaban lo que había pasado.

Milan en ese momento sacó el mapa del merodeador, pero antes que pueda señala donde estaba ahora Malfoy, escucharon un fuerte golpe proveniente de la Torre de Astronomía.

Los de la Orden no se lo plantearon mucho y comenzaron correr hacia el lugar, junto a los más jóvenes: Neville, Milan, Ron y Ginny.

No mucho despues empezaron a batirse duelo contra los mortifagos. Uno de ellos en particular subió a la torre, sin embargo, regreso segundos despues a seguir combatiendo.

Con varita en mano, Milan evitaba maldiciones y lanzaba hechizos para poder correr y no ser atrapada. Ella aún no sabe cómo en medio de todo el alboroto logro escuchar aquella voz, pero lo hizo, y agradece ello.

¡Ya quería volver a verte, Remus!

La voz Mihrimah llamó la atención de Milan, quien giró con desespero, buscando con la mirada de donde provenía. La mujer lo había sometido entre sus brazo, tenía uno de ellos presionando la garganta de Remus Lupin, y le apuntaba con la varita. 

Milan esquivó un par de maldiciones, acercándose lo más que podía, apuntó con su varita hacia la mujer y lanzó el primer hechizo que se le ocurrió:

¡Diffindo!

Un corte profundo comenzó a hacerse en el brazo de Grey, quien se vió obligaba a soltar su varita, pero aún no a Remus. El hombre estaba rojo, probablemente porque empezaba a experimentar la falta del aire en sus pulmones.

La chica levantó una vez la varita, murmurando un hechizo que nunca antes había probado, pero vió que Dumbledore lo uso con Umbridge el año pasado: Descarga defensiva.

Las manos de Mihrimah ardieron como si hubiera tocado una tetera caliente, y Milan aprovechó esto para recoger la varita de su padre que yacía en el suelo, y tirar de él para alejarlo de ahí.

─ ¡No mueras! ─le gritó Milan a Remus mientras corrían.

─ ¡Ni tú! ─le respondió, y terminaron separándose gracias a maldiciones que iban en su contra.

Milan buscaba a Draco, pero no lo veía. La chica también buscaba a sus amigos, no quería que ninguno de ellos terminara malherido, todos ellos eran como una familia para ella.

Batiéndose a duelo con un mortifago joven, Milan estaba suficientemente entretenida, él chico era muy bueno, aunque no podía ver su rostro. Tenía la cara cubierta con una máscara como la mayoría de mortifagos, pero la rubia calculaba que debía tener menos de veinte años.

Lanzando hechizos, siguió ahí, pero no dejaba de mirar a todos lados, y afortunadamente lo hizo, de otra manera no se habría enterado que Greyback estaba a punto de lanzarse contra la menor de los hijos Weasley.

Ella sin pensarlo, abandonó su duelo actual, pero eso le costó que con quien peleara le lanzara una maldición que hizo que su cuerpo se estremeciera, como si le hubieran lanzado una descarga eléctrica que llegaba hasta sus huesos, sin embargo, no se detuvo. No iba a dejar que una de sus amigas pasara lo mismo que ella.

Empujó a Ginny hacia un lado. Milan planeaba salvar a Ginny, y lo había hecho, pero no contaba con que se quedaría sin ideas de hechizos para lanzarle al hombre lobo causante de sus cicatrices.

Levantó la varita y lanzó un par de embrujos, pero el licántropo los evadía con facilidad. Estuvo a punto de lanzarse contra ella, de hecho, lo hizo, pero Milan en ese segundo no supo como no sintió el golpe, ni el ardor por nuevas cicatrices.

Abrió los ojos que había cerrado segundos antes, y miro como Bill Weasley se había puesto en su lugar, con valentía y en son de protegerla, había recibido el impacto del hombre lobo, que rasgaba su piel como si de un juego de niños se tratase. El hombre Weasley no podía levantarse, porque cuando lo intentaba, Greyback lo empujaba con brusquedad hacia el suelo, volviendo a rasgar su piel y comenzando a morderlo.

Lupin menor paleo el suelo, buscando su varita, la cual se cayó al suelo cuando fue empujada por Bill. Y una vez la tuvo en sus manos, apuntó al hombre lobo y gritó con firmeza un:

─ Depulso.

Greyback salió volando por los aires, y Milan no dudo en correr hacia el chico que yacía inconsciente en el suelo. Quiso ayudarlo, pero otra vez ese mortifago con el que peleaba antes volvió a por la segunda ronda, pero ella tenía planes más importantes, y más cuando vió aquella cabellera blanca entre tantas maldiciones que corrían por la sala.

─ Otro día peleare contigo. ─dijo en tono burlón, echándose a correr en dirección a Malfoy.

Ella no contaba que la tomaran de los brazos, evitando que fuera.

─ ¡A las escaleras! ─gritó con todas fuerzas, para que los miembros de la Orden estuvieran alerta a Malfoy, sin embargo, esto también jugó en contra, porque los demás mortifagos siguieron a Draco, protegiéndolo hasta que subió a la torre.

Milan tiró una patada a quien la tenía presa, y luego uso Diffindo para hacerle corte en los dedos y manos al chico, y así no pudiera usar su varita contra ella.

No mucho despues le pareció que vio a Snape, pero tuvo que esquivar una maldición, y no vió más a su profesor.

Los miembros de la orden intentaron subir detrás de Severus, pero lo único que obtuvieron fue un gran golpe, porque existía una barrera invisible que les impedía el paso.

Minutos despues, y entre más hechizos, batallas, maldiciones, se vió una gran nube de polvo. Snape y Draco salieron de ahí, pero ningún miembro de la orden los atacó, pensando erróneamente que eran perseguidos por mortifagos.

Y hablando de mortifagos, una segunda batalla se dió con la huída de estos últimos.

















─ Harry.

Llamó Milan mientras se acercaba, siendo objetivo de las miradas de todo alumno y profesor de Hogwarts. 

La voz de la rubia hacía eco por todas partes, es lugar se había convertido en una zona completamente silenciosa, donde incluso el sonido de una aguja cayéndose se podría escuchar. 

La muerte de Albus Dumbledore había conmocionado a todos, a Harry más que a nadie. Pero Milan siguiendo una orden de profesora McGonagall (y su propio corazón), vino a llevarse a Harry. Así que ella se agacho un poco, solo para tomar la mano de su novio y tirar de él.

─ Vamos, Harry.

─ No.

─ Vamos. ─dijo con más firmeza, terminando de tirar a Harry.

El chico sentía como una pequeña mano tomaba la suya, y ahora empezaba a guiarlo por medio de los miles de alumnos. Estaba tan envuelto en la tristeza, el enojo y la decepción, que se demoró en darse cuenta quien lo llevaba. Aunque no fue muy difícil, incluso si fuera ciego, aquel aroma a pintura y chocolate.

Levantó la mirada y veía a Milan Lupin adelante. Ella tenía en una mejilla un pequeño corte, su rostro blanquecino estaba manchado de suciedad, probablemente por la batalla en la Torre de Astronomía. La chica tenía su blusa blanca destrozada en la parte de su abdomen, pero aun así, de alguna manera, lograba verla con los mejores ojos, y aún no se explica como su olor característico seguía intacto luego de todo lo que pasó.

─ La profesora McGonagall me dijo que vayamos a la enfermería.

─ No estoy herido.

─ Mi papá y los demás están ahí. ─terminó de contar, sin devolver la mirada.

─ ¿Tu estás herida? ─preguntó Harry, incluso con algo de miedo. Por alguna razón creía que Milan estaba enojada con él.

─ Estoy bien. ─sonrió, aun sin girar a verlo.

─ Milan...¿mataron a uno de los nuestros, ¿verdad?

La rubia paró su caminar y giró sobre sus talones. Ella sonrió con la calidez de siempre, y negó levemente.

─ A ninguno de los nuestros.

─ Pero la Marca Tenebrosa... Malfoy dijo que había pasado por encima de uncadáver.

─ Lo sé, lo sé ─repitió ella, haciendo una mueca mientras recordaba el momento ─. Se trata de Bill, pero él no murió. Me salvo.

─ ¿S-salvo?

─ Sí ─asintió ella ─. Greyback apareció, quería atacar a Ginny, salvé a Ginny, y Bill me salvo a mi.

─ ¿Segura que estan bien?

─ Ginny y yo si. Bill está un poco molido, pero nada más.

Antes que Milan hubiera podido llevarse a Harry por fin a enfermería, este último se lanzó a los brazos de su novia, quien luego de un par de segundos, correspondió al gesto.

Ambos necesitaban eso, necesitaban sentir el calor del otro en estos momentos. Los dos se aferraron al otro como si su vida dependiera de ello. De alguna manera habían sufrido a sus respectivos niveles esta noche, y necesitaban entrar a ese lugar seguro:

Su amor.

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