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Park Jinyoung sabía perfectamente que lo que estaba a punto de hacer estaba mal.

Le daba la sensación de que el silencio a su alrededor se volvía cada vez más asfixiante, más acusador. Le parecía que cada libro de aquella enorme biblioteca lo juzgaba desde su estantería. Las miradas de los animales disecados, antes con ojos tristes, victimados, ahora parecían reprenderlo por su osadía. Todo en aquel lugar parecía acusarlo por su atrevimiento, pero aun así, Jinyoung no se dejó llevar por ese efecto de su consciencia y solo siguió buscando entre los estantes.

La biblioteca de su padre, severa y silenciosa, se sentía peligrosa en ese momento. Sabía que no debía estar ahí, no tenía permitido hacerlo. Desde pequeño se lo dijeron, su padre había sido más que claro al respecto, sin embargo, Jinyoung estaba desesperado, harto, cansado.

Su mano se deslizó por los lomos de los gruesos grimorios. Podía sentir la magia en los sellos de aquellos libros, pero no había problema con eso, sabía desencantar esos hechizos de seguridad. Porque sí, a pesar de lo que su padre decía de él, Jinyoung sabía usar su magia, sabía hacer hechizos y, aun si algunos todavía le salían mal, eso no lo convertía en un completo inútil como su padre solía hacerlo parecer. Se detuvo en un grimorio que parecía adecuado a su nivel. Lo extrajo con cuidado, sintiendo como el libro parecía vibrar en su mano. Los ojos de Jinyoung brillaron al sostener el grueso tomo, la cubierta de cuero verde se sentía viva contra su piel, poderosa y amable. Allí estaban los hechizos que necesitaba, no los juegos de niños que le enseñaban en la academia, ni las cosas inútiles que su padre insistía en hacerle practicar. Esos eran hechizos de verdad, y con ellos le demostraría a todos que él ya era un hechicero digno.





Todo había comenzado esa misma mañana, cuando, después de fallar en sus evaluaciones mensuales, su padre lo había vuelto a reprender. Jinyoung sabía que había estado mal. Tenía sueño y estaba distraído. Los hechizos que su profesor le había indicado no habían hecho otra cosa que fallar en su mayoría. Su profesor había sido comprensivo, solo era una actividad mensual después de todo, pero su padre no admitía ese tipo de fallos, más cuando se suponía que ya estaba en su último año de preparación. Según el señor Park, él “no estaba ni remotamente listo para convertirse en hechicero” y eso había hecho que la sangre de Jinyoung hirviera y saliera de su despacho tirando la puerta. La decisión ya estaba tomada en su mente: haría algo que le demostrara a su padre que podía dominar hechizos avanzados para su nivel y el viejo tendría que cerrar el pico y dejarlo ser.

Por eso ahora abandonaba la biblioteca de su padre, sosteniendo el grimorio contra su pecho, apresurado. Podía sentir la magia contra su camisa, rumiando su poder dentro del sello que lo contenía. No quería que nadie lo viera, ni su familia, ni tampoco alguna persona del servicio que, a cada rato, recorrían los silenciosos pasillos de la mansión de los Park. Así que se devolvió por los corredores, casi trotando, con pasos amplios y nerviosos, rumbo a su habitación. La oscuridad y tranquilidad de la noche lo ayudaron a cumplir su cometido, aun así, solo pudo respirar pausadamente cuando estuvo en su cuarto, la puerta cerrada tras su espalda y su pecho latiendo agitado con emoción y nerviosismo.

En sus veintidós años de vida, Jinyoung nunca había podido poner sus manos en uno de los grimorios de su padre. Siempre había sido educado con severidad, siempre el típico “cuando estés listo podrás usarlos”, incluso si los estándares de su padre parecían inalcanzables. Siempre había estado mirando de lejos. Pero ahora era su momento de demostrar que sí estaba listo para el reconocimiento de su familia.

Sin dudarlo, se lanzó a su escritorio, colocando el libro sobre éste luego de apartar sus papeles y cuadernos. Las luces mágicas de su habitación se encendieron a toda potencia en el instante en que su cuerpo tocó la silla. Abrió los botones superiores de su camisa y corrió su cabello hacia atrás, listo para enfocarse en lo que estaba a punto de hacer. Estiró su cuello y sus manos antes de comenzar. El grimorio frente a él parecía esperarlo, invitarlo, y, a pesar de su leve temor, estaba más que dispuesto a aceptar. Se concentró brevemente y, después de un par de intentos, pudo deshacer el sello, sonriendo al ver como la cubierta se abría, el olor a savia y páginas viejas no tardó en inundar su olfato, haciéndolo sentir una emoción visceral. Para él, un hechicero, un grimorio representaba un tesoro, una fuente de vida, los secretos que cada uno contenía eran invaluables y ahora él también tenía acceso a toda esa sabiduría. En ese momento supo por qué su padre guardaba celosamente sus grimorios. Allí estaba todo el saber recolectado por su familia durante años y años, siglos de tradición, de magia. Su familia era una de las más antiguas y prestigiosas, la riqueza que poseían, más que material, estaba conformada por toda esa erudición. Se sintió bien poder sentirla por primera vez en su corta vida.

Las páginas del libro no tardaron en moverse, pasándose solas, como si reconocieran al hechicero que estaba dispuesto a usarlas. Jinyoung observó, expectante, como las paginas avanzaban y retrocedían. Los grabados sobre el papel sepia se movían, creando películas sinsentido ante sus ojos. Se sentía como si el libro dudara, inseguro, y justo cuando pensó que se cerraría, considerándolo indigno de alguno de sus hechizos, finalmente se detuvo. Las páginas volvieron a caer, inertes, y Jinyoung respiró, aliviado, antes de apresurarse a leer.

—Un hechizo de invocación —musitó, leyendo los detalles del hechizo—, un familiar…

Acarició su propio mentón, pensativo. Si invocaba un familiar, tal vez fuera complicado después, ya que no se suponía que tuviera uno aún. Los familiares son criaturas que cada hechicero puede invocar. Criaturas con cierta compatibilidad que pueden potenciar su magia o servirles de apoyo. Hay muchos tipos de familiares diferentes, provenientes de distintos lugares y dimensiones según el poder de su hechicero y la esencia de su magia. Podría meterse en problemas, cierto, pero si lograba invocar algo exitosamente, estaría demostrando que podía hacer lo mismo que los hechiceros mayores que él. Además, el grimorio había escogido ese hechizo para él. No había forma de que fallara.

Frotó sus manos, decidido, y volvió a hundirse en su lectura. Un par de horas después, ya había preparado todo lo necesario. Había leído con cuidado y estudiado el hechizo. Los preparativos eran breves, pues se trataba de un hechizo relativamente sencillo. El círculo mágico estaba dibujado en el suelo, las inscripciones, hechas sobre la madera y en su memoria, los versos que debía recitar daban vueltas, recién memorizados. Estaba listo.

Un chasquido de sus dedos bastó para apagar las luces. Solo la luz de la luna, clara, fría e intensa, entró por el enorme ventanal de hierro y cristal que se adueñaba casi por completo de una de las paredes de su habitación, dejando ver el sereno paisaje campestre en la distancia. Jinyoung aprovechó la energía que naturalmente le daba la luna para concentrarse. Se paró fuera del círculo, juntando sus manos, acumulando su magia. Sus labios se movieron suavemente mientras comenzaba a recitar el hechizo, suave, cuidando su pronunciación para no cometer errores. Aun si tenía sus ojos cerrados, no tardó en sentir cómo la magia salía de su cuerpo, como si fuera aspirada hacia afuera, arremolinándose justo delante de él. A través de sus párpados, pudo notar un suave resplandor, sabía que era el círculo activándose. Todo iba según lo planeado, cada paso funcionando como se suponía que lo hiciera. Pudo sentir cómo la magia se intensificaba, drenándolo al punto de hacerle sentir cansancio físico aun si solo habían pasado pocos segundos. A pesar de esto, no dejó de murmurar, las palabras parecían ser capaces de organizar toda esa magia, de dirigirla al punto correcto y no tardó en sentir, a medida que llegaba a las últimas oraciones, que se creaba un vacío frente a él, todo su poder siendo absorbido por ese vacío. Parecía que incluso él podía ser absorbido también, pero justo con la última palabra, separó sus manos, y esa tensión que absorbía su magia pareció romperse, disiparse…

Todo se calmó súbitamente.

Jinyoung suspiró, abriendo suavemente sus ojos. Aun podía sentir la magia flotando en el aire, un olor suave inundándolo todo. Se preguntó qué tipo de criatura había invocado, estaba nervioso y expectante. Podría ser un dragón, o alguna quimera con un increíble poder de batalla. Incluso alguna dríade que sirviera para reforzar su deficiente manejo de las plantas medicinales. Las posibilidades eran infinitas y él no podía estar más ansioso. Sin embargo, cuando la niebla y el polvo se fueron asentando, casi sintió que podría maldecir ante lo que vio.

—¿Un humano? —el descontento fue palpable en su voz al ver aquella cabellera negra y húmeda frente a él.

Sentado a sus pies, en medio del círculo mágico, había un chico semidesnudo. Estaba de espaldas a él, pero podía ver perfectamente sus piernas desnudas y su cuerpo cubierto por alguna prenda más bien cálida pero que solo se encargaba de la parte superior. Su voz hizo que el chico se girara súbitamente, luciendo visiblemente confundido. Sus miradas se cruzaron y Jinyoung pudo saborear en su boca el amargo gusto de la decepción.

—¿Quién eres tú?

La voz del chico lo tomó por sorpresa. No esperaba oírlo hablar, y menos con ese tono desafiante. Podía, además, entender su idioma. Eso era un avance, especialmente ahora que sabía que tenía que deshacerse de él. Su padre no podía ver eso. Nadie podía ver eso. ¿Quién rayos invoca a un humano como familiar? ¿Qué clase de pesada broma del destino era esa? ¿Acaso era tan siquiera posible tener un humano como familiar? Otro humano no podría potenciar su magia de ninguna manera. Se supone que el hechizo sabe lo que necesita el hechicero. Un familiar es una criatura útil y servicial. Aquel tipo semidesnudo y con malas pulgas no podría ayudarlo en nada, por el contrario.

Jinyoung no le contestó, solo se dio la vuelta y se acercó a su escritorio, dejándose caer en la silla, sobando una de sus sienes.

—Oye… —el chico se puso de pie, y Jinyoung pudo comprobar que era bastante alto, casi como él. Piel blanca, pálida y suave, se adivinaba gracias a su escasez de ropa y el cabello negro y abundante caía sobre su frente casi hasta sus hombros, húmedo. Todo él desprendiendo un olor suave que a Jinyoung le recordó a las flores y frutos de su jardín. Era lindo. Un humano hermoso… pero un humano al fin y al cabo. Era lo que venía después de inútil.

—De acuerdo, escúchame bien lo que te voy a decir —Se puso de pie de nuevo, acercándose al él—. Tú acabas de ser invocado por mí. Se supone que eres mi familiar. Eso significa que me perteneces, pero no te preocupes, no tengo las más mínimas intenciones de hacer nada contigo. Averiguaré cómo devolverte al lugar de donde sea que hayas venido y asunto resuelto. Mientras tanto… —Jinyoung observó a su alrededor, pensativo— puedes ir limpiando el suelo y organizando mi habitación. Hiciste un buen desorden para aparecer.

Dicho eso, se dio la vuelta nuevamente para volver a su escritorio, dispuesto a revisar el grimorio de pies a cabeza hasta encontrar alguna forma de deshacer su invocación. Sin embargo, apenas avanzó un par de pasos pues una de las manos del chico se envolvió en su brazo, haciéndolo retroceder.

—Escúchame tú a mí, pedazo de rarito —la voz del chico denotaba una irritación bastante marcada—, me importa una mierda lo que hayas hecho, si me invocaste o qué rayos hiciste. También me vale si esto es un sueño o alguna otra estupidez —señaló al suelo, donde los restos del círculo mágico dibujado con tiza y los papeles que se habían volado creaban un desorden bastante temible—, pero tu reguero lo recoges tú. Y si fue culpa tuya todo esto, pues más te vale ir buscando una solución. Yo estaba bastante tranquilo en mi apartamento, listo para darme a mí mismo un poco de mantenimiento cuando de repente aparecí aquí. Así que no me jodas y arréglalo… luego de recoger tu mierda, claro.

Jinyoung lo miró, estupefacto, mientras éste le dedicaba una mirada displicente antes de dar una ojeada alrededor y caminar rumbo a su cama con paso resuelto, subiéndose a esta para sentarse cómodamente, abrazando uno de sus almohadones.

¿Qué clase de familiar era ese?

—¿Me acabas de desobedecer? —preguntó, aun sin darle crédito a lo que acababa de suceder.

—¿Se suponía que tenía que hacerlo? —el chico le dedicó una mueca desde la cama.

—Eres mi familiar, se supone que eres una criatura que debe servirme.

—Lo siento, crack, te falló esa parte. Y me llamo Jaebeom, no vayas por ahí llamándome “criatura”, rarito.

—Tú también deja de llamarme “rarito”. Mi nombre es Park Jinyoung, hijo del Archimago Park Min…

—Okey, okey, lo que sea. Jinyoung. Vale. —el chico lo interrumpió, prestándole más atención a su habitación que a lo que él estaba diciendo.

—No me vuelvas a interrumpir —Jinyoung se acercó al borde de la cama, apoyando sus manos en su cintura—. Y sal de mi cama. Tienes pésimos modales. No sabía que era necesario entrenar a un familiar antes de usarlo.

Jaebeom le dedicó una sonrisa que a Jinyoung le resultó enigmática.

—¿Entrenar? Pensé que no ibas a usarme para nada.

—No lo haré. Tampoco es como si pudiera utilizarte. Los familiares deben ayudar a los hechiceros, sin embargo, tú eres absolutamente inútil.

—¿Quién sabe? —Jaebeom se acercó gateando hacia él, hasta arrodillarse en el borde la cama— Tal vez tengo un par de trucos escondidos.

Jinyoung lo miró de pies a cabeza, su ropa apenas cubría hasta sus muslos, como una especie de capucha sin mangas de un color muy claro que, bajo la luz de la luna, podía ser blanco o crema. Una ceja escéptica se levantó en su rostro, a la vez que una sonrisa presumida invadía sus labios.

—No veo dónde podrías tener algo escondido. Apenas y te estás cubriendo lo imprescindible.

Jaebeom también sonrió, su lengua empujando el interior de su mejilla, divertido.

—Te sorprenderían los lugares donde uno puede esconder las cosas… pero tienes razón, llevo poca ropa. Y eso es porque alguien decidió ponerse a jugar al hocus pocus justo cuando me iba a dormir. —la sonrisa de Jaebeom se transformó en una displicente y Jinyoung se vio a sí mismo irritado ante ese comentario. Su propio familiar despreciaba su magia. ¿Qué tan bajo tenía que haber caído como hechicero para que eso sucediera?

—No te preocupes, te devolveré enseguida. No pintas nada aquí de todos modos. —se dio la vuelta, caminando hasta su escritorio. Un chasquido de sus dedos bastó para encender nuevamente las luces, haciendo que Jaebeom se viera cegado momentáneamente por la claridad. Dejó de prestarle atención a su supuesto familiar y se dedicó al grimorio.

Jaebeom, por su parte, volvió a sentarse sobre la cama, sintiéndose extraño. Suponía que todo eso era un sueño. Tenía que ser un sueño. Era demasiado raro y realista a la vez. Hacía unos minutos, él estaba en su cama, en su apartamento, recién salido de una ducha y de un día agotador. Su idea era masturbarse un rato y dormir satisfecho y tranquilo. Sin embargo, no recordaba haberse quedado dormido. Lo último que podía evocar era haber estado entre sus mantas, acariciando suavemente sus muslos, sus ojos cerrados mientras se concentraba y de repente… pues eso. Estaba allí, en el suelo de aquella habitación extraña que parecía el set de una película de fantasía. Había libros y plantas por doquier. El puntal altísimo y las molduras decorativas le daban la sensación de no estar precisamente en un edificio cualquiera y, a juzgar por la vista que podía descubrir a través de la ventana, ni siquiera se encontraban en la ciudad.

Su mente le estaba jugando una  mala pasada.

Además, estaba ese tipo. Jinyoung. No lo conocía de ninguna parte. ¿Por qué tenía que aparecer tan claramente en su sueño? Su rostro, su cuerpo, su voz… todo tan nítido. Maldita sea. Todo en aquel jodido sueño era demasiado nítido.

Incluso la sensación de no llevar ropa interior.

Un quejido de frustración por parte de Jinyoung lo sacó de sus pensamientos, llamando su atención. No parecía encontrar lo que buscaba. Sin embargo, a Jaebeom realmente no le importaba si la solución aparecía o no. Ese era su sueño después de todo. Tenía que aprovechar y divertirse.

Se levantó con cuidado de no hacer mucho ruido y se acercó al escritorio de Jinyoung. En el suelo aún estaban los restos del círculo mágico y sus plantas cosquillearon al sentir el polvo de la tiza. Tan real. Se acercó al hechicero, su pelo algo desarreglado daba ganas de tocarlo, y lo hizo. Sin pedir permiso, hundió sus dedos en aquel cabello castaño, subiendo su mano desde su nuca, agarrando las suaves y sedosas hebras.

—No… —Jinyoung estiró su cuello hacia atrás, apretando sus labios—. No hagas eso.

Cuando sintió su mano agarrarle la muñeca y detenerlo, fue como si saliera de un trance. Tocar a Jinyoung se había sentido… mágico. Como si el roce hubiera dejado una suave electricidad en la piel de sus dedos. Aun así, su cabello había sido tan suave, casi hipnotizante. Dios. Este estaba resultando ser el mejor sueño de su vida.

—Tu cabello es suave…

—Sí, lo que sea. Solo quédate tranquilo. —Jinyoung dejó ir su mano, inclinándose de nuevo sobre el grimorio. Jaebeom, obviamente, no le obedeció. En cambio, se asomó por encima de su hombro, observando ese enorme libro que Jinyoung parecía enfrascado en leer. Para él, lo que sea que hubiera allí escrito carecía de sentido. Pero si Jinyoung iba a estar durante todo su sueño leyendo eso, definitivamente se iba a aburrir— ¿Acaso no me escuchaste?

El reclamo del hechicero casi le hizo pegar un brinco.

—Pero estoy aburrido. —reclamó.

—Eso es asunto tuyo. Eres un familiar, no un invitado en mi casa. Si te aburres, ya te dije que te puedes poner a limpiar.

Jaebeom chasqueó la lengua, rodeando la silla para sentarse en el borde del escritorio. Jinyoung lo miró, obviamente irritado por su comodidad, sin embargo, su mirada se perdió en los pálidos muslos, tan cerca de él. ¿Acaso ese chico no tenía pudor?

—A todas estas… ¿Qué significa ser tu familiar? —preguntó, consciente de la mirada del hechicero.

Jinyoung exhaló un suspiro, rindiéndose. Se talló el puente de la nariz mientras se corría hacia atrás en su silla, su mirada cruzándose con la del pelinegro.

—Ya te dije.

—Solo me dijiste que tenía que obedecerte y no sé qué otra cosa. No fuiste precisamente explicativo.

—Bien, los familiares son criaturas que los hechiceros pueden invocar. Se supone que cada hechicero tiene uno o dos familiares. Son criaturas de otras dimensiones o momentos temporales que tienen la capacidad de apoyar al hechicero en su oficio. Ya sea potenciando su magia, protegiéndolo, sirviéndole como arma, transporte o agregándole habilidades que antes no podía dominar.

—Oh… ¿Y qué puedo hacer yo?

—Eres un humano. Obviamente nada.

Jaebeom apretó sus labios en un puchero inconsciente.

—Tiene que haber algo. Digo… o te salió mal el hechizo. Tal vez el inútil eres tú.

—¡No soy inútil! —Jinyoung dio un manotazo sobre el escritorio que consiguió sobresaltar a Jaebeom. Era obvio que había tocado una fibra sensible, sin embargo, a Jaebeom le gustó haber logrado penetrar esa coraza de calma que rodeaba al castaño.

—Ok. Lo siento. No pensé que te molestaras.

—No me molesté… solo… el hechizo salió bien. Cuando salen mal… —Jinyoung miró la palma de su mano, algo enrojecida por lo que acababa de hacer— lo siento. Puedo sentir que la magia se desvía y el hechizo no funciona. Pero tu invocación fue exitosa. Eres mi familiar. Solo que no veo que puedas hacer nada.

Jaebeom se quedó pensativo por un segundo. Aquello sonaba…

¿Y si tal vez no era un sueño? ¿Y si realmente había sido invocado?

No, eso no tenía sentido. Aquello era un sueño. Y lo mejor era disfrutarlo antes de despertarse o que empezaran a suceder cosas locas. Después de todo, su imaginación le estaba regalando un chico como aquel. Apuesto, con carácter fuerte y manos grandes. Justo su tipo.

—Tal vez no tenga magia… pero sí puedo ser útil —Se separó del escritorio, volviendo a colocarse detrás de la silla de Jinyoung—. Luces tenso. No creo que así puedas usar correctamente tu magia. —él mismo se sintió ridículo al decir eso, pero Jinyoung pareció pensárselo, como si aquello tuviera algún sentido.

—Es cierto que últimamente estoy bajo mucha presión. Frecuentemente me salen mal los hechizos.

—¿Ves? —Jaebeom apoyó sus manos en los hombros del hechicero, sus dedos hundiéndose suavemente en sus rígidos músculos— No necesitas decírmelo, puedo sentir la tensión. —Hizo un poco más de fuerza, sonriendo al sentir un leve gruñido escapar de los labios de Jinyoung— ¿Qué tal si me dejas ayudarte a relajarte?

Jinyoung dejó caer su cabeza hacia atrás, mirándolo.

—¿Cómo?

A modo de respuesta, el pelinegro rodeó la silla cruzando una de sus piernas por encima del regazo de Jinyoung. Una sonrisa lasciva adornó sus labios al dejarse caer allí. Los muslos de Jinyoung eran tan cómodos. Se sentían firmes debajo de él. No pudo evitar preguntarse qué clase de vida llevaba aquel hechicero para tener un físico como ése. Aunque, de nuevo, todo era un invento de su mente. Aquel sueño definitivamente era el mejor que tendría en su vida.

—¿Qué haces? —Jinyoung no tardó en azorarse, sus manos apoyándose en los muslos del pelinegro, intentando apartarlo sin realmente hacer mucha fuerza.

—¿Te incomoda? —murmuró, bajando el volumen de su voz a la vez que llevaba una de sus manos al pecho contrario, hundiendo sus dedos dentro de la camisa, aprovechando lo revelador de aquellos botones desabrochados.

—Un poco.

—¿Seguro? —sonrió, bajando su vista a la entrepierna de Jinyoung a la vez que relamía su labio inferior— ¿O será que hace mucho tiempo nadie te toca de esta manera?

—Deja de jugar.

—No estoy jugando. Soy tu familiar, ¿no? Esto es lo mínimo que puedo hacer por ti.

Jinyoung tragó en seco ante esas palabras. Maldijo a su autocontrol por encontrarlas tan tentadoras y darle la razón. Hacía mucho que no salía con ninguna chica. Últimamente todo se resumía a estudiar y practicar, su tiempo y energía se veían consumidos por la magia y ahora que Jaebeom estaba ahí sobre él, sus suaves muslos tentándolo, le era difícil dibujar esa línea de respeto que tan necesaria le había parecido en un principio.

Y si bien nunca había visto a un chico con esos ojos, tenía que admitir que Jaebeom era tentación pura. Su mirada, afilada y sensual, era una difícil de resistir. Había algo en su voz, en sus gestos, en aquel cabello que se adivinaba tan perfecto para agarrar… no quería dejarse llevar por ese deseo carnal que estaba surgiendo en él, amenazando con devorar su raciocinio. Pero…

—¿Te gusta hacerlo duro?

Esas simples palabras bastaron para hacer que su agarre en los muslos del pelinegro se hiciera más fuerte. Sus dedos se hundieron en la carne suave y desnuda, haciéndole notar en su entrepierna que la provocación estaba funcionando.

—¿A qué te refieres? —quiso fingir que no sabía de qué estaba hablando Jaebeom, pero ambos sabían que sí entendía. Ambos sabían que ese agarre firme denotaba un deseo demasiado retenido. Y ambos sabían que a Jaebeom no le importaba si lo dejaba salir.

—Sabes muy bien a qué me refiero. ¿No quieres? Tal vez si dejas salir toda esa tensión puedas hacer bien tus hechizos. —agarró una de sus manos, apartándola de su muslo y llevándola a su boca, dejó que dos de los dedos de Jinyoung rozaran sus labios y abrió suavemente, envolviéndolos con su lengua. El hechicero siseó ante la sensación y eso solo lo animó a hacer más. Chupó sus dedos, llevándolos todo el camino dentro, jugando con su lengua y los movimientos de su cabeza, creando todo un espectáculo.

—¿Cómo puedes hacer algo tan lascivo? —Jinyoung lo miraba, hipnotizado con la vista, con aquellos labios húmedos que envolvían sus falanges. La expresión en el rostro del pelinegro era… sublime. Dios… si así era con sus dedos…

—Esto no es nada… —Jaebeom sonrió, sacando los dígitos de su boca con un húmedo sonido que envió un corrientazo a lo largo de toda la espina dorsal del castaño—. Puedo hacer mucho más que eso. Así que dime… ¿Quieres hacerlo?

Jinyoung le sostuvo la mirada, dudando. Aquel era su familiar… hacer eso...

Como si supiera lo que estaba pensando, Jaebeom mordió su labio, llevando la mano de Jinyoung de vuelta a su muslo, pero esta vez empujándola suavemente hacia arriba, dejando que la palma grande y algo áspera del castaño se deslizara por su piel y debajo de su sudadera, haciéndole notar que no había nada más debajo de esta.

—Nadie tiene porqué saberlo… y yo estaré de vuelta pronto… puedes usarme mientras… soy tu familiar, ¿no?

—Tú… —Jinyoung dejó de pensar en ese momento, hipnotizado por lo que había descubierto. Aquella sutil desnudez se le antojó demasiado provocativa, demasiado difícil de dejar pasar. Sin realmente pensar lo que hacía, aumentó la fuerza de su agarre sobre las caderas del pelinegro, arrancándole un gemido que sonó a pecado. Enseguida pudo ver como sus dedos dejaban rojizas estelas en aquella piel pálida y fue como si una cerradura reventara en su interior.

—Más… —gimió Jaebeom, suave, mirándolo con aquellos ojos suplicantes. Jinyoung apretó nuevamente, llevando su otra mano también a sus caderas, viendo, casi fascinado, como el borde de su ropa se levantaba con los inicios de su erección.

—¿Te gusta eso? —el asentimiento que obtuvo como respuesta lo hizo ser más audaz. Deslizó sus manos otro poco, envolviendo sus nalgas y Jaebeom dejó caer su cabeza hacia atrás con un siseo— Tan sensible…

—Solo un poco. —el tono de voz del pelinegro sonaba divertido y Jinyoung se vio un poco contagiado con eso.

—¿Solo un poco? —lo empujó por el pecho hasta apoyar su espalda en el escritorio. Una sonrisa igual de divertida adornó sus labios cuando la cremallera de la sudadera de Jaebeom empezó a deslizarse hacia abajo sin ser tocada. El pelinegro miró hacia su propio torso, levemente confundido, pero la sonrisa de Jinyoung le dio todas las respuestas.

—Veo que tus hechizos están funcionando.

—Esto no es nada. —contestó el hechicero, repitiéndole la frase que él mismo le había dicho unos momentos atrás, antes de acariciar la piel que iba surgiendo. Su mirada bajó, siguiendo el camino de la desnudez que poco a poco se iba revelando ante sus ojos, hasta que solo quedó la sudadera sin mangas colgando de los amplios hombros del pelinegro, el resto de su cuerpo totalmente expuesto para él.

—Me dará vergüenza si me miras así. —Jaebeom llevó sus manos a su entrepierna, cubriéndose de forma juguetona.

—¿Vergüenza? ¿Eres capaz de sentir tal cosa? —Jinyoung se inclinó sobre él, aún sujetando sus caderas a la vez que deslizaba sus dientes por una de las marcadas clavículas del pelinegro sonriendo al sentir como este se estremecía, ansioso, como si esperara el momento en que hiciera más que solo recorrerle la piel con los dientes.

—Tal vez… ¿Eres capaz de hacer que me avergüence?

—Tendremos que comprobarlo. Aunque no sé si alguien como tú… quien se sienta en el regazo de una persona a quien acaba de conocer, casi desnudo, ofreciéndose como un trozo de carne, pueda realmente avergonzarse.

—¿Me estás acusando? —alzó una ceja, divertido.

—Te estoy elogiando… —Jinyoung subió hasta su cuello, aspirando ese suave aroma que había sentido desde que Jaebeom apareció, sonriendo contra su piel, complacido, al notar que era el olor de su cabello—. Alguien como tú… eres lo más sensual que he visto en mi vida.

Un sonido complacido partió de la garganta del pelinegro y Jinyoung llevó su boca allí, justo a su tráquea, buscando sentir las vibraciones de sus gemidos. Quería sentirlo contra sus labios, mientras chupaba la piel de su cuello. Dejó que sus manos exploraran aquella estrecha cintura y más arriba, la tersa espalda, poco a poco provocando lo que parecía un terremoto en el cuerpo de su familiar. Jaebeom se movía sobre él, el vaivén de sus caderas volviéndose cada vez más intenso sobre su regazo. Parecía ansioso una vez más, y a Jinyoung le resultaba divertido jugar con eso, con sus ganas, solo besando su cuello y acariciando su espalda aun cuando sabía que Jaebeom quería más, mucho más que eso.

No fue hasta que sintió las manos contrarias enredarse en su pelo y tirar suavemente de él, apartándolo para mirarlo de forma suplicante, que decidió ser indulgente.

Aunque eso no significaba que fuera a ceder tan fácilmente.

—Si quieres algo vas a tener que pedirlo…

—Por favor… no seas así. Sabes lo que quiero…

—Lo sé… eres demasiado obvio… pero necesitas aprender. Puedes hablar, ¿no? Entonces dilo. —Jinyoung tomó sus manos y las apartó de su cabello, sujetándolas, casi aprisionándolo. Jaebeom tragó en seco, su pecho subía y bajaba con la leve agitación que le producía todo aquello, se veía increíble y Jinyoung supo que no tenía ninguna prisa por cambiar la situación.

—Tócame más…

—¿Dónde?

—Maldita sea…

—Shh —Jinyoung agarró su rostro, apretando sus mejillas—, no maldigas. Se ve feo… eres demasiado lindo como para decir cosas así de feas.

Jaebeom se vio tentando a responder algo sucio, pero por una vez, decidió obedecer. Después de todo, sabía que solo así obtendría lo que quería.

—Tócame… entre mis piernas… —murmuró, notando cómo su rostro se calentaba al hacerlo.

—Sí es posible después de todo… —Jinyoung sonrió, triunfal.

—¿Qué cosa?

—Avergonzarte.

Jaebeom bufó ante esa respuesta, relajándose hasta que su cabeza se apoyó sobre el escritorio, sus largos cabellos negros regándose sobre las páginas del grimorio. La magia del libro hizo que sus hebras flotaran levemente, dándole un aspecto irreal a su cabellera. En ese momento, justo así, con sus mejillas encendidas y su cabello flotando en el aire como si la magia fuera suya, Jinyoung sintió que además de sensual, era hermoso.

Si Jaebeom quería que lo tocara, él con gusto lo haría.

—Ven. —rodeó su cintura y sujetó uno de sus muslos, poniéndose de pie con un poco de esfuerzo. Nunca antes había cargado a un hombre de aquella manera, pero Jaebeom se aferró a él como si supiera qué hacer, haciendo que fuera fácil recorrer los pocos metros que los separaban de la cama. Lo dejó caer cuidadosamente allí, de nuevo desordenando su cabello, esta vez sin magia, solo aquel precioso cabello negro disperso sobre sus sábanas blancas.

Llevó sus manos a su camisa, encargándose de los botones que le restaban sacándola fuera de sus pantalones mientras subía una de sus rodillas a la cama. La camisa fue descartada rápidamente y sus manos se hundieron directamente en los muslos del pelinegro, separándolos. Admiró mejor su anatomía, sin pudor.

—Incluso aquí eres lindo —envolvió suavemente su miembro, deslizando su dedo índice sobre el húmedo glande, jugando con las pequeñas gotas de presemen. Eso bastó para hacer que Jaebeom hundiera su cabeza en el colchón, maldiciendo por lo bajo—, aunque veo que tu boca sigue sin coincidir con tu apariencia.

—Es porque sigues haciendo y diciendo esas cosas…

—Tú querías que te usara… querías que me relajara… solo estoy disfrutando de lo que me ofreces. Incluso te estoy dando lo que querías… ¿No querías que te tocara? —movió su mano arriba y abajo, obteniendo un gemido ahogado a cambio.

—S-sí…

—Entonces no deberías maldecir…

—Lo hago porque me gusta.

—¿Ah sí? —Jinyoung se inclinó más sobre él, arrodillándose entre sus piernas— ¿Hay otras cosas que te gusten entonces? Además de ser tocado…

—No me hagas decirlo. —Jaebeom lo miró a los ojos, luciendo un poco más desarreglado que antes. Sin embargo, a los ojos de Jinyoung, aun no era suficiente.

—Lo tendré que averiguar yo mismo entonces… —volvió a mover su mano, esta vez más suave, manteniendo un ritmo perezoso sobre el miembro del pelinegro—. Hace un momento me preguntaste si me gustaba duro… ¿Está bien si asumo que preguntaste eso porque lo disfrutas también? Así… duro. —su otra mano se hundió en su muslo, encajando sus dedos y sus uñas en la piel. Jaebeom agarró las sábanas, gimiendo sonoramente— Por lo que veo, sí.

Jinyoung se relamió, subiendo hasta rodear su cuello, sin dejar de bombear suavemente su miembro. No sabía si eso estaría bien para Jaebeom, solo supuso que se sentiría bien, quería hacerlo, pero aun así…

—Sí —Jaebeom agarró su antebrazo con ambas manos como si sujetar su cuello hubiera activado una trampa de la que ahora no podía escapar—, por favor. —Sus súplicas desarmaron a Jinyoung, sus ojos necesitados, su voz…— Hazlo.

Y cuando apretó, suavemente, poco a poco, pudo sentir a Jaebeom tragar saliva, gemir hasta que sus cuerdas vocales no se pudieron mover y el aire dejó de fluir. Todo su cuerpo se quedó inmóvil, tenso, su rostro contrayéndose con una mueca de placer y dolor que hizo a Jinyoung sentirse demasiado duro en sus pantalones.

Un suave apretón en su muñeca le hizo entender que ya era suficiente. Aflojó su agarre, y Jaebeom respiró de nuevo con un gemido profundo y sensual.

—Me encanta… —Jaebeom acarició su brazo, mirándolo como si solo con eso lo hubiera llevado al más allá y de vuelta. Jinyoung pudo sentirlo en su otra mano. Su miembro se había endurecido muchísimo, casi a punto de correrse. Solo con eso.

—Puedo verlo —Jinyoung lo soltó, moviéndose sobre la cama para recostarse sobre los almohadones—. Ven —dio una suave palmada en su regazo—, hagámoslo de nuevo.

Era difícil describir lo placentero que resultó ver a Jaebeom obedecer con gusto, gateando hasta sentarse nuevamente sobre él. Sin embargo, esta vez Jinyoung se encargó de desabrochar sus pantalones, dejando salir su miembro para que Jaebeom se sentara sobre él.

—Dios… si lo pones así no voy a saber en qué concentrarme. —gimió el pelinegro, acomodándose sobre él, dejando que la erección de Jinyoung se asentara entre sus nalgas, arrancándole un gemido a ambos.

—Concéntrate en mí. —Jinyoung agarró su cuello nuevamente, pero esta vez solo lo atrajo para besarlo. Hundió su lengua en la boca ajena, acariciando suavemente las nalgas de Jaebeom mientras lo sentía moverse sobre él, meciéndose lentamente sobre su erección. Se apartó luego de unos segundos, manteniendo el agarre en su cuello a la vez que llevaba su mano a la boca de Jaebeom—. Hazlo una vez más… —le hundió tres dedos entre los labios y Jaebeom no necesitó de ningún incentivo para cumplir esa orden. Chupó sus dedos una vez más, disfrutando del agarre que aún se cernía sobre su cuello, apretándolo suavemente, acariciándolo, manteniéndolo solo con el aire imprescindible. Dios, eso lo tenía a punto de correrse.

Jinyoung sacó sus dedos sin avisar, haciendo que Jaebeom gimiera ante la repentina sensación de vacío.

—Buen chico —lo elogió, acariciando su mentón con la mano que mantenía en su cuello—, mereces tu premio.

Jaebeom cerró sus ojos, mordiendo su propio labio al sentir cómo los dedos que acababa de humedecer acariciaban su entrada. Uno se hundió, sin mucho cuidado, haciendo que la invasiva sensación ardiera de forma deliciosa. Sin embargo, su gemido se ahogó en la ausencia de oxígeno que le produjo un súbito apretón a su cuello. Sus dedos se crisparon sobre el pecho desnudo de Jinyoung y su voz murió, patética, en aquel firme pero cuidadoso agarre. El dedo en su entrada fue también firme e invasivo, moviéndose suavemente en él, produciéndole un intenso placer que lo atacó desde ambas direcciones, precipitando su orgasmo hasta casi desatarse fuera de control. El segundo dedo vino justo cuando su cuello fue liberado. Aspiró, entrecortado, sin saber si gemir o respirar. Jinyoung lo miraba desde abajo, complacido con lo que estaba causando, sabiendo que Jaebeom estaba a punto de correrse, su presemen ya había hecho un pequeño desastre sobre la piel de su abdomen y, de cierta forma, quería probar si realmente bastaba solo con eso para hacerlo llegar.

—Realmente te gusta mucho esto —Acarició su cuello, buscando aliviar los puntos donde la presión de sus dedos ya iba dejando marcas rojizas—. Pareciera que no quieres nada más.

—No. —Jaebeom se movió sobre él, luciendo ansioso ante ese comentario— Sí quiero. —empujó sus caderas hacia abajo, buscando más de los dedos de Jinyoung, sintiendo que podría derretirse allí donde estaba siendo dilatado, sabiendo que el hechicero seguía jugando con él, con su cordura.

—¿Lo quieres aquí? —Jinyoung agregó un tercer dedo, sonriendo con malicia al ver como Jaebeom estiraba su cuello y ahogaba un gemido.

—Sí… sí… solo hazlo.

—Sigues siendo tan maleducado —murmuró el castaño, sacando sus dedos después de haber hecho unos movimientos circulares bastante bruscos. Jaebeom temblaba sobre él, suspendido al borde de su orgasmo—, ¿debería castigarte?

Jaebeom gimoteó, desesperado. Sin embargo, Jinyoung lo ignoró, dejando que su miembro rozara la ahora dilatada entrada del pelinegro. Él también lo quería, Dios, moría por finalmente estar dentro de él, pero había algo mucho más placentero en aquellos juegos. Tal vez estaba siendo cruel, explorando una faceta que no conocía de sí mismo, sin embargo, valía la pena. Aquel chico que tenía encima, mirándolo de la forma más lasciva, lleno de sus marcas, suplicando por tenerlo dentro, hacía que valiera la pena ser un poco cruel. Ambos lo estaban disfrutando, así que no se iba a detener.

—Creo que deberías aprender a ser menos exigente… yo soy tu amo, no es al revés. Por lo tanto… —presionó sus caderas, haciendo que Jaebeom finalmente se sentara sobre él, penetrándolo de forma un poco brusca—, deberías hacerme sentir bien, ¿no? Ese era tu cometido inicial.

—Jin-Jinyoung… —Jaebeom cerró fuertemente sus ojos, encajándole las uñas en el pecho.

—¿Qué? ¿No me escuchaste? —Jinyoung sabía que sí lo había escuchado, pero quiso seguir, quiso ver más de esa expresión absolutamente descompuesta que el pelinegro tenía ahora. Así que, sin esperar una respuesta, sin dejarlo componerse, movió sus caderas, bombeando duramente dentro de él.

Jaebeom chilló, incapaz de controlar su voz ante la sensación. Sus uñas lastimaron la piel de Jinyoung al sentir que su orgasmo lo atravesaba como si quisiera partirlo en dos. Se corrió, irremediablemente, pero no pudo solo dejarlo pasar, no pudo relajarse, porque Jinyoung lo siguió haciendo. Siguió follándolo a través de su orgasmo y Jaebeom sentía que podía morir con el intenso placer, su hipersensibilidad casi lastimándolo como mismo él lastimó su labio para no gritar, lágrimas bajando por sus mejillas mientras Jinyoung, implacable, seguía extendiendo la intensa sensación a través de todo su cuerpo, agarrándolo, duro, mientras bombeaba en él.

—Eso fue precioso. —Jinyoung se incorporó, agarrando nuevamente su cuello, acercándose a él para besarlo.

—Jin… —la voz de Jaebeom sonó rota. Deliciosamente rota. Jinyoung solo sonrió, lamiendo sus lágrimas.

—¿Te gusta así? ¿Duro?

Jaebeom solo lo besó a modo de respuesta y Jinyoung supo que no necesitaba palabras para entender. Intercambió posiciones con él, poniéndose encima antes de penetrarlo de nuevo. Sabía que después de eso no podría resistir mucho, pero necesitaba más, hasta las últimas consecuencias.

Y nunca había sentido nada tan increíble como cuando Jaebeom envolvió sus piernas alrededor de sus caderas y gimió su nombre, entregándole su cuerpo con absoluta sumisión. Ese cuerpo tan hermoso como lascivo, que lo recibía, caliente y estrecho, irrealmente placentero.

Se dejó caer sobre él, sosteniendo parte de su peso con sus brazos para poder moverse bien cerca, besándolo mientras lo hacía, perdiéndose en lo adictivo de estar entre esas piernas. En lo irresistible de sus gemidos, de esa voz vibrante, exquisita. ¿Realmente había osado llamar inútil a su familiar?

Al sentir que estaba llegando, quiso apartarse, pero Jaebeom lo sujetó con piernas y brazos, suplicó en su oído, desecho en gemidos húmedos.

—No… hazlo… dentro…

Jinyoung gruñó contra su cuello, hundiendo sus dientes en la piel más que lastimada. ¿Cómo decir “no” ante algo así?

Se dejó ir en su interior, el morbo y el placer intensificándose al sentir como algo caliente se derramaba entre ambos y Jaebeom escondía su rostro contra su pecho, sus manos ahora lastimando su espalda, teniendo un orgasmo también.

Jinyoung acarició su cabello, aun sintiendo como el placer recorría su cuerpo, derramándose dentro de su familiar, caliente y húmedo. Se movió con cuidado, saliendo de su interior. Jaebeom dejó salir un gemido ahogado, aun luciendo levemente avergonzado con lo que acababa de suceder. Eso le pareció encantador a Jinyoung, quien se dejó caer a su lado, atrayéndolo contra su pecho, aun acariciando su cabello, suave y sedoso mientras usaba su magia para que las mantas los cubrieran a ambos.

—Si esto realmente es un sueño, no quiero despertar —Murmuró Jaebeom contra su pecho—, se siente… Dios, se siente tan real.
Jinyoung sonrió, relajándose.

—Sí… es un sueño increíble.

Sus palabras bastaron para hacer que Jaebeom sonriera, complacido, acurrucándose contra su pecho, durmiéndose enseguida gracias a los suaves mimos en su cabello.

Jinyoung lo miró por unos segundos, pensativo. Como si supiera lo que pasaba por su mente, el grimorio brilló sobre su escritorio, recordándole lo que quería hacer, la decisión que debía tomar respecto a su familiar.

El hechicero miró hacia allá, y luego hacia la persona entre sus brazos, sintiéndola un poco más pequeña ahora que era casi una bolita contra su cuerpo.

—Un sueño, eh… —musitó y con un movimiento de su mano, cerró el grimorio sobre su escritorio. Ya se encargaría de eso en otro momento. Besó suavemente el cabello de Jaebeom, cerrando sus ojos para dormir también. Por ahora, era mejor disfrutar del sueño de su familiar—. Bueno… solo un poco más.

Después de todo, el grimorio había escogido el hechizo adecuado.




























Corrección:mili_ngu

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