Spring Room

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Para Park Jinyoung la primavera no representaba otra cosa que el apogeo de su tortura.

Podría amar el clima amable, que, ni caluroso ni frío, solía darle un toque tranquilo a esos días. También podría disfrutar la brisa suave y el olor dulce que solía llenarlo todo, si no fuera por ese pequeño, minúsculo -microscópico incluso- factor que contribuía a desestabilizar su rutina y a hacerlo pasar, de un joven tranquilo, a una bola irritada y malhumorada de lágrimas, mocos y nariz irritada.

Sí, Jinyoung tenía alergias.

Era alérgico a todo lo que traía la primavera consigo. Polvo, polen, pelos de animales, esporas... lo que fuera. Para él, esos meses eran una reverenda tortura. Las medicinas funcionaban, sí. Pero había veces en las que simplemente era atrapado desprevenido consiguiendo que su rostro enrojeciera y se llenara de lágrimas y mocos, víctima de sus propias y estúpidas defensas, al punto de hacerle lucir como si estuviera pasando por la pena más honda cuando solo quería maldecir a los cuatro vientos.

Quedarse en casa siempre lucía como la opción más agradable, sin embargo, el curso escolar iniciaba precisamente en abril y no había nada que Jinyoung pudiera hacer al respecto. Así que, muy a su pesar, quedarse en casa era, además de agradable, imposible.

Volver a la universidad ese año traía consigo una molestia extra además. Ya desde el año anterior había compartido su cuarto del dormitorio con el que sería el compañero de habitación más singular que podría haberle sido asignado: Yugyeom.

El chico era un año menor que él, sin embargo, traía el porte y la estatura de alguien mayor siendo solo delatado por la dulzura e inocencia de su rostro, el cual suavizaba inmensamente cualquier impresión intimidante que pudiera causar con su estatura. Jinyoung podría haber llegado a sentir cierto cariño por él, por esa sonrisa tierna y por su forma irritante y a la vez preciosa de bromear, de jugar con él y con su paciencia, sin nunca cruzar esa línea de respeto y admiración que el menor parecía haber puesto entre ambos. Sí, podría agradarle, si no fuera por un pequeño pero insoportable factor.

Resulta que, de la misma forma que él había notado los encantos del chico, así lo había hecho el resto de la universidad. Yugyeom, a pesar de ser solo un alumno de primer año, ganó rápidamente popularidad, sobre todo entre las chicas, por esa apariencia principesca, gestos amables y el aparentemente atractivo detalle de que estudiaba artes y bailaba. Un combo fatal, dirían algunos, pero eso no era algo que le interesara a Jinyoung. Lo que le dificultaba la existencia eran las toneladas de regalos que siempre recibía el menor, aceptándolos de buen grado, fueran lo que fueran, los cuales llevaba a la habitación. Sin embargo, siempre, sin fallo, sin excepción, le daban flores.

Girasoles, rosas, tulipanes, flores silvestres, orquídeas, lirios, lo que fuera. Jinyoung sentía que moría cada vez que veía al menor entrar con uno o dos ramilletes entre sus manos, oliéndolos, alegre, como si toda la felicidad de su vida se resumiera a esas dichosas flores y a tener su escritorio decorado como una jodida floristería.

Pocos segundos bastaban para que sus ojos comenzaran a arder y su nariz a moquear. Sin embargo, Yugyeom lucía tan feliz, tan alegre con sus flores, con su escritorio colorido y sus brillantes girasoles que Jinyoung, por alguna razón, nunca tuvo el corazón para decirle que las botara. Que las odiaba. Que no las aceptara. Solo solía agarrar disimuladamente sus pañuelos y salir, tomar su medicina y esperar a que el efecto de estas le permitiera estar de vuelta en su habitación sin estornudar fuera uno de sus pulmones. A veces volvía bien entrada la noche, luego de pasar horas en la biblioteca o con alguno de sus amigos. Yugyeom solía estar durmiendo y, por suerte para él, las flores solían desaparecer con la misma velocidad a la que aparecían y eso, al menos, evitaba que se acumularan.

Un nuevo curso, sin embargo, solo significaba que todo eso volvería a suceder. La primavera era la época de las flores, ya podía imaginarse todo lo que el "príncipe" Yugyeom tendría en su escritorio y quería morir de solo pensarlo.

Llegó a los dormitorios el sábado antes que comenzaran las clases. Hacía un día excelente, pero, aun así, Jinyoung estaba intranquilo. Por la presencia de equipaje pudo notar que Yugyeom ya había llegado, sin embargo, aún no había señal de regalos en el otro escritorio, ni del enorme chico que los recibía tampoco. Con un suspiro, dejó sus cosas junto a su cama, dispuesto a desempacar, sabiendo que muy pronto comenzaría su suplicio.

Y, como si con su pensamiento lo invocara, Yugyeom abrió la puerta en ese instante. Las vacaciones parecían haber traído consigo un gran cambio, pues una abundante y brillante cabellera negra habían ocupado el lugar de sus castaños cabellos. Además, lucía un poco más alto, como si crecer fuera algo que hiciera por entretenimiento. Y, por supuesto, entre sus brazos, cubiertos por un suave sweater color crema, se apretujaban varios ramos de flores y cajas de regalos, todos siendo llevados por él con una enorme sonrisa en el rostro, como si realmente hubiera extrañado las flores en esas semanas de descanso.

Y si Jinyoung no odiara las flores, diría que lucía hermoso, feliz y cálido. Su piel clara y fresca, contrastando con ese negrísimo pelo, lo hacían parecer irreal, como un ser mágico que traía la primavera entre sus manos.

Pero una lágrima acumulándose en uno de sus ojos fue la primera señal de alarma, esa que bastó para hacer que Jinyoung frunciera el ceño y se rascara los ojos con el dorso de la mano.

—¡Hyung! —Yugyeom no notó su presencia hasta unos segundos después, cuando finalmente logró cerrar la puerta con uno de sus pies- Hola. Me estaba preguntando cuándo ibas a llegar.

Jinyoung solo arrugó su nariz y lo miró, recorriendo con la vista ese infierno colorido que parecía crecer entre sus brazos.

—Oh, ¿te gustan? Las chicas me siguen trayendo girasoles y rosas desde que les dije que me gustaban. Pero está bien. Son bonitas, ¿no? —continuó el menor, dirigiéndose a su escritorio— Aunque... ¿Puedo decirte algo? -se dio la vuelta para enfrentar al mayor, pero lo descubrió buscando apresuradamente algo entre sus cosas, sorbiendo mocos quedamente, dispuesto, como tantas otras veces, a irse y dejarlo allí. Sin siquiera decirle nada.

—Tendrá que ser después —contestó Jinyoung, su voz sonando rara-, tengo un papeleo que hacer en la secretaría docente.

Sin más explicaciones, agarró, su celular, dispuesto a salir. Sin embargo, la sorpresa se apoderó de su semblante al sentir que Yugyeom se precipitaba corriendo hacia él, abalanzándose sobre la puerta y pegando su espalda a ella, con un sentido de la urgencia que se les hizo raro ambos.

—¿Sucede algo? —Jinyoung lo miró, notando un leve sonrojo, producto de la vergüenza que le daba haber hecho algo tan precipitado.

—Eh... uhm... —Yugyeom apartó su mirada— En serio quería hablar contigo... antes de que, ya sabes, te pierdas.

—No me pierdo, solo voy a... —pero una nueva lágrima traicionera bajó por su mejilla y Jinyoung maldijo en silencio, finalmente cediendo ante las ganas que tenía de rascar sus ojos y su nariz, aun si sabía que probablemente terminaría rojo e hinchado.

—Hyung... hace mucho quiero preguntarte pero... me da un poco de miedo —musitó el menor.

—¿De qué hablas? Solo déjame salir, podemos hablar luego. —Jinyoung sonó exasperado, limpiando el líquido que insistía en fluir desde su nariz.

—¿Tanto te molesta que reciba regalos? —dijo finalmente Yugyeom— Siempre luces afligido cuando traigo lo que me dan las chicas, siempre te vas, lloroso, y vuelves luego de horas. Nunca me has dado una explicación, ni me has dicho nada al respecto... yo... aun si recibo todos esos regalos... no es porque ninguna de esas chicas me guste... así que... yo quería... quería pedirte que no lloraras por eso...

Jinyoung ladeó su cabeza, confuso. Algo le decía que el sonrojo en las mejillas de Yugyeom se debía a algo más, como si hubiera algo implícito que él estaba fallando en interpretar. Pensó que sería buen momento para simplemente confesarle la verdadera naturaleza del problema. Sin embargo, había algo curioso en el menor, en la forma en la que agachaba su mirada, en el constante duelo de sus dientes y sus labios. Algo que, definitivamente, lucía tentador. De una forma desconocida pero hermosa.

—¿Y qué derecho tienes para pedirme que no llore? —Jinyoung secó sus lágrimas por la que ya venía pareciéndole la enésima vez— Tú estás tan feliz con tus regalos. Sin preocuparte por lo que puedan estar sintiendo quienes te rodean.

—¡Sí me preocupa! —contestó, exaltado, para luego relajar el tono de su voz— Si me preocupas mucho, hyung... no me gusta verte llorar, o más bien saber que probablemente por mi culpa estás afligido.

Jinyoung elevó una de sus cejas.

—De nuevo... ¿Por qué te importa si lloro o no?

Las manos de Yugyeom se cerraron en puños llenos de inseguridad y temblor. Todo había sido algo súbito, como si no hubiera realmente preparado nada para decir y temiera que, en su nerviosismo, se escapara algo que no debía ser dicho.

Sin embargo, Jinyoung quería escucharlo. Fuera lo que fuera, no podía ser tan malo si hacía al menor lucir así de adorable.

—Yo... solo... —murmuró— creo que tú me...

Y con eso bastó. Yugyeom no necesitó completar la frase para que Jinyoung entendiera. Ahora podía notarlo claro. Ese sonrojo, esa timidez, la forma en la que se había deslizado un poco en la puerta, tratando de hacerse más pequeño... Y no solo eso. Estaban también en su memoria las constantes bromas e intentos de acercarse, esos que Jinyoung solía rechazar porque Yugyeom era como una bola de polen ambulante; las invitaciones a almorzar, las charlas nocturnas, breves, pero que aun así parecían darle al menor todo el bienestar que necesitaba para dormir. Era un poco tonto venir a percatarse ahora. Pero, no había remedio, así habían sucedido las cosas y Jinyoung deseó silenciosamente haber notado antes esos detalles en vez de preocuparse por sus estornudos.

—¿Te gusto? —preguntó, lanzando la pregunta como un disparo a quemarropa, uno que hizo arder las mejillas del menor un poco más, aun si Jinyoung no creía que fuera posible darle más ternura a su apariencia.

La respuesta fue solo un leve asentimiento de labios apretados y mirada baja. Sus manos jugando nerviosamente con las largas mangas del sweater, su cabello negro, protegiéndolo de revelar el sonrojo que subía hasta sus orejas y por toda su nuca, como una infección de pena y emoción.

Se acercó entonces, a sabiendas de que en ese sweater yacía su perdición. Una de sus manos acunó la mejilla del menor, quien lo miró, confuso pero esperanzado.

—Podrías haberlo dicho antes... me hubieras ahorrado muchas lágrimas.

—¿En serio llorabas por mí?

—Supongo que podría decirse que era por tu causa, sí.

—¿Eso significa que... que...? —Los ojos de Yugyeom lucían esperanzados, por primera vez sosteniéndole firmemente la mirada.

—No sé qué podría significar. —Jinyoung levantó una de sus comisuras en una sonrisa que podría haber lucido traviesa si su nariz no estuviera roja y sus ojos llorosos e hinchados- ¿Me ayudas a averiguarlo?

—¿Averiguarlo? ¿Cómo?

—Bueno... —Jinyoung secó las lágrimas y rascó su nariz con el dorso de la mano que tenía libre, sonriendo un poco más ampliamente ante su torpe situación— El príncipe de la facultad de artes me acaba de confesar sus sentimientos. Después de haber llorado tanto por él, creo que, al menos, merezco un beso. Tal vez eso aclare las cosas.

—R-realmente no te entiendo, hyung... —Yugyeom hizo un puchero— Solo no quiero que estés triste. Quiero saber lo que te pone así. Quiero evitar que siga sucediendo. Si me pides un beso tan de repente...

Jinyoung volvió a sonreír ampliamente. Era difícil concebir una inocencia así de preciosa.

—No estoy llorando, Gyeom —confesó finalmente—. Tengo alergias. Siempre han sido alergias —sorbió—, pero veo que gracias a eso he descubierto algo muy interesante.

—¿Qué? —Yugyeom se enderezó, luciendo estupefacto— ¿No llorabas? Entonces... pero yo pensé... Ay, Dios —cubrió su rostro con sus manos y pegó su espalda de nuevo a la puerta, queriendo desaparecer—. En serio pensé que te ponía triste verme recibir regalos... pensé que... que tal vez tú sentías algo por mí. ¡Qué vergüenza!

—Está bien... —Jinyoung agarró sus manos, descubriendo su rostro y acercándose a él, inclinándose un poco para, con su frente, empujar suavemente la del menor y hacerle alzar la vista— No me desagrada lo que me dijiste... creo que... aun si no sé bien lo que siento... no quiero dejar ir este momento. Esta confesión... quiero aferrarme a ella.

—Entonces... ¿Eso quiere decir que sí sientes algo por mí?

Jinyoung levantó sus cejas, juguetón.

—¿Quién sabe? Eso era lo que quería que me ayudaras a averiguar. —Acunó de nuevo su rostro y casi pudo ver como las mejillas de Yugyeom se encendían al verlo acercarse, al verlo cerrar sus ojos y cortar lentamente la distancia, casi pudiendo sentirlo ya sobre sus labios.

Pero no fue el suave tacto de un beso lo que sintieron. En cambio, Jinyoung sintió cómo su nariz escocía de forma súbita e irresistible. Justo en el peor momento, solo dándole tiempo a apartarse de Yugyeom y romper el silencio de la habitación con el estruendo de un estornudo.

—Agh... —se quejó, arrugando su nariz.

—¿Estás bien, hyung? ¿En serio te provoco alergias? —Yugyeom lo miró, afligido. Sin embargo, Jinyoung sonrió de nuevo, negando suavemente.

—No soy alérgico a ti, no seas bobo —Se acercó de nuevo-. Son las flores... el polen. Estás lleno de eso.

—Ah... —Yugyeom se miró a sí mismo, notando las apenas imperceptibles manchitas amarillas sobre su ropa. Los rastros de girasol. Los culpables de todo.

—Pero podemos deshacernos de eso... —Jinyoung sujetó el borde del sweater, tirando ligeramente de él— solo tenemos que sacar todo lo que nos molesta —miró a los ojos del menor— ¿Me dejas?

—Hyung... —Yugyeom tomó aire, aun un poco tembloroso— Si de mí dependiera, podrías hacer cualquier cosa conmigo. Pero... ¿Estás seguro? Soy un chico.

Jinyoung se relamió suavemente, levantándole un poco más el sweater para colar su mano por debajo de éste, envolviendo la cintura del menor, sintiendo, con más placer del necesario, lo suave que era esa piel que acababa de descubrir.

—Créeme... Estoy seguro. Tampoco será mi primera vez.

Esa inesperada confesión bastó para hacer que Yugyeom se dejara llevar, una mezcla de curiosidad y excitación invadiéndolo a medida que las manos del mayor lo recorrían suavemente, seguras y algo atrevidas. Su respiración lo traicionó, cortándose por más tiempo del necesario, como si su cerebro estuviera demasiado distraído sintiendo como para recordar nimiedades tales como respirar.

Porque, en ese momento, ¿a quién le importaba respirar? Definitivamente no a él, no cuando Jinyoung seguía recorriendo su torso, levantando el sweater hasta que pudo sacarlo por encima de su cabeza. Desnudándolo. Y, aun si ya había estado sin camisa frente a Jinyoung antes, esta vez era distinto, tan distinto, que era imposible no morir un poquito de la emoción.

—Ven... —la orden fue suave. Y a Yugyeom no le costó obedecer. Ya no estaba pensando mucho, ni dudando, ni preocupándose. Porque, aun si Jinyoung seguía luciendo lloroso, ahora sabía que no era tristeza, y aun si todavía le resultaba un poco tonto lo que había estado sucediendo entre los dos, no era momento de cuestionar ese asunto.

Sería difícil describir en pocas líneas todo lo que había estado sintiendo por Jinyoung. Desde la primera vez que lo vio, desde que oyó su voz y vio su sonrisa, tan cálida como elegante, supo que ya estaba perdido. Y, para su sorpresa, no fue un encandilamiento que duró días, o semanas. Su flechazo por Jinyoung solo se hacía más profundo cada día. De los pocos momentos que realmente compartió con él, pudo saber que Jinyoung tenía una personalidad tranquila, pero segura. Amable pero arrolladora. Jinyoung, a sus ojos, era el verdadero príncipe. Y desde que notó el patrón entre sus regalos y su llanto, aun si se preocupó, hubo un ligero atisbo de esperanza, que le dijo que, tal vez, hubiera un poco de correspondido en ese amor que tan firmemente se estaba arraigando en él.

Por eso ahora su respiración seguía jugándole malas pasadas. Jinyoung lo había llevado al baño de la habitación. Al único espacio del pequeño cuarto que nunca habían compartido, donde los claros azulejos estaban siendo testigos de algo que se sentía demasiado íntimo. Y cada vez que Jinyoung lo tocaba, Yugyeom sentía que podría ir al cielo y de vuelta. Las manos del mayor recorrían su piel, empujándolo hacia la ducha, necesitado pero no apurado, como si hubiera encontrado una nueva fascinación en tocarlo, acariciarlo, y Yugyeom no se iba a quejar, para nada.

La primera vez que sintió sus labios, fue en su hombro. Jinyoung lo hizo girarse de espaldas a él y Yugyeom suspiró al sentir como el aliento cálido se acercaba a su piel para dar paso a un beso lento y cuidadoso sobre uno de sus trapecios.

—Abre la ducha —murmuró Jinyoung, bajando sus manos al pantalón del menor, aun alrededor de sus caderas. Yugyeom lo dudó por unos instantes, pero, siendo sinceros, mojar su ropa era lo que menos le importaba en ese momento. Obedeció entonces, y sintió el agua tibia golpear sobre su pecho hasta subir a su rostro y fue entonces que entendió.

El agua se lo llevaría todo. El polen, el polvo, lo que fuera. Las alergias no serían un problema bajo la ducha y él no sería ya la fuente de la irritación en el mayor. Sonrió bajo el chorro pero su sonrisa se deformó en un gemido al sentir como esas manos traviesas se colaban por dentro de su pantalón, impunes, siguiendo el rumbo del agua hasta envolver su semidura entrepierna, jugando con la tela húmeda, con su piel sensible.

—Eres muy tierno, ¿sabes? —Jinyoung subió un poco por su cuello, acercándose a su oído, sonando un poco cruel a pesar de sus dulces palabras— Tus reacciones son tan lindas. Me gustaría haberlo notado antes... tanto tiempo desperdiciado.

—Puedes... —Yugyeom suspiró, sin saber qué hacer con sus propias manos— Puedes aprovecharlo ahora.

—¿Me estás pidiendo que me aproveche de ti?

El menor lo miró por encima de su hombro, girándose hacia él, envalentonado por la complicidad que había surgido entre ambos.

—Es lo que he querido por mucho tiempo, hyung... —agarró la camiseta del mayor, jalándola hasta sacarla y sintiendo, ante la vista, un deseo irrefrenable de cubrir ese torso con besos y mordidas, de marcar cada centímetro, como si temiera que, al final de todo, esa piel no le llegara a pertenecer a él.

—¿Por qué no me lo demuestras entonces? —Jinyoung acarició su cabello, dejándose fascinar por la suave textura de las negrísimas hebras donde, aun, el agua corría, haciendo que todo pareciera brillar un poco bajo la luz de la mañana que se colaba por la pequeña ventana.

Yugyeom no necesitó más palabras para entender. Sin preocuparse ya por la vergüenza o la inseguridad, dejó que sus rodillas cedieran. Sus manos bajaron por el torso húmedo del mayor hasta sus caderas y desde allí, lo miró, disfrutando demasiado la vista y la posición.

—Te hacía más inocente... —bromeó Park, aun acariciando su cabello, ante lo que Yugyeom sonrió.

—Yo te hacía más serio.

—Las apariencias engañan.

—Espero que no siempre —Yugyeom mordió su labio inferior, acariciando el bulto que ya se adivinaba bajo la mojada tela de los pantalones del mayor—. Hay ciertas apariencias por las cuales no me gustaría ser engañado.

Jinyoung solo sonrió ante ese comentario, recostando su espalda a la pared, llevando sus propias manos al cierre de su pantalón, deshaciéndolo ante los hambrientos ojos del menor.

—Compruébalo por ti mismo.

Y Yugyeom definitivamente lo comprobó. Cuando la tela cedió, llevándose consigo además, la ropa interior, brincó ante él lo que tanto había ansiado, llenando y rebasando sus expectativas. En sus encías pudo sentir la necesidad, extendiéndose hacia su lengua, la cual relamió sus propios labios ante la vista. Se acercó entonces, irresistiblemente, y envolvía la base con una de sus manos. Solo sintió el grosor contra su palma, el tamaño en los suaves movimientos y un grueso gruñido del mayor. Solo eso bastó para hacerlo perderse a sí mismo.

Acercó su boca sin dudarlo, aun sintiendo el tacto en su cabello, el agua humedeciéndolos a ambos, empezando a sentirse demasiado caliente ahora que también hervían por dentro. Sus labios recorrieron la extensión con un poco menos de suavidad de la que le gustaría. Lo quería, vaya si lo quería. Su lengua no se hizo esperar. Aun con su mano en la base, besó y dejó lamidas, fascinado y algo ansioso, como si estuviera disfrutando al máximo de algún premio. Lo disfrutó por unos cuantos segundos antes de finalmente envolver el glande con sus labios, sus párpados temblando antes de cerrarse, dejando que la carne caliente y suave se hundiera hacia su garganta, llenándolo, haciéndolo gemir aun si su boca estaba ocupada.

El agarre se Jinyoung se tensó y como si de una orden se tratara, Yugyeom comenzó a moverse. Sus manos en los muslos del mayor servían de apoyo para un vaivén amplio que rápidamente se fue haciendo más corto, más rápido, dejándole apenas espacio para respirar. Sin embargo, no le importaba. Adoraba la sensación de llenura, los gemidos que se perdían en el sonido de las gotas de agua que caían, mezclándose con el húmedo roce en sus labios, ese que tenía a Jinyoung cada vez más lleno y duro, palpitando en su boca.

—Tócate también... —Jinyoung acarició su mejilla, amable y Yugyeom abrió sus ojos para verlo. No sabría cómo luciría él, pero Jinyoung definitivamente no lucía como algo de este mundo. Mojado y agitado, sus músculos contraídos por el placer, mirándolo con deseo y cariño a la vez, como tantas veces lo había imaginado.

Dios. ¿Tocarse? Podría correrse solo con esa vista.

Llevó una de sus manos a su miembro, dejándolo salir también. Se empezó a masturbar a un ritmo algo errático y descontrolado, volviendo a cerrar sus ojos y apretar sus labios alrededor de Jinyoung. Imitando con su cabeza el ritmo de su mano, tomándolo tan profundo como podía, deseando liberarse y sentir, además, como Jinyoung se liberaba en su garganta.

Pero los planes del mayor eran un poco distintos a eso.

Por eso le tomó por sorpresa cuando Jinyoung apartó su cabeza, arrodillándose también, a su altura, luciendo medio perdido. No pudo decir nada antes de sentir los labios húmedos y fríos del mayor en los calientes y pegajosos suyos. Su propia mano se apretó alrededor de su miembro al sentir ese primer beso, tan sucio y húmedo como ningún otro que hubiera recibido antes. Jinyoung lo besó sin control alguno, metiendo su lengua y revolviendo su ser y su boca como si fuera un huracán. Sus muslos temblaron, débiles y una mordida en su labio inferior, algo dolorosa y cruel, fue suficiente para correrse en su propia mano. Se sintió irreal, incontrolable, su propio miembro palpitando sin que él hubiera tenido voz o voto. Solo con un beso. Solo con ese beso.

—En serio eres tan lindo —sonrió Jinyoung después de bajar brevemente la vista y notar lo que había pasado— ¿Quieres hacerlo de nuevo? ¿Correrte conmigo?

—Sí, por favor... —Yugyeom asintió, luciendo arruinado, estándolo.

—Ven, entonces.

Jinyoung lo ayudó a levantarse y lo abrazó, pegando de nuevo su espalda a la húmeda pared de azulejos. Dejó que el chorro de agua cayera directamente sobre la espalda de Yugyeom y volvió a besarlo, disfrutando lo tembloroso y débil que se sentía el menor entre sus brazos. Una de sus manos bajó por la larga espalda hasta sus nalgas, acariciando, interrumpiendo al agua que bajaba, como aterciopelada cascada desde sus hombros.

—¿Puedo? —murmuró contra los labios de Yugyeom y éste solo gimió, sin deseos de moverse, hablar o asentir. Rodeó los hombros del mayor y profundizó el beso. Al parecer, era fácil entenderse sin palabras.

Un dedo acarició su entrada y, por delante, aun estaba el miembro duro y lleno del mayor, rozando el suyo, tentándolo. Movió sus propias caderas y sintió que podría desfallecer. Sus uñas se hundieron en la espalda contraria al sentir que el dedo entraba, expandiendo un poco. Sintió que el ardor y el placer se mezclaban hasta volverse un estímulo indisoluble que lo llevó a moverse aún más, restregándose contra Jinyoung, aprovechando la presión en su trasero, la cual lo sostenía y estimulaba, causando un placer que estaba comenzando a nublar su vista.

—Hyung... —gimió, necesitado y Jinyoung solo sonrió, moviendo uno de sus muslos hasta ubicarlo entre sus piernas para, con su otra mano, encargarse mejor de las desatendidas erecciones lo cual hizo a Yugyeom estremecerse— Esto es demasiado, hyung... por favor...

—¿Quieres que me detenga? —tentó el mayor, juguetón, agregando un segundo dedo que hizo a Yugyeom estirar su cuello hacia atrás y gemir, algo agudo y descontrolado.

—No... —casi lloriqueó— No pares...

—¿Quieres más entonces?

—Sí... te quiero...

—¿Dónde me quieres? —susurró Jinyoung cerca de su oído, besando perezosamente su cuello, consciente de las marcas que eso dejaría.

—Sabes dónde...

—Pero quiero oírlo.

—Hyung... —protestó.

—Dilo... —comenzó a mover su mano, simulando embestidas con sus dedos.

—Te... te quiero ahí, hyung... lléname... por favor, hyung, te lo suplico. —la voz de Yugyeom sonó como un encantador desastre, algo aguda y jadeante, todo su cuerpo contraído por el placer y la necesidad.

—El príncipe no sabe hablar sucio por lo que veo. —Jinyoung dejó ir su cuello, agregando un tercer dedo para dilatarlo más, un poco más cuidadoso, buscando realmente suavizarlo aunque, a juzgar por lo duro que ya estaba Yugyeom, la excitación nublaría casi cualquier dolor.

—Solo quiero que lo hagas ya, hyung... —suplicó nuevamente, mirándolo con sus ojos oscuros, llenos de deseo y lágrimas de frustración.

—A sus órdenes —cedió finalmente Jinyoung, dejándolo ir para llevarlo contra la pared, necesitándolo ya casi tanto o más que Yugyeom—. Me dices si te duele, ¿ok, pequeño?

Yugyeom asintió, sintiendo que podría derretirse al ser llamado así. Separó un poco sus piernas y no tardó en sentir como el mayor se alineaba en su entrada, empujando suavemente, llenándolo de la forma más exquisita. Sus uñas rascaron sobre los azulejos pero solo por un instante, pues Jinyoung tomó sus manos, entrelazando sus dedos y apoyándolas contra la pared.

—Vas a necesitar algo que agarrar —explicó, antes de comenzar a moverse.

Y en efecto. Los dedos de Yugyeom se contrajeron en los del mayor, apretando sin poderse contener al sentir cómo aquel miembro que había tenido en su boca, lo llenaba ahora en un lugar mucho más estrecho y sensible. Dolor, ardor y placer mezclándose hasta aflojar sus piernas. Todo su ser se estremeció y el placer explotó después de unos segundos, recorriendo todo su cuerpo hasta hacerlo gemir fuera de control y tratar, por todos los medios, de que sus piernas no le fallaran.

—Está tan caliente dentro de ti... —gruñó Jinyoung, sonando igual de aturdido. Y podía notarse en sus movimientos, embestidas duras y carentes de ritmo, agresivas. Anunciando un orgasmo demasiado próximo. Yugyeom no pudo contestar nada, no pudo decirle que le encantaba, que se sentía tan grande y tenso. Que todo su cuerpo parecía lleno de electricidad, como si el placer amenizara con hacerlo pedazos. No pudo hablar porque, si habría la boca, sus gemidos se oirían en el primer piso. Así que solo se aferró aún más a las manos del mayor, sintiendo como, en su vientre, se anudaba su segundo orgasmo, tan cerca, tan terriblemente cerca.

—Hazlo —instó Jinyoung, como si no hubiera secretos para él, como si supiera exactamente lo que el cuerpo del menor sentía—. Quiero verte de nuevo... te corres tan lindo.

Y como si esas palabras cortaran, Yugyeom sintió que algo dentro de él se desataba. Dejó salir un breve chillido que Jinyoung ahogó a tiempo con su mano. Su cuerpo entero contrayéndose a la vez que su semen se disparaba contra la pared, escurriéndose con el agua que goteaba de su propio cabello. Por un instante se perdió, su vista se tornó oscura y solo sabía que quería gemir más, que necesitaba exteriorizar aquello de alguna manera.

—Mierda —maldijo Jinyoung, saliendo justo a tiempo para que Yugyeom sintiera algo caliente en su espalda baja. No necesitaba preguntar, sabía perfectamente lo que era y fue como si lo que ya venía sintiendo se intensificara de nuevo, haciendo que sus piernas finalmente cedieran y cayera, nuevamente, de rodillas en el suelo, donde, a pesar del dolor que comenzaba a despertarse a lo largo de todo su cuerpo, una enorme sonrisa invadió su rostro.

Un beso de Jinyoung sobre su nuca y sus manos, siempre cariñosas, limpiando su piel, lo trajeron un poco de vuelta a la realidad. O al menos tan real como esa situación podía sentirse.

—¿Lograste —murmuró, aun agitado— averiguar lo que querías?

Escuchó una pequeña risa nasal y sintió un nuevo beso en su hombro.

—Puede ser... aunque tal vez tenga que comprobarlo de nuevo, ¿sabes?

Yugyeom se giró un poco, lo suficiente como para poder besar los labios del mayor, suave, sintiendo adoloridos los suyos propios.

—Siempre serás bienvenido a hacerlo. —se relamió— Te aseguro que, a partir de ahora, ya no habrá flores que te molesten hyung.















Corrección:mili_ngu

La verdad es que en estos días de exámenes, no tenía planeado publicar nada, sin embargo no podía dejar pasar la ocasión.

lilinetto18 este one shot es para tí. Es mi regalo. Lo único que puedo ofrecer, siendo sinceros, para agradecerte por la amistad tan hermosa que me has dado, por el infinito e incondicional apoyo, por la ayuda, por leer mis desvaríos, mis crisis, mis colapsos, por siempre tenerme en cuenta y por quererme, así de disparatada como soy. Sé ya que es difícil encontrar amistades así, y tal vez por eso, te siento cada día más valiosa. Esto es una pequeña muestra del enorme agradecimiento que te tengo y espero que ayude en cierta medida, a alegrar este cumpleaños tan atípico. Espero lo mejor para ti el día de hoy y todos los días. Siempre. Muchas gracias por existir y por haber aparecido, de forma tan inverosímil, en mi vida y en mi Todus. Te quiero mucho, bonita, Feliz cumpleaños.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro