»𝘜𝘯𝘶𝘴

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

«Se decía que los sin alma eran una perdición, y ellos se perdieron el uno en el otro.»

En un mundo lejano, la vida era perfecta; los niños salían a jugar en las calles, los vecinos se veían como familia, los ricos y los pobres eran buenos unos con otros, y jamás a nadie le faltaba una mano amiga cuando se la necesitaba. Todos cuidaban sus tierras con mucho amor, y plantaban árboles y flores por donde se podía.

La leyes dictadas por ambos reyes siempre eran justas y se juzgaba con la verdad, aunque casi nunca habían crímenes y los que pasaban, no eran más graves que niños robando frutas de los puestos en el mercado.

Era un lugar donde todo mundo querría vivir. Un mundo perfecto, ¿no es así? Pues eso era lo que creía Jungkook desde que tenía memoria. Le fascinaba todo lo relacionado con el reino Anima. Pero había un inconveniente.

Jungkook era un sin alma, o como el reino que los exilió los habían apodado: "Gap" que en latín significa "hueco".

Ahora bien, ¿cómo se sabía cuando alguien nacía sin un alma? Sencillo: el color de los ojos. Si un bebé nacía con ojos claros, ya sean verdes, celestes o grises, ese pequeño tenía un alma. Pero si por el contrario sus ojos eran negros, ese bebé no era más que un cuerpo carente de pureza. Cuando un Gap llegaba al reino, los reyes obligaban a sus padres a abandonar a su hijo, y a decir verdad, esto era visto como lo más normal del mundo. ¿Quién querría un hijo sin alma? Nadie.

Todo esto se había dado hace unos cien años, cuando el reino Anima decidió que los nacidos sin un alma eran la perdición de la paz; impuros y llenos de maldad por naturaleza. Y desde aquel mandato, todos los apodados Gaps, fueron exiliados del reino y se dice que quienes no quisieron irse, fueron asesinados. Pero ésto último sólo era un rumor, ¿cómo seres con alma serían capaces de algo tan atroz? Era algo imposible.

Jungkook no lo creía, para él, ese era un mundo feliz al que lastimosamente no pertenecía por ser carente de un alma. Pero eso no lo detenía a la hora de escapar de su Villa y merodear por los límites del reino, por supuesto, desde una distancia segura –o que el jovencito consideraba prudente–. Justo ahora, estaba regresando a su Villa, luego de ver el hermoso anochecer adornado de los hermosos e irreales paisajes del reino Anima.

Entró al viejo edificio que por la hora, ya estaba a oscuras. Cuando el pelinegro se tiró en su colchón gastado, la voz de Seokjin casi le hizo perder el alma que no tenía.

—Si sigues llegando tarde, dejaré de guardarte tu porción y me la comeré.

Seokjin, el dueño del edificio donde vivía Jungkook, puso un plato con alimentos en la mesilla de madera junto a la cama del pelinegro. Todo a oscuras, únicamente con la poca luz de la luna que se colaba por la cortina.

—Seokjin... Gracias, ver tanta variedad de fruta me había despertado el apetito —el chico se sentó cruzando las piernas, y puso el plato en su regazo.

—¿Qué? Mocoso, ¿qué tan lejos fuiste esta vez, eh? —antes de sentarse en la cama de al lado, tiró un mechón de cabello de Jungkook.

—Auch —sobó su cuero cabelludo donde su mayor le había tirado—, fue sólo un poco más que la última vez. No se preocupe, soy muy sigiloso —dijo antes de llevar una cuchara llena se sopa casi fría a su boca.

—Un día esa imprudencia va a costarte tu cabeza, Jungkook —Seokjin se recostó en la cama de junto.

—Ellos no son asesinos —replicó—. Esos son rumores que crearon muchos resentidos, usted no vio lo que yo. ¡Seokjin!

—¡Shhh! —siseó el mayor—Habla bajo.

—Lo siento —susurró mientras sonreía—. Es que hoy vi un perro —habló tan bajo que casi duda que Seokjin le haya escuchado, pero supo que fue así cuando su mayor casi se cayó de su cama.

—¿Cómo era? —bajó de su cama, para sentarse en la de Jungkook—¿era pequeño? ¿Tenía mucho pelo o nada? ¿Lo oíste ladrar o mover felizmente su cola? Oí que lo hacen cuando están contentos.

Hablaba tan rápido y sin pausas, que casi abruma al chico frente a él. Pero el brillo en los ojos de Seokjin era tan precioso, que el menor sólo sonrió ante su curiosidad.

—Era pequeño y lleno de rizos blancos, parecía una pequeña oveja —rió.

—Ouh... Me encantaría ver uno —hizo un puchero—. Pero eso no justifica el hecho de que te estás abusando —cambió su expresión, y tiró una de las orejas de Jungkook.

—¡Agh, ey! Usted es tan agresivo, se nota que no tiene alma —decía mientras acariciaba su oreja.

—Y tú seguro tienes tantas como para repartir —se levantó, y se recostó nuevamente en su cama, dándole la espalda a Jungkook.

Jungkook, luego de terminar su plato, lo dejó sobre la mesilla y se recostó mirando al techo.

—Sabe... también vi flores más cerca que nunca —hablaba con una sonrisa triste—. Tan preciosas y llenas de colores, quise traerle una para que la vea, intenté asegurarme de no tocarla directamente en el camino y la puse en mi bolsillo, pero antes de entrar al edificio, la flor ya estaba hecha polvo... Lo siento, me hubiera gustado que la vea usted mismo.

—Duerme, Jungkook.

Ninguno volvió a hablar.

Seokjin frotó ambos ojos para no llorar, porque realmente le dolía que Jungkook, a quien veía como su pequeño hermanito a pesar de lo genético, viviera lo mismo que él. Tan sólo tenía diecisiete años, estaba lleno de ilusiones a pesar del lugar en donde creció.

Sí, había muchos otros chicos de la edad de Jungkook en la Villa, incluso el mismo Seokjin fue uno, pero con el pelinegro era diferente. Todavía recordaba la vez que lo abandonaron como una bolsa de basura en la entrada al bosque. Era sólo un bebé, y Seokjin un adulto quizá demasiado joven como para encargarse de un niño, pero mentiría si dijera que no quedó enternecido al ver ese pequeño rostro iluminado por la luz de la luna, ya que ni siquiera tuvieron la desencia de llevarlo durante el día.

Además, podrá no tener alma, pero jamás dejaría un bebé abandonado y cosa que para ellos, era tan normal como sacar la basura. Porque así los veían, como basura, y le retorcía de dolor que su pequeño Jungkook era el único en toda la Villa que no veía esto. Le dolía imaginar su decepción al saber que, el mundo que tanto anhelaba conocer, no era más que una fantasía creada por su mente para poder tener algo en lo que creer.

Pero Seokjin tenía un plan.

Pronto, mi pequeñín, pronto tendrás todo lo que sueñas y mereces, pensó antes de quedarse dormido.

A kilómetros de distancia, en el castillo del reino Anima, específicamente en la entrada a los aposentos del joven príncipe, a cada minuto aparecían más guardias. Todos empujaban la puerta con fuerza y cuando ésta ya estaba en el suelo, ambos reyes entraron a toda prisa.

Todo el cuarto estaba en desorden, la cama hecha trizas, pero nada de eso les importaba en realidad, a quien buscaban era a su hijo.

—¡Hoseok, aquí está! —exclamó uno de ellos, mientras levantaba un mueble. El mencionado estaba en la terraza del cuarto.

Quien sea que haya hecho todo esto, ya había escapado.

Ambos reyes levantaron el mueble de madera y bajo éste estaba el príncipe, desmayado, con sus ropas rotas y heridas con sangre a la vista.

—¡Preparen un cuarto para el príncipe Jimin, y también llamen a un curandero! ¡De inmediato! —ordenó el más alto. En segundos, varios sirvientes se movieron con velocidad para acatar sus órdenes.

Momentos después, el par de reyes estaba frente a una cama, oyendo las palabras del anciano allí presente.

—Sus heridas son superficiales, nada de gravedad —el anciano de barba blanca se puso de pie.

Uno de los reyes, Taehyung, suspiró: —Es un alivio.

–Aún así... Sus majestades, ¿seguros de que no robaron nada? —el anciano frotó su nuca mientras evitaba ambas miradas.

—Mis sirvientes se encargaron de revisar cada rincón —tajante, el rey Hoseok contestó—. ¿A qué va esa pregunta?

—Es extraño que quienes le hicieron esto al príncipe —señaló al joven aún dormido en la cama—, haya sido por únicamente un tipo de vandalismo. Me temo que pudo ser algo más —tragó saliva, nervioso.

—Sea específico —pidió el rey Taehyung—. ¿Qué está queriendo decir?

Antes de que el doctor pudiera formular palabras, Jimin despertó por fin. Y las únicas tres personas en ese cuarto le quedaron mirando atónitos; el doctor y el rey Taehyung con sorpresa, pero el rey Hoseok... con mucho terror.

—Padres... —pronunció con la voz ronca. Luego de frotar sus ojos y que la memoria volviera a él, su corazón comenzó a latir con fuerza—¡Padres! ¡No saben lo que pasó! E-estaba dormido y de la nada... Habían personas rodeando mi cama y...

El príncipe detuvo sus palabras, y miró a sus padres, éstos tenían expresiones aterradas que le ponían aún más nervioso.

—Él t-tiene... —intentó decir Taehyung.

—Tiene los ojos negros —completó su pareja.

Una semana pasó, y desde ese entonces, al príncipe Jimin se le había prohibido salir de sus aposentos. Ni siquiera podía ser visto por otras personas que no sean sus padres y el médico brujo.

Le habían hecho muchas preguntas con respecto a aquella noche y Jimin siempre decía lo mismo, trataba de sacarse todo lo que recordara y quizá así alguien le daría una explicación de porqué no podía salir. Pero por más que él se esforzara, nadie le daba información que no conociera de antemano.

En los recuerdos de Jimin, luego de sus clases de esgrima como cada tarde, fue hasta su cuarto, se duchó, cenó y luego de eso, terminó su día yendo a la cama. Incluso sus sueños estaban siendo típicos, hasta que la pesadilla comenzó.

Estaba en un prado verde con el sol en su mayor punto, hasta que de un momento a otro, el cielo se volvió negro, el césped estaba quemándose y un grupo de personas formaron un círculo a su alrededor. En sus intentos de huir había despertado, y si creía que la pesadilla estaba terminada sólo por ya no estar dormido, se equivocó. Las mismas personas con sus rostros cubiertos lo rodearon en su cama, intentó huir, pero tanto como sus muñecas y tobillos fueron atados en los bordes de la cama.

—¡Ayuda! —gritó.

—Shh, un príncipe no debe dañar sus cuerdas vocales, majestad —uno de los presentes cubrió su boca con una mano. Por la voz, Jimin pudo adivinar que se trataba de una anciana.

—Miren esos lindos ojitos celestes —habló otra persona. Quizá un hombre adulto, pensó Jimin.

Aterrado, el príncipe se movía de un lado a otro y trataba fallidamente romper sus ataduras, las personas a su alrededor sólo se rieron de él.

—Comenzaré con el ritual —habló la supuesta anciana, y rompió la camisa del castaño.

Después de eso, en la mente de Jimin sólo quedaban recuerdos borrosos. Recordaba que sintió una punzada dolorosa en el pecho –de la cuál quedó una cicatriz–, y un vago recuerdo de una sensación un tanto... extraña, como si estuviera drogado, tal vez. Desde ese entonces no paró de sentirse extraño, y de una manera que no podía explicar.

Su pecho se sentía diferente, tenía una sensación extraña, y como era de esperarse, nadie le daba respuestas, eso no hacía más que confirmarle que algo estaba pasando, que se trataba de algo muy malo. Tenía sus sospechas, pero rogaba internamente que no se tratara de eso.

Rezaba porque la razón por la cual pintaron todos los espejos de su cuarto sea una menos aterradora de lo que parecía.

—Jimin, es hora de tu comida.

Jimin, al oír a su padre, ocultó rápidamente la daga en un cajón. Suspirando, salió del baño para quedar en su cuarto, donde ambos reyes estaban presentes. Taehyung con una bandeja entre las manos.

—Buenos días... Padres —juntó ambas manos en su espalda baja.

—Trajimos tu desayuno, ¿quieres que te acompañe? —preguntó Taehyung, mientras apoyaba la vandeja sobre una mesilla de plata, la misma que solía estar en la terraza, por supuesto, ésta ahora se encontraba cerrada con seguridad casi extrema.

El príncipe vio a su padrastro sentarse en una de las sillas mientras le dedicaba una sonrisa amistosa; todo lo contrario a Hoseok, su padre, quien mantenía su expresión seria y sin mirarle directamente.

Jimin no estaba sorprendido, su padre ante todos sus súbditos era visto como el ser más alegre del reino, pero cuando los condes y reyes de reinos ajenos se marchaban, o cuando las celebraciones con el pueblo llegaban a su fin, el rey ya no se molestaba en verse tan ameno con la vida. Tampoco era un tirano, pero definitivamente no era tan alegre como se mostraba. Todo por la imagen, se le oyó decir en más de una ocasión. Los únicos conocedores de su verdadera actitud, eran su esposo y rey Taehyung, su hijo el príncipe, y uno que otro personal de la servidumbre que lograba sacarlo de quisio.

Aunque su expresión actual, se le hacía aterradora.

—Claro, me haría muy bien algo de compañía. Padre, ¿usted también me acompañará? —preguntó en un tono más bajo, animandose a mirarle a la cara.

—Debo encargarme de muchas cosas hoy, con la compañía de mi esposo te bastará.

Jimin asintió lentamente, vio a su padre caminar hasta la puerta, pero justo antes de poner su mano sobre la perilla, en largos y rápidos pasos se puso frente a su hijo, dió dos golpes paternales en su hombro y habló:

—Te amo, hijo mío —sonrió sin mostrar sus dientes.

Jimin quedó tan sosprendido, que incluso cuando su padre ya había abandonado el cuarto, aún estaba ahí, parpadeando y tratando de procesar lo sucedido.

—Si no te apresuras el té va a enfiarse —intervino Taehyung, mientras miraba a su hijastro con una sonrisa.

Jimin se sentó frente a Taehyung, y bebió del té de manzanilla.

—Él me dijo te amo —susurró aún con la taza frente a su rostro.

—Porque lo hace —rió el castaño, mientras apoyaba su codo sobre la mesa y su mandíbula en su palma.

—No lo entiende, yo no dudo que lo haga, pero... Aunque sonrió, sentí la tristeza en sus ojos grises. Él podrá engañar a todo el reino, pero no a nosotros, no a mí —suspiró mientras dejaba la taza de porcelana a un lado.

El rey frente él le miró con una sonrisa lastimera. Sabía que Jimin lo notaría, y odiaba no poder decirle nada.

—Ser él no es sencillo —se limitó a decir.

—¿Y qué hay de mí? Estoy atrincherado en mi cuarto como un criminal, nadie me dice nada, ni siquiera usted —le miró a los ojos, comenzando a enojarse por el silencio de su padrastro—. Estoy asustado... —susurró mirando las manos que se apretaban en sus muslos—Empiezo a sospechar que-

—¿Por qué no sales al jardín? —le preguntó con rapidez mientras posaba una mano en el hombro del pelinegro—Hoy está siendo un día muy bello, como siempre. Sal a despejarte de estas cuatro paredes.

—Técnicamente son seis... —susurró—¿Pero que hay de mi padre? ¿No se molestará si salgo sin su permiso?

—No si vas al lugar secreto —dijo con una sonrisa ladina—. ¿Ubicas el cementerio de la familia? —preguntó manteniendo su semblante, Jimin asintió—Bueno, detrás de él hay un jardín, personalmente, mi favorito.

—¿Que no está cerrado por remodelación? Hay un cartel incluso.

—Cariño, ese cartel está allí desde hace quince años —le guiñó antes de comerse un bizcocho.

—Creo que ya entiendo... Gracias, majestad.

Taehyung carcajeó mientras tapaba su boca, a pesar de estar en el trono hace tanto, no podía evitar sentirse apenado cuando el hijo de su pareja le trataba tan formalmente. Sin duda tenía una de las almas más humildes, haciéndose notar no sólo en su actitud, sino que también en sus ojos verdes.

—¡Ay, Jimin! ¡No seas tan modesto! Sabes que puedes decirme por mi nombre —habló tratando de calmar su rubor.

Jimin rió mientras se ponía de pie, listo para irse.

—Seré modesto y usaré ropa tranquila, nada de cosas relucientes hoy —decía mientras iba directo a su armario.

Momentos después, salió con una camisa holgada blanca, pantalones de tela negro y botas del mismo color.

Taehyung le silbó mientras se ponía de pie.

—¡Ulalá! Hasta vestido como un civil te ves bien —alagó mientras llevaba las manos su cintura, sobre el cinturón de color dorado.

Su vista viajó desde la botas de cuero, hasta el rostro del príncipe. Sintió su interior removerse cuando chocó con su mirada ahora oscura.

—¿Se encuentra bien?

—Sí, claro —asintió varias veces—. Vete, y ten cuidado, que nadie te vea.

Jimin eligió creerle, y caminó hasta la puerta blanca.

—Por cierto, su- Taehyung, ¿cómo conoce ese jardín? —preguntó con la mano sobre la perilla y volteando hacia el mencionado.

—Soy el rey, debo conocer mi castillo... —decía mientras una mirada pícara recorría el lugar—Cuando éramos más jóvenes, con tu padre nos escapabamos y-

—¡Sí, sí! ¡Entiendo! —exclamó con desgrado mientras salía de una vez, aún fuera del cuarto podía escuchar la risa del castaño.

El príncipe miró alrededor mientras se ponía un abrigo marrón con capucha y comenzaba a caminar por los pasillos del castillo directo a los jardines. Tuvo que ocultarse un par de veces detrás de alguna planta o estatua, pero logró llegar al jardin principal desapercibido. De todas maneras su camino aún no terminaba, debía llegar hasta el cementerio familiar y de ahí, al supuesto jardín en "remodelación".

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro