Capítulo 17: "Cruce de Reinos"

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Luego de tomar aire comencé a leer:

"Cruce de Reinos:

Hace mucho, en tierras muy lejanas, había un reino ausentado de amor y alegría, en el cual cada vez era menos la fe que le quedaba al pueblo de aquél reino. Los Reyes de ese reino habían tenido un bello hijo de corto cabello, el cual fue maldecido el día de su nacimiento por un hechicero malvado, y que el día que toqué una aguja, en su cumpleaños número dieciséis, caería en un sueño eterno: El Bello Durmiente. El muchacho creció alejado de su familia, dos hadas cuidaron muy bien de él, una de ellas de cabellos largos y rosas que caían sus hombros y ocultaban una parte de su mirar,y se enfurecía con facilidad, y otra de dorados y lacios cabellos y ojos de un celeste cielo llenos de alegría para todo aquel que tuviera la oportunidad de verla.
En otro reino, se encontraba un joven de cabello hasta el hombro, bastante alegre y muy amable, adorable por sobre todo, a diferencia de su familia, en ese reino ausente de amor, regía la maldad y crueldad. La madre de ese joven disfrutaba de torturar a los sirvientes de su castillo, más que nada a un conejo blanco, el cual siempre se veía apurado, pero nadie sabía realmente por qué. Este joven sin embargo tenía muchísimo amor para ofrecer, el cual su madre quería desaparecer, pues ella no tenía corazón. Si, El Rey De Corazones, aunque en ese entonces príncipe.

Un día, el joven dormilón llegaba tarde, como siempre, a casa con sus amigas, se había perdido en el bosque, siempre había un árbol distinto. El día siguiente era su cumpleaños y quería estar bien descansado para entonces. Pero mientras iba caminado vio algo a lo lejos, en uno de aquellos árboles se encontraba un poso demasiado grande para ser la madriguera de un conejo o algo así. Se acercó a él con intriga, miro dentro de él asomándose, sin embargo,una de sus manos resbaló y cayó. Cayó y cayó sin fin, hasta llegar a un lugar extraño.

-¡Ah! ¡Hace cuanto Alic... Tu no eres Alicia

-¿Y tu eres?

-Me dicen Sonriente- dijo aquel gato desvaneciéndose del aire

-¡No me dejes! Dime donde estoy, ni se como llegué aquí, simplemente estaba yendo a casa y...

-Y caíste por un poso, si me dieran una moneda por cada vez que oigo esa historia sería millonario- El joven miro atento los enormes ojos verde esmeralda del gato- Bueno, hay gente que le dice a este lugar 'El país de las Maravillas'

-¿Y que puedo hacer para salir de aquí?- le dijo el joven

-Bueno, por la salida- el gato se esfumó, sin contestar la pregunta del joven, dejándolo sólo y perdido buscando una señal de vida

Mientras tanto, en el castillo de La Reina De Corazones, el Príncipe se había encerrado en su habitación, escuchando las bellas melodías que sonaban desde el otro lado de la ventana. Una voz angelical resonaba en las paredes de su habitación . Esa melodía era de aquél señor de galera que paseaba normalmente por la zona, a pesar de saber que la reina lo odiaba, bueno, el estaba loco, así que no le preocupaba demasiado. Aquél chico de cabello marrón, muy alegre y feliz hasta que lo hacías enojar, entonces sus ojos cambiaban de color, y su actitud de amabilidad desaparecía y simplemente su rabia explotaba, de vez en cuando se enojaba tanto que se ponía rojo de la furia, casi el mismo tono que su cabello.

-¡Hola sombrerero!- le gritó el Príncipe desde su ventana- ¿Que haces aquí? Si mi madre te ve hará que pierdas la cabeza

-Ya la perdí hace un tiempo- el joven soltó una risilla por su comentario- Quería que vinieses a la hora del té conmigo y la liebre- miró hacía el portón de su cuarto, y asegurándose de que no habría forma de que su madre se enterase que había escapado, se trepó al árbol que daba junto a la habitación, bajando por sus ramas.

Por otro lado, el joven dormilón seguía muy perdido y sin saber cómo hacer para volver a casa.
Comenzó a oír voces desde lejos, risas, y música. Corrió desesperado con la esperanza de que le ayudasen, y se encontró a tres muchachos.

-¡Vaya! ¡Nunca te había visto por aquí! ¿Cual es tu nombre joven?- le dijo el de gran galera

-Me llamo...

-¡Bueno no importa mucho realmente!- cortó sus palabras, el dormilón de cabellos azules le dio un vistazo a la cantidad de dulces, tasas y teteras en la mesa

-¿Que te trae a este reino?- preguntó el chico de gafas y atuendo elegante

- Bueno, realmente ni yo lo sé. Estaba yendo a mi casa y vi...

-Un pozo y te caíste- contestaron en coro

-Si, ¿Como lo sabían?

-Bueno, no es la primera ni última vez que ocurre, desde que mi madre era joven, hasta ahora

-¿Tu madre podría ayudarme? Si estuvo cuando pasó por primera vez sabrá cómo puedo volver- el chico hizo un gesto de desacuerdo

-Se nota que vienes de un reino muy lejano a este- el peliazul lo miro confundido- Mi madre no se molestaría en ayudarte, es más, luego de lo ocurrido con Alicia creo que mandaría a sus súbditos a cortarte la cabeza

-¿Súbditos?- el de lentes suspiró

-Mi madre es la reina, lamentablemente

-Ah, lo siento su ¿Majestad?- el otro chico rió

-No me digas así, suena fatal, je je- sonrió

El pelimorado acompañó al joven que comenzaba a cansarse a ver a su prima, la hija de la reina blanca. El encontrarse con aquella chica rubia y de ojos rosados como el atardecer el Príncipe le explicó la situación, la chica parecía bastante enfurecida pero era su actitud normalmente.
Le dio una poción al joven, dijo que al beberla volvería a casa.

-Gracias por la ayuda- le dijo al chico de lentes

-No es nada, apuesto a que te veré alguna otra vez.

El joven bebió la poción.
Cerró los ojos con fuerza.
Se sentía mareado.
Sintió algo en su estómago.
Un sabor ácido recorría su garganta.
Abrió los ojos.

No estaba en su casa, tampoco en el bosque, estaba en una torre, y junto a él....junto a él estaba un chico de lentes, tocando una melodía en su guitarra.

-Vaya, al fin despiertas"

-Fin- los chicos de la clase me aplaudieron, miré bastante avergonzado. Noté que Bonnie me veía sonriendo.
Bueno...supongo que no tendré tan mala nota.

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