Capítulo -IV Callejón sin Salida

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En el salón de operaciones un bisturí corta la piel de una mujer mientras el Nessun  Dorma de Giacomo Puccini suena de fondo, dando a aquel lugar un aspecto siniestro y de muerte. Mientras la música va in crescendo la piel de la mujer se abre y separando órgano por órgano encuentra el tumor que parece estar menguando la vida de la paciente.

Con la precisión de quién ha hecho eso vientos de veces retira la masa maligna, reacomoda los órganos en sus respectivos lugares y cierra la herida por donde segundos antes había retirado el tumor canceroso de una joven de no más de 25 años.

Cuando termina recibe una palmada en el hombro por parte de su compañero de salón y las felicitaciones de todos los que acaban de ver la hazaña que acaba de lograr.

Jonathan Rodes, el cirujano de más renombre y prestigio del hospital universitario de Washington. Todos quieren que sea él quien opere a sus seres queridos ya que representa un 99.9 porciento de que los mismos vuelvan a su vida antes de cualquier enfermedad que requiera cirugía. Cada mes el Doctor Rodes recorre algunos centros médicos del país y da conferencias, talleres y clases dónde todos quedan maravillados. Lo que nadie sabe es que en cada una de esas ciudades queda tras su partida un cuerpo que pocas veces encuentran y cuando lo hacen nadie lo puede relacionar con él. Nadie sospecharía que una eminencia en medicina pueda ser también uno de los mayores asesinos en serie que ha visto Estados Unidos en mucho tiempo.

Su lema interior era que la sociedad conocía solo a los asesinos seriales que habían fallado y que los monstruos como él seguían en las sombras haciendo la vida de los americanos un poco más entretenida.

Su más reciente conferencia había sido en la ciudad de Lawrence - Kansas donde había dejado para su querida Ámbar el cuerpo que dió inicio al nuevo juego de poder entre él y la Unidad de Análisis de Conducta del FBI. Misma que años antes trató de detenerlo. Ahora volvería al ruedo y analizaba que si antes no pudieron pararlo cuando no tenía a nadie dentro del buró de investigaciones, ahora, con alguien entrenada por el jugaba con mucha más ventaja.

Había visto como su pequeña pupila se abría camino entre los mejores agente para llegar a ser parte de la élite que se graduaría algunos años después. Sabía deL  amorío que mantenía con su jefe y también sabía que cuando quería se llevaba a la cama a la mujer del mismo. Conocía del asesinato de si compañero de estudios, el hijo de una alcaldesa que se metió en su camino y no vivió para contarlo. Jonathan disfrutaba con cada una de las cosas que hacía su cómplice y aprendiz y lo qje más le gustaba de todo era la facilidad con la que lograba manipularla para que ella hicoera justo lo que él quería en el momento que el dijera. Jonathan era el perfecto maestro titiritero y Ámbar la marioneta cuyos hilos movía a su antojo.

Por otra parte estaba el agente Black que se negaba a dejar este mundo y aún se encontraba en estado vegetal tras su fatídico encuentro donde creyó que sería el elegido y ganador. Pobre hombre contra J nunca tuvo oportunidad de hacer nada. La oportunidad de matarlo mientras estaba en estado vegetativo se había dado una y otra vez, un simple cambio de medicamento o una inyección letal y todo se habría acabado, pero Jonathan no encontraba diversión en eso, quería que, si algún día despertaba viera que falló en su intento de detenerlo y nada pudo hacer para detener los asesinatos que siguieron sucediendo mientras el se encontraba yaciendo en la cama de un hospital siendo cuidado por el mismo hombre que lo puso en esa situación.

Jonathan era una mente maestra si de cubrir sus pasos se trataba, siempre haciendo algo que nadie sospechaba e incriminando a personas que nunca habían tenido nada que ver con sus víctimas y muestra de eso era el doctor que acababa de llegar a las oficinas improvisadas donde la bella Ámbar y el agente Desmond lo esperaban para realizar un pequeño interrogatorio que sin saberlo los llevaría de vuelta a la casilla de salida, al punto de partida donde no tenían nada en concreto.

— Buenas tardes agentes, mi nombre es Michael Peyton, fui llamado para comparecer ante ustedes con carácter urgente. ¿Me explican el por qué de que sus agente interrumpieron en mi consulta y casi me traen a rastras a kilómetros de distancia de dónde originalmente vivo? — el doctor estaba visualmente molesto y el tono de sarcasmo se notaba en cada una de sus palabras.

— Disculpe a los agentes que lo fueron a buscar doctor Peyton, algunos de ellos no tienen las maneras correctas para tratar con otros profesionales — habían Sido las palabras de Desmond pero poco le importaba cómo había sido tratado el doctor. Si algo tenían en común Desmond y Jonathan era su falta de empatía, parece que Ámbar tenía un tipo de hombre.

— Si, si, todo eso importa poco, solo quiero saber porqué fui prácticamente arrastrado hasta este lugar— bramó el doctor que aún no salía de su papel de indignado.

— El motivo es sencillo Doctor Peyton, en una investigación que estamos llevando a cabo con respecto a un asesinato ocurrido hace algunos días salió a relucir que la cirugía practicada para sustituir el hueso dañado de nuestra víctima solo se hacía en un hospital del país ,y el único Doctor con los conocimientos necesarios para realizar dicha operación era usted. Esto lo coloca como un posible sospechoso en la muerte del sujeto encontrado — resumió Ámbar.

La cara y actitud del Doctor cambiaron cuando supo todo aquello y solo pudo atinar a preguntar por la identidad de la víctima a lo que los agentes respondieron que no sabían y que tal vez en sus registros de pacientes encontraban uno con la numeración de la prótesis y así identificaban al fallecido.

El Doctor pidió una computadora con acceso a internet y desde allí entró a la página web del hospital, con su contraseña accedió a la lista de pacientes que habían sido operados y entre ellos buscó alguno que coincidiera con el número de serie de la prótesis y no encontraron ninguna coincidencia, además de eso según sus registros aquella prótesis aún estaba en existencia y no se había asignado a ningún paciente.

Grande fue la sorpresa de los tres al descubrir tal cosa.

—¿ Qué tipo de seguridad manejan en su hospital Doc, porque para que se pierda una prótesis que cuesta miles de dólares y ustedes ni por enterados tiene que ser una muy mala ?— se rió claramente molesto Desmond.

— Esto es algo que nunca había pasado, le aseguro que nuestro hospital mantiene jna política de seguridad bastante estricta con respecto a cualquier medicina, órgano o prótesis que esté bajo nuestra propiedad.

— ¡ Y aún así un completo extraño se las arregló para burlar su maravillosa seguridad, robarse una prótesis, operar a un sujeto que hasta este momento es un perfecto desconocido y ustedes ni por enterados ! ¡ Bravo Doc ! Son ustedes unos putos genios de la seguridad — gritó Desmond mientras daba un golpe sordo con ambas manos en la superficie de la mesa donde el doctor buscaba la información antes expuesta.

Ámbar brincó del susto que se llevó y el Doctor por poco sufre un paro cardíaco.

Desmond salió de la habitación dando un portazo que hizo vibrar los cristales y su enojo era casi palpable.

— No se mueva de aquí, iré a conversar con él— dijo Ámbar antes de salir y dejar al doctor casi sembrado en la silla por el miedo que le había causado la actitud de Desmond.

Antes de encontrarse con su superior el teléfono de Ámbar comenzó a sonar y un número desconocido apareció en la pantalla.

— Espero que te estés divirtiendo tanto como yo— dijo una voz del otro lado.

— Esto no es divertido Rodes.

— ¿ Desde cuándo te volviste una amargada ? Recuerdo que te gustaba mucho cuando lo hacíamos juntos.

— Pero ahora lo estás haciendo por tu cuenta y no es divertido tratar de encontrar el nombre de un tipo de quién no siquiera Dios se acuerda.

— Mi juego recién comienza pequeña Padawan, tu solo ocúpate de mantenerlos lejos de mi y siempre tendrás tu recompensa, además de que dejaré que te diviertas alguna que otra vez junto a mi. Dentro de unos días encontrarán otro cuerpo con marcas similares a este , en él estará el nombre de su primera víctima. Por ahora dejo que calmes a ese jefe tuyo, salió hecho una furia.

— ¿ Cómo sabes todo eso ?

— Aún desconoces muchos de mis conocimientos — dijo mientras colgaba y miraba una cámara frente a él donde la imagen de la chica estaba reflejada, acarició su silueta con el bisturí que tenía en sus manos y se viró hacia la improvisada camilla de operaciones dónde una chica de apenas 20 años lloraba y rogaba por su vida.

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