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❛ʀɪᴅᴅʟᴇ❜
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LA jovencita veía llegar a aquel pelinegro a la mesa donde estaba, y justamente a dos personas de ella. No supo que hizo pero el olor a perfume de este llegó rápidamente a sus fosas nasales, dejando a la pelirroja más hipnotizada que antes... casi embriagada con aquel. De repente una voz grave llamó su atención, provocando que esta chica volteara hacia aquella reconocible voz, sí, se trataba de un nuevo discurso del director Albus. Gwen algo shockeada pestañeó múltiples de veces, recuperando la conciencia y pudiendo escuchar de manera correcta a Dumbledore, quien parecía ver a todos los alumnos de manera igual.

— Queridos alumnos, llegó la hora del banquete. — Anunció, mientras que con un movimiento de manos la comida aparecía en cada mesa.

Los estudiantes quedaron estupefactos al sentir aquel olor a comida; papas fritas, pavo, carne, pasteles, golosinas y mucho más estaba repartido en toda la mesa, con ciertos tonos llamativos que hacían tener más ganas de comer lo presente. Así que no lo dudaron, y agarraron lo que querían para servirlo en su plato antes de darle un mordisco. Alguien que no parecía tener tanta hambre era el chico Riddle que había causado ser interesante a los ojos de la Cassday, haciéndolo más interesante y quizá misterioso... raramente la pelirroja no sacaba su mirada del pelo de él chico, a pesar de estar á dos personas sentía como que estaba alado de ella.

— ¡Oye tú, pelinegro! — Llamó Gwen, recibiendo la mirada de quien quería.

— ¿Yo? — Preguntó confuso aquel, esperando la respuesta de su contraria.

— Sí, tú. — Respondió con cierta obviedad. — ¿cómo te llamabas?

— Lo acaban de decir, pelirroja. — Dijo otra persona, metiéndose en la conversación.

— ¡Cierra la boca, metido! — Exclamó ofendida. — ¿Responderás, pelinegro?

— Eeeh... ah, sisi, soy Tom. — Habló rápidamente el mencionado, un poco perdido en los ojos café de su contraria. — ¿Y tú quien eres?

— Soy Gwendolen, un gusto. — Se presentó respondiendo su pregunta reciente. — ¡Oigan ustedes dos!, Sí, ¡ustedes los que están juntos! — Decía llamando a los que estaban entre ella y el pelinegro ojos claros. — Muevan sus traseros, por favor.

Aquellos al saber de quien se trataba hicieron caso y se fueron a otra punta de la mesa, cuando para los ojos de la chica pelirroja no hacía falta por la razón de que pudieron intercambiar lugares. Pero al fin y al cabo aquella tuvo lo que quiso, estar alado de su serpiente Riddle cual la miraba aún perdido.

— ¿Por qué tanto drama para sentarte alado mío? — Interrogó con curiosidad Tom.

— Porque quiero conocerte, ¿algún problema, Tom?

— Ehmm... supongo que no, pero, ¿por qué a mí? — Se le hizo raro. No solían prestarle atención a aquel en ningún momento, nunca fue de ser llamativo. — Si buscas algo interesante créeme que no soy la persona adecuada.

— Lo raro de todo esto, querido amigo, es que yo siento que nos conocemos... — Musitó con incredulidad. — y se hace tan molesto el apenas ver a alguien y pensar que puede ser aquella persona que levante tus ánimos.

— ¿Te sientes mal? ¿quieres que le avise a algún profesor?

La chica suspiró molesta al recibir tantas preguntas y rodó los ojos. — No preguntes tanto, al menos dime tu nombre completo...

— Lamento si te intimidó mis preguntas, es so-... — No pudo terminar de hablar, pues, fue interrumpido por su conocida.

— Nunca pidas perdón por algo que no hiciste. A mí nadie me intimida. — Aclaró la joven. — ¿Puedes responder mi pregunta?

— Ah sí, soy Tom Marvolo Riddle. — Dijo este con una sonrisa. — Por cierto, Cassday, bonito cabello.

— Muchas gracias, Riddle. Bonitos ojos.

La conversación finalizó y ambos siguieron cenando, a la par de sus compañeros de casa; La diferencia es que los otros seguían hablando. Unos minutos más tarde, -cuando la mayoría había terminado de comer-, el profesor dió un simple aviso de que el bosque estaba totalmente prohibido ya que allí se encontraban criaturas salvajes y hambrientas. Las serpientes se fueron de aquel salón, junto a la prefecta Dorea quien llevaba a los niños de primero a su sala de casa. Tuvieron que caminar varios minutos, hasta por fin llegar a una puerta algo grande que se encontraba cerrada. La prefecta dijo una palabra y el mueble se abrió, dejando ver un gran salón con diferentes cosas de decoración. Una estufa, varios sillones, una mesita de cristal, una lámpara y más se podían observar de lejos; pero lo que más llamó la atención es un pasillo algo pequeño que a mostraba varias puertas.

— Chicos, una fila a la izquierda. Chicas, una fila a la derecha. — Ordenó la mujer castaña, antes de que le hicieran caso. — Los niños irán hacia el pasillo de el lado izquierdo, y encontrarán varias puertas que tendrán sus nombres. Lo mismo con las niñas de el lado derecho.

Tras ello los individuos se dividieron por género, buscando aquella entrada a la habitación. Unos tardaron más que otros en encontrarla pero lo bueno es que lo habían hecho. Según vieron las personas por cada cuarto eran dos, contando con veinte puertas en total; las cantidades eran exactas y específicas, divididas de la misma forma. Cuarenta alumnos de primer curso, veinte chicos y veinte chicas... como sea, ya todos estaban en sus respectivas habitaciones con su compañero. A Gwen le había tocado con una chica de cabello extraño, aquel tenía partes de un color celeste crema y en otras era como un marrón oscuro; este llamaba la atención, pero a la vista de cualquiera era muy bonito, incluso pidieron tocarlo varias veces en el gran comedor. Ambas chicas se quedaron viendo, las dos pensando que decir o hacer, sin movimientos ni parpadeos.

— Soy Elizabeth Lestrange. — Se presentó la chica, rompiendo el hielo. — Tu debes ser Gwendolen, ¿cierto?

— Sí, soy yo. Mucho gusto. — Respondió.

— El gusto es mutuo, querida. — Confirmó mientras se dirigía a un armario, dándole un leve vistazo.

La pelirroja se quedó un tanto confusa y pudo mirar otro armario, sí, eran dos armarios en una habitación. Elevó las cejas con curiosidad y se acercó a este, abriendo aquel y mirando todo lo que tenía. Un uniforme y pijama, genial, era el pijama que sus padres le habían mandado. Una leve sonrisa se escapó dejándose ver en su fino rostro, sin dudar en tomarlo y mirar a su contraria.

— Iré a cambiarme, Eliza. — Comentó. — No entres al baño.

Tras ese aviso fue a aquel y ya estando en este cerró la puerta con una traba, por las dudas de que su contraria se olvide y quiera pasar. Aunque Gwendolen no tardó mucho en cambiarse, quizá unos cinco minutos, pero no fue la gran cosa. Cuando salió observó a su contraria ya dormida, ¿tanto había tardado? Quizá la Lestrange se dormía demasiado rápido, o quizá la Cassday tardaba demasiado. Sea cual sea la respuesta era hora de dormir, y la pelirroja hizo lo mismo que su compañera... mañana empezarían las clases y moría por demostrar lo buena que era.























Era un día nuevo, dos se septiembre, el aire primaveral ya se hacia más presente que el día anterior y se sentía al ver las hojas caer cada vez más. Los alumnos iban directo a el gran comedor para comer algo y de paso, recibir los horarios de las clases. Unos murmuros se hacían presente cada vez más, Gwen por lo que había escuchado hablaban de ella y su familia, muchas cosas malas y pocas buenas... algo harta le había gritado a dos personas sobre el porqué se metían pero se tranquilizó, apenas llevaba un día en Hogwarts y ya rumoreaban cosas que para el oído de cualquier persona lógica era sumamente tonto. La chica al fin llegó a el comedor y se sentó junto a un pelinegro que le resultaba conocido, sí, Tom Marvolo Riddle. Una sonrisa inconciente se escapó de los rojizos labios de la pelirroja, haciendo que su contrario volteara un poco la cabeza para verla.

— ¡Hey, chica Cassday! — Saludó este con su 'perfecta' sonrisa.

— Riddle, ¿cómo amaneciste? — Preguntó la nombrada anteriormente mientras agarraba una tostada.

— Perfecto, amanecí perfecto. — Contestó. — ¿Y tú?

— Yo amanecí con Merlín de mi lado. — Contó antes de darle un mordisco a su comida.

Marvolo sólo soltó una risita y siguió hablando con el resto de sus nuevos amigos, al parecer el chico conocía muy rápido a las personas y transmitía una confianza que no cualquiera podría hacerlo. La pelirroja, al contrario, era más reservada y no era de hacer tantos amigos por miedo a que la lastimen; en pocas palabras no le abría su corazón a muchos, pero cuando sentía al menos un poco de confianza era ella misma; la chica alegre y cariñosa que pocos sabían que existía, entre ellos; sus padres.

Los alumnos tardaron un poco en desayunar y recibieron los horarios de sus respectivas clases. Gwen tan sólo rió, tocaba su clase favorita... o la que más le llamaba la atención; historia de la magia. Los ojos oscuros de esta soltaron un brillo al leer aquello y después de terminar su desayuno salió de aquel gran comedor, leyendo las indicaciones sobre donde quedaba la famosa clase que tanto le encantaba. No era de perderse mucho, a su suerte siempre encontraba lo que quería, y eso justamente hizo que llegara primera a el salón... pero los demás no es que llegaron tan tarde, sólo dos minutos después que la jovencita, ni más ni menos.

Bueno bebés, este fue el segundo capítulo de la maravillosa novela. Sinceramente creo que participaré en los Wattys ah, no lo sé...

Gracias por leer, los amo.

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