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❛ʜᴏɢᴡᴀʀᴛs❜
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CAÍAN; las hojas que habían tomado colores primaverales caían de esos grandes árboles que decoraban las calles de Londres, aterrizando en el suelo o incluso en las cabezas de las personas que caminaban por allí... esos individuos que se dirigían a distintas partes de la ciudad con diferentes, -o no exactamente iguales-, objetivos. El semáforo marcó en rojo, causando que todos los autos frenaran y que ello atrace la llegada de los Cassday a la estación de tren; en donde la menor tendría que dirigirse hacia la escuela de magia y hechicería, Hogwarts. Siendo primero de Septiembre comenzaban las clases.

Habían tardado treinta minutos en llegar, a su suerte habían salido de su hogar a las diez y cuarto; un horario 'tarde' se podría decir, pero justo a todo. Diferenciando a la hora que se levantaban la diferencia era leve, tres horas adelantadas para ser específicos; y eso que no habían desayunado o preparado todo en ese instante, solían planificar todo unas doce horas antes... en ser lo posible antes de ese límite. Volviendo al tema la pequeña familia poderosa había llegado a la estación, dirigiéndose a uno de los muros que los llevaba al andén 9 3/4; en aquel él expreso de color escarlata de Hogwarts se encontraba, preparado para partir a la escuela. A la familia no le costó para nada pasar hacia aquel andén, ya sabían las indicaciones para lograr aquello; sin embargo un poco de miedo se reflejaba en el interno de Gwendolen, la pequeña que arrancaba su primer año en ese Instituto... sin saber que sería tan increíble.

— Muy bien pequeña, en diez minutos partes a Hogwarts. — Habló su madre, que llevaba de la mano a su hija a la puerta de el tren. — ¿Emocionada?

— Sí mami, estoy muy emocionada, muero por llegar. — Respondió la pequeña pelirroja, causando ternura en los que miraban la situación.

— Quiero que me prometas que te vas a cuidar, Gwen, y que para nada en el mundo harás algo estúpido. — Esta vez habló él padre.

— Te lo prometo. — Aseguró con entusiasmo. — Nos veremos en Navidad, ¿cierto, papi?

— Claro, pequeña. Juro que nos veremos en navidad.

— Ahora danos un abrazo y sube al tren, que el éxito te espera — Se despedía la madre. — Mantennos informados ante todo tipo de situación.

— Por supuesto. — Dijo por última vez la de cabello pelirrojo, dándole un fuerte abrazo a la pareja que tenía de padres y luego subir con rapidez al expreso.

Al entrar no sé podía ver mucho; era un pequeño pasillo y a sus costados una variedad de vagones, donde las personas iban y se sentaban a hablar con sus compañeros o incluso conocen a gente nueva. La pelirroja empezó a observar estos, intrigada en conocer a cada persona que se encontraba sentada, pero uno en especial le llamó la atención; provocando que se acercara. Se trataba de un castaño. Aquel estaba mirando la ventana, solo en el compartimiento. Al parecer el chico estaba tan distraído en ver por la ventana que no notó la presencia de la joven, causando que está carraspeara la garganta y que los ojos claros de su contrario se fijaran en ella. Tras ver a tal chica pelirroja el castaño lanzó una sonrisa encantadora.

— ¿Ocurrió algo? — Preguntó este aún algo confundido y distraído.

— Me preguntaba si podría sentarme aquí. — Comentó la chica, sintiendo como el motor de el tren estaba apunto de prenderse. — O puedo irme a otro vagón, no pasa nada.

— Nah, pasa. Un poco de compañía no hará daño... no eres peligrosa, ¿cierto?

La chica solo rodó los ojos, soltando una pequeña sonrisa y sentándose frente el chico. Ya tenía ganas de llegar pero según lo que había leído el viaje duraba mucho, al punto de que él tren llegaba por la noche para cenar en el castillo; seguramente se le pase rápido con su acompañante.

— Y... dime, desconocida, ¿cómo te llamas?

— Gwendolen Cassday — Respondió rápidamente. — ¿Tú eres...?

— Abraxas Malfoy, un encanto conocerte. — Dijo este.

— El encanto, al parecer, es mutuo.

El chico se quedó un tanto pensativo, buscando algunas palabras 'encantadoras' para su contraria. Al fin y al cabo lo soltó. — Me alegra eso, señorita Cassday... o podría decir mi Alteza.

— ¿Tú Alteza? Merlín, Abraxas, que apodo tan... raro. — Opinó, fijándose más en los ojos de su contrario.

— Mi mami dijo que los Cassday soy una especie de raritos que reinan el mundo mágico. — Fue sincero, elevando sus cejas. — ¿Quieres contradecir a mi mami?

— No, de hecho, tiene razón. Somos una familia de locos y raritos que reinan y van a reinar para siempre este querido mundo mágico.

— ¡Esa es la actitud, pelirroja! — Exclamó sonriendo, mientras que una risa se escapaba de sus labios.

































Ya habían llegado a él famoso Hogwarts, instituto que enseña magia. Luego de cruzar el lago los de primer año se encontraban admirando la entrada de aquel Castillo, cual los esperaba con la puerta abierta. Una mujer canosa con unos ojos intensamente blancos salió de aquella, causando que todos los presentes giraran la vista a aquella.

— Muy bien, primer grado. — Habló por primera vez la profesora. — Mi nombre es Dahlia y soy la profesora de transformaciones, vengo a guiarlos hacia el gran comedor. — Se presentó amistosamente. — Les pediría por favor que formen una sola fila y me sigan, ya dentro de esa sala permanecerán con él orden en cierto lugar que les diga. — Hizo una pausa. — Lo demás lo explicará el director dentro, ahora armen las filas.

Los alumnos le hicieron caso a la profesora y acto seguido avanzaron, -aún con ese orden-, hacia un lugar. Más se acercaban cientas de voces se escuchaban, provenientes a la dirección en la que iban. Unos pasos y entraron a el famoso gran salón, muchos hipnotizados por las velas flotando y el cielo visto a causa de un hechizo... locos por las lunas.

— ¡Bienvenidos a otro año nuevo en Hogwarts! — Exclamó un señor barbudo. — Mi nombre es Albus Dumbledore y soy el director de la escuela. — Decía aquel mientras otra señora colocaba un asiento y arriba un sombrero algo viejo y desgastado. — Los de primer año serán llamados y por uno irán a aquel banco para ponerse el sombrero, una vez que su casa sea asignada irán a la mesa de ella.

El discurso se finalizó y de repente el sombrero abrió su gran boca, sorprendiendo a todos los de primero mientras se preguntaban que haría aquel. Para el encanto de varios este se piso a cantar... pero para otros no fue nada más y nada menos que una molestia, como para Gwen.

— Pff... sombreros hablando. — Se quejó el que estaba delante de ella, Abraxas.

— Una total molestia. — Soltó la chica pelirroja que estaba detrás de el, con cierta sonrisa falsa en su rostro. — Ni siquiera sabía que existían.

A su contrario sólo se le escapó una risa y esperaron a que porfin el sombrero cerrará su gran boca, lo que también esperaban otros. Ya luego los estudiantes comenzaron a ser llamados uno por uno, y el nombre de Gwen no tardó en ser mencionado.

Cassday Gwendolen. — Llamó la voz femenina, dejando boqui-abiertos a todo el mundo luego de decir el apellido de esta.

La pequeña chica algo tímida caminó directo a el taburete y se sentó, antes de que le pusieran el gran gorro puntiagudo en la cabeza... — ¡¿Qué tenemos aquí?! Una verdadera sorpresita, seguramente te preguntas porqué todos te miran. Veamos, veamos; ¡pero que astucia! No hay duda de que... ¡SLYTHERIN!

Ya después de ese grito los de la casa estallaron a aplausos y silbidos, de paso la chica se acercaba con una sonrisa triunfante y se sentaba alado de una chica que parecía mayor que ella, quizá uno o dos años más tenía... pero algo que le llamó la atención de esta era su ropa desgastada y el polvo que tenía en la nariz. Los nombres y apellidos seguían pasando, así que entonces la ceremonia seguía y seguía. También llamaba la atención que la mayoría quedaba en Gryffindor, una casa que según los padres de Gwen significaba que no sabía con que casa quedarte y era una pérdida de tiempo, una casa de verdaderos honores para alguien puro como ella tenía que ser Slytherin.

La chica siguió viendo como sus compañeros de curso eran elegidos, pero había uno en especial que le había llamado la atención... y el nombre no paraba de retumbar en su cabeza. 《Riddle Marvolo Tom》 decía aquella. Se trataba de un chico de pelo negro... muy negro podría decirse... pero con ojos tan claros como la mismísima agua cristalina, algo que se notaba a distancia. El sombrero no llegó a tocar su cabeza que gritó '¡SLYTHERIN!' a todo pulmón, algo verdaderamente impresionante. Y a pesar de que seguía otra persona la pelirroja no quitó sus ojos café de él, de Tom, porque había algo que malditamente la había hipnotizado... y no de una manera normal.

¿Qué les pareció? Ah. Normalmente no suelo hacer esto pero bueno.

¿Amor a primera vista? Mmmh... no creo mijos.

Gracias por leer, los amo.

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